OH, TEMPESTAD DE FORMAS
Oh, tempestad, a dónde, a dónde me conduces, lleno de
ti,
girando en el vacío, arrebatado por tu cruel ventura.
Yo quiero descansar, pero me avienta tu pulmón de
violencia,
me arrebata tu vértigo, a dónde, a dónde me conduces.
Sobre tu móvil lomo avanzo, retrocedo, giro sobre mí
mismo,
todas las cosas que conozco y recuerdo se precipitan
en tu vórtice.
Ah, los pequeños animales que ahora están pegados a la
tierra,
que tu ímpetu ignoran, tu dominio, tu posesión voraz
del hombre.
Esta cima conquisto cada día, esta región de
vendavales,
este mundo infinito donde nada subsiste y todo
permanece.
Participo de este poder creador de seres, en sí mismo
sin límites,
me hundo en la pasión paridora del cosmos, me deseo,
me elijo,
desafío, asciendo entre castigos y catástrofes, y en
lo alto,
pongo mi libertad, la tuya, la de todos, la del mundo
infinito.
Oh, tempestad de formas!
Que la estéril rutina no me encadene a su vil
gramática,
a su camino donde las estatuas ya son blancas vacas
muertas,
y los paseantes se saludan -qué tal, qué tal-,
mientras adulan
el pasado, y escupen juicios hacia el presente sin
futuro,
hasta que el día es una alberca de peces muertos y
agua inmóvil.
Dame la llama interior, dame la rebelión, dame lo
real,
dame la puerta abierta hacia los otros,
dame aceptar activamente,
libremente vivir aún lo que es necesario.
Oh, aventura!
De tus manos espero seguir recibiendo el bien perfecto
de la súbita iluminación del rayo,
de la ilusión que se derrumba como un muro.
Dame vivir heroicamente,
aunque este reto sea tan pequeño que cabe
toda mi libertad en la forma interior de este verso.
Vigilia en pie de muerte, 1962.
YO SOY MI PROPIA PALABRA
Yo soy mi propia palabra.
Yo soy los libros que leo.
Yo soy el pueblo que amo y que está hecho
de miseria y palabras.
Yo soy el mar de palabras y deseos que navego.
¡Oh savia viva, río de sangre, raíz mía!
Yo soy don Quijote soñador, pero también Justo
Sánchez, jornalero,
y José Arcadio Buendía, loco de sueños como don
Quijote,
pero también Roque Chaves, que me trae
lechugas y naranjas.
Yo soy mi santo civil, García Monge,
pero también Mendoza, mi ladino abogado,
y soy mi Luis de Góngora, lengua de artífice irónico,
pero también José Salvatierra, el albañil.
Y Cortázar, Darío, Asturias, la Mistral, Carmen Lyra,
y Neruda, pero también Antonio Siles, jardinero,
y Unamuno, y Don Ramón del Valle Inclán, pero también
la triste doña Emilce, doméstica, con su vocabulario
desusado,
y don Vito el sastre, y Jaime, el vendedor,
y don Jacinto en su tienda,
pero también los sonetos de Julián Marchena,
y los cantos para niños de Carlos Luis,
y la poesía de piedra y lumbre de Mario Picado,
y la cólera cívica de Luis Barahona, que acaban de
morir
y ahora hojeo sus libros incorruptibles
en el estanque de otro tiempo.
Yo soy mi propia palabra.
Herramienta de trabajo de Isaac Felipe, obrero
de la lengua castellana, torcidos los renglones,
y atareado de versos, lector sin hora de descanso,
que cada amanecer sale a cazar metáforas semidormidas
como un furtivo ladrón de estrellas poéticas
y compone el poema escuchándose como músico
y a veces también pide silencio universal
como si estuviera ayudándole a Dios
a crear una nueva criatura
con trabajo digno de alegría y justo descanso,
como acabo ahora, cuando amanece, este poema, y digo
que
entero, como persona,
el hombre está en su palabra.
El mundo se aclara y forma
si el hombre da su palabra.
Tiene dignidad de hombre
el hombre por su palabra.
La mentira le corrompe
si no enfrenta su palabra.
Dada en falso, le descubre,
sin hombredad, su palabra.
Tuvo el mundo su principio
en una sola palabra.
