miércoles, 3 de febrero de 2021

POEMAS DE LEONOR GARCÍA HERNANDO

(Argentina 1955-2001)



    el mal, como un ala de murciélago,

vino a rozar nuestras rodillas. Estábamos en el balcón; en la

noche mirábamos la oscuridad, el grisado verde de un álamo

contra la tormenta.

La Fiesta hace años terminó.

Con la respiración detenida, en las tinieblas miramos el árbol

el mal nos corrigió las rodillas

hizo de nosotros esa historia.

 

***

 

una casa no es un hogar

a Sarah Vaughan

 

la sombra negra de un árbol cae sobre la ventana             siento el

alivio que da el temor.

 

sobre la vereda una mesa roja persiste como mancha de sangre.

Me inclino en el calor de un verano que corrompe.

 

En pequeñas camionetas son retirados los muebles

nada es perdonado: colchones con manchas antiguas, íntimas,

son paseados con la luz.

 

Se dejan atrás casas que parecen pesadillas; la tragedia jadea

entre paredes de papel comido por el resplandor

 

uno duda de si en casas así algo bueno nos ha quedado en el

corazón; si no es sólo sopor nuestro pecho hundido.

 

Soy una entre los ofendidos

los que envuelven sus muebles con sábanas     una       rejilla

mezclada con orín y cabellos

 

por las noches sueño con muebles son muebles altos y difíciles

pierden cajones          los adolescentes pierden sus

piernas arrancadas por las motos como una baba escapan

papeles y en los muebles quedan las hendiduras negras de lo

que falta;

son la boca que un lastimado no sabe oprimir.

 

Una casa es un lugar donde reponerse de la muerte

del deseo feroz: que una estrecha bengala nos rompa la frente.

 

el corazón               un pequeño farol con su aceite inestable

somos los inquilinos

pagamos por un cuarto y una ventana que dé sobre los árboles.

Tomado de:

https://aniosluz.com.ar/2020/09/14/como-una-carta-comprometedora-no-termino-de-arder-tres-poemas-de-leonor-garcia-hernando/

 

Años

 

He perdido. Hemos perdido y llorado al fondo de los gallineros.

 

No hay más consuelo que estas plumas, estas aves de corral mirándonos compasivas.

 

 

 

(de La enagua colgada de un clavo en la pared)

 

 

 

*

 

 

 

Traición

 

traición en esta alcoba, en esta patria.

 

 

 

Sólo un verso hay en mí

 

un ciervo que huye, herido por los muertos.

 

 

 

Un poema es un instante de lucidez, de fascinación ante la historia.

 

Hay pisadas en el monte.

 

No he muerto yo y entre pisadas, estoy aquí escribiendo por azar.

 

 

 

(de Negras ropas de mujer)

 

 

*

 

 

 

y ella dijo: __sueño y desorden. La noche me da estos frutos porosos.

 

   No me quejo del azar.

 

No me quejo del llanto de los animales atados,

 

ni del hambre de la noche que come los objetos y los hace carne de su oscuridad

 

y ella dijo: __se supone que hay algo pesado en mi corazón.

 

Mis piernas son blancas, sin solear y de una pereza que es la turbia apariencia de la sangre.

 

Se me supone iluminada de frialdad y de astucia;

 

en el desorden pero estéril,

 

acabada por un aprendiz que hizo lo que pudo.

 

 

 

(de Tangos del orfelinato / Tangos del asesinato)

 

 

EXISTO

 

Yo existo aún ante el miedo

 

golpeteando cascabeles de verano.

 

Yo existo.

 

Que el mármol resguarde

 

mis blasones de harapo,

 

porque transcurro.

 

Mi canto entrelaza jirones de asfalto

 

y estoy, o me voy,

 

o me quedo, o naufrago.

 

 

 

La lámpara hilvana cansancio de luz

 

en su gesto callado.

 

Quedo atrapada en tus ojos maduros y blandos.

 

Recorro la medular tristeza

 

de tus calles noctámbulas

 

y el viento es un mito desnudo

 

que rasguña apenas

 

la desolada piel de los faros.

 

 

 

Mi vida de hojaldre está quieta.

 

Mi cabeza de pájaros nocturnos

 

se deja caer, se derrumba.

 

Se abandonan mis manos

 

a su mudo destino de símbolos.

