sábado, 7 de septiembre de 2024

POEMAS DE DINU FLAMAND

 


El capricho del olvido

 

sólo en el olvido los recuerdos guardan su fuerza

y el color vive, aunque congelado en las hierbas

prisioneras del hielo a orillas del río

 

y si el torrente los recoge en la superficie y el deshielo los libera

ellos comienzan de nuevo el capricho del olvido

impacientes por reencontrar su extinción

 

hacia su propia extinción la poesía intenta tasar en su alma

las nueces caídas sobre la hierba hace algunos años

imitando los gestos de posesión

 

¿pero quién sabrá detenerla si los dedos del poeta

están aún manchados con aquella lejana sangre verde?

 

 

Techo

 

¿qué hago aquí entonces acurrucado bajo el techo

de esta pieza donde las ramas dibujadas de un manzano florido

que cuelgan del cielorraso intentan disfrazar

el fondo de la caldera del Infierno?

 

¿a quién hablo yo con el arte del ventrílocuo de mi silencio

embriagado por su propio mutismo

en las pausas entre palabra y palabra?

 

¿cómo subir bajando una pendiente donde los ojos

podrían ver más allá del horizonte el relieve

del inevitable demasiado tarde?

 

 

Amor fati

 

nosotros sabemos que el placer no es la verdad

pero quién se atreve a pedir que lo sea

cuando recién logramos no humillar a la esperanza

 

la verdad es que envejezco

pero la esperanza se defiende se ilumina

demasiado insistente inextricable construcción

donde el acorralado no salta el muro

ni enfrenta

con la cabeza en alto

a sus perseguidores

 

amor fati o la elección de Adán puesta frente

a la única Eva

                           por supuesto

sólo porque luego viene la expedición infinita

del uno en el otro

y este duelo por la doble realidad del desconocimiento

termina con algo de preludio y de felicidad

verdaderanoverdadera

 

y ahora llegas tú a mi vida

y eres la nube que borra un instante el dedo de la sombra

en el cuadrante solar

no olvido que el tiempo continúa su trabajo

a escondidas

amor mío

carissima

 

 

Aubade

 

la soledad me ayuda a amarte

como yo no sé amar la soledad

y dos soledades reunidas

son una sola sobre dos

 

ya que las sumas nos separan

y las multiplicaciones conducen a la muerte

unámonos separándonos sólo de nosotros

como juntas llegan a la hierba las ciruelas que abandonan la rama

 

podríamos ser la riqueza de este otoño

así como la respuesta es una buena pregunta

con nuestros alejamientos llevados al inicio

donde se tocan lo improbable y lo imposible

 

si tú no me amas entonces nadie jamás amará

lo que no existe en mí sin ser amado ni siquiera por mi amor

porque si yo no te amo incluso sin amarte

no amada serás por la más sedienta ausencia del amor

 

 

Introito

 

con asombro

mi amor

con toda la furia y con todo

mi asombro

enmarañados en tu regazo

con furia y con toda la furia y mi asombro

y con más que todas las morrenas que arrastra

el bloque de hielo de mi vida

detrás del bloque del hielo de mi vida

con un silencio que no encuentra su mutismo

y con el cabeceo de las manos vibrátiles

y con toda la urgencia de mi balbuceo babeando

la verdadera falsedad de mis palabras

falsas-verdaderas

que salen sonámbulas de la camisa de dormir de la muerte

y con todo el fuego ahogado en mi pavor

de cuerpo de madera de cerezo húmedo bajo una lluvia vieja

y con todo lo que no sé sobre todo lo que creo saber

y con toda la energía que me brinda la ausencia de mí mismo

entrando clandestino a la serenidad que la sorpresa

de tu existencia

trae a mi vida

en ti

me demoro en ti indefinidamente

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2020/07/dinu-flamand-el-frio-intermedario/

 

 

LA PUERTA ENTRECERRADA

 

Una puerta entrecerrada se abre de pronto sin que la empujes

 

y una pregunta que no hiciste te llama con el dedo índice

 

y el corazón que dormía en tu pecho como una piedra muda

 

lucha como un cubo vacío que oscila

 

sobre una fuente en la que el sediento

 

empieza de repente a sacar agua verde

 

y entonces

 

tiene agua mas nada para beber.

 

 

 

Y entonces

 

ya no hay viento que balancee el cubo

 

ni está la fuente de tu infancia

 

ni tu cama o tus brazos

 

al costado, sintiendo

 

el sudor frío de tu cuerpo que no es ya

 

tu cuerpo, aunque siga sirviéndote de cuerpo.

