NOCHE DE DOMINGO EN LA CIUDAD
Cogidos de la mano, yacemos en la cama,
con nuestras largas piernas cruzadas como alas
dobladas, nuestros largos pies tocando el
umbrío pie de la cama, tallado como una lápida
con uvas. Tienes el cabello encrespado, oscuro
como el nogal, rizado como los zarcillos de
parras. Tu mano derecha reposa en mi
mano derecha. Mi mano izquierda en la tuya.
Con los brazos enlazados como patinadores, yacemos
bajo el cuadro de tierra cultivada: la maleza
oscura y nublada como el humo, los árboles
elevando sus cenicientos esqueletos de pez,
y en el centro, encima nuestro,
el estanque en calma
silencioso como si fuera eterno.
EL OBJETO DE AMOR
El amor inventa un cuerpo que no es objeto,
una polla que no es cosa, un pecho tan
personal como un amante.
El noble animalito de los sexos
que preferiríamos morir antes que devorar.
Estoy despojando de la palabra amor al objeto,
al cuerpo astral como comida
que resplandece en el plato.
Estoy despojando de la palabra amor al muchacho
de piel penetrada por la luz
y de cabello rojo como un bistec en llamas.
Cuando se asoma por la ventana como helado que se funde
de la boca me gotea sal ardiendo.
Estoy despojando de la palabra amor a ese
deseo de morder.
Estudiamos todos al objeto, acechando el momento
en que una persona se transforma en cosa.
Llegamos hasta la cámara oscura y vemos a la mujer
convertirse de pronto en objeto, con una exacta dosis de
sangre brotando de su boca.
El amor no cree en estos objetos -es capaz de seguir a
una mujer
hasta la muerte y declarar
que sigue siendo la misma.
Estoy despojando de la palabra amor a los tragones
y poniéndola en la boca de muerta
como la cabeza de un gallo de pelea, para que cual soplo
vuelva a ella la vida.
«Ahora yo estoy aquí fuera
contigo, contra el fragmento del silencio
que se ha roto».
Satán dice (1980),
Sharon Olds.
LA COVERSACIÓN
Al mediodía en la cuadrada y oscura habitación de madera
la madre mantuvo una conversación con su hija.
La grosería no podía seguir, la maldad con su hermanito,
el egoísmo.
La persona de ocho años estaba sentada en la cama
en el rincón del cuarto, los iris oscuros como
unas últimas gotas de algo, su rostro
fijo derritiéndose, ruborizándose,
destellos de plata en los ojos como remotas
masas de agua entrevistas a través del bosque.
Aguantó y aguantó hasta estallar, gritando
¡odio ser una persona!, zambulléndose
en la madre
como si lo hiciera
en
un profundo estanque- pero no puede nadar,
la niña no puede nadar.
Tomado de:
https://vomiteunconejito.wordpress.com/2021/08/14/poemas-de-sharon-olds/
Acusación de oficiales de alto rango
En el zaguán arriba de del hueco de las escaleras
mi hermana y yo nos encontrábamos de noche,
ojos y pelo oscuro, los cuerpos
como gemelos en la oscuridad. No hablábamos
de los dos que nos habían llevado allí, como generales,
por sus propios motivos. Nos sentábamos compañeras
en la guerra fría, su cuerpo vivo la prueba de
mi cuerpo vivo, de espaldas al leve
cráter de obús de las escaleras, por donde
tendríamos que bajar, sin saber
más que loque habíamos aprendido allí,
así que ahora
cuando pienso en mi hermana, las suturas
y las marcas de las golpizas de su doctor esposo,
y las cicatrices de las operaciones, siento la
ira de un soldado parado sobre el cuerpo de
alguien a quien mandaron al frente de batalla
sin entrenamiento
ni arma.
Madre primeriza
Una semana después de que naciera nuestra hija,
me arrinconaste en la habitación de huéspedes
y nos hundimos en la cama.
Me besaste y me besaste, mi leche desató su
nudo corredizo y caliente a través de mis pezones,
empapó mi blusa. Toda la semana había olido a leche,
leche fresca, agria. Empecé a latir:
mi sexo había sido desgarrado como un trapo
por la corona de su cabeza, me habían cortado con un
cuchillo
y cosido, los puntos tiraban de la piel—
y la primera vez que te rompen, no sabes
que vas a cicatrizar, mejor que antes.
