El árbol y la nube
Un árbol anda de aquí para allá bajo la lluvia,
de prisa, ante nosotros, en lo gris derramándose.
Lleva un recado. Vida extrae de la lluvia
como el mirlo en un jardín frutal.
Cuando la lluvia cesa, el árbol se detiene.
Se vislumbra derecho, quieto en noches claras,
como nosotros, esperando el instante
en que florezca nieve en el espacio.
Retrato con comentarios
(…)
Eso que soy yo en él descansa.
Existe. Él no lo siente
y por eso existe y está vivo.
¿Qué es yo? A veces, hace mucho tiempo,
por unos segundos me acerqué
a qué es YO, qué es YO, qué es YO.
Pero cuando precisamente vi a YO,
YO desaparecí y quedó un hueco
por el que yo caí como cayera Alicia.
Caprichos
Oscurece en Huelva: palmas tiznadas
Y el murciélago rápido,
blanco plateado del silbar del tren.
Las calles se han llenado de gente.
Y la señora apresurada
en el tumulto cuidadosamente pesa
la última luz del día en la balanza de sus ojos.
palabras, palabras, pero no lenguaje,Oscurece en Huelva: palmas tiznadas
Y el murciélago rápido,
blanco plateado del silbar del tren.
Las calles se han llenado de gente.
Y la señora apresurada
en el tumulto cuidadosamente pesa
la última luz del día en la balanza de sus ojos.
parto hacia la isla cubierta de nieve.
Lo salvaje no tiene palabras.
¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!
Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.
Lenguaje, pero no palabras.
Versión de Roberto Mascaró
De "La plaza salvaje" 1983
Nórdica Libros S.A. 2010
De marzo del 79
Cansado de todos los que llegan con palabras, palabras, pero no lenguaje,
parto hacia la isla cubierta de nieve.
Lo salvaje no tiene palabras.
¡Las páginas no escritas se ensanchan en todas direcciones!
Me encuentro con huellas de pezuñas de corzo en la nieve.
Lenguaje, pero no palabras.
Versión de Roberto Mascaró
De "La plaza salvaje" 1983
Nórdica Libros S.A. 2010
Haikus
10
Sol de noviembre...
Mi sombra nada, enorme:
se hace espejismo.
* * *
11
Me ve la muerte:
problema de ajedrez.
Ya lo ha resuelto.
* * *
25
Zumba la lluvia.
Yo susurro un secreto
para entrar allí.
* * *
26
Escena de andén.
Qué extraña esta quietud:
la voz interna.
* * *
28
El silencio gris.
Pasa, azul, el gigante.
La brisa del mar.
Versión de Roberto Mascaró
De "29 Haikus y otros poemas" 2003
Nórdica Libros S.A. 2010
LOS CUATRO TEMPERAMENTOS (1958)
Registrando, el ojo transforma los rayos solares en bastones policiales.
Y de noche: la bulla de una fiesta en el piso de abajo
sube como flores irreales a través del suelo.
Salgo a la llanura. Oscuridad. El vagón parece no moverse.
Un anti-pájaro graznaba a la ausencia de estrellas.
Arriba el sol albino, lanzando oscuras marejadas.
*
Un hombre como un árbol erguido con hojas crujientes
y un rayo en guardia vio al sol con hedor de bestia
que buscaba entre alas crepitantes sobre la isla de acantilados
del mundo, avanzando tras banderas de espuma por la noche
y el día, con blancos pájaros lacustres y ruidosos
en cubierta, y todos con pasaje hacia el Caos.
*
Basta con cerrar los ojos para oír claramente
el pequeño domingo de las gaviotas sobre la comarca interminable
[del mar.
Una guitarra comienza a abotonar el arbusto y la nube avanza
lentamente, como el trineo verde de la primavera tardía
—con la luz amarrada que relincha—
llega resbalando sobre el hielo.
*
Desperté con los tacones de la amiga golpeteando en el sueño
y, afuera, dos montones de nieve, como olvidados guantes del invierno,
mientras octavillas del sol se desplomaban sobre la ciudad.
El camino nunca tiene fin. El horizonte se apura hacia adelante.
Los pájaros sacuden el árbol. El polvo se marea en torno a las ruedas.
¡Todas las rodantes ruedas que contradicen la muerte!
Y de noche: la bulla de una fiesta en el piso de abajo
sube como flores irreales a través del suelo.
Salgo a la llanura. Oscuridad. El vagón parece no moverse.
Un anti-pájaro graznaba a la ausencia de estrellas.
Arriba el sol albino, lanzando oscuras marejadas.
*
Un hombre como un árbol erguido con hojas crujientes
y un rayo