lunes, 8 de febrero de 2021

POEMAS DE JACINTO VERDAGUER

(17 de mayo de 1845, Folguerolas / 10 de junio de 1902, Vallvidrera, Barcelona, España)


LLAMARON A MI CORAZÓN

 

A mi corazón llamaron:

corrí a abrir con vida y alma.

Veo en la puerta a mi Amor

con una cruz que me espanta.

-Pasad, si os place, Señor,

pasad, que ésta es vuestra casa;

si sólo una choza es,

haced de ella vuestro alcázar.

Y, haciendo mi noche día,

Jesús entró en mi morada;

pero al entrar en mi pecho

dejó la cruz en mi espalda.

 

Versión de L. Guarner

 

 

SUM VERMIS

 

Non vivificatur nisi prius

moriatur ( 1° Cor., 15, 36).

E carcere ad oethere.

Dant vincula pennas.

 

 

 

Miradme aquí, Señor, a vuestras plantas,

de todo bien desnudo, enfermo y pobre,

de mi nada perdido en el abismo.

Vil gusano de tierra, por un rato

be venido a arrastrarme a la ceniza.

Mi cuna fue un grano de polvo

y otro grano será mi sepultura.

Quisiera ser algo para ofreceros,

pero Vos me queréis pequeño e inútil

y desnudo de gloria y de prestigio.

 

Haced de mí lo que queráis, hoja seca

de las que el viento lleva, gota de agua

de las que el sol, sobre la hierba, seca,

o si queréis, motivo de escarnio.

Yo no soy nada, mas mi nada es vuestra;

vuestra es, Señor, y os ama y os quiere.

Haced de mí lo que queráis; no soy digno

de andar a vuestros pies; cual árbol estéril,

arrancadme de raíz de la tierra;

devastadme, abatidme, aniquiladme.

 

Venid a mí, congojas del martirio,

venid. Oh cruces, mi oro y mi fortuna,

ornad mi frente, engalanad mis brazos.

Venid, laurel y palmas del Calvario,

si hoy ásperas me sois, pronto me será

a vuestra sombra dulce sentarme.

Espina del dolor, ven a punzarme;

corre a abrigarme con tu manto, oh injuria;

calumnia, a mi alrededor lodo apila,

miseria, ven para llevarme a rastras.

 

 

Versión de José Batlló

Tomado de:

http://sonferrer.com/poetas/verdaguer.htm

 

A orillas del mar

 

Snbir me place al alto promontorio

Que el piélago domina,

A meditar mientras el sol radiante

Desde el zenit declina.

 

A la luz de esa antorcha miro el cielo,

Y cubierto de espuma

El dilatado mar; grandeza tanta

Mi pequeñez abruma.

 

Hablo, y escucho á las galanas ondas,

Y en mágico espejismo

Gozóme en festejar muertos ensueños

Que evoco del abismo.

 

¡Cuántos castillos levanté en la playa!

Derribólos el viento

Con sus torres y cúpulas altivas

De oro, y cristal, y argento.

 

Blanca como un sirio

 

Blanca como un cirio,

pura como un lirio,

la Virgen divina

al templo camina,

llevando en sus brazos cual rayo de luz

al niño Jesús.

Cuando Simeón

ve a Cristo en Sión

le toma y le mira,

y canta y suspira.

María: ¡qué espada de pena y dolor

herirá tu amor!

La Virgen María,

después de aquel día,

miraba a Jesús,

entre dos ladrones, clavado en la cruz.

Tomado de:

https://www.buscapalabra.com/poetas.html?nombre=Jacinto%20Verdaguer

 

Don jaime en san jerónimo

     

Por ver bien a Cataluña,

Jaime primero de Aragón

sube al pico de San Jerónimo

a la salida del sol:

¡qué pedestal para la estatua!

¡Para el gigante, qué mirador!

Las águilas que anidaban

en la cumbre la hacen sitio;

sólo el cielo miraban ellas,

él mira a la tierra también;

¡qué grande y hermosa le parece,

amada de su corazón!

En su cielo tiene pájaros y ángeles,

en sus campos flores y verdor,

en sus cuadrillas la alegría,

en sus familias, amor,

guerreros en sus murallas,

veleros en sus puertos,

naves de paz y de guerra

ansiosas de emprender el vuelo.

Las olas besan sus plantas,

la estrella besa su frente

bajo un cielo de alas inmensas

que es su real pabellón.

En su trono de montañas

tiene el Pirineo por refugio,

por almohada verdes bosques,

por alfombra prados de flores

por donde juegan y se deslizan

torrentes y arroyuelos,

como por un campo de esmeraldas

anguilas de plata y oro.