Me acosté con miedo y sangre y leche
mientras me besabas y me besabas, tus labios calientes,
hinchados como los de un adolescente, tu sexo grande y
seco,
todo tú tan tierno, te inclinaste sobre mí,
sobre el nido de puntadas, sobre
lo rajado y desgarrado, con la paciencia de alguien que
encuentra un animal herido en el bosque
y se queda con él, a su lado
hasta que vuelva a estar entero, hasta que pueda correr
de nuevo.
Estudio Bíblico: 71 a.C.
Después de derrotar a la armada de Espartaco
Marco Licinio Craso
crucificó 6000 hombres.
Eso dicen los documentos,
como si hubiera clavado los 18.000
clavos él mismo. Me pregunto cómo
se sintió, ese día, si salió a la intemperie
entre ellos, si caminó por esos bosques
humanos. Creo que se quedó en su tienda
y bebió, y quizás copuló,
oyendo las canciones en su honor,
la sintonía de instrumentos de viento
que estaba haciendo él de una sola vez, elevado a la
potencia de seis mil.
Y quizás se asomó, a veces,
para ver las filas de instrumentos,
su huerto, la tierra erizada con eso
como si un parche en su cerebro le picara
y ésta fuera su manera de rascarse
directamente. Quizás le dio placer,
y un sentido de equilibrio, como si hubiera sufrido,
y ahora encontrara una compensación,
y una voz. Hablo como un monstruo,
alguien que hoy en día ha pensado largamente
en Craso, en su éxtasis por no sentir nada
cuando otros sienten
tanto, su ardiente levedad de espíritu
por ser libre de caminar por ahí
mientras otros son crucificados sobre la tierra.
Puede haber sido el día más feliz
de su vida. Si se hubiera cortado
la mano con una copa de vino, dudo que hubiera
tomada conciencia de lo que estaba haciendo.
https://tierrapapel.wordpress.com/2017/01/26/sharon-olds-poemas-la-materia-de-este-mundo/
Ahogándose
Las madres están sentadas en la cocina, las últimas
horas de la tarde, la luz como resina
sólida en el agua junto a los tallos dorados,
el té como ámbar de bailarinas; se sumergen
en su lengua, charlan. Están siempre temiendo
lo peor para sus hijos; la grieta entre las tablas,
el clavo, el gancho, las escaleras al sótano,
toda la sangre de sus pequeños cuerpos –
Si mirás por la ventana mientras la oscuridad se filtra
y el cuarto es como una jarra amarilla,
hay un ángulo, hay un momento, en que se puede ver que
cada
madre
lleva una mujer colgada al cuello
arrastrándola– su propia madre que la agarra y la hunde
en la luz que se apaga.
de Satán dice
(1980).
Es tarde
La bruma recorre el jardín
como el humo de una batalla.
Estoy tan cansada de las mujeres lavando los platos
y de cuán inteligentes son los hombres, y de cómo quiero
morder sus bocas y sentir sus pijas duras contra mí.
La bruma se mueve, sobre los arbustos
brillantes de hiedra venenosa y negros
frutos como piedras. Estoy cansada de los hijos.
Estoy cansada de lavar la ropa, quiero ser genial.
La niebla se extiende en silencio sobre la maleza.
Estamos sitiadas. La única forma de salir es a través
del fuego, y yo no acepto ni un solo pelo más
ninguna otra cabeza quemada.
de Satán dice
(1980).
Locos
Yo dije que habíamos estado locos
el uno por el otro, pero tal vez mi ex y yo no estábamos
locos uno por el otro. Tal vez estábamos
cuerdos uno por el otro, como si nuestro deseo
no fuera ni siquiera personal–
era personal, pero eso apenas importaba, porque
parecía no haber ninguna otra mujer
ni hombre en el mundo. Quizá fue
un matrimonio arreglado, el aire y el agua
y la tierra nos habían concebido juntos – y el fuego,
un fuego de placer como una violencia
de ternura. Entrar juntos en esas bóvedas, como una
pareja solemne o jocosa con pasos
formales o con el pelo revuelto y a los gritos, se
pareció a
los caminos de la tierra y la luna,
inevitables, e incluso, de algún modo,
tímidos– encerrados en una timidez juntos,
en igualdad de condiciones. Pero quizá yo
estaba loca por él – es verdad que veía
esa luz alrededor de su cabeza cuando yo llegaba tarde
a un restorán – oh por Dios,
estaba extasiada con él. Mientras tanto los planetas
se orbitaban los unos a los otros, la mañana y la noche
llegaban. Y quizá lo que él sintió por mí
fue incondicional, temporal,
afecto y confianza, sin romance,
pero con cariño – con cariño mortal. No hubo
tragedia, para nosotros, hubo
una comedia cautivante y terrible
revelada de a poco. Qué precisión se hubiera necesitado,
para que los cuerpos volaran a toda velocidad por
el cielo tanto tiempo sin lastimarse el uno al otro.
