La urna: 1
I
Entra la aurora en el jardín; despierta
los cálices rosados; pasa el viento
y aviva en el hogar la llama muerta,
cae una estrella y raya el firmamento;
canta el grillo en el quicio de una puerta
y el que pasa detiénese un momento,
suena un clamor en la mansión desierta
y le responde el eco soñoliento;
y si en el césped ha dormido un hombre
la huella de su cuerpo se adivina,
hasta un mármol que tenga escrito un nombre
llama al Recuerdo que sobre él se inclina...
Sólo mi amor estéril y escondido
Cestas de regalo
vive sin hacer señas ni hacer ruido
II
También el subterráneo manantial
en su lecho de jaspe prisionero,
sufre, pero después rompe el venero
gorjeando ante la lumbre celestial;
recata un terciopelo funeral
el rostro rosa de la aurora, pero
también la aurora al fin rasga el severo
luto nocturno y ríe en el zorzal;
mucho tiempo en el surco está dormido
en laborioso sueño el útil grano,
y engarza al fin la espiga en el verano;
también mi amor estéril y escondido,
se levanta en su noble estampa humana
de pie sobre la estrofa castellana.
La urna: 59 Hospitalario y fiel en su reflejo
Hospitalario y fiel en su reflejo
donde a ser apariencia se acostumbra
el material vivir, está el espejo
como un claro de luna en la penumbra.
Pompa le da en las noches la flotante
claridad de la lámpara, y tristeza
la rosa que en el vaso agonizante
también en él inclina la cabeza.
Si hace doble al dolor, también repite
las cosas que me son jardín del alma.
Y acaso espera que algún día habite
en la ilusión de su azulada calma
el Huésped que le deje reflejadas
frentes juntas y manos enlazadas.
La urna: 2
Hermosa es la sidérea compañía
de siete estrellas en la oscura frente
del universo... Pero está vacía
la sombra que la octava hermana ausente.
¿Qué ignoto espacio su fulgor rocía
desde una eternidad, sola y silente?,
¿qué destino, a ella sola desprendía
como una flor del grupo refulgente?
El aderezo de las siete estrellas
es bello y como lágrimas son ellas...
pero pienso en la otra: ¡en la que falta!...
Veré más rostros y pasión más alta,
pero con fiel angustia, solamente
pensaré en esa que perdí, ¡la ausente!
La urna: 9
I
Nunca como esta noche de verano
de gran silencio melodiosa y pura
he sentido la lánguida dulzura,
la irrealidad, de mi pasión que en vano
confieso al alma de la noche oscura.
Bien sé que espero en algo muy lejano,
algo que no se toca con la mano,
que no se puede ver ni se figura;
algo como plegaria de intangible
boca, pero plegaria imperceptible;
un suspiro del viento, acaso una
música de violines escondidos;
una vaga mujer cuyos vestidos
ondulan en el claro de la luna.
La urna: 4
Como es de amantes necesaria usanza
huir la compañía y el ruido,
vagaba en sitio solo y escondido
como en floresta umbría un ciervo herido.
Y a fe, que aunque cansado de esperanza,
pedía al bosquecillo remembranza
y en cada cosa suya semejanza
con el ser que me olvida y que no olvido.
Cantar a alegres pájaros oía
y en el canto su voz no conocía;
miré al cielo de un suave azul y perla
y no encontré la triste y doble estrella
de sus ojos... y entonces para verla,
cerré los míos y me hallé con ella.
La urna: 19
Hay quien pide razón porque no llevo
el diapasón del general clamor,
y porque no resumo en verso nuevo
no mi vario dolor, sino el Dolor.
Siento como a torrente la conciencia
múltiple; siento a todos que soportan,
dalmática de plomo, la existencia...
Pero las multitudes ¿qué me importan?
¿Qué me importan las negras muchedumbres,
el tropel de las leyes y costumbres
y el gran rumor de mar de todo el mundo?
Pues mi motivo eterno soy yo mismo;
y ciego y hosco, escucha mi egoísmo
la sola voz de un pecho gemebundo.
La urna: 14
IV
Cantaba: “Salud, día del verano
diáfano, salud mies erguida y río
lleno de cisnes, y salud, hermano
cuyo labio es corola con rocío;
álamo ceniciento en el camino,
novia en cuyo mirar tan dulce y vago
copiado parecía mi destino,
como refleja blanca vela el lago” ...
Dijo así la ilusión sobre aquel muerto.
Y alma, tú suspiraste: “el Hado quiera
que se alce un canto en mi quietud postrera.
Y se prolongue mi poema y yerto
lo que amé rememore, en la canción
del Grillo, lira de resurrección.
La urna: 10
II
¿Entonces sigue mi infeliz suspiro
superviviente luz de estrella ausente,
o los mirajes de mi propia frente
como el viajero del desierto miro?
¿Es una de esas formas que un abrazo
ilusorio nos dan sólo en el sueño,
sombra que nunca me tendrá por dueño
será la gloria acaso?
¡Nunca! Mi corazón inconsolado
bien sabe que ha pasado por su lado.
Su presencia lo llena, como a copa
el óptimo elemento. Está en mi boca
su nombre que jamás se parte de ella...