 

 

 

Y de este río viscoso

 

que te envuelve, pero no te acoge,

 

que te congela y da calor,

 

fluye el miedo hacia ti

 

sin lograr alcanzarte.

 

 

 

Y ni siquiera te da respuesta a la pregunta

 

situada allí

 

durante años, todavía allí,

 

en tu silencio locuaz

 

y en su propia ceniza sonora.

 

 

 

Y ahora hurgas detrás como un león

 

viejo y hambriento

 

buscando escondido entre las matas

 

el cadáver que hallaron antes las hienas:

 

 

 

¿Cuánto tiempo?

 

¿Cuántos años todavía?

 

 

SE SUPONÍA QUE DEBÍA LLEVARLOS

 

Se suponía que debía llevarlos a no sé dónde,

 

se suponía que debía llevar a mis padres a no sé dónde,

 

trasladarlos en taxi a no sé dónde,

 

aunque no recuerdo haber ido con ellos en taxi a ninguna parte

 

nunca,

 

y era un barrio en no sé qué lugar de la tierra

 

que yo no conocía, un día que parecía una noche,

 

y ni siquiera reconocí a mis padres,

 

y la verdad es que los veía

 

con la mirada bastante confusa.

 

 

 

Ellos estaban y no estaban conmigo,

 

ausentes-presentes allí, aunque los sentía en todas partes

 

rodeándome por completo, con fuegos que ardían

 

en su aliento, como una hoguera de revelaciones

 

en una montaña mística;

 

 

 

y me enseñaron a cuidarlos

 

porque me seguían cuidando ellos

 

con ese polen del amor que te hace brillar;

 

me enseñaron a ayudarlos a vestir

 

sus atuendos de viento,

 

a sostenerlos cuando se resbalaban con sus pies de sal

 

y traerlos a la bruma de mis brazos con sus brazos crepitantes,

 

y me enseñaron a esperarlos, y como sabían que yo no

 

esperaba,

 

ni reconocía,

 

ni imaginaba,

 

ni percibía,

 

ni distinguía,

 

me enseñaron a inventar un taxi que se dejaba esperar

 

y una nube que se dejaba respirar

 

y una vida que se dejaba habitar

 

por nosotros y por nadie más

 

 

 

y eso fue todo.

 

 

Autor: Dinu Flamand. Traductora: Catalina Iliescu Gheroghiu. Título: Primavera en Praga. Editorial: Visor. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/4-poemas-de-dinu-flamand/

 

 

La explicación de Esteves

 

 

 

Al poeta mexicano

 

Marco Antonio Campos

 

 

 

Ah, conheço-o: é o Esteves sem metafísica

 

Fernando Pessoa (Alvaro de Campos) – Tabacaria

 

 

 

Dicen que yo no tengo metafísica

 

sino una flácida constitución física

 

que ni detesto ni me encanta

 

¿y qué?

 

 

 

Me dicen que a menudo paso al lado

 

de lo que a otros les parece esencial

 

o grandioso o digno de ser vivido sin tener

 

curiosidades, envidias grandes o miedo a perder algo.

 

 

 

Yo no me rompo la cabeza

 

para saber qué es la metafísica

 

ya que es algo que no me falta.

 

Sólo sé que aún no he muerto.

 

 

 

Para mí es importante, aunque no entiendo

 

cómo me las apaño porque a veces no es fácil

 

comprender esta vida que no comprendo.

 

 

 

Si hay algo que comprender, yo delego

 

en cualquier otro para que hable en mi lugar

 

sobre la vida que habito sin preguntarme

 

qué le pasa o quién soy yo en ella.

 

 

 

No recuerdo haber tenido grandes ambiciones,

 

solamente tal vez mi viejo auto que a veces me lleva hacia Sintra,

 

si fuera más nuevo no estaría mal, pero aun así yo dejaría

 

que los vistosos Buicks o Chevrolets se me adelanten

 

porque a mí no me gusta rivalizar con nadie,

 

y de ganar ¿qué ganas?, y mañana,

 

¿quién se acordará de lo que has ganado hoy?

 

 

 

Yo me contento con mi puesto fijo en Correos

 

donde asciendo desde hace mucho día a día

 

con la esperanza de llegar a la primera categoría antes de jubilarme.

 

 

 

Es todo lo que me hace falta si lo pienso bien

 

María se habrá dicho lo mismo

 

cuando regresó

 

después de haberme dejado, como

 

lo había hecho también una tal Ofelia

 

que leía poemas y presumía.

 

Y ahora estoy mucho mejor, diría incluso que todo está ok

 

y me ha dado por fumar porque es mucho más interesante

 

pero al opio ni me acerco… dicen que pierde uno la brújula…

 

 

 

A veces paro en la taberna de la esquina,

 

me gusta tomar un par de copas

 

con el albañil que vive en el número cinco

 

eso cuando no aparece también el vendedor de lotería

 

o ese chupatintas miope que no

 

se quita el sombrero y sólo lee y fuma.

 

 

 

Él dice que se llama Pessoa, sé que entre libros y revistas

 

en su cartera tiene una botella vacía

 

y no se olvida al irse de llenarla con un aguardiente

 

que tanta falta le hace, al parecer, de noche.

 

¡Pobre, una vez vi que hasta una máscara de carnaval

 

llevaba en su cartera!

 

 

 

Parece sumamente instruido, desprotegido

 

o sea, algo embarullado en la cabeza (la hija de la lavandera

 

me contó que en sus listas de ropa interior para lavar

 

hallaba versos y otras escrituras; un día se arrodilló delante de ella

 

y declamó algo en inglés

 

el muy payaso.

 

 

 

La hija de la lavandera piensa que le pedía ser su esposa

 

pero fingió no comprender pues uno nunca puede saber

 

cómo va a reventar alguien que se pasa el día entero

 

en casa mudo, fumando y mirando por la ventana);

 

 

 

…yo también lo vi un día en la ventana allí arriba

 

desde el otro lado de la calle, saliendo del estanco al que

 

había ido para comprar tabaco, como siempre.

 

 

 

El dueño del estanco se acercó al umbral conmigo

 

y en aquel instante miré hacia arriba. Yo no sabía

 

que mi hombre vivía allá.

 

 

 

Me saludó con un movimiento de los labios

 

detrás de la ventana cerrada, me di cuenta porque

 

el vidrio se estaba empañando y me pareció que de algún modo estaba

 

no sólo inclinado sino incluso de sí mismo alejado aun cuando

 

allí seguía.

 

 

 

Y no sé cómo contaros todo

 

para que no penséis que estoy loco porque jamás

 

me ha ocurrido eso de ver algo tan límpido

 

y sencillamente con mis ojos

 

y no creerlo porque no comprendo lo que veo…

 

 

 

En ese instante sentí que el miope

 

que a veces se sentaba en la misma mesa

 

con la mirada fija en sus libros

 

había empezado como a flotar

 

después de haber salido por su propia ventana

 

cerrada

 

luego se lo tragaron las nubes…

 

 

 

Lisboa, abril 2017

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2018/08/un-poema-de-dinu-flamand-dedicado-a-marco-antonio-campos/

 

 

Primavera en Praga

 

En agosto del 68 conocí a una mujer con sentido de la historia

daba de beber gratis a todo el mundo

en el bufé de la estación Sărățel, nudo de vías de ferrocarril en mi Transilvania.

 

El Ejército Rojo había entrado a liberar Praga de sus propias ilusiones

yo no tenía la más mínima idea de nada, era un estudiante de vacaciones

volvía

a casa con los amores enredados entre qué tal si hiciera

y qué tal si me atreviera a hacer.

Praga quedaba por ahí, en la Patagonia, mi alma habitaba en la nube

de mi propia confusión

ella lloraba.

 

Lloraba sin dar explicaciones e invitaba a copas

recordando tal vez el sabor de la leche quemada

que ya se había derramado antes

con la subida de la historia,

presintiendo que la guerra podría estallar

en cualquier momento porque la urticaria del poder había irritado de nuevo

al Kremlin

y desde la torreta de los tanques los soldados rojos vislumbraban de nuevo

Malá Strana.

 

Mientras tanto ese, el nuestro, gritaba en el altavoz de la estación

decía que algo inadmisible había ocurrido

y yo lo escuchaba por primera vez con un atisbo de atención

y me preguntaba qué dios de la comedia

soplaba patéticamente en su trompeta ceceante.

 

Aún circulaban por aquí locomotoras viejas

maniobraban la vaca de hierro hacia la bomba de agua

para que después de calmar su sed nosotros cambiáramos la vía.