 

Pero yo sé que existo.

 

 

 

Aún ante el horario repetido

 

de los atardeceres mundanales y tiesos,

 

contagio un latigazo oscuro,

 

un rasgo gastado,

 

la impotencia brutal de mi destierro.

 

(de Mudanzas)

Tomado de:

https://www.excentrica.com.ar/boca-que-la-noche-abre-antologia-de-leonor-garcia-hernando/

 

el devoto paso de los animales a las

aguas.

En plástica humillación, ese recorrido elude todo infierno.

Ellos están mansos en su olfato. Conocen su deseo como

nosotros las marcas de la frente

                       una tensión de bestias en el polvo

y las lenguas pesadas, entregadas al paisaje que aguarda.

La huérfana soy yo     sin mandato que

termine con la sed

soy la que está en el fuego de la estampida.

 

    quizás   en mi monedero sostenga,

remota, un arma pequeña, de dama, adornada con

incrustaciones de nácar

                un instrumento cursi para matar.

 

 

     y después ese tiempo de convalecencia

el pabellón con una suave fila de camas de hierro frente a

largos ventanales

 

     ir hasta los vidrios con un rengueante

camisón de franela cubriendo el deterioro.

 

el campo es una helada curva hacia la ruta, el plateado

sonido de los álamos, portones movibles que separan

camiones tapados con lona, cortezas empalidecidas por la

cal, las líneas de alambre manchadas de ligustro

paisaje blanco    espuma de la peste

el cartel de chapa se agita en la intemperie, como la

bandera de una patria se desparrama para cubrir el

cuerpo de los tullidos

                 un amargo olor quemado desprende la

estufa con velas de loza entristecidas por el humo

                 las sábanas se desparraman en los mosaicos

sin orden. El ventanal dilata un páramo de arcilla

empapada. Dibujos de agua adornan la tierra fría

ventanal de La Matanza

 

                 tengo mi zapato en la mano

de cordones apretando el cuero, de alta suela negra:

un zapato de invierno.

Tomado de:

https://campodemaniobras.blogspot.com/2011/10/leonor-garcia-hernando-dos-poemas.html

 

"He desbaratado lo que no me dieron, que era

todo lo que tenía".

Alejandra Pizarnik

 

 

  Me curo de ti en estas aguas.

    Retiro tu mano como un corpiño demasiado pesado.

    Los versos pueden enamorar en esta multitud

sola en un cuarto, es talco lo que cae a una mesa

                                                                                    de vidrio.

    No podré perdonarme

ser torpe y muda bajo las sábanas

y emocionar a tantos bajo esta luz terrible.

Tomado de:

https://libroemmagunst.blogspot.com/2014/03/leonor-garcia-hernando-me-curo-de-ti.html

 

Tangos del orfelinato

 

No hallarás nuevas tierras, no hallarás otros mares.

La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo;

y entre las mismas paredes irás encaneciendo.

Siempre llegarás a esta ciudad.

 

C. P. CAVAFIS

 

 

si el desastre fuese pudoroso conmigo,

yo sería. pudorosa con él, supongo

pero siendo así las cosas, yo también soy lujosa.

Tener y no tener sería la novela de mi

pasión rota de lencería, inundada puntilla del corazón,

Tener y no tener

 

si esa rubia de peinado violento sonriera

con menos placer, la vida sería, en fin, menos canalla

la camisa que la cubre de seda blanca no mejora un paisaje de lenta desviación

y al fondo del mostrador, rancio, con anillo de sello en el

anular que se hunde en ceniza, un hombre mira a su

acompañante

Mejilla a mejilla sería la novela de mi

pasión

 

cheek to cheek cantaría mi novela la

voz de Sarah.

 

 

 

caricia de tu mano breve

el placer, el desdén, el vínculo perverso que retiene a los

desdichados en la pecera del abrazo

breve

el clima de la fiesta se pierde como aguas de riego entre las

franjas del balcón.

La fiesta se apagaba

era el vientre de un insecto luminoso que se sostuvo un

instante en el aire que encierran las manos de un niño

breve Tangos del orfelinato.

