miércoles, 18 de septiembre de 2024

POEMAS DE GERARD MANLEY HOPKINS


EL MAR Y LA ALONDRA

 

En un oído y otro, dos ruidos demasiado antiguos para acabar

se atrincheran: a la derecha, la marea, acechando la costa;

inundando o cayendo, amortiguada o clamor,

frecuente allí mientras la luna se gasta y se agosta.

 

A la izquierda, en tierra, oigo que asciende la alondra,

su partitura que reparte renovada, rebobinada, cenital,

en torbellinos turbulentos que no estorban,

su nada queda música hasta que nada queda ya.

 

¡Cómo los dos avergüenzan a esta ciudad huera y frágil!

¡Cómo el derecho mitiga nuestro sórdido tiempo

con su pureza!  Orgullo de la vida y cuidada corona, casi

 

hemos perdido el canto y el encanto del pasado espléndido

de la tierra:  toda nuestra hechura se deshace, ágil

va el postrer polvo del hombre al lodo del hombre primero.

 

 

LA LINTERNA DEL EXTERIOR

 

A veces en la noche se mueve una linterna,

que atrae nuestra mirada.  ¿Quién va?, me interrogo.

¿De dónde y hacia dónde va, con todo

Este manto negro, ¿esa luz que de él tiembla?

 

Pasan junto a mí hombres que brillante belleza

o molde o mente, o no sé qué más, marca insólitos:

lanzan contra nuestro aire espeso y cenagoso

radiante luz, hasta que la muerte o la distancia se los lleva.

 

La muerte o la distancia los consume enseguida.

Devanar lo que pueda ver después, estar en el final no consigo

Y lo que se pierde de vista se olvida.

 

Cristo no olvida, el interés de Cristo, para corregirlos

los mira, quiere de corazón, los cuida, el pie les guía,

su rescate, su prenda, el primer y último amigo.

 

 

AVE AL VIENTO

 

A Cristo Nuestro Señor

 

Sorprendí esta mañana la favorita de la mañana, delfín del reino de la luz del día,

el Halcón de alas de alba moteado que remontaba

el quieto aire del ondulado terreno abajo, y pasando por lo alto, ¡cómo se movía

en círculos bajo la rienda de una serpenteante ala

en su éxtasis!  Y luego hala, hala:  siguió balanceándose, como el talón de un patín se desplaza

suavemente en una curva: el lanzamiento y el deslizarse repelían

al gran viento.  Mi corazón, escondido, se estremecía

por un ave, su dominio y todo lo que alcanza.

 

Belleza bruta, y valor y acto, oh, aire, orgullo, penacho,

aquí ¡se abrochan!  Y el fuego que entonces surge de ti, mil millones de veces

es más encantador, harto más peligroso, ¡oh, mi caballero!

 

Y no es raro: un puro paso laborioso hace que el arado

en el surco brille, y brasas aceradas y azules, mi querido, ceden,

se tajan, sajan y rajan en un oro bermejo.

 

 

ABIGARRADA BELLEZA

 

Gloria a Dios por todo lo abigarrado;

por los cielos bicolores como una vaca berrenda,

por las motitas rosas que puntean a la trucha que nada,

cataratas de castaño de recientes brasas, alas de pinzones,

el paisaje parcelado y juntado, el aprisco, el barbecho y el arado,

y todos los oficios, sus aperos y arreos, sus adornos.

 

Todas las cosas contrarias, originales, singulares, extrañas;

todo lo voluble y con pecas (¿quién sabe cómo?)

con lo veloz, lo lento; con lo grato, lo agrio, con lo fulgurante, lo fosco;

de todo es padre, y su belleza no cambia:

alabadlo.

tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/gerard-manley-hopkins-2/

 

 

CIELO/ASILO

Una monja toma el velo

Yo he deseado ir

Donde el manantial no cesa,

Donde no arrasa el campo el granizo cortante

Y algunos lirios florecen.

Y he pedido estar

Donde no llega la tormenta,

Donde el verde oleaje calla al asilo del abra

Y libre del vaivén del mar.

1864-65

 

 

ANDRÓMEDA

Ahora la Andrómeda del Tiempo en esta roca ruda,

Aquella sin igual en su belleza ni

Su daño, tiende la vista por ambos cuernos de la costa,

Su flor, su parte de ser, condenada a pasto de dragón.

En otro tiempo la pretendieron y acosaron

Muchos golpes y males; mas hoy escucha rugir

En el oeste una bestia más salvaje que todas, más

Fértil en desmanes, más desenfrenada y lasciva.

¿Se demora su Perseo y la abandona a sus

extremos? —

Pisa un tiempo el aire delicado y cifra

Su pensamiento en ella, que olvidada parece,

Cuya paciencia entretanto, desmenuzada en

dolores,

Crece; para luego descender avasallante, nadie sueña,

Con avíos de Gorgona y alabarda / trallas y comillos.

