jueves, 10 de marzo de 2022

POEMAS DE ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNE

 



BUSCA EN TODAS LAS COSAS UN ALMA Y UN SENTIDO

 

 

Busca en todas las cosas un alma y un sentido

oculto; no te ciñas a la apariencia vana;

husmea, sigue el rastro de la verdad arcana,

escudriñante el ojo y aguzado el oído.

 

No seas como el necio, que al mirar la virgínea

imperfección del mármol que la arcilla aprisiona,

queda sordo a la entraña de la piedra, que entona

en recóndito ritmo la canción de la línea.

 

Ama todo lo grácil de la vida, la calma

de la flor que se mece, el color, el paisaje.

Ya sabrás poco a poco descifrar su lenguaje...

¡Oh divino coloquio de las cosas y el alma!

 

Hay en todos los seres una blanda sonrisa,

un dolor inefable o un misterio sombrío.

¿Sabes tú si son lágrimas las gotas de rocío?

¿Sabes tú qué secreto va contando la brisa?

 

Atan hebras sutiles a las cosas distantes;

al acento lejano corresponde otro acento.

¿Sabes tú donde lleva los suspiros el viento?

¿Sabes tú si son almas las estrellas errantes?

 

No desdeñes al pájaro de argentina garganta

que se queja en la tarde, que salmodia a la aurora.

Es un alma que canta y es un alma que llora...

¡Y sabrá por qué llora, y sabrá por qué canta!

 

Busca en todas las cosas el oculto sentido;

lo hallarás cuando logres comprender su lenguaje;

cuando sientas el alma colosal del paisaje

y los ayes lanzados por el árbol herido...

 

 

TUÉRCELE EL CUELLO AL CISNE

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje

que da su nota blanca al azul de la fuente;

él pasea su gracia no más, pero no siente

el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

 

Huye de toda forma y de todo lenguaje

que no vayan acordes con el ritmo latente

de la vida profunda... y adora intensamente la vida,

y que la vida comprenda tu homenaje.

 

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas

desde el Olimpo, deja el regazo de Palas

y posa en aquel árbol el vuelo taciturno...

 

Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta

pupila, que se clava en la sombra, interpreta

el misterioso libro del silencio nocturno.

 

EL ALMA EN FUGA

Buscaron al romper de la alborada,

mis brazos y mis ojos su presencia,

y sólo hallé, por signo de la ausencia,

el hueco de su sien en la almohada.

 

Oh, qué correr la angustia desatada,

qué ulular por el llano mi demencia,

qué husmear en los ámbitos la esencia

de la alígera planta perfumada!

 

Amigos que alabasteis su hermosura,

no a solas me dejéis en la amargura

del trance doloroso e imprevisto...

 

¡Escrutad el perfil del horizonte!

¡Batid los campos y talad el monte!

¡Decidme, por piedad, si la habéis visto!...

 

 

EL ENCUENTRO

Vagábamos sin sentido

en alas de no sé qué;

yo, por algo que se fue;

tú, por algo presentido.

En el sendero perdido

el acaso nos juntó,

y recobrados tú y yo

de la divina sorpresa,

me dije: "Por fin regresa";

pensaste: "Por fin llegó".

 

 

MARINA

Sobre la playa, el arenal escueto;

el mar, plomizo como hedionda charca,

y no lejos el casco de una barca,

fósil aparición de un esqueleto.

 

Ni un toque de verdor, ni un indiscreto

rayo solar en lo que el ojo abarca:

sólo un islote gris el lomo enarca

como un cetáceo encadenado y quieto.

 

Con calma funeral vienen las olas

a agonizar en las riberas solas

sin que haya nadie que su riesgo afronte;

 

y en la bruma sutil que el alma hiela,

ni un ala, ni un celaje, ni una vela

que rompa la insulsez del horizonte.

Tomado de:

https://poemas.yavendras.com/enrique-gonzalez-martinez/

 

 

Dat signum

 

¡Feliz instante! Del galán al peso,

la doncella al final rueda vencida,

sobre el césped que cómplice convida

del libre amor al inefable exceso.

 

Un cefirillo plácido y travieso

viene a avivar la lumbre ya encendida...

¿Qué mucho que ella al fin quede rendida

y que se escuche el estallar de un beso?