Del Llobregat ve las orillas,

las vegas del Besos

que conoce por las arboledas

como las rosas por el olor.

Las villas a su alrededor

parecen rebaños de corderos

que, abrevando al atardecer,

aguardan la luz del nuevo día.

Llena le habla de Lérida

que el granero de Roma fue;

Albiol, de Tarragona,

tan antigua como el mundo;

Puigmal, de las dos Cerdañas,

como dos canastos de flores;

Montseny, de Vic y Gerona;

Albera, del Rosellón;

Cardona, de sus salinas;

Urgel, de sus mieses de oro;

Montjulc, de Barcelona,

a la que ama por encima de todo.

Mirando a Cataluña

se siente tomado el corazón.

«¿Qué puedo hacer por mi amada?»

se repite lleno de amor,       

«si del cielo desea una estrella,

desde aquí se la alcanzo yo».

«No desea una estrella del cielo»,

le responde una dulce voz,

«la más bella que existía

le fue colocada en la frente.

Devolvedle a dos hermanas

que tomó el moro traidor,

una yendo a coger perlas

junto al mar de Montgó,

la otra nadando entre cisnes

cerca de donde volaba el buitre».

Volvió los ojos hacia Mallorca,

como un palomo la divisó,

nadando entre cielo yagua,

vestida con un rayo de sol;

a Valencia no la avistó,

mas sí los alcores

que del huerto de la sultana

son muralla y mirador.

Desenvaina la espada

y levanta el trueno de su voz:

«¿Hermanas de Cataluña

y aún llevan el yugo?

Rey moro que las tomaste,

a mis rodillas quiero verte.»

Si los moros lo avistasen,

las dejarían por miedo,

como dejaron a Cataluña

cuando, de Otger entre los leones,

Rolando les lanzó una maza

desde la cumbre del Canigó.

Cuando vuelve los ojos a la sierra,

busca a quien le respondió:

en la ermita más alta

tiene la Virgen un altar de oro,

nadie hay en la capilla

y ella tiene el labio abierto.

Poniendo a sus pies la espada,

cae en tierra de rodillas:

«A rescatar las cautivas,

María, conducidme vos:

A mi pecho daréis coraje,

a mi brazo, fuerza y brío,

y si al subir a la sierra

me llamaban rey hermoso,

cuando vuelva a visitaros

¡me llamarán el Conquistador!»

      

Versión de      José Batlló

Tomado de:

http://www.poesiaspoemas.com/jacinto-verdaguer/don-jaime-en-san-jeronimo

 

A Mi Dios

Confitebor tibi in cithara, Deus,

Deus meus (Salmo XLII)

 

Por derramarme sobre la frente rosadas perlas

se mecen el pino y el madroño,

por mí trinan tórtolas y mirlos,

mas yo canto por vos.

 

Por vos que el canto pusisteis en mis labios,

la cítara en mis dedos,

y en mi vacío corazón la dulce fe de los abuelos

que el espíritu ensancha.

 

Llenarémelo de amor para dároslo,

lo veréis entero aquí;

harémelo huerto florecido para coronaros;

¿queréis más de mí?

 

¿Queréis que con vuestra Cruz haga la guerra,

la guerra del amor?

¿Que descalzo recorra toda la tierra,

buscándoos amadores?

 

¿Queréis gota a gota la sangre de mis venas?

¡A chorros os la daré!

¿Mis miembros uno a uno, más entretelas?

¡Todo yo me lo arrancaré!

 

Mis pensamientos, afectos y memoria

quitádmelos si queréis;

¿queréis que renuncie hasta a la Gloria?

¡Señor, no me la deis!

 

Mas, ay, no queráis tanto, dulcísimo Jesús;

de quien os ha sido traidor ,

cual un amable hijo amadisimo,

quered tan sólo el amor .

 

Quered que ensaye aquí los trinos

del ave del paraíso,

para hacéroslos luego más regalados

con sistro de oro feliz.

 

Quered que deje las mundanas rosas

por las de eterno aroma,

que ponga los pies sobre todas las cosas,

y a Vos sobre mi corazón.

 

Al Rey del cielo que a todos nos invita,

¿quién el corazón le negará?

A un Dios que ama con ese amor sin medida,

¿quién no lo querrá?

 

¡Quién fuese aire de abril, del llano y de la sierra

para juntaros el incienso!

¡Quién fuese torrente, para inundar la tierra

con vuestro amor inmenso!

