lunes, 22 de febrero de 2021

POEMAS DE RANDALL JARRELL


(6 de mayo de 1914, Nashville, Tennessee / 14 de octubre de 1965, Chapel Hill, Carolina del Norte, Estados Unidos)


Pérdidas

 

No fue el morir: todos mueren.

No fue el morir: ya habíamos muerto antes

en los accidentes rutinarios—y nuestros comandantes

llamaron a la prensa, escribieron a nuestras casas,

y aumentó la estadística, todo por causa de nosotros.

Morimos en una página de almanaque que no era la nuestra.

Desparramados sobre montañas a cincuenta millas de distancia.

Cayendo de cabeza en un pajar, peleando con un amigo,

nos encendimos en las líneas que nunca vimos.

Morimos como hormigas o perritos extranjeros.

(Cuando salimos de la escuela nada había muerto que nos hiciera comprender que podíamos morir así.)

En nuestros aviones, con nuevas tripulaciones, bombardeamos

los blancos del desierto o de la costa,

disparamos sobre los objetivos remolcados, esperamos a ver qué tantos

nos apuntamos, y pasamos a ser relevos y despertamos

una mañana, sobre Inglaterra, en operaciones.

No fue diferente: pero si morimos

no fue por accidente sino por error

(por un error muy fácil de cometer).

Leíamos nuestras cartas y contábamos nuestros vuelos—

En bombarderos con nombres de muchachas, incendiábamos

las ciudades que aprendimos en la escuela—

Hasta que se nos acabó la vida. Nuestros cuerpos quedaron

con los de la gente que matamos sin conocerla.

Cuando durábamos lo suficiente, nos daban medallas;

Cuando moríamos, decían, “Nuestras bajas fueron pocas”.

Dijeron “Aquí están los mapas”; quemamos las ciudades.

No fue el morir, no, no el tener que morir;

pero la noche que morí, soñé que estaba muerto,

y las ciudades me dijeron “¿Por qué estás muriendo?

Estamos conformes, si tú lo estás”. Pero ¿por qué morí yo?

 

Randall Jarrell (estadunidense; 1914-1965). Versión de Ernesto Cardenal. En: 101 poemas. Antología bilingüe de la poesía norteamericana moderna. Compilador/Editor: Salvador Novo. Editorial Letras, México, 1965.

Tomado de:

https://poemas.nexos.com.mx/?p=1930&fbclid=IwAR0xBsOZOwQjAPcGBlVrwA3yPnomBewo49_P8ruwkwIA9ryhsdM4dP8_6GE

 

REFUGIADOS

En el gastado tren no hay asiento vacante.

Los niños dentro de la máscara rasgada

Tendidos imperturbables en el desierto

Del destrozado compartimiento ¿Es la calma de ellos extravagante?

Tienen caras y vidas como vos ¿Qué es lo que los poseyó

¿Para que tuvieran voluntad para unirse por esto?

La seca sangre centellea a lo largo de la mascara

Que ayer poseía

Un país más agradable que éste.

¿Lo tuvo? Toda la noche en el interior del gastado

Tren que se mueve silenciosamente, los rostros están vacíos.

¿Alguno de ellos habrá encontrado el costo extravagante?

¿Cómo pudieron? Dieron lo que poseían

Aquí todas las bolsas de dinero están vacantes.

¿Y, además, qué podrá satisfacer estas extravagantes

¿Lagrimas y deseos del Niño?

¿Es obligatorio aceptar la anulación de su terrible mascara

¿En los días y rostros y en las vidas que ellos derrochan?

Qué otra cosa es sus vidas excepto un viaje a la vacía

¿Satisfacción de la muerte? Y la máscara

Que ellos vistan esta noche continuara sus derrochados

Ensayos de Muertes. Es realmente extravagante

Leer en sus caras ¿Qué los poseyó

¿Para qué no fueran involuntarios a unirse para esto?

 

LLAMADA DE CORREO

Las cartas siempre se evaden de las manos

Unas patinan como un destello dentro de una piedra, caen como pájaros.