de Salto del ciervo
(2012).
El gazal* del moretón
Ahora en mi cadera un óvalo negro-y-azul se ha vuelto
azulvioleta
como tinta en la cáscara de un gran
corte, doloroso como mordida de amor, demasiado
grande como para venir de una boca humana. Me gusta,
mi adorno en la piel – marco de oro, color de la envidia
adentro un camafeo, con tintes violeta
sobre él, el picaporte que mordió deja un púrpura
oscuro con movimientos como las temerosas patas
de un ciempiés. Cuento los días que pasaron, y los que
faltan
para que se vayan los colores podridos y después
de a poco desaparezcan. Algunas personas piensan que ya
debiera haber superado a mi ex – quizá
incluso yo misma pensé que lo superaría un poco más
para estos días. Quizá superé a medias a quien él
era, pero no a quien yo pensaba que era, y no superé
la herida, repentino golpe mortal
que parece venir de ningún sitio, pero que vino del
núcleo
de nuestra vida compartida. Dormí ahora, Sharon,
dormí. Incluso mientras hablamos, el trabajo se está
haciendo, por dentro. Naciste para sanar.
Dormí y soñá – pero no con su regreso.
Ya que no lo lastima, herilo, en tu sueño.
de Salto del ciervo
(2012).
*El gazal es un género lírico (forma
poética) que consiste en coplas y estribillos, con cada línea compartiendo el
mismo medidor. Es propio de las literaturas árabe, persa, turca y urdú.
Tomado de:
odo
Nunca nos concibieron a la gran mayoría de nosotros.
Nunca nacimos muchos de nosotros;
vivimos en un océano particular por horas,
por semanas, con miembros que nos sobran o faltan,
o sosteniendo nuestras pobres y segundas cabezas,
que nos crecen del pecho, con las manos. Y muchos de
nosotros,
mariscos de raíz, soñando algas,
caracoles marinos, somos sacrificados en los primeros
meses.
Y algunos que nacieron viven unos minutos
y otros viven dos o tres veranos,
o cuatro, y cuando parten, todo
parte —la tierra, el firmamento—
y el amor permanece donde la nada es, y sale en busca.
De One Secret Thing [Algo secreto], 2012
Oda a la mugre
Querida mugre, lamento mucho haberte ninguneado,
yo pensaba que eras sólo telón de fondo
de personajes principales —plantas,
animales y humanos animales.
Como si amara sólo a las estrellas
sin el cielo que les brindó un espacio
donde brillar. Sutil, variada,
sensitiva, tú eres la piel de nuestra tierra,
tú eres nuestra democracia. Cuando pude entender
que no te había reconocido como
mi prójima viviente, sentí vergüenza de mí misma,
es como si no hubiera distinguido
un personaje que parecía muy distinto a mí,
pero ahora nos veo por completo, hechos de
los mismos materiales básicos
—primos de esa inicial explosión de la nada—,
reunidos en nuestra ecuación compleja. Oh mugre,
ayúdanos a encontrar formas de servirle a tu vida,
tú que nos engendraste y diste de comer
y que al final habrás de recibirnos,
de girar con nosotros y temblar y estar en órbita.
De Odes [Odas], 2016
Soneto de la adicción
Prejuicio es adicción, y es
contagioso: los padres infectan a sus hijos
y es obsesiva la adicción, si un hombre
ve difícil mostrar amor al
hijo, podría deberse a que su padre
huyó con vida de ese pueblo donde
mataron a su padre
en un pogromo, el padre era modelo,
un hombre con terror.
Mas la adicción a ese silencio puede
curarse, como lo intentaron Carl y su hijo
con gran esfuerzo. Obreros de este mundo,
uníos, no tenemos ya nada que perder
salvo la muerte de la tierra.
