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(Los Santos, 31 de mayo de 1962 - ciudad de Panamá, el 3 de julio de 1991)
28.
Frágiles somos.
Se enrumba nuestro ser
por las escalinatas
donde al final todo hombre
no es un Dios.
44.
El sueño es un ángel de alas rotas;
se olvidó de que el mundo cabe
en nuestros ojos.
49.
Cruye la memoria
y todo sueño es melodía
y estamos aquí en lo lejano
porque vivimos para sostenernos.
52.
Si me fuera posible vivir
esa vida no vivida
que son todos los sueños
que me faltan.
78.
Mi alma sueña jugar con aquel niño
al que le han dicho que mañana
podrá tocar con sus manos todo el
cielo.
Del Libro: Áncora
Tomado de:
1
Te hablo de cosas desconocidas
y de voces que preparan
un relato aprendido.
2
Echa tus ojos al caminho
ahí hemos de entendernos
en la espera que es humana
y que es divina.
17
Nada es tan leve y el sueño lo sabe.
nos quedamos a la sombra
y se nos pierden las palabras.
22
Los pájaros se han perdido.
Como barcas de sal
que navegan sin sus brillos,
ya lejos,
como ellos,
hay veces en que siento que no soy.
35
Alma desmedida en intenciones,
acaso fue mejor retroceder.
Pero fuimos puntuales
y el licor fue amargo.
En lo callado del sueño
1.
Mi piel es un jardín que, entre el polvo, brota tiempos
que me duelen; y mi casa,
una oquedad que me humedece con las voces de seres que
han ido.
Después de mis ojos, el mundo que no habito llegará con
el alba. Bajo el golpe de la vida, todos
los puertos son grises, y más viejos serían y menos tristes, si las aguas se
murieran en sus aguas y nunca en las orillas.
Oh, tarde, si tan llena de luces permanecieras en el
alma, cómo corren estos pasos y hay un feliz camino que conduce hacia la
muerte.
2.
Aquellos hombres miran el alba y sienten que sus pieles
recogen el temor en la distancia. El sol
toca sus frentes y aprenden, entonces, a juntar el fuego en la soledad de los
abismos.
Diles que yo también me llené las manos de tardes y
lloviznas, de alambrados cercanos en torno al árbol florido y que, con el peso
de mi rostro, eché las alas al vacío.
La noche pintó sus lágrimas y yo até a mis venas a la
viuda. Diles que allá, donde uno cree
que las sombras se plantaron con semillas, hay un surco estéril que domina la
inmensidad y es ahí donde a veces, y pocas veces nunca, esta tierra tuvo sus
raíces hacia el cielo.
Porque de los alfabetos iniciales y de la voz
amanecida, del abismo y de la piedra, de las aguas convocadas a nutrir la vida,
nos nació el llanto.
3.
Desconozco el canto de las rocas, pero no el de esta
piel que, en las noches, como hueso desgastado, pide anclarse en los abismos de
la soñada eternidad.
Desconozco mis sombras en las madrugadas, mas no la
orilla de ese mar que tiene atadas en sus aguas todas las barcas.
Las tardes nunca han equivocado sus soles. El ave vuela el justo espacio, cuya sombra ha
de cubrir al soñador.
Acaso desconoceré la exactitud de mis huellas, pero -en
lo profundo de mis voces- descubrirás que mi barcaza tiene un sueño de espumas,
tan blanco como el pez que no tiene caminos en el agua.
4.
Mira esta inmensidad, si es que el temor no te cierra
los ojos; arráncate el dolor y entremos al festín que anuncia la llegada de
otros tiempos.
Las rocas de la muerte nos atisban; las aguas que nos
mojan con la desesperanza desbordan los cristales del corazón más profundo.
Y yo te digo:
“Bajé de los velos para escuchar la lentitud y decirle que cuando el sol
teje su lienzo, son otros los pájaros que hoy nos pintan ataduras en el alma”.
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