 

 

 

el cabello cortado a navajazos sobre la

frente

y el largo paredón de la curtiembre para que los ojos

miren agrandados en la delgadez del rostro

sombra de las niñas expósitas sobre los pómulos

soy la que mira con insistencia caer los granos de sal

sobre la babosa que se disuelve en las baldosas del patio

auyentar con la mano esos rotos

mechones que molestan la frente

soy la dejada con una manta en los hombros la tocada

por la sospecha

 

me querías pecadora? Yo te daré indo-

lencia semejante al destierro.

 

__esa blanda extensión de campo se ve

desde la curva de la ruta

murmurada en ajustados labios, estas palabras que a

nadie atraen, que nada piden como otra respiración.

Un alambre corta la planicie delgado arpón clavado en

un horizonte esquivo temblores en un páramo errado.

Se escucha rasante el quejido de los motores, exigidos

por una velocidad que es pánico

el pedregullo salta en la banquina escasa magros fuegos

de artificio que se extinguen en lo que tarda un camión en

recorrer la curva con su acoplado de bestias para entregar

a los matarifes

una palabra murmurada en ajustados labios

pronto la sombra apretará la tierra

desaparecerá el campo y las tenues flores de alfalfa en la

intemperie cenizas que el viento afloja

bocina atónita en el desvío de un muelle de cal

¿seré tan triste como esa palabra que en

mi boca se retuerce como un lagarto blanco?

rosa de piedra en la boca de un lastimado

 

cenizas en la curva.

 

 

 

 

y ella dijo: __ avanzar en la noche de

pasillos circulares con una vela en la mano.

A veces, un escalón de piedra me hacía tropezar hongos

de un rosa viejo, cicatrices

y después esa carpa de lona junto a las vías, un llanto de

animales atados, la ráfaga con un quejido de ruedas

girantes en carriles helados.

La noche era hundida como un balde en un pozo.

 

Temblorosa llama. Las gotas de sebo impregnaban el

vestido de viyela gris

era triste entonces?. Era descalza en un

corredor con su extrema claraboya cayendo en el

descampado?.

Supongo la mirada extraviada en una noche al fin plana

sobre el pastizal

y el miedo como una respiración en la nuca rapada

 

Atardecía cuando me cortaron la trenza. Cayó circular

al canasto.

 

 

el devoto paso de los animales a las

aguas.

En plástica humillación, ese recorrido elude todo infierno.

Ellos están mansos en su olfato. Conocen su deseo como

nosotros las marcas de la frente

una tensión de bestias en el polvo

y las lenguas pesadas, entregadas al paisaje que aguarda.

La huérfana soy yo entre los animales

que embisten empecinados.

La huérfana soy yo sin mandato que

termine con la sed

soy la que está en el fuego de la estampida.

quizás en mi monedero sostenga,

remota, un arma pequeña, de dama, adornada con

incrustaciones de nácar

un instrumento cursi para matar.

 

 

un vestido de viyela opaca, con pespun-

tes en los puños y el cuello que cae en envejecidos pétalos

bordeando la garganta. En la pechera también pespuntes

y botones de un menguado azul.

Para ese tablero agrio de escarcha

un derramado vestido en patios de invierno.

nada palpita en esta franja que la desidia

absorbe

una película que el ácido impregna

revelaciones en un ámbito negro

 

 

y después ese tiempo de convalecencia

el pabellón con una suave fila de camas de hierro frente a

largos ventanales

ir hasta los vidrios con un rengueante

camisón de franela cubriendo el deterioro

el campo es una helada curva hacia la ruta, el plateado

sonido de los álamos, portones movibles que separan

camiones tapados con lona, cortezas empalidecidas por la

cal, las líneas de alambre manchadas de ligustro

paisaje blanco espuma de la peste

el cartel de chapa se agita en la intemperie, como la

bandera de una patria se desparrama para cubrir el

cuerpo de sus tullidos

un amargo olor quemado desprende la

estufa con velas de loza entristecidas por el humo

las sábanas se derraman en los mosaicos

sin orden. El ventanal dilata un páramo de arcilla

empapada. Dibujos de agua adornan la tierra fría

ventanal de La Matanza

 

tengo mi zapato en la mano

de cordones apretando el cuero, de alta suela negra:

un zapato de invierno.