Revista Poetry,
abril de 2023
Hernán Bravo Varela
Poeta, ensayista y traductor
Tomado de:
https://cultura.nexos.com.mx/sharon-olds-cuatro-poemas/
EL VESTIDO AZUL
El primer noviembre después del divorcio
recibí un paquete de mi padre por mi cumpleaños; ninguna
tarjeta, solo
una caja grande de Hink’s, la oscura
tienda almacén con un balcón y
una barandilla de caoba alrededor del balcón, podías
permanecer en pie y apretarte la frente contra ella
hasta casi sentir la densa veta
de madera, y observar hacia abajo
las filas y filas de camisolas,
enaguas, sujetadores, como si mirases
la vida interior de las mujeres. El paquete
procedía de allí, él se había aventurado en aquel lugar
por mí
al igual que había entrado una vez en mi madre
para extraerme. Abrí el paquete; nunca
me regaló nada hasta ese día,
y allí me encontré un vestido azul con botones
azules como el pelaje de un pato azul pequeñito
disfrazado para adentrarse en el grisáceo azul del agua.
Me lo puse, un ajuste perfecto,
me gustó porque no resultaba provocativo, era solo un
vestido azul para una hija de 14 años, al igual
que el traje de Clark Kent era solo un sencillo traje de
reportero,
sentí el tejido de algodón mercerizado Indian Head
contra la piel de la parte superior de mis brazos y en
mi
espalda ancha y delgada, especialmente en la piel de mis
costillas bajo esos nuevos pechos que había
criado durante la noche como seísmos en conmemoración de
su nombre.
Un año más tarde, durante una pelea sobre
lo horrible que había sido mi padre,
mi madre me dijo que él no había elegido el vestido,
que simplemente dijo que no comprase algo demasiado caro
y luego
ni siquiera le envió el cheque para pagarlo,
esa clase de hombre era. Así que
nunca lo vestí delante de ella
pero cuando me marché al internado
allí lo vestía todo el tiempo,
gozaba de su tacto, solo
a veces dejaba caer que era un regalo de mi padre,
queriendo mostrar en aquellos días que tenía algo
fuera verdad o no, sin importarme demasiado, solo para
tener algo.
EL PENE DEL PAPA
Cuelga bajo la sotana, un badajo
delicado en el centro de una campana.
Se mueve cuando él se mueve, un pez fantasmagórico
en un halo de algas plateadas, el vello
balanceándose en la oscuridad y el calor; y por la
noche,
mientras sus ojos duermen, se levanta
en alabanza a Dios.
EL ENFERMERO WHITMAN
Te mueves entre los catres de los soldados del mismo
modo en que yo me muevo entre mis muertos,
sus cuerpos blancos dispuestos en hileras.
Bañas la frente, bañas el labio, la polla,
como yo toco a mi padre, como si la lengua
fuera una forma de vida.
Escribes cartas a sus hogares, yo escribo al dictado
de sus labios firmes de ensueño, de este chico
que yo amo como tú amas a tus chicos.
Mueren y todavía los sientes. El tiempo
se vuelve irrelevante para el amor,
para los masculinos cuerpos en camas.
Nos inclinamos sobre ellos, Walt, llevando su aliento
suave en nuestros rostros, limpiamos sus cejas combadas,
acariciamos hacia atrás el pelo negro carbón de la
Unión.
Nos inclinamos, nuestros pechos puntiagudos
pesados como plomadas de leche fresca y esperma;
concebimos, Walt, con los hombres que amamos, así,
ahora,
los traemos para que den fruto.
TRUCOS
Mi madre
la maga
puede hacer que
aparezcan óvulos en su mano.
Mis ovarios
aparecen en su mano, negros como higos
y arrugados como dedos el día de la colada.
Cierra la mano,
y cuando la abre
nada.
Saca pañuelos de seda de sus orejas
de todos los colores, joyas de su boca,
leche de sus pezones. Mi madre la maga
desnuda, en pie en el escenario blanco
saca sus trucos.
Se saca los ojos.
Los agujeros de las cuencas
se llenan de aceite que filtra
bourbon y heces.
De los agujeros de la nariz
saca pergaminos
y arden.
En la escena final
extrae lentamente a mi padre
de su coño, lo pone
en un sedoso sombrero de copa
y desaparece.