 

Oh, si se pudiese en vuestro fuego arder,

no se diluiría tanto,

ni serían las grandezas polvo y ceniza

que el aire va aventando.

 

A vuestro aliento que omnipotente la lleva

latiría como un corazón,

ahriendo del vuestro a cada poco la puerta

sus latidos de amor.

 

Su dulce perfume, al subir a las nubes,

deshecho llovería como miel,

y el morir tan sólo sería volar

de un cielo a otro cielo.

 

Mas, ay, la tierra al canto de vuestra gloria

aún no se despierta, no;

pero cantemos; el idilio que aquí moría

ya halla en el cielo resonancia.

 

La cigarra en verano, ¡pobre cigarra!,

se afana cantando,

y yerta y colgada en los romeros de un ala

suele en invierno brillar.

 

Así, al ver alguien mi fosa cavada

no lejos de mi cuna,

dirá: «¡Pobre cigarra enamorada,

murió cantando al Sol!»

 

Versión de José Batlló

 

El Hundimiento


Entre rayos y olas destrozados hervían

de Calpe los jirones, que arrastraban detrás

los esquinados bloques que al cóncavo salían

a ver la luz del cielo que no vieron jamás.

 

Ante el fragor del caos se abisman nuevamente

sobre el sillar que siempre les sirvió de sostén

y en el antro siniestro de aquella mar rugiente,

truenan y se estremecen con hórrido vaivén.

 

La que tálamo fuera de Hespérides hermosas,

se hunde y sus picachos ruedan al valladar;

y exhala tristes ayes y voces angustiosas

cual hembra que, en mal parto, la vida va a dejar.

 

Al monte abren sepulcro las llanuras rajadas

lanzando resoplidos terribles al crujir;

ya no caen ciudades ni torres almenadas;

de un mundo en la agonía mortal es el gemir.

 

El Minhocao enorme que duerme en sus entrañas

al ver que así las rajan, ardiendo de furor,

sale entre los escombros de pueblos y montañas

y los monstruos marinos se ocultan con pavor.

 

Mas otros, el abismo escupe entre las rocas

que en el árbol que cruje tenían su nidal;

ogros y basiliscos de ennegrecidas bocas

y enormes sierpes boas de erizado dorsal.

 

Cual dique que se rompe, la tempestad revienta

en rayos fulgurantes y sierpes carmesí

y al paso de las olas que Atlántida sustenta,

sus raíces profundas arranca tras de sí.

 

Sobre su cuerpo danzan las iras del Eterno;

su frente y pecho aplastan la furias de Satán,

mientras hacia el abismo, los genios del Averno

cual gnomos contrahechos, la empujan con afán.

 

Y encima de los montes cual toros sin barrera,

el mar Mediterráneo las olas ve en la lid,

que con enormes rocas chocan en su carrera

y a empellones las tiran sin decirles: «Huid».

 

Del torbellino en alas pelea el mar helado

con islas, continentes y hielos en montón,

que en lajas los arroja del uno al otro lado

seguido por las naves, las fieras y el ciclón.

 

A lo lejos, la Atlántida en su tálamo echada,

con la voz de poniente responde al ronco mar;

y para abrir la presa de su sierra encrestada,

enormes moles de agua le arroja sin parar.

 

El muro de peñascos cae con estruendo

como a las duras hachas el roble secular;

y ruedan las almenas a su fragor tremendo

mientras se desmorona su asiento circular.

 

Se aterra; y sus escombros en alas de las Furias,

las olas levantiscas reciben en montón,

rellenando los llanos que hollaron mil centurias

y arrancando los montes que respetó el ciclón.

 

Chocaron; con sus aguas, sus aguas se juntaron

y al fragor de los rayos y del trueno al bramar,

con eternal abrazo la su amistad sellaron

entre flotantes selvas e islotes sin formar.

 

Cuando Dios rompa el mundo, así entre sus despojos

se verá al sol rodando cual despeñado alud,

buscando a tientas, ciego, sus resplandores rojos

y a la Parca a los muertos llamando en su ataúd.

 

Mas la voz del arcángel domina los rugidos

y le envía más furias, rayos y tempestad.

«¡Cerrad con ella polos del Norte y Sur unidos!,

¡fieras, a dentelladas su cuerpo destrozad!»

 

Y con el raudo azote de su rojiza espada

las hostiga, iracundo, chispeando al rasgar

y el reino derruido y la aldea incendiada

juntan sus fieras voces a las del ronco mar.

 

Versión de Ots y Lleó

Tomado de:

https://www.poemasde.net/el-hundimiento-jacinto-verdaguer/

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario