viernes, 1 de julio de 2016

Poemas de Amelia denis de Icaza



(Panamá, 1828 - Nicaragua, 1911)


Al Cerro Ancón



Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón.
Que ya el destino desató los lazos
que en tu falda formó mi corazón.

Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?,
¿por qué no eres el mismo para mí?

¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con recia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?

¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente
al pisarla un extraño se secó?
Su cristalina, bienhechora fuente
en el abismo del no ser se hundió.

¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?
.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 
¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar!

Tras tu cima ocultábase el lucero
que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.

Tus pájaros me dieron sus canciones,
con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor, mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.

Más tarde, con mi lira enlutecida,
en mis pesares siempre te llamé;
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.

¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!

Soñaba yo con mi regreso un día,
de rodillas mi tierra saludar:
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.

Sé que no eres el mismo; quiero verte
y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte,
ya que no puedo junto a ti llorar.

Centinela avanzado, por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo...
¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!


Carta a Mi Querida HermanaMatilde Denis

Voy a contarte, hermana idolatrada,
una historia muy corta y encontrada
a mi paso en la América Central;
aquí donde la tierra se estremece
donde este mar enfurecido crece
al empuje del fuerte vendaval.
Si vieras, hermanita, levantarse
para luego encrespadas estrellarse
las olas con estruendo aterrador;
algo de grande, de imponente y fiero
se encierra en este mar tan altanero
siempre lanzando fúnebre clamor.
Yo acostumbrada a nuestro mar tranquilo
que se mueve con místico sigilo
que se tiende la playa a acariciar:
no sé que fue lo que sentí al mirarlo,
muda de admiración al contemplarlo
mi sorpresa no puédote explicar.
Desembarqué, la costa me aguardaba
no era tan bella como yo soñaba
ni era tan fértil como yo esperé,
lancé un suspiro por mi patria, hermana,
por aquella graciosa colombiana
como una virgen del Ancón al pié.
Dos meses de quietud, de honda tristeza
en que apenas alzaba la cabeza,
pasé en amarga y cruda decepción:
volví a surcar el mar embravecido
la sombra que busqué para mi nido
helaba mi ardoroso corazón.
Pisé de nuevo temerosa y yerta
del vapor la magnífica cubierta
y me detuve al colocar el pié,
¡que grato era allí el aire que sentía
el sol en ese instante se escondía
y trémula al mirarlo me postré.
Dos días después, hermana, me encontraba
donde la brisa alegre murmuraba
donde el pájaro canta con primor:
era en un puerto donde el alma vive
donde de Dios la inspiración recibe
que conduce a mi Edén, "El Salvador".
Bien puede el tiempo destrozarme airado
los ensueños felices que he forjado
en el suelo bellísimo que hallé;
mas no podré arrancar de mi memoria
la página brillante de mi historia
en que ese nombre de Jesús gravé.
Ahora distante por la tarde miro
cruzar las nubes en confuso giro
y una lágrima siento resbalar
!si pudiera llevarme lo que adoro!
¡si pudiera llevarme mi tesoro!
no sintiera esa lágrima rodar.
Porque aquí vivo para siempre triste
como vive el canario sin alpiste
como vive sin flores el gorrión;
mientras que allá bajo ese hermoso cielo
yo como el ave levantara el vuelo
hasta otra nueva espléndida región.
Pero quisiera que en mi vuelo altivo
me siguieran los seres por quien vivo
y con ellos mi dicha compartir;
porque sin ellos todo está desierto
todo está mudo, silencioso, muerto,
y mil veces mejor quiero sufrir.
Esta es la historia de tu hermana ausente
a la que quieres tan intensamente
y la que siempre te idolatra a ti,
si Dios escucha mi plegaria pía
entre mis brazos, hermanita mía,
oirás lo mismo que te cuento aquí.



Los Tejedores

FÁBULA
(Contestación a " El Tejedor y su Esposa")
Era una exquisita obrera
de imaginación ardiente
cuyo tejido excelente
lleno de atractivos mil,
ingeniosa combinaba
como matizadas flores,
los alternados colores
en su bella obra textil.
La finura de la trama
la tersura de la tez
y sedosa brillantez
de aquella tela especial,
daba a la obra delicada
de la mano primorosa,
de la artista prodigiosa
gloria y fama universal.
Más un obrero indiscreto,
de aquella fama envidioso,
a su telar presuroso
do sólo lana tejió,
pone sedas y atrevido
en ruda y abierta reja
enmaraña la madeja
y su tejido perdió.
Incansable muda sedas,
ajusta el duro tornillo,
alza y baja su tobillo
y jamás pudo atinar:
con desaliento. . . . cansado. . . . .
viendo su provecho poco
dijo: en verdad soy un loco. . . .
jamás la podré imitar!
Tú eres Amelia la obrera
y yo el mísero demente
a quien el hado inclemente
su talento me negó;
cantar en tu dulce lira
es una audacia imprevista
tú eres la inspirada artista
el mal tejedor soy yo.




