BUSCA EN TODAS LAS COSAS UN ALMA Y UN SENTIDO
Busca en todas las cosas un alma y un
sentido
oculto; no te ciñas a la apariencia vana;
husmea, sigue el rastro de la verdad arcana,
escudriñante el ojo y aguzado el oído.
No seas como el necio, que al mirar la
virgínea
imperfección del mármol que la arcilla
aprisiona,
queda sordo a la entraña de la piedra, que
entona
en recóndito ritmo la canción de la línea.
Ama todo lo grácil de la vida, la calma
de la flor que se mece, el color, el
paisaje.
Ya sabrás poco a poco descifrar su
lenguaje...
¡Oh divino coloquio de las cosas y el alma!
Hay en todos los seres una blanda sonrisa,
un dolor inefable o un misterio sombrío.
¿Sabes tú si son lágrimas las gotas de
rocío?
¿Sabes tú qué secreto va contando la brisa?
Atan hebras sutiles a las cosas distantes;
al acento lejano corresponde otro acento.
¿Sabes tú donde lleva los suspiros el
viento?
¿Sabes tú si son almas las estrellas
errantes?
No desdeñes al pájaro de argentina garganta
que se queja en la tarde, que salmodia a la
aurora.
Es un alma que canta y es un alma que
llora...
¡Y sabrá por qué llora, y sabrá por qué
canta!
Busca en todas las cosas el oculto sentido;
lo hallarás cuando logres comprender su
lenguaje;
cuando sientas el alma colosal del paisaje
y los ayes lanzados por el árbol herido...
TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE
Tuércele el cuello al cisne de engañoso
plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.
Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda... y adora intensamente
la vida,
y que la vida comprenda tu homenaje.
Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el Olimpo, deja el regazo de Palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno...
Él no tiene la gracia del cisne, mas su
inquieta
pupila, que se clava en la sombra,
interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.
EL ALMA EN FUGA
Buscaron al romper de la alborada,
mis brazos y mis ojos su presencia,
y sólo hallé, por signo de la ausencia,
el hueco de su sien en la almohada.
Oh, qué correr la angustia desatada,
qué ulular por el llano mi demencia,
qué husmear en los ámbitos la esencia
de la alígera planta perfumada!
Amigos que alabasteis su hermosura,
no a solas me dejéis en la amargura
del trance doloroso e imprevisto...
¡Escrutad el perfil del horizonte!
¡Batid los campos y talad el monte!
¡Decidme, por piedad, si la habéis visto!...
EL ENCUENTRO
Vagábamos sin sentido
en alas de no sé qué;
yo, por algo que se fue;
tú, por algo presentido.
En el sendero perdido
el acaso nos juntó,
y recobrados tú y yo
de la divina sorpresa,
me dije: "Por fin regresa";
pensaste: "Por fin llegó".
MARINA
Sobre la playa, el arenal escueto;
el mar, plomizo como hedionda charca,
y no lejos el casco de una barca,
fósil aparición de un esqueleto.
Ni un toque de verdor, ni un indiscreto
rayo solar en lo que el ojo abarca:
sólo un islote gris el lomo enarca
como un cetáceo encadenado y quieto.
Con calma funeral vienen las olas
a agonizar en las riberas solas
sin que haya nadie que su riesgo afronte;
y en la bruma sutil que el alma hiela,
ni un ala, ni un celaje, ni una vela
que rompa la insulsez del horizonte.
Tomado de:
https://poemas.yavendras.com/enrique-gonzalez-martinez/
Dat signum
¡Feliz instante! Del galán al peso,
la doncella al final rueda vencida,
sobre el césped que cómplice convida
del libre amor al inefable exceso.
Un cefirillo plácido y travieso
viene a avivar la lumbre ya encendida...
¿Qué mucho que ella al fin quede rendida
y que se escuche el estallar de un beso?
Un cercano rumor de pasos suena,
grana tardía a las mejillas brota,
huye el galán y acábase la escena;
y confusa al pensar en su derrota,
Casta suspira, y coge de la arena
un lazo azul... y la vasija rota...
