miércoles, 12 de noviembre de 2025

POEMAS DE EAMON GRENNAN - DESDE IRLANDA VERDE -


FUERZAS OPUESTAS

Aún con este clima duro hay amantes por todas partes                            

abrazándose uno al otro, las manos en los bolsillos del otro

buscando calor, la sensación de soy tuyo, el tierno reclamo

que eso sigue haciendo — una pareja se detiene en el frío

para quedarse ahí, las caras pegadas, los cuerpos abrazados,

enfundados en camperas, y entonces puedo ver manos desnudas

hurgando dentro, ver el rubor de los dedos fríos

al desviarse un poco, tratando de registrar pliegue

por pliegue, Lo que sientes es mi carne sintiéndote.

 

Debe haber algún instinto contrario en la sangre

que se rebela contra el clima como éste, que produce

amantes como brotes tempranos, igual que los amentos

gris plata que vi esta mañana, pulidos por el hielo

durante la noche. Los gansos también: más y más parejas

yendo hacia el norte, grandes bandadas llenas de vida

inhalando el aire helado y exhalándolo como canto,

como si esa gélida empresa fuera todo alegría, nada a que temer.

Tomado de:

https://boletinliterariobastaya.blogspot.com/2016/01/boletin-literario-basta-ya-noviembre.html

 

 

Cuatro ciervos

 

Cuatro ciervos alzan hacia mí sus gráciles cabezas

en la penumbra de la cancha de golf que debo atravesar

camino a casa. Están pastando la hierba húmeda

que ha dejado la nieve y me observan, inmóviles como estatuas,

en profundo silencio, y yo veo toda la luz que hay

concentrada en los charcos cristalinos de sus ocho apacibles,

apenas curiosos, pero prudentes ojos. Cuando de a uno a la vez

se inclinan para seguir comiendo puedo oír el frágil y húmedo

crujir entre sus dientes del pasto que la nieve no dañó, e imagino el lento

lamido de una lengua

contra labios que resoplan. Vinieron de los oscuros

rincones invernales de su miedo para hallar

una estación fresca, este obsequio anticipado, y están

casi tranquilos al borde de nieve blanca

lamiendo el dulce y raleado pasto verde gris. Una impresión

casi doméstica emana de la escena, la confortable

quietud del clan reunido en casa, un algo familiar

que siento a pesar del gran abismo de extrañeza

que debemos pasar por alto entre nosotros. Los rabos

se mueven, blancos, en el crepúsculo que avanza; percibo

la placidez de los ciervos al contacto de la nieve fría en el suelo

mientras hocican la hierba, como si, igual que pájaros,

hubieran atravesado desiertos indecibles sin otra cosa que hambre

dirigiendo su mente y llevándolos de hoja en hoja seca

y ácidas tiras de corteza, bajo un estruendo de armas,

hasta el frío solaz de las primeras tinieblas. He visto

sus rectas formaciones abatidas, resquebrajadas en los campos de nieve

bajo la tormenta, una fila india de nativos hambrientos,

pobres vagabundos por los que no se ruega

bajo el frío enceguecedor, náufragos curtidos en busca

de puertos de origen, que hallaron al fin, aquí

al umbral del invierno, entre nuestras casas y sus árboles.

Imprevistamente, me he acercado demasiado.

Moviéndose como una sola conciencia saltan en ondas silenciosas

sobre la hierba, henden luego la nieve con fuertes chasquidos,

alejándose ágiles hacia el refugio de un pinar

donde se quedan mirándome, una familia de espectros

con figura de ciervos

contra la bóveda más oscura de los árboles y este crepúsculo

enmohecido. Cuando el silencio se posa de nuevo sobre nosotros

y ellos se inclinan a pastar, el sonido del pasto lamido,

masticado, me llega a través del espacio que nos separa. Bastante

cerca para distenderse, ven que mantengamos, instintivamente,

nuestra distancia, compartiendo el aire cuyos últimos

fragmentos de luz se relejan en pequeños charcos de nieve derretida

o esparcen una capa de brillo sobre el hielo, el hielo que se endurece a

 medianoche

bajo el claro resplandor magnésico de la primera estrella.

Tomado de:

https://cainabella.blogspot.com/2017/05/

 

 

Los pintores de cavernas

 

Sosteniendo sólo un manojo de luz

ellos se apretujaban en la oscuridad, en cuclillas

hasta que la gran cámara de piedra

florecía a su alrededor y se paraban

en un enorme vientre de

luz parpadeante y penumbra, un lugar

para comenzar. Manos alzadas proyectaban sombras

sobre las formas más elegantes del resplandor.

 

Dejaron atrás el mundo de clima y pánico

y siguieron, dibujando la oscuridad

en su estela, pulsando como una sola vibración

hacia el centro de la piedra.