Oxford, 12 de agosto de 1879

 

 

DESCIFRADO EN HOJAS DE SIBILA

Ferviente, ultraterreno, igual, armonizable,

bovedizo, voluminoso, estupendo

Crepúsculo pugna por ser del tiempo la vasta

vientre-de-todo, casa-de-todo, ataúd-de-todo

noche.

Su córnea tierna luz amarilla devanada al oeste, su

loca hueca luz blanca colgada en la altura

Yerma; sus primeras estrellas, estrellas príncipes,

principales, se nos ciernen,

Cielo en facciones de fuego. Pues la tierra desata

su ser, su entrevero toca fin, divergente o ebullente, todo a traviesa, en

tumulto; ser en ser macerado y molido — por

entero

Desacordando, desmembrando todo ya. Bien me

traes, corazón, a cuenta

Con: Nuestro crepúsculo nos cubre; nuestra noche

se hinche, se hinche, y nos acaba.

Sólo las ramas y dentadas hojas dragontinas

incrustan la pálida luz con lisura de

herramienta; negras,

Tan negras en ella. ¡Nuestro cuento, oh nuestro

oráculo! Que la vida, menguante, ah que la vida

devane

Su otrora tejida teñida venada variedad toda en dos

husos; separa, encierra, guarda

Ahora su todo en dos rebaños, dos rediles —

negro, blanco; bueno, malo; cuenta sólo, atiende

sólo, mira

Sólo estos dos; cuidado con el mundo en que los

dos sólo encontrados se revelan; con el potro

Donde por sí atadas, por sí torcidas, sin abrigo y

sin asilo, ideas contra ideas en queja se

quebrantan.

1885

 

 

(CARROÑA DEL CONSUELO)

No, yo no, carroña del consuelo, Desaliento, no he

de comer de ti;

Ni destejer —flojas que estén— estas últimas

fibras de hombre

En mí, o pleno de fatiga clamar No puedo más.

Puedo;

Algo puedo, esperar, desear que llegue el día, no

elegir no ser.

Mas ah, mas oh tú terrible, ¿por qué me haces

rudeza

Meciendo tu pie derecho tuercemundos? ¿me

acercas la zarpa de león? ¿recorres

Con oscuros ojos voraces mis huesos magullados?

¿y abanicas,

Oh en vueltas de tormenta, al aquí apilado, aquí

ansioso de evitarte y huir?

¿Por qué? Porque la paja vuele; yazga el grano,

limpio y claro.

Y en toda esa labor de laberinto, desde (parece)

que besé la cruz,

Mano digo, mi corazón bebió fuerza, robó gozo,

quiere reír, gloriar.

¿Pero gloriar a quién? ¿al héroe cuya destreza

celeste me tumbó, me puso pie

Encima? ¿o a mí que lo combatí? Oh ¿cuál? ¿es

cada uno? Esa noche, ese año

De oscuridad ya hecha yo mísero yazgo en lucha con

(¡mi Dios!) mi Dios.

1885

 

 

QUE LA NATURALEZA ES UN FUEGO HERACLÍTEO
Y DEL CONSUELO DE LA RESURRECCIÓN

Hongo de nube, borlas rotas, edredones al vuelo

destacan, luego dan caza por una

Avenida de aire: algaravilleros del cielo, en bandas

alegres pululan; brillan en marcha.

Por áspero, por fulgente encalado, en cada sitio

donde un olmo arquea,

Luzlascas y sombravío en largos látigos bordan,

lancean y copulan.

En delicia el vívido viento ruidoso laza, lucha,

golpea la tierra y la desnuda

De los pliegues de otrora tempestad; en charco y

surco el fango seca

Disipando rezumo en aplastada pasta, costra, polvo;

restaña, restaura

Escuadras de máscaras y señas humanas

encenagadas laboran,

Presos los pies ahí. Atizada por doquier, la hoguera

de natura arde aún.

Pero extingue su más dulce, más amada, su más

clara chispa de ser

Hombre, ¡cuán pronto se va su mella de llama, su

marca en la mente!

Ambas en impenetrable, todo en enorme oscuridad

Ahogado. ¡Oh piedad e indignación! Forma

humana, que brillaba

Pura y lejos, disyuntiva, una estrella, la muerte la

borra en negrura; ninguna huella

De las suyas es tan cierta

Que no la nuble lo vasto y el tiempo la allane.

¡Basta ya! ¡la Resurrección,

Clarín de sangre! Acabe el estertor del dolor, día

sin gozo, desaliento.

Brillante cruza mi puente de náufrago

Un haz, un rayo eterno. Desváyase la carne y la

basura mortal

Caiga al gusano residuario; incendio del mundo

reduzca a ceniza:

En destello, en querella de trompeta,

Soy de súbito lo que Cristo es, pues él fue lo que

soy, y

Este triste, chiste, trozo de teja, remiendo, cerillo

quemado, diamante inmortal,

Es diamante inmortal.