El alma en fuga
Buscaron al romper de la alborada,
mis brazos y mis ojos su presencia,
y sólo hallé, por signo de la ausencia,
el hueco de su sien en la almohada.
Oh, qué correr la angustia desatada,
qué ulular por el llano mi demencia,
qué husmear en los ámbitos la esencia
de la alígera planta perfumada!
Amigos que alabasteis su hermosura,
no a solas me dejéis en la amargura
del trance doloroso e imprevisto...
¡Escrutad el perfil del horizonte!
¡Batid los campos y talad el monte!
¡Decidme, por piedad, si la habéis visto!...
El baño
Ya dejas el plumón. Las presurosas
manos desatan el discreto nudo,
y queda el cuerpo escultural desnudo
volcán de nieve en explosión de rosas.
El baño espera. De estrecharte ansiosas
están las aguas, y en el mármol mudo,
un esculpido sátiro membrudo
te contempla con ansias amorosas.
Entras al fin y el agua se estremece,
en tanto, allá en el orto ya parece
el claro sol de refulgente rastro.
Y cuando ufana de las fuentes sales,
de tu alcoba a los diáfanos cristales,
por mirarte salir, se asoma el astro.
El gozo alucinado
El color se me adentra y no lo pinto;
la nota musical llega hasta el fondo
de la entraña cordial, y yo la escondo
en el sacro rincón de su recinto.
El árbol es aliento y no verdura,
germinación de vuelo y no ramaje;
el ojo lo desliga del paisaje
y lo clava en el dombo de la altura.
Apago soles y deseco ríos,
borro matices y deshago formas,
y en propio barro, quebrantando normas,
modelo mundos para hacerlos míos.
Sobrepasa las cosas la mirada,
el sueño crece, lo real esfuma,
y me embarco en las alas de la bruma
corno en una galera aparejada.
El retorno imposible
Yo sueño con un viaje que nunca emprenderé,
un viaje de retorno, grave y reminiscente...
Atrás quedó la fuente
cantarina y jocunda, y aquella tarde fue
esquivo el torpe labio a la dulce corriente.
¡Ah, si tornar pudiera! Mas sé que
inútilmente
sueño con ese viaje que nunca emprenderé.
Un pájaro en la fronda cantaba para mí...
Yo crucé por la senda de prisa, y no lo oí.
Un árbol me brindaba su paz... A la ventura,
pasé cabe la sombra sin probar su frescura.
Una piedra le dijo a mi dolor: descansa;
y desdeñé las voces de aquella piedra mansa.
Un sol reverberante brillaba para mí;
pero bajé los ojos al suelo, y no lo vi.
En el follaje espeso
se insinuaba el convite de un ósculo
divino...
Yo seguí mi camino
y no recibí el beso.
Hay una voz que dice: retorna, todavía
el ocaso está lejos; vuelve tu rostro, guía
tus pasos al sendero que rememoras; tente
y refresca tus labios en la sagrada fuente;
ve, descansa al abrigo
de aquel follaje amigo;
oye la serenata del ave melodiosa,
y en la piedra que alivia de cansancios,
reposa;
ve que la noche tarda
y oculto entre las hojas hay un beso que
aguarda...
Mas, ¿para qué, si al fin de la carrera
hay un beso más hondo que me espera,
y una fuente más pura,
y un ave más hermosa que canta en la
espesura,
y otra piedra clemente
en que posar mañana la angustia de mi
frente,
y un nuevo sol que lanza
desde la altiva cumbre su rayo de esperanza?
Y mi afán repentino
se para vacilante en medio del camino,
y vuelvo atrás los ojos, y sin saber por
qué,
entre lo que recuerdo y entre lo que
adivino,
bajo el alucinante misterio vespertino,
sueño con ese viaje que nunca emprenderé.
El sembrador de estrellas
Y pasarás, y al verte se dirán: «¿Qué camino
va siguiendo el sonámbulo?» Desatento al murmullo
irás, al aire suelta la túnica de lino,
la túnica albeante de desdén y de orgullo.