Los pigmentos mezclados en grandes caparazones

minerales molidos, pétalos y pólenes, bayas

y los jugos astringentes que destilaban

de las cortezas elegidas. Las bestias

 

comenzaban a formarse desde manos y matas de hojas

(empapados en ocre, manganeso, raíz de rubia, blanco malva)

trazando sobre la roca agreste, permitiendo a cuestas y contornos

moldear aquellas formas por azar, convenciendo

a inclinaciones rigurosas, pliegues y bultos

prestarse para ser cuellos, vientres, ancas hinchadas

una frente o un giro de cuerno, colas y melenas

encrespándose en un loco galope.

 

Intenso y humano, ellos unen

el reino mineral, vegetal, animal

a sí mismos, inscribiendo

la única línea continua

de la cual todo depende, desde

ese centro impenetrable

hacia los espacios intangibles de luz y aire, hasta

la velocidad del caballo, el miedo del bisonte, el arco

de ternura que esta vaca panzona

curva sobre su ternero-eje, o el ritual

de muerte con lanzas

que se eriza en la ijada golpeada

del ciervo. En esta línea ellos dejan

una figura humana hecha con palos, cabeza de pico

y una pequeña mano calcárea.

 

Nunca sabremos si trabajaron en silencio

como gente rezando- la forma en que nuestros monjes

Iluminaron sus propias eras oscuras

en sombreados claustros de roca,

donde ideaban un conectado

laberinto de encendidas afinidades

para discernir en el encaje y fábula de la naturaleza

su consciente, deslumbrante sexto sentido

de un dios de las sombras- o si (como pájaros

trazando su gran linaje alrededor del globo)

sostuvieron un constante rumor

de alabanza, estímulo, reclamo.

 

No importa: sabemos que

ellos fueron con canales de luz

hacia la oscuridad; acordaron

con el mundo dado; debieron haber tenido

-cuando sus manos se movían incesantemente

a la luz de la telaraña- un deseo que

reconoceríamos: ellos -antes de seguir

más allá de la zona limítrofe, ese ningún lugar

que está ahora aquí- dejarían algo

erguido y brillante detrás de ellos, en la oscuridad.

Tomado de:

https://www.abisiniareview.com/antologia-de-poetas-de-irlanda/

 

Memento

Disperso a través de la maleza de los harapientos que comienza a mostrar brotes verdes

Se encuentran los restos oscuros de los durmientes ferroviarios durmiendo ahora junto al naufragio oxidado

 

de un Chevy que una vez fue azul celeste y ahora no es más que paneles destrozados y

Brocas anónimas de motor en la zanja por un camino que una vez fue una línea ferroviaria

 

Cortado entre pequeñas colinas cuyo silencio no ha sido roto por el sonajero y

Un solo silbato de un tren durante cincuenta años y cuyo aire no ha llenado

 

durante años con el olor de mi infancia (ambientado por Seapoint en la línea costera) de carbón

El humo y el vapor caliente se hincharon con grandes respiraciones de nubes de una chimenea de zumo negro.

© por el propietario. proporcionado sin cargo para fines educativos

 

 

Scat de gato

Estoy viendo a Cleo escuchando, nuestro gato

Escuchando la Flauta Mágica de Mozart. ¿Qué

¿Puede estar escuchando? ¿Qué

¿Puede el aire llevarse a sus oídos así?

Sus oídos girando como platos de radio que

Están sintonizados con todo el ruido del mundo, plano

Y agudo, alto y bajo, una lucha de esto y aquello

Puede decodificar como si nadie fuera negocio, acróbata

¿De aires aleatorios como ella es? Aunque, por supuesto, un bate

Es mejor en ello, expulsando de su hábitat acústico

El sonido de la forma misma de las cosas automat-

Íntimamente... y en el ala, en eso. ¡La Flauta Mágica! ¿Qué

Una alegría es, me siento, y me pregunto (hasta el final este pequeño scat)

Hacer, o puede, el gato.

© por el propietario. proporcionado sin cargo para fines educativos

 

 

Canción

En su graduación de la escuela secundaria,

Ella canta sola

En frente de la suerte de nosotros...

 

Su voz soprano, sorprendente,

Casi de una mujer. Es que es

El Padre Nuestro en Francés,

 

El nuevo lenguaje

Hacerla extraña, allá afuera,

Completamente insípido y

 

Listo para cualquier cosa. Sentado

Juntos... ella se separó

Madre y padre... podemos

 

Escuchar la raqueta del tráfico

Temblar las calles principales

De Jersey City mientras canta

 

Líbranos del mal,

Y me pregunto si ella puede verme

En la oscuridad aquí, años

 

De la creencia, en el borde

De lágrimas. No importa. Ella

No pierde el ritmo, se mantiene

 

En el tiempo, en sintonía, mientras en

Nuestro silencio común que susurro,

¡Canta, amor, canta tu corazón!

© por el propietario. proporcionado sin cargo para fines educativos

Tomado de:

https://allpoetry.com/Eamon-Grennan

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