¡Tú no eres irreal, aunque eres bella!
La urna: 62
La muy pobre fortuna que deploro
es de un valiente contendor esclava:
una felicidad pasada clava
en la desdicha actual su lanza de oro.
Me empaña con su gracia azul el lloro
la sonrisa que antaño contemplaba.
Poca es la saña de la suerte brava
cuando el recuerdo es el mejor tesoro.
¡Engañoso consuelo! porque en vano
piensa en el dulce hogar el que lejano
siente en comarca hostil, hostil el frío...
Mas cuando no recuerdo todo pierdo.
Yo soy lo que viví; y es el recuerdo
lo único que puedo llamar mío.
La urna: 86
¡Cuánto escribí!... Y sin embargo nada
ha dicho un poco, un poco de mi ser;
¡cuánto he deseado! y vedme: ¿qué deseada
cosa llegué a tener?
¡Cuánto lloré! mas ¿qué misterio es ese
que yo he sentido y para qué no sé?
Porque lo mismo estoy cual si no hubiese
llorado nunca. ¿Para qué lloré?...
¡Oh, noche! apaga como a un cirio mi alma.
No me dejes pensar, soñar, sentir,
no me digas que quise.
¡Oh, noche! envuelve con tu dulce calma
tanta inutilidad, tanto vivir
en vano, y lo que soy y lo hice...
La urna: 73
Solitario y doliente en noche clara
y misteriosa, —tú también misterio—,
paseaste en la actitud de quien soñara
las alamedas junto al cementerio.
¡Romántico a la antigua! que la moda
trueca la gran corbata acresponada
o el chaleco de pana y acomoda
la melena de intento descuidada:
cambia la barba, pero el pecho, ¿cuándo?...
Aunque en fúnebre copa no bebiste,
no por eso te sientes menos triste
y aún piensas que es amar llevar sangrando
el deseo de amar; y hosca la frente,
vas solitario, pálido, doliente.
La urna: 83
Contempla, vida, el daño que me has hecho,
como mirara el viento, —si pupilas
brillaran en sus alas intranquilas—,
la terraza de flores que ha deshecho.
¿Acaso piensas que es hazaña noble
encorvar la altivez en carne humana?
Es más fuerte que yo la flor temprana.
Firme monte no soy, ni viejo roble.
Mi larga humillación no me avergüenza,
ya que es honor que a diario me levanta
luchar contigo, aunque jamás te venza;
y tu rencor un verdadero signo
de que algo soy, puesto que clavas tanta
saeta de oro en este flanco indigno.
Balbuceo
Triste está la casa nuestra,
triste, desde que te has ido.
Todavía queda un poco
de tu calor en el nido.
Yo también estoy un poco
triste desde que te has ido;
pero sé que alguna tarde
llegarás de nuevo al nido.
¡Si supieras cuánto, cuánto
la casa y yo te queremos!
Algún día cuando vuelvas
verás cuánto te queremos.
Nunca podría decirte
todo lo que te queremos:
es como un montón de estrellas
todo lo que te queremos.
Si tú no volvieras nunca,
más vale que yo me muera...;
pero siento que no quieres,
no quieres que yo me muera.
Bien querida que te fuiste,
¿no es cierto que volverás?
para que no estemos tristes
¿no es cierto que volverás?
Tomado de:
https://www.poeticous.com/banchs?locale=en
Sombra
Si la muerte es final, total olvido,
el alma, en ese sueño no sentido,
nada es, pues no sabe que ha vivido;
nada, pues de sí misma está vacía.
O, acaso, sombra es de lo que ha sido,
y en vena vana hay eco de un latido
y oye caer en ilusorio oído
hojas secas de extinta melodía.
Sombra. Sombra de todo lo perdido,
reflejo que por siempre ha recogido
fugaz amor e instante de agonía,
y por siempre, en el Tiempo detenido,
sueña que es cierto su vivir mentido
porque espera la muerte todavía.
Simples palabras
No trabajes el verso
con amor prolongado.
Sea como paloma
que se va de la mano.
La dulce estrofa siempre
un poco de alma exhala
Más que gota de libro
sea gota de sangre.
Pero más a menudo
sea gota de alegría,
y próvida reparta
la cordial sonrisa.
Que no tenga en tu vida
mucha importancia el verso.
Tú que los haces sabes
que poco vale eso.
Haz como algunos hombres
que trabajan seis días
y los domingos podan
unas plantas queridas.
Trabaja tus seis días
y en la aurora de Dios
pódate el buen rosal
que está en tu corazón.
La Urna
*
La firme juventud del verso mío,
como hoy te habla te hablará mañana.
Pasa la bella edad, pero confío
a la estrofa tu bella edad lejana.
Y cuando la vejez tranquila y fría
del color virginal te haga una aureola,
no sabrá tu vejez mi estrofa sola,
y te hablará cual pude hablarte un día.
Y cuando pierdas la belleza, aquella
adolescente, el verso en que te llamo,
te seguirá diciendo que eres bella.
Cuando seas ceniza, amada mía,
mi verso todavía, todavía
te dirá que te amo.
Tomado de:
https://poemariosdelgrillofantasma.blogspot.com/2014/03/blog-post.html

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