Dublín, 26 de julio de 1888

Tomado de:

https://materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/gerard-manley-hopkins.pdf

 

 

 

despierto y siento la malignidad de la noche, no el día 

 

Despierto y siento la malignidad de la noche, no el día.

 

Qué horas, ¡Oh, qué negras horas hemos pasado

 

esta noche! ¡Las vistas, corazón, que viste; los caminos que viajaste!

 

Y más debes en la aún más larga dilación de la luz.

 

   Con testigos hablo esto. Pero donde digo

 

horas me refiero a años, a la vida. Y mi lamento

 

es un lloro incontable, llora como muertas cartas enviadas

 

a él, el más querido que vive, lamentablemente, lejos.

 

 

 

   Estoy exasperado, tengo quemado el corazón. El decreto más profundo de Dios

 

amargo me querría saber: mi sabor era yo;

 

los huesos se formaron en mí, la carne se llenó, la sangre rebosó la maldición.

 

   La levadura del ser del espíritu una sosa masa agría. Veo

 

que los condenados son así y que su flagelo es ser,

 

como yo soy el mío, sus mismos yoes sudorosos; pero peores.

 

 

Tú eres en verdad justo, Señor, si yo compito

 

                                                            Justo eres en verdad, Señor, si compito contigo; y sin embargo

 

                                                            por mí será dicho lo que es justo para ti: ¿por qué prospera la vía de los impíos?

 

 

 

Tú eres en verdad justo, Señor, si yo compito

 

contigo; pero, señor, también lo que suplico es justo.

 

¿Por qué el camino de los pecadores prospera? ¿Y por qué debe

 

en desencanto acabar todo aquello que emprendo?

 

    Fueres mi enemigo, Oh, amigo mío,

 

¿cómo podrías, me pregunto, peor que ahora

 

vencerme, frustrarme? Oh, los alcohólicos y esclavos de la lujuria

 

en horas libres prosperan más que yo, que gasto,

 

Señor, la vida en tu causa. Mira, las orillas y los recodos,

 

¡ahora cuán anchos han quedado! De nuevo están tejidos

 

con calado de perifollo, mira, y un fresco viento los hace temblar;

 

las aves construyen — pero yo no construyo; no, pero me esfuerzo,

 

eunuco del tiempo, y no engendro una sola obra que vaya a despertar.

 

Mío, Oh Señor de la vida, manda lluvia a mis raíces.

Tomado de:

https://www.otroparamo.com/web/articulo.php?ed=12&ar=483

 

 

II. LA NOCHE ESTRELLADA

 

¡Mira a las estrellas! ¡Eleva tu mirada hacia los cielos!

 

¡Contempla toda la ardiente multitud en los aires asentada!

 

¡Oh villas refulgentes, redondas ciudadelas!

 

De oscuros bosques en la más honda umbría, veneros de diamantes, ¡los ojos de los elfos!

 

¡Y aquellas grises praderas, frías, donde el oro, el oro vivo yace!

 

¡Argénteo serbal que se cimbrea al viento! ¡Aéreos álamos en llamas encendidos!

 

¡Copos de palomas, flotantes, huidas al susto del corral en desbandada!

 

¡Ah, pero este cielo se compra, todo él es premio!

 

 

 

¡Compradlo, pues! ¡Pujad! ¿Con qué?: oración, paciencia, limosnas, votos

 

¡Mira, mira: una invasión de mayo del huerto en la enramada!

 

¡Fíjate! ¡Un florecer de marzo en los sauzales con polvo de oro tapizados!

 

Estos son en verdad los graneros, más allá de los umbrales, las gavillas.

 

El relumbrante recinto al esposo oculta tras sus vallas;

 

Es la morada de Cristo, de Cristo, de su madre y de sus santos.

 

 

VIII. EN EL VALLE DEL ELWY

 

Recuerdo un hogar donde todos eran buenos

 

Conmigo, aunque, Dios lo sabe, tal cosa yo no merecía.

 

Reconfortante aroma al entrar se respiraba,

 

Recién traído, supongo, de algún bosque perfumado.

 

Aquel aire cordial por completo aquella gente protegía,

 

Como las maternales alas los huevos de su nido,

 

O, como en primavera, las tibias noches los renuevos;

 

Y parecía, por supuesto, parecía muy justo que así fuera.

 

Bellos los bosques, las aguas, las praderas, las gargantas y los valles,

 

Con ese aire que allí tienen las cosas y que este mundo de Gales configura;

 

Tan solo los habitantes no responden.

 

¡Oh Dios, amante de las almas, equilibradas balanzas inclinando,

 

¡Completa a tus queridas criaturas allí donde haga falta!

 

Tú, que eres poderoso maestro; Tú, que eres padre y amante.

Tomado de:

https://www.nuevarevista.net/gerard-manley-hopkins-veinte-poemas/

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