Irán acompañándote apenas unas pocas
almas hechas de ensueño. . .. Mas al fin de
la selva,
al ver ante sus ojos el murallón de rocas,
dirán amedrentadas: «Esperemos que vuelva.»
Y treparás tú solo los agrietados senderos;
vendrá luego el fantástico desfile de
paisajes,
y llegarás tú solo a descorrer celajes
allá donde las cumbres besan a los luceros.
Bajarás lentamente una noche de luna
enferma, de dolientes penumbras misteriosas,
sosteniendo tus manos y regando una a una,
con un gesto de dádiva, las lumínicas rosas.
Y mirarán absortos el claror de tus huellas,
y clamará la jerga de aquel montón humano:
«Es un ladrón de estrellas...» Y tu pródiga mano
seguirá por la vida desparramando estrellas...
Intus
Te engañas, no has vivido... No basta que
tus ojos
se abran como dos fuentes de piedad, que tus
manos
se posen sobre todos los dolores humanos
ni que tus plantas crucen por todos los
abrojos.
Te engañas, no has vivido mientras tu paso incierto
surque las lobregueces de tu interior a
tientas;
mientras en un impulso de sembrador no
sientas
fecundado tu espíritu, florecido tu huerto.
Hay que labrar tu campo, divinizar la vida,
tener con mano firme la lámpara encendida
sobre la eterna sombra, sobre el eterno
abismo...
Y callar... mas tan hondo, con tan profunda
calma,
que absorto en la infinita soledad de ti
mismo,
no escuches sino el vasto silencio de tu
alma.
Tomado de:
http://amediavoz.com/gonzalezM.htm
El orto
Es el amanecer, y cuando ufana
salta la aurora iluminando el mundo,
se oye un himno magnífico y profundo
como el eco triunfal de alegre diana.
Por la vaga extensión, una campana
deja oír su tañido gemebundo,
y por el campo ubérrimo y fecundo
se dilata la luz de la mañana.
Todo saluda al sol; dan a porfía
las flores su matiz, el viento aromas;
el arroyo, confusa parlería,
Spleen
Tarde gris; la llovizna golpea mi ventana.
De codos en la mesa, mientras medito y fumo,
voy en las azuladas espirales del humo
proyectando recuerdos de mi vida lejana.
La caída monótona de la lluvia incesante
me condena a forzoso y lánguido mutismo
en el rústico albergue, y me encierro en mí
mismo
mascullando memorias de todo lo distante.
De pronto, siento pasos, y una moza garrida
pone junto a los restos de mi frugal comida
el café borbotante que perfuma y humea.
La requiebro; se esquiva; alza como al
descuido,
al trasponer la puerta, la orla del vestido;
vuelve el rostro y sonríe...
La lluvia tintinea,
(Silénter)
Página en blanco
Un día, no muy tarde, la inquietud que me
acosa
para que diga el canto que conturba mi vida,
cesará, como flama por el viento extinguida,
y la voz será muda y el alma silenciosa.
Todo lo que en un tiempo suscitó mis
asombros
y lo que fue codicia del pensamiento mío,
despertará a su paso un "qué sé
yo" de hastío,
un desdeñoso y leve encogimiento de hombros.
Trémula ya la mano que oprimió los bordones
de la constante lira, se llevará el pasado
los ecos imprecisos de todo lo cantado
y el lívido fantasma de las meditaciones.
Recogidas las alas, el afán taciturno
no sabrá de las cosas penetrar el acento:
será viento tan sólo la palabra del viento
y rumor sin sentido el mensaje nocturno.
De esta vida de ensueño, de este mundo en
que arranco
la visión de mis ojos, la canción de mi
oído,
quedarán solamente un laúd sin sonido,
un espíritu en sombras y una página en
blanco.
(El
libro de la fuerza, de la bondad y del ensueño)
Danza elefantina
El elefante, cuando baila,
pierde su gravedad de monumento.
Se diría que un terremoto desquicia
las cuatro columnas con que se afinca al
suelo...
Me parece la sombra de Juan Sebastián Bach
ejecutando al órgano algún tango moderno.
(El
Romero alucinado)
Tomado de:
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