 

 

la taza debe parecer excesivamente

blanca en contraste con la boca pintada -- No deberíamos

acercarnos a objetos tan nítidos

envuelta la garganta por un extenso

pañuelo de gasa, todo rostro es más plácido y se esfuma

como una lancha en esa agua extrema donde el cielo deja

de fluir

no deberíamos acercarnos a objetos tan

nítidos

una taza un sobre en el que la lengua impone un

poder; las uñas esmaltadas de rojo y tres desnudas

cebollas en el mármol

no deberíamos acercarnos a esa brus-

quedad del objeto que satura como un golpe

no deberíamos ser honestos en el terror.

Mejor palidecer como esa línea de álamos en la tormenta.

Mejor estar callada mientras la fiebre unta las sienes con

grasa de ciervo

mejor esperar a que las hojas del nogal apacigüen el sende-

ro de piedras rojas. Parques con una pálida herida de

mármol pierden su agua rara, lastimosa hundimientos

en la frondosa oscuridad.

no deberíamos acercarnos a objetos tan

nítidos.

Zonas que no conocen piedad.

 

 

 

ortigas quiere la desilusión ortigas en

canastos con tierra removida y la boca de mi padre

hablando de los muebles de entre los que me sacó

"un remate, decía, de muebles rotos, sucios,

desclavados. Ahí estabas dormida y te compré"

_ ¿cuantas monedas, papá, quitaste de tu chaleco para mí,

por mí?

"pocas, hija, pocas"

_ ¿debo entonces unas monedas eternas?

 

 

el murió hace ya 6 años. Un hombre

viejo, rencoroso. Pasaba días sin afeitarse.

 

 

como si un hombre entrara a una habitación

y encontrase el brillo de un animal hundido entre

bambúes agudos

y la respiración de lo que sufre fuese el deshacerse de un

papel que el fuego consume entre los dedos

y la mujer __ese animal enfermo__ pidiese agua con los

labios abiertos hacia la noche que es tinta en los vidrios de

la ventana

como si un hombre entrase y cerrara tras

de sí la puerta.

El hombre se completa afirmándose en una herida que

sabe vulgar

 

la susurrante erótica es sólo ese estorbo entre bambúes.

 

 

un cuerpo lastimado está tendido, boca

abajo, sobre mi pecho. Un calor de sangre se derrama en

mis piernas el calor de un cuerpo que olvidó la

vanidad y sólo descansa

el desdén muerde del corazón como de

una escudilla el perro de la casa. La rotura que la lluvia

hizo en el techo está sobre mis ojos

si se dilata luz que el foco arroja, ya no

tendré verdad, ni mentira

 

el pudor requiere de tenues construcciones.

 

 

 

de aquel hombre no le creo la herida.

Cuando la cicatriz estire una línea de escurridizos bordes

llameantes

tampoco creeré su herida.

¿por qué confiar?. Si yo hubiese sido así

lastimada, a nadie le daría una verdad

ni daría dátiles. No le daría nada a nadie.

los desesperados no son confiables. Sería

un idiota el que arriesgara por mí su moneda. Sería un

encandilado por el quejido por el frenesí del que ruega

calmantes con labios blancos.

no hay gloria ninguna en la mutilación

ya no creo en heridas. No creo en la sangre derramada.

El viento se retuerce entre altos pastos. Los jugadores de

cartas miran sus diamantes y saben que es poco.

Las aguas turbulentas golpean ventanas opacas, de

vidrios empañados por un aliento roto y esa mirada

desvalida del que perdió, se entierra en mi garganta como

una respiración intrusa.

 

de su herida no es cierto el tajo ni el

olor de la gangrena ni la navaja que como un pez sutil,

ha quedado en el acuario negro de mosaicos.

Sólo esa manera de aproximar el cuerpo

al lavatorio, de raspar con una esponja la falta, tiene algo

de verdad

y no es amor lo que pierde la herida,

no es la fatalidad de una pasión insensata.

Es sólo sangre.

 

 

 

El gesto que con la mano en alto, los dedos molestando

el aire, dice adiós

es el gesto de las mutaciones

devorado por la intensidad de los aviones que cruzan la

pista.

N No volveremos a estrecharnos las cabezas desnudas

bajo la ráfaga.

N No volveremos.

Somos el desesperado giro del insecto tocado por el

veneno.

 

 

 

y ella dijo: __sueño y desorden. La noche

me da estos frutos porosos.

No me quejo del azar.

No me quejo del llanto de los animales atados,

ni del hambre de la noche que come los objetos y los hace

carne de su oscuridad

y ella dijo: __se supone que hay algo

pesado en mi corazón.