 

Pero han transcurrido años antes de que pasemos a otra vía.

 

Transcurrió más tiempo todavía hasta que yo llegara a Praga

y palpara en una piedra

aquí en la Plaza de Wenceslao

la huella de Palach en autocombustión,

aquí, donde me encuentro ahora, aún más confundido al lado

de un Jan Hus moldeado en el bronce de su rebelión

y, sin embargo, sorprendido al constatar que el aire del comunismo

no había erosionado la insolente melancolía barroca

de la ciudad y que sus puentes siguen saltando

como canguros de una orilla a otra.

 

Voy contigo de la mano y en la imaginación,

hacia la casa de Holan de Campa, para acariciar los ojos de su efigie

en el muro, tal como él nos decía que debíamos frotar los ojos del dinero

cuando su mutismo inconsolable

atacaba a los transeúntes debajo del puente.

 

Te llamarás Gordana o Maria Maria

Oana Mihaela o Luniana,

es decir, mujer-mujer, así como la oropéndola es oriolus oriolus,

hamletizando en torno a lo imposible, mientras yo

seguiré caminando cerca de ti

alejándome de toda oportunidad de estar cerca de ti.

 

Tengo que presentarte a Holan porque la primavera

se ha convertido de repente en milagro aquí en Praga

en mi recapitulación y mi andar titubeante hacia mi pasado

cuando me doy contra mis propios fantasmas

como sucede con los transeúntes del Puente Carlos

hacia donde el atardecer mira con insistencia desde las estatuas negras.

 

Mientras que las perlas de las cascadas del Valtava

prolongan la sonrisa luminosa de tu ojo derecho,

porque en el izquierdo habito yo sintiendo el temblor cálido

de tu hombro que se mueve, dócil, bajo la palma de mi mano.

 

Con una vara mágica convocas a Smetana

junto al mecer sonoro del río en las llanuras de Bohemia,

y una niebla invisible pasa por las esclusas de la tarde

de alma a alma y la misma levitación

nos sostiene en el aire sobre el Castillo

mientras yo sigo envejeciendo oscuro.

 

Y sigo poniendo en palabras

la indecisión de aquel que negocia sus emociones aun sabiendo

que sólo puede gastarlas,

sabiendo que tu belleza intangible tolera

como al indefinido y bastante ridículo exilio

mi andar que busca llevar el paso de tu andar

quedaremos sin una pizca de sabiduría

en esta subida repentina de pasión,

y sólo significará que debo estrecharle la mano

a la timidez nacida del pavor de mi concupiscencia.

 

No trataré de comprender lo que sucede en la mente del misterio

cuando está confiscado por el misticismo horoscópico

de las peluqueras

que sostienen que el destino traza semejantes encuentros

pero admiten —he aquí— que lo irracional

es mi amigo en esta súbita exaltación

y al que dentro de mí mismo se me opone no le queda más

que beber mi vino de mi copa

y pedir otra

aun cuando nada es gratis ya.

 

En tu nuca mis narices se estremecen, respiran ávidas

como las narices de un caballo en la avena

fotografiado por turistas

aquí en las calles del ocio crepuscular

y de repente me veo sumergirme en el vértigo de la cascada

ahogado por esta música irisada

y toda clase de preguntas me salen a borbotones por los ojos

por las orejas por las fisuras de los recuerdos: ¿cómo, cuándo y de dónde

se ha juntado todo y se ha ido todo en todo este tiempo?

y ¿por qué brillan aureolados por el efecto de la resignación

todos mis ímpetus de antes?

o ¿dónde estará el inicio del presente, para

fijar ahí de nuevo mi partida?

 

Y ubi sunt qui ante nos con los poros de su piel visitados por los poros

de mi piel cuando el sudor de mi palma navegaba

caliente en el sudor de otras palmas en aquellos veranos

cuando el ardor de mis emociones se mezclaba con el espejismo

de otras emociones de otras tardes infinitas

y ¿por qué algunas promesas increíbles

nos tiran del cuello para sacarnos de las cascadas donde

nos ahogamos

mientras del primer aliento una vez al aire

queda apenas la extraña alegría del semi-ahogo?

 

Sé que no puedo vender a nadie esta furia

ni puedo andar a galope río arriba

hacia los umbrales sonoros de las turbias emociones

desde el inicio de la emoción

si no existiera el misterio de la fotosíntesis que me convierte

en hoja absorbiendo la irradiación de tu luz

que inunda la primavera en Praga.

 

Por lo demás hacía mucho que por la diagonal de mi ojo cruzaba

una de aquellas puella defututa, sin que odi et amo consintiera

con todo el orgullo (fieri sentio) mostrándome altivo presente y vivo

en la plenitud de mis fuerzas ¡Valiente Catullus!

 

Y he visto que los apóstoles del reloj solar vacilaban en dar la hora,

o a mí me parecía que esperaban que pasáramos por allí para llevarnos

en el remolino del tiempo. Sin duda hay algo que me tira

ahora sobre estas aguas y Kafka me transporta

silbando en los hombros de su horrible estatua y parece que el Golem

me quiere hasta el dueño del Castillo me promete una audiencia para

explicarme que la postergación es un engañoso regalo del tiempo

y al final me empujará con sarcasmo

hacia la resignación puesto que de ninguna manera

mentula conatum Pipleum scandere montem…

 

Tal vez incluso mi amor áspero a tantas Lesbias gritó frente a la puerta

de las frustraciones indecentes

pero humilde y hasta manso me torna el aire de esta taberna

donde en mi mesa Holan y Catullus están contigo.

 

Por lo demás aun cerrados tus ojos brillan

jugando con los reflejos del río que corre en tu boca

y yo presiento que ocurre algo más que mi

involuntario intento de buscar en mi caja de metáforas

y prestidigitaciones de palabras aquellas que están al alcance

de un poeta hambriento mi caja de limpiabotas

que ya me ha ayudado antes a mendigar el amor

sólo hasta tener la sartén por el mango. No…

 

Pero ¿qué será esto? Y ¿de dónde esta invasión o la pérfida

espada del sudor frío en mi columna vertebral ardiente

y ¿por qué tiembla mi pierna en mi pie inmóvil?

y ¿por qué hago aspavientos con mis manos aun cuando mis hombros se han anquilosado?

¿por qué me veo intentando aprehender el sonido de este poema

como si quisiera atrapar moscas, pero desmenuzándolo apenas

ausente entre mis dedos como un pedazo de pan

olvidado en la mesa por los que me precedieron?

 

¿Hay algo acaso que comprender? Cuando tu primavera está en Praga

tú también debes estar en Praga no dejes la ocasión

con la mano extendida y Kafka no escribirá las cartas

para tu Milena aun cuando frente a las instancias proletarias

él mismo te hubiese regalado en otro instante el absurdo

cuando tu afirmación había parecido también definitiva

en la colonia penitenciaria de una patria que fue…

 

Y si no puedes ver en los caprichos del destino el gran regalo

de una vida desesperada bebes el vino en vano

y en vano tomas la vía ferrocarril,

con o sin billete

y ahora en vano esperas pues pagarás lo justo para tranquilizarte

para saber que no quedas en deuda con la ilusión incluso de que en tu escroto

la estática electricidad hace que el músculo del batracio siga latiendo.

 

La primavera en Praga es una estación en sí

él te ayuda a comprender que se ha ido la primavera,

cuando las estaciones empiezan a ser sólo la repetición

de la rica inercia de vivir.

¿Pero después qué sigue?

 

¿Será la revelación de lo demasiado tarde? Aun si estallara

la guerra ahora (lo cual se vuelve posible otra vez si observamos

cuánto les pica el orgullo a los imbéciles que hemos elegido

para destruirlo todo electrocutados por sensaciones plácidas en

los huevos con su ego galvanizado) no me importaría…

 

Tomaría de nuevo el tren

sacaré la cabeza por la ventana miraré hacia donde nos dirigimos

más precavido esta vez iría con los ojos

casi cerrados sabiendo

que sólo escoria y humo expulsan las locomotoras del futuro

y mirando hacia adelante después de algún tiempo empiezas

a ver sólo aquello que se aleja de ti.

 

Y en la última estación los mismos ferroviarios torpes

colándose por las vías y balanceando sus faroles de luces oscuras,

siempre descontentos por nuestra presencia

rezongando como de costumbre

inspeccionando el mismo sistema de inexplicables cambios

sobre rieles rectos y curvos, con señales amarillas solo por ellos descifradas

ellos tan hábiles en catástrofes y desastres

 

ellos

ajetreando por nuestros carriles

por mi carril

mientras tú sigues diciéndome adiós con la mano…

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2023/02/dinu-flamand-premio-nuevo-siglo-de-oro-2023/

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