jueves, 16 de julio de 2015

Poemas de Eduardo Cote Lamus

Eduardo Cote Lamus


EL VÉRTIGO


Para Alfonso Costafreda
Todo se va cayendo, todo es piedra,
molino que cambia aire por harina
como el hombre es igual a lo que anhela.
Todo se va cayendo, todo es plomo
que cae ceniciento por la piel.
Y todo va cayendo al miedo. Alguien
usa la voz como perfume: cae
sobre su sombra y la destruye, cae
envuelto de pasión sobre sus pasos:
los borra, los sepulta, los camina.
Todo se va cayendo, todo es sueño:
la luz para encenderla tiene un nombre,
otro para apagarla. Todo es sueño.
Alguien se fue quitando días, poco
a poco, hasta quedar sin años, para
meterse en tierra y embozarse en ella.

LA VIDA EN VANO

Siempre fue igual el amor a caminar despacio bajo la
                                                                            [lluvia,
a saber el deseo, donde se dura, presa en otro cuerpo,
a volver los ojos al hombro y ver el horizonte.
Pero la libertad concluye cuando deja de entregarse.
Y si el amor ya no acompaña, ¿a dónde ir?
Mas el amor varía como las estaciones.
Algo suena en el río amenazando sombra:
se contaba en la infancia que las piedras
estallan cuando vienen las crecientes
y siniestras creaturas se liberan
que van corriente abajo destruyendo.
De nada tienen piedad hasta que vuelven
a meterse en las rocas. Así el amor.
 
 
Sucede, en los amantes, que siempre hay uno que ama
                                                                                [más,
y él dirige, activa, muere y muere, se ahonda o sube
mientras el otro en la serena sombra se desliza
donde el día puede dormirse y estremecerse en sueños.
Pero la amada entonces recibe del amante
el amor, como una corona en la frente.
 
Siempre fue el amor como el comienzo de otoño,
el profundo labrarse del hombre como piedra en el agua,
como cuchilla en la piedra, el ir preparando día tras día,
sin saberlo, el hallazgo de un sueño:
entonces yo
puse cuerdas al sueño y sonó como un arpa.
 
El amante siente que algo sucede entre su pecho
porque la amada lo ama más. Y poco a poco
lo supera: él, definitivamente perdido.
Donde parece que no cuenta el tiempo, en las prisiones,
se ven salir después de la condena
jóvenes rostros que al sentir la libertad se vuelven viejos.
Así el amor. Como en Alemania de post-guerra,
cuando después del trabajo se reúne la familia
en el antiguo símbolo de la mesa, y todos van llegando
con la edad: el joven y su esposa con la
llama azul de sus ojos y con el hermoso hijo de la mano;
el abuelo, magro y severo, todavía como el sabor de la
                                                                            [cerveza,
y la madre, más severa aún: entonces, al juntarse en los
                                                                            [manteles,
todos envejecen, mientras
por la frente del niño cruzan las arrugas del
bisabuelo del retrato. Porque en ese instante piensan
que no existe el futuro sino las sillas vacías en la mesa.
Así el amor.
 
Siempre fue el amor igual a poblar una doncella,
a verla convertida en siembra porque todos
los días busca nuevo nombre, y así, llena de nombres
hasta la concepción.
 
Allí cayó el amor, se dice, y uno lleva
los huesos ardiendo, al rojo vivo.
Todo se siente en la oscuridad: el arco tenso,
ceniza el corazón, por suelo el pecho,
el otoño con su máscara de frutos, el cielo de mañana,
el apetito de volver aunque no sea sino los ojos.
 
Allí cayó el amor, se dice, y se dice
que Tereo comió la carne de sus hijos
y respiró hueco, su cuerpo hueco y a la merced del viento,
mientras la golondrina y el ruiseñor iban cantando.
Siempre fue el amor igual a salir todas las noches
a buscar una estrella entre el ancho cielo.
Y no encontrarla es un mal signo, porque todo
está marcado como las cifras en la piel de las bestias.
 
Y se continúa buscando y esperando. Digo a propósito
que en el Barrio Chino de Salamanca, rodeado de
                                                                    [conventos,
llevaba Luisa, ya octogenaria, flores de papel
en la cabeza.
 
Viene luego la asignación de los días vacuos,
de los días mercenarios que se quisieran alquilar,
casi sin fecha,
tal vez para llenarlos como un cántaro.
Entonces viene la pregunta: ¿a dónde ir?

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POEMA IMPOSIBLE
Deja por última vez que mi tacto te sepa
porque quiero aprenderme tu cara de memoria,
porque quiero iniciar un poema diciendo:
“En Segovia, una noche de torres, mi alma no pudo,
no le fue posible . . .”

Déjame, sí, déjame.
Déjame aunque sea fatigar tus huellas
por esta almohada con aroma de rostro
porque quiero hacer un pájaro con tu piel
para despertar mi corazón muerto.

Yo te amé de frente, por entero
y me miraba largamente en tus manos
buscando dar olvido a mi antigua sed de orilla.

Por ahí para esta tristeza con cara de rosa
como si el color llevara mi dolor descalzo.
A veces me viene tu silencio de campanas
que debajo de tu piel silban siempre, siempre…

Te acercaste a mi vida como un vegetal solo
alargando tus ojos hasta la plenitud del árbol.
Mi vida era sencilla, humilde,
tiernamente arcilla para un tacto.

Ahora no soy sino un manantial ciego
que huye de la sombra en tu mirada.
Es cierto que todo me fue inútil, doloroso;
fue una lástima que tú no me quisieras:
ha sido el mayor qué lástima del mundo.

Pero ven, acércate y muérete un poco en mis palabras.
A pesar de todo eres mi amor, mi tú, mi nunca.

Y ya no puedo con este hueco sin destino
que me pesa por dentro como Dios en la yerba.
Porque tampoco puedo con este sabor de ti en los labios.

Sí: en Segovia murió la savia de repente.
Y yo no pude,
no me fue posible.
IMPOSSIBLE POEM
Let my touch know you for the last time
because I want to learn your face by heart,
because I want to start a poem with:
“In Segovia, on a night of towers, my soul could not,
was unable . . .”

Let me, yes, let me.
Let me at least tire your footprints
for this face-scented pillow
because I want to make a bird out of your skin
to awaken my dead heart.

I loved you head on, completely
and watched myself at length in your hands
seeking to grant forgiveness to my ancient thirst for a shore.

This way for this rose-faced sadness
as if the color carried my barefoot pain.
Sometimes there comes to me a silence of bells
always, always whistling under your skin…

You approached my life like a lone vegetable
stretching your eyes up to the tree’s fullness.
My life was simple, humble,
tender clay to the touch.

Now I am but a blind spring
fleeing the shadow in your gaze.
It’s true that everything was useless and painful;
a pity that you didn’t love me:
it’s been the greatest what a pity in the world.

But come, come near and die a little in my words.
Despite everything you’re my love, my you, my never.

And I can no longer cope with this fateless hollow
weighing inside me like God on the grass.
For neither can I cope with this taste of you in my lips.

Yes: in Segovia the sap died suddenly.
And I could not,
was unable.

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