 

Un cercano rumor de pasos suena,

grana tardía a las mejillas brota,

huye el galán y acábase la escena;

 

y confusa al pensar en su derrota,

Casta suspira, y coge de la arena

un lazo azul... y la vasija rota...

 

El alma en fuga

 

Buscaron al romper de la alborada,

mis brazos y mis ojos su presencia,

y sólo hallé, por signo de la ausencia,

el hueco de su sien en la almohada.

 

Oh, qué correr la angustia desatada,

qué ulular por el llano mi demencia,

qué husmear en los ámbitos la esencia

de la alígera planta perfumada!

 

Amigos que alabasteis su hermosura,

no a solas me dejéis en la amargura

del trance doloroso e imprevisto...

 

¡Escrutad el perfil del horizonte!

¡Batid los campos y talad el monte!

¡Decidme, por piedad, si la habéis visto!...

 

 

 

El baño

 

Ya dejas el plumón. Las presurosas

manos desatan el discreto nudo,

y queda el cuerpo escultural desnudo

volcán de nieve en explosión de rosas.

 

El baño espera. De estrecharte ansiosas

están las aguas, y en el mármol mudo,

un esculpido sátiro membrudo

te contempla con ansias amorosas.

 

Entras al fin y el agua se estremece,

en tanto, allá en el orto ya parece

el claro sol de refulgente rastro.

 

Y cuando ufana de las fuentes sales,

de tu alcoba a los diáfanos cristales,

por mirarte salir, se asoma el astro.

 

 

 

El gozo alucinado

 

El color se me adentra y no lo pinto;

la nota musical llega hasta el fondo

de la entraña cordial, y yo la escondo

en el sacro rincón de su recinto.

 

El árbol es aliento y no verdura,

germinación de vuelo y no ramaje;

el ojo lo desliga del paisaje

y lo clava en el dombo de la altura.

 

Apago soles y deseco ríos,

borro matices y deshago formas,

y en propio barro, quebrantando normas,

modelo mundos para hacerlos míos.

 

Sobrepasa las cosas la mirada,

el sueño crece, lo real esfuma,

y me embarco en las alas de la bruma

corno en una galera aparejada.

 

 

El retorno imposible

 

Yo sueño con un viaje que nunca emprenderé,

un viaje de retorno, grave y reminiscente...

 

Atrás quedó la fuente

cantarina y jocunda, y aquella tarde fue

esquivo el torpe labio a la dulce corriente.

 

¡Ah, si tornar pudiera! Mas sé que inútilmente

sueño con ese viaje que nunca emprenderé.

 

Un pájaro en la fronda cantaba para mí...

Yo crucé por la senda de prisa, y no lo oí.

 

Un árbol me brindaba su paz... A la ventura,

pasé cabe la sombra sin probar su frescura.

 

Una piedra le dijo a mi dolor: descansa;

y desdeñé las voces de aquella piedra mansa.

 

Un sol reverberante brillaba para mí;

pero bajé los ojos al suelo, y no lo vi.

 

En el follaje espeso

se insinuaba el convite de un ósculo divino...

Yo seguí mi camino

y no recibí el beso.

 

Hay una voz que dice: retorna, todavía

el ocaso está lejos; vuelve tu rostro, guía

tus pasos al sendero que rememoras; tente

y refresca tus labios en la sagrada fuente;

ve, descansa al abrigo

de aquel follaje amigo;

oye la serenata del ave melodiosa,

y en la piedra que alivia de cansancios, reposa;

ve que la noche tarda

y oculto entre las hojas hay un beso que aguarda...

 

Mas, ¿para qué, si al fin de la carrera

hay un beso más hondo que me espera,

y una fuente más pura,

y un ave más hermosa que canta en la espesura,

y otra piedra clemente

en que posar mañana la angustia de mi frente,

y un nuevo sol que lanza

desde la altiva cumbre su rayo de esperanza?

 

Y mi afán repentino

se para vacilante en medio del camino,

y vuelvo atrás los ojos, y sin saber por qué,

entre lo que recuerdo y entre lo que adivino,

bajo el alucinante misterio vespertino,

sueño con ese viaje que nunca emprenderé.

 

 

El sembrador de estrellas

 

Y pasarás, y al verte se dirán: «¿Qué camino

va siguiendo el sonámbulo?»  Desatento al murmullo

irás, al aire suelta la túnica de lino,

la túnica albeante de desdén y de orgullo.