Y crea la patria humana
el hombre, con su palabra.
Ensayo sobre la palabra (en seis discursos líricos),
1988.
Tomado de:
SE OYE VENIR LA LLUVIA
La casa de mi infancia es de barro del suelo a la
teja,
y de maderas apenas descuajadas, que en otro tiempo
obedecieron
hachas y azuelas en los cercanos bosques.
El gran filtro de piedra vierte en ella, tan grande,
su agua de fresca sombra.
Yo amo su silencio, que el fiel reloj del comedor
vigila.
Me escondo en los muebles inmensos.
Abro la despensa para asustarme un poco
del tragaluz, que hace oscuros los rincones.
Corro aventuras inauditas cuando entro
en el huerto cerrado que me está prohibido.
En la penumbra de la tarde, que va cayendo lenta
sobre el mundo, el grillo del hogar canta de pronto,
y su estribillo triste riega en el aire quieto,
paz y sueño sabrosos.
Cuando venían las lluvias miraba los largos aguaceros
desde el ancho cajón de las ventanas.
Nunca huele a tierra tanto como esa tarde.
Se oye la lluvia primero en el aire venir como un
gigante
que se demora, lento, se detiene y no llega,
y luego, están ahí sus pies sobre las hojas,
tamborileando,
rápidos, mojando,
y lavando sus manos deprisa, tan deprisa, los árboles,
el césped, los arroyos,
los alambres, los techos, las canoas.
Pero también su llanto desolado,
su sinrazón de ser triste, su acabarse de pronto,
sin objeto ni adiós,
para siempre en mi infancia, para siempre.
Llueve en mi alma ahora, como entonces.
AL ALBA SIEMPRE
El alba es un camino.
Por el alba se llega a la dulzura.
El aviso general de los gallos abre a la luz las
puertas de la tierra.
El aire reparte una casta voz de campanas.
Un trino de pájaro rompe el cristal del cielo y riega
el silencio fresco de la madrugada.
El árbol duerme vuelto hacia sí mismo.
Tú, mi fiel compañía, dices
palabras irreales para salvar el sueño
que se aleja en el agua sutil de la noche.
Despierta tiritando en el vacío
un ángel retardado.
Un fantasma, una sombra, un soplo, nada.
Y amanece.
Vida, mi vida, al alba siempre.
Tomado de:
https://descontexto.blogspot.com/2007/11/2-poemas-de-isaac-felipe-azofeifa.html
ITINERARIO SIMPLE DE SU AUSENCIA
b
Hoy no has venido al parque.
Podría ponerme a recoger del suelo
la luz desorientada y sin objeto
que ha caído en tu banco.
Para qué voy a hablar
si no está tu silencio.
Para qué he de mirar sin tu mirada.
Y este reloj del corazón que espera
golpeando y doliendo.
c
Esta noche de luna y tú lejana.
Necesito a mi lado tus preguntas.
Y encontrarte en aire vuelta brasa,
vuelta una llama dulce,
vuelta silencio y regazo,
vuelta noche y reposo, como cuando
guiábamos la luna nuestra hasta la casa.
ch
Qué manojo de rosas olvidadas.
Qué tibia pluma y mansa luz
tu cuerpo como un árbol,
como un árbol gritando,
con tanto poro abierto, con tanta sangre
en olas dulces elevándose.
Oh, sagrado torrente del naufragio.
Cómo amaría perderme
y encontrarte.
Tomado de:
http://www.mundopoesia.com/foros/temas/isaac-felipe-azofeifa-bolanos.554033/
Primer día
El grito es lo más claro, todavía
la piedra es una estatua oscura. El viento
vaga sin arpa, solo. La Poesía
es un enigma, un canto sin acento.
El mismo sol, no halla aun su día.
Hasta el tiempo se agota en su momento.
Hay una agua sedienta. Hay una vía
sin hombre aun, sin ser, sin movimiento.
Un color, una luz, un solo aroma.
Un estar sin sustancia, un vivir puro.
Un aspirar que nada deja o toma.
Un rumor extasiado, sin idioma.
Un olvido celeste del apuro.
Aquí nace el poema o la paloma
Tomado de:
http://poesiabreve-briefpoetry.com/isaacazofeifa.html
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