Seguramente el pasado desde los cuales las cartas se levantan

Está esperando en el futuro ¿transcurrirá en las tumbas?

Todos los soldados han sido visitados por los fantasmas de sus vidas.

Ellos demandan desde su calidad pagada en papel

Que establece, como el olor, una presencia.

En cartas y en sueños ellos ven el mundo.

Esperan: y el convenio de los años

En una mano vacía, en un sonido indecible-

El soldado simplemente anhela su nombre

 

ARTILLERO

¿Me enviaron lejos de mi gato y de mi esposa

A un doctor que contó mis dientes y me empujó

¿Hacia una línea en el llano hacia una cocina de hierro en una tienda?

¿Les cabecee a las moscas de las escuelas?

¿Y los luchadores se enrollaron dentro del rastro como conejos—

La sangre congelada sobre mí entablillado como una costra

Ronqué, todo quieto y gris en la torreta

¿Hasta que las palmeras fuera del mar se volvieron rosa con mi muerte?

¿Y los finales del mundo aquí, en la arena de una tumba

¿Con todas mis guerras encima? ¡Cuán fácil ha sido morir!

¿Tiene mi esposa una pensión para tantos ratones?

¿Las medallas hicieron regresar mi gato a casa?

 

Campamento de prisioneros en un bosque prusiano

Camino al lado de los prisioneros hasta la carretera.

Peso sobre sofocado peso,

sus cuerpos, apilados como madera mojada,

yacen confinados o llagados con sangre

 

cerca del calcinado almacén. Nadie viene hoy

como antes

a palpar las orificaciones de sus dientes;

la oscura, ahusada, común guirnalda

 

es doblada para sus tumbas-especie de dolor.

La hoja viva

se aferra al plantado provechoso

pino si es capaz;

 

las ramas suspiran, hito en el verde, calmo,

respirante hito,

de esta muerta fila

que los planificadores disponían para ellos…

Un año enviaron aquí un millón:

 

aquí los hombres eran bebidos como agua,

quemados como madera.

El sebo del bien

y del mal, la estrella de esperanza del pecho

convertidos en jabón.

 

Pinto la estrella que corté de un pino amarillo-

y la planto

en suelo que ahora no rehúsa

a sus cotidianos judíos

su primer asilo. Pero la blanca, diminuta estrella-

esta muerta estrella blanca-

nada esconde, nada paga; el humo

la ensucia, un amarillo juego,

 

las agujas de la guirnalda se tiznan de ceniza,

una capa de escombro

cubre los negros bosques con la muerte

de los hombres; y un último respiro

 

se encrespa en la monstruosa chimenea…

Rió fuerte una y otra vez;

la estrella ríe desde su podrido sudario

de carne. ¡Oh, estrella de los hombres!

 

La muerte del artillero de la cúpula blindada

Desde el sueño de mi madre caí en el Estado,

y me encorvé en su vientre

hasta que mi mojada piel se heló.

A seis millas de tierra, separado

de su sueño de vida,

me desperté ante una negra barrera antiaérea

y la pesadilla de los caza.

Cuando morí me lavaron de la torreta

con una manguera.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/randall-jarrell/

 

La Cara

 

Ya no sirve, no es hermosa;

Ni siquiera joven.

No es mía.

¿Dónde está la de antes, las de antes?

Aquellas eran mías.

 

Así es: Tengo fotos.

No tan antiguas; la gente entonces se comportaba

De manera diferente... Cuando me encuentran dicen:

No has cambiado.

Me dan ganas de decir: no habéis mirado.

 

Esto le sucede a todos.

Al principio uno se hace más grande, sabe más,

Después algo empieza a ir mal.

Uno es, y dice: Yo soy;

Y uno fue... Yo he sido demasiado tiempo.

 

Lo sé, no se puede negar.

Pero igualmente lo dices. No.

Me señalaré a mí mismo y diré: No soy así.

Por dentro siempre soy el mismo.

Y tampoco es así.

 

(Traducción: J.O.)

Tomado de:

http://www.jorgeordaz.com/2007/03/un-poema-de-randall-jarrell.html

No hay comentarios.:

Publicar un comentario