 

Irán acompañándote apenas unas pocas

almas hechas de ensueño. . .. Mas al fin de la selva,

al ver ante sus ojos el murallón de rocas,

dirán amedrentadas: «Esperemos que vuelva.»

 

Y treparás tú solo los agrietados senderos;

vendrá luego el fantástico desfile de paisajes,

y llegarás tú solo a descorrer celajes

allá donde las cumbres besan a los luceros.

 

Bajarás lentamente una noche de luna

enferma, de dolientes penumbras misteriosas,

sosteniendo tus manos y regando una a una,

con un gesto de dádiva, las lumínicas rosas.

 

Y mirarán absortos el claror de tus huellas,

y clamará la jerga de aquel montón humano:

«Es un ladrón de estrellas...»  Y tu pródiga mano

seguirá por la vida desparramando estrellas...

 

 

Intus

 

Te engañas, no has vivido... No basta que tus ojos

se abran como dos fuentes de piedad, que tus manos

se posen sobre todos los dolores humanos

ni que tus plantas crucen por todos los abrojos.

 

Te engañas, no has vivido mientras tu paso incierto

surque las lobregueces de tu interior a tientas;

mientras en un impulso de sembrador no sientas

fecundado tu espíritu, florecido tu huerto.

 

Hay que labrar tu campo, divinizar la vida,

tener con mano firme la lámpara encendida

sobre la eterna sombra, sobre el eterno abismo...

 

Y callar... mas tan hondo, con tan profunda calma,

que absorto en la infinita soledad de ti mismo,

no escuches sino el vasto silencio de tu alma.

Tomado de:

http://amediavoz.com/gonzalezM.htm

 

El orto

 

 

 

Es el amanecer, y cuando ufana

salta la aurora iluminando el mundo,

se oye un himno magnífico y profundo

como el eco triunfal de alegre diana.

 

Por la vaga extensión, una campana

deja oír su tañido gemebundo,

y por el campo ubérrimo y fecundo

se dilata la luz de la mañana.

 

Todo saluda al sol; dan a porfía

las flores su matiz, el viento aromas;

el arroyo, confusa parlería,

 

Spleen

 

 

 

Tarde gris; la llovizna golpea mi ventana.

De codos en la mesa, mientras medito y fumo,

voy en las azuladas espirales del humo

proyectando recuerdos de mi vida lejana.

 

La caída monótona de la lluvia incesante

me condena a forzoso y lánguido mutismo

en el rústico albergue, y me encierro en mí mismo

mascullando memorias de todo lo distante.

 

De pronto, siento pasos, y una moza garrida

pone junto a los restos de mi frugal comida

el café borbotante que perfuma y humea.

 

La requiebro; se esquiva; alza como al descuido,

al trasponer la puerta, la orla del vestido;

vuelve el rostro y sonríe...

La lluvia tintinea,

(Silénter)

 

Página en blanco

 

 

 

Un día, no muy tarde, la inquietud que me acosa

para que diga el canto que conturba mi vida,

cesará, como flama por el viento extinguida,

y la voz será muda y el alma silenciosa.

 

Todo lo que en un tiempo suscitó mis asombros

y lo que fue codicia del pensamiento mío,

despertará a su paso un "qué sé yo" de hastío,

un desdeñoso y leve encogimiento de hombros.

 

Trémula ya la mano que oprimió los bordones

de la constante lira, se llevará el pasado

los ecos imprecisos de todo lo cantado

y el lívido fantasma de las meditaciones.

 

Recogidas las alas, el afán taciturno

no sabrá de las cosas penetrar el acento:

será viento tan sólo la palabra del viento

y rumor sin sentido el mensaje nocturno.

 

De esta vida de ensueño, de este mundo en que arranco

la visión de mis ojos, la canción de mi oído,

quedarán solamente un laúd sin sonido,

un espíritu en sombras y una página en blanco.

 

(El libro de la fuerza, de la bondad y del ensueño)

 

Danza elefantina

 

 

 

El elefante, cuando baila,

pierde su gravedad de monumento.

Se diría que un terremoto desquicia

las cuatro columnas con que se afinca al suelo...

 

Me parece la sombra de Juan Sebastián Bach

ejecutando al órgano algún tango moderno.

 

(El Romero alucinado)

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/163-073-enrique-gonzalez-martinez?showall=1

 

 

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