PATRIA



Oh Patria idolatrada, mi pueblo generoso,
al fin ¡ay! te obligaron a levantar la frente
y en un supremo grito te alzaste valerosa,
llevando entre tus manos la enseña independiente.

¡Oh Patria! yo he sufrido contigo en tus dolores,
tus luchas amargaron mis noches y mis días,
de lejos he escuchado tus hórridos clamores
enviándote mi espíritu sus hondas simpatías.

Oh virgen, yo soñaba tu porvenir de gloria,
mirándote tan bella, de orgullo sonreía,
hoy te hacen que aparezcas ingrata ante la historia,
a ti, la noble víctima de odiosa tiranía.

¿Qué has hecho? no te culpo, los otros te arrojaron,
los otros que en tres años de lucha desgraciada,
tu rico y albo manto con saña destrozaron
cuando eras de Colombia la joya más preciada.

¿Qué has hecho de tu gloria, mi pueblo tan querido,
y cuál será la suerte, pregúntome yo a solas,
de aquellas mis montañas donde formé mi nido,
de mis doradas playas besadas por las olas.

De aquellas blancas flores que el cielo nos ha dado
que forman de la istmeña justificable orgullo,
'la flor del Santo Espíritu' de aroma delicado,
que lleva una paloma guardada en su capullo.

¡Oh! guarda Dios piadoso! mis flores adoradas,
que nunca los extraños profanen su hermosura,
¡guárdalas Ser Supremo! que vivan ignoradas,
que no llegue a tocarlas ninguna mano impura.

Y tú siempre tan bella, tan noble, Patria mía,
de todos admirada, de todos pretendida,
aliento y esperanza mi corazón te envía,
mi blanca flor istmeña del tallo desprendida.

Qué triste, sí, que triste la fratricida guerra,
y allá en mi suelo ístmico, el drama sin segundo,
y el grito de exterminio lanzado en esa tierra,
en el hermoso puente por donde cruza el mundo.

Aquel mi pobre pueblo, tan noble, tan valiente,
tan grande en esa lucha y en desigual batalla,
y aquella triste historia de Calidonia el puente,
sembrado de cadáveres por la infernal metralla.

Desesperada lucha, Colombia, y tú tan fuerte
contra el pequeño pueblo, la perla de tus mares,
contra ese pueblo libre, y heroico hasta la muerte,
que hiciste de tus hijos? ¡hay luto en sus hogares!

Y sin embargo lloro, flameando está orgulloso
el lábaro que alzaron allá en mi patrio suelo;
pero ese no es el mismo que conocí glorioso,
que como santa enseña, me presentó mi abuelo.

¡Oh pueblo de Colombia, tú no eres responsable,
que fresca está la tumba del noble San Clemente,
de aquel anciano digno, patriota venerable,
que por el voto unánime, subió de Presidente.

Palacio de San Carlos, vistierónte de duelo,
con un crespón ataron tu liberal enseña,
un ángel te guardaba, tendió por fin su vuelo
y con sus blancas alas, cubrió la faja istmeña.

Escucha Ser Supremo, la súplica ferviente,
que mi alma de rodillas eleva ante tu altar,
conserva al pueblo ístmico su libertad naciente
sin que un extraño lábaro la llegue a profanar.

Dejad ¡Oh Ser Supremo! que el Istmo siempre viva,
con el trabajo honrado y la virtud por guía,
que no sea su esperanza, cual sombra fugitiva,

ni su soñada gloria como la flor de un día.


A La Muerte de


Victoriano Lorenzo

Atado! y ¿para qué? si es una víctima
que paso a paso a su calvario va
lo lleva hasta el banquillo la república
y con ella en el alma a morir va.
Atado! y ¿para qué? frente al suplicio
los soldados esperan la señal,
el plomo romperá su pecho heroico
que ostentaba la enseña liberal.
Marcha a su lado el sacerdote trémulo
hablándole del cielo y de perdón
lleva un Cristo en las manos, y está pálido
murmurando en silencio una oración.
El sigue su camino siempre impávido
sin el hondo sufrir del criminal
libre nació bajo sus grandes árboles
y en ruda lucha defendió su ideal.
.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 
De hombres nacidos en las selvas vírgenes
en grupos de invencibles lo siguió
que allá en nuestras montañas, el indígena
puede morir pero rendirse no.
Se hizo su jefe el montañés intrépido,
el campo de batalla fue su altar
y el órgano divino, el ruido horrísono
del cañón enemigo al estallar.
Y ni el invierno con sus noches lúgubres
detuvo nunca su carrera audaz.
Como el león de los bosques en América
ni dio cuartel ni lo pidió jamás.
Soñó con la victoria, fue su ídolo
y en su mano nervuda se rompió
tras el ideal la noche con lo trágico
que el astro rey en el ocaso hundió...
Y después... y en las sombras del crepúsculo
en un lago de sangre el corazón;
y el pueblo que se aleja del patíbulo
murmurando una horrible maldición.

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