Mis piernas son blancas, sin solear y de una pereza que es

la turbia apariencia de la sangre.

Se me supone iluminada de frialdad y de astucia;

en el desorden pero estéril,

acabada por un aprendiz que hizo lo que pudo.

 

 

 

y ella dijo: __no verás las hiedras de la

inquietud,

ni de las piernas ese luto de medias retornar su lento flujo

hacia los tobillos

del corazón su aspecto de cuchara de alpaca no será para

que te ofrezcas como un moho

ni dejaré el cabello caído como otro rastro de sangre en la

madera.

 

 

 

y ella dijo: __la puerta se cierra con sólo

empujarla

creo, no te hablé del entierro la bandera de ébano

cruzada en la frente

del pantano no te hablé. Y es mucho escuchar una memo-

ria completa de fango ese gotear de abandonado

patio, ese deambular de araña delgada en un pozo

del entierro recuerdo la botella lacrada

envuelta en telas flojas y el pequeño cajón de madera de

sauce. No es mucho para celebrar palabras de la

ciénaga inundada boca que oprimen los labios raros

del amante

con sólo empujarla __dijo__ la puerta se cierra.

 

 

 

estoy rota de asperezas. Conocer la

trampa adelgaza los tobillos en la maleza. La belleza del

iluso es promiscua entre dientes. La sangre confunde

se vive de devoraciones. Se vive de pobres resultados

si la tensión entre sorpresa y desilusión

fuese otra, ¿qué haríamos recorriendo el cementerio de

automóviles?

Paseamos entre el engarce lujoso de viejas carrocerías,

cuerpos que la velocidad arrojó entre chatarras flores

consagradas de herrumbre y menstruación blancos

crecimientos de corpiños y faros pedazos de lo que el

clima agotó.

Sin responsabilidad se podría repetir la historia del

crecimiento desde la medias embebidas en callejones de

adobe y lluvia.

 

y ella dijo: __ todavía rastreo la rotonda

donde se desmayaban los ómnibus, sus macabros olores a

comida y abandono y la triste acumulación de diarios

junto a la chapa.

Nacimos para retroceder hasta este lugar de encono.

Algo del humillado deslizarse del escarabajo sobre

acumulaciones de turba.

Esa musiquita que supura el altoparlante del parque,

me puso enferma estoy de tobillos torcidos, de lenguaje

errado y vamos hacia la intensidad de una pared que fue

azul y ahora es ceniza fría

el relato de estas heridas

unos pocos objetos devorados con nosotros; amantes y

escombros

y crónicas de los cuerpos desnudos en las zanjas.

 

 

 

y ella dijo: __mira el desorden en el

espejo. Es mi rostro ese paisaje de arcillas húmedas, esa

confusión de ramajes en la niebla.

Quítame ese miriñaque bajo la camisa de viyela gris

quítame el deseo los amargos brotes del ligustro

quítame los párpados y que la tierra pese sobre los ojos

hartos

__ y después nena ¿vas a callarte?

y ella dijo: después si me quitas el deber

de apartar los labios y respirar,

si me quitas el orgullo de la frente,

si me deshaces como a una rosa manoseada por un enano,

si me haces daño sí, por favor, repite ese bolero

quítame la vida huérfana y todavía arrastraré mi

mano para que la sientas fría sobre tu vientre.

 

 

 

y ella dijo: __ no la dejes pensar

permite que la caja negra se hunda en aguas

no la dejes arrimarse a las palabras como a

un terreno anegado.

Ellos tienen el cierre de las braguetas abiertos y pierden

credenciales con números errados

¿qué juego están haciendo?

no se llevan las avispas que andan en los frutales

y los muñecos de felpa no duermen en los parabrisas

reventados

está anocheciendo en Austria pero ella no

debe pensar; no debe abrigar sospechas sobre botellas

caídas en el mármol

y ella dijo: __ son pasajeros en un taxi. No la dejes hablar.

Ellos protegen su locura con bocas vestidas

¿quién es ella para olfatear al animal que se

agita?

los desolados arriman sus frentes en el va-

cío

y la vida es esa cruel mirada femenina sobre las manos

que tiemblan.

(Fragmento)

Tomado de:

http://www.elortiba.org/old/leonor.html

 

 

 

 

 

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