jueves, 13 de noviembre de 2025

POEMAS DE SIMÓNIDES DE CEOS -DESDE GRECIA CLÁSICA -



De los que murieron en los Termópilas

 

De los que en muerte generosa y clara

en los altos Termópilas cayeron,

y venturosa suerte así tuvieron,

se venera el sepulcro como un ara.

 

No le oscurecerá la edad avara

que todo lo consume; y los que fueron

capaces de un tal hecho, y tal pudieron,

gozan una alabanza eterna y rara.

 

La religiosa tumba do hora posa

de estos varones ínclitos la llama,

que en lúgubre silencio y paz reposa,

 

a una jamás perecedera fama

elevará la Grecia gloriosa

do quier que el nombre de la patria se ama.

 

 

De cuatro cosas

 

Es excelente cosa

tener salud robusta y deliciosa;

 

y tener lo segundo

buen natural es lo mejor del mundo;

 

ser rico, lo tercero,

sin conseguir con fraudes el dinero;

 

lo cuarto, sin testigos

pasar la pubertad con los amigos.

 

 

De la muerte

 

Las fuerzas humanales

son débiles y flacas.

Vano y ligero el pensamiento suyo,

y en una corta vida

el hombre sufre males sin medida.

 

A todos igualmente

la misma muerte alcanza;

nadie rehúye su furor sañudo,

y el malo, como el bueno,

es fuerza que desciendan a su seno.

 

 

Epitafio a una mujer casada

 

Aquí la descendencia está encerrada

de aquel que en Grecia entre los de Hipia todos

se señaló con alma aventajada.

Que nunca supo usar de altivos modos

con el padre, el marido, los hermanos,

los hijos, ni los próximos tiranos.

 

 

II. Para unas armas colgadas en el templo de Minerva

 

Estos arcos de guerras, ociosos,

de Minerva en el templo colocados,

visto se han varias veces, vigorosos

con sangre de los persas mancillados.

De los persas, que siempre en sus fogosos

mortíferos caballos cabalgados,

en las peleas de los hombres fieros

entran, do suenan llantos lastimeros.

 

 

III. Para la estatua de un atleta

 

Yo, Aristodamas, valeroso atleta,

fui en Nemea dos veces coronado;

en Olimpia logré gloria completa,

y también en el Istmo celebrado;

y no tanto vencí con fuerza extraña

como con el ardid, el arte y maña.

 

 

IV. Para un puente

 

Id al templo de Ceres, sacerdotes,

sin temor de las aguas invernales,

pues ya Jenocles Lidio ha construido

puente sobre estos rápidos raudales.

 

 

V. Acción de gracias a Venus

 

A estos se les mandó que fervorosos

a Venus invocasen en sus ruegos,

ofreciéndole votos religiosos

por los valientes ciudadanos griegos,

porque no quiso que la ciudad clara

el persa sagitífero tomara.

 

 

VI. Para la imagen de un atleta

 

En esta imagen mira y reconoce

al vencedor Teócrito en Olimpia,

que, cuando joven, en la lucha y carro

tuvo una soberana maestría.

 

Hermoso siempre, aun cuando vigoroso,

en la áspera lucha se ejercita,

que de sus padres la ciudad adorna (1)

con la corona a su valor debida.

 

(1) En los Juegos Olímpicos se proclamaba el nombre del vencedor, de su padre y de su patria.

 

 

VII. Epitafio para un cazador

 

¡Oh, Licas, cazador de fama honrosa!

Las fieras tiemblan al fijar su planta

en tu sepulcro, y el Pelión y el Osa,

y el Citerón (1), do crece hierba tanta,

a las tiernas ovejas saludable,

conocen tu valor inimitable.

 

(1) Pelión y Osa, montes de Tesalia; y Citerón, monte de Beocia.

 

 

VIII. Del beber (1)

 

Cuando el Bóreas veloz ligeramente,

viniendo de los tracios, el costado

cubrió del alto Olimpo preeminente

fatigando a cualquier desabrigado,

la vida nos volvió benignamente.

Mas quiero yo que agora derramado

temple mi taza: que es un hecho fiero

dar el vino caliente al compañero.

 

(1) Compuso de repente Simónides este epigrama con ocasión de hallarse en un día caloroso de verano con otros amigos, a los cuales les sirvieron vino enfriado y a él no.

 

 

IX. De un retrato

 

El amor que me tenía

Praxíteles expresó:

por la imagen le pintó

que en su corazón sentía.

 

Y Frinés en el momento

de mi cuadro el precio dio.

Y así a mi retrato yo

arrojo flechas sin cuento.

 

 

X. De la mujer

 

No puede el hombre gozar

una cosa más hermosa

que la mujer, ni una cosa

peor puede disfrutar.

 

 

XI. De los atenienses

 

Grande luz amaneció

a los atenienses cuando

Harmodio, a Hiparco matando,

a Aristogitón siguió.

 

 

XII. A Sófocles

 

A ti, Sófocles amado,

de los poetas honor,

una uva con rigor

te dio fin desventurado.

 

 

XIII. De un cuadro

 

Ifión, de Corinto, fue

quien esta imagen pintó,

que en sus obras caminó

de buena fama en buen pie,

 

pues las obras del pintor,

de la misma gloria y maña

que al artífice acompaña,

sacan no pequeño honor.

 

 

XIV. De la bacante de Escopas

 

¿Quién es esta que está aquí?

La bacante. ¿Quién tan bien

la adornó? Escopas. ¿Y quién

de furor la llenó así

y la puso cual se ve?

¿Baco o Escopas? Escopas fue.

Tomado de:

https://academialatin.com/literatura-griega/poemas-simonides-ceos/

 

 

2 (9D)

 

De los humanos pequeño es el poder,

e inútiles los propósitos y cuitas.

En la breve vida hay pena tras pena.

Y la muerte ineluctable siempre espera.

Porque igual porción de ella reciben

los valerosos y quien es cobarde.

 

 

3 (6D)

 

Siendo humano, jamás digas qué va a pasar mañana,

ni, al ver a alguien dichoso, por cuánto tiempo lo será.

Porque ni el moverse de la mosca de finas alas

es tan rápido.

 

 

5 (7D)

 

Pues ni siquiera aquellos que antes hubo

y fueron héroes, hijos de los dioses

soberanos, a su vejez llegaron

tras vivir sin pesar, sin riesgo ni ruina.

Tomado de:

https://hectorcastilla.wordpress.com/2017/01/03/simonides-de-ceos/

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