Digo que puede convertir cualquier cosa
en nada, es un agujero en el espacio,
es de las mejores, la mejor
maga. Todo esto
lo acabo de sacar de mi boca justo
ante tus ojos.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-ovulos-en-la-mano-de-sharon-olds/
PRIMERA RELACIÓN SEXUAL
(para J.)
Sabía poco, y lo que sabía
no lo creía, me habían mentido
tantas veces, así que lo tomé tal como
vino, su cuerpo desnudo sobre la sábana,
los pelos pequeñitos y rizados de sus piernas como
carcasas doradas y finas, su sexo
cada vez más duro bajo mi palma
y sin embargo, no tan duro como una roca, el rostro
empinado
hacia atrás, como aterrorizado, el sudor
que salía de los poros como senderos
rápidos de caracoles diminutos cuando las rodillas
se cerraban con pequeños golpecitos y bajo mi
mano él reunía y sacudía una verdadera
riada como leche de su cuerpo, lo
veo brillar en su tripa, todo lo
que me habían dicho y más, y me lo froté
en las manos como loción corporal, y firmé para siempre.
PRIMER AMOR
(para
Averell)
Era domingo por la mañana, tenía el New York
Times desplegado en el suelo del dormitorio, la
tinta negra permanecía como plata oscura en el
reverso de mis manos, era primavera y tenía
el tragaluz de la ventana del cuarto abierto para
que entrase, incluso tenía la radio
encendida, estaba dejando que entrase del todo, las
vocecillas plateadas de la radio; incluso
me permití sentir que era Pascua, la
flor oscura de la vida abriéndose
de nuevo, su vida le había sido
devuelta otra vez, estaba enamorada y podía soportarlo,
con las manos
manchadas de tinta, las noticias de la radio
llegaban a mis oídos, se había producido un accidente
y dijeron tu nombre, eras hijo del famoso y
dijeron tu nombre. Luego dijeron donde había
llevado a los heridos y a los muertos, y llamé al
hospital, recuerdo que me arrodillé junto
al teléfono de la entrada de la tercera planta de la
residencia, las
escaleras escarpadas en descenso
junto a mí, hablé con un hombre
joven, un joven médico en la
sala de urgencias, mi oído abierto
presionaba el oscuro auricular, mi vida abierta
presionaba el universo, dije
¿Cuál de ellos ha muerto? Y dijo tu nombre,
él estaba allí en pie en la habitación contigo
y decía tu nombre. Recuerdo que apoyé
la frente contra los barrotes barnizados
del carril de la balaustrada y me sujeté
apretándolos como si quisiera
arrancarlos todos a la vez, cerrarlos como una puerta
oscura, cerrarme yo misma como una puerta
igual que habías sido tú encerrado, cerrado del todo,
pero no pude
hacerlo, el dolor seguía avanzando a través de mí como
la vida, como el regalo de la vida.
ESTO
Quizá si no tuviera esto
yo misma me llamaría la hija de mi madre
o identificaría mi alma con el cuenco azul
colocado sobre la mesa, o con el muro de oro, o el
campo.
Me llamaría a mí misma Cobb, Stuart, Torrance,
McLean, vestiría con tela escocesa todo el tiempo,
verde clan, rojo sangre,
línea fina de vena púrpura,
si no tuviera esto. O quizá me gustaría envolver mi vida
en la bandera, en las amplias franjas de sangre, en sus
estrellas como cuencos rotos sobre esa mesa,
o en la frente curva de mi padre como el cuenco de
cereales
aquí sobre mis cejas, o en la vena mala de mi madre
que corre por el interior de la pierna
como un río subterráneo.
Pero
tengo esto,
así que esto es lo que soy, este cuerpo
blanco como masa amarillenta barrida con harina seca
presionada contra su cuerpo. Soy estos pechos que se
aplastan junto a él como abatibles tazas
de viaje plateadas, comprimidas unas junto a otras,
y los pezones que flotan en el centro como frambuesas
duras a la luz del sol, ambos son
mi vida, el sexo oscuro que
lo acoge a él como cualquiera que en verano
abra su garganta a la manguera sujeta
en el borde caliente de un solar. No
me preguntes por mi país o quién era mi
padre o incluso a qué me dedico, si
quieres saber quién soy, soy esto, esto.
Tomado de:
https://hectorcastilla.wordpress.com/2018/02/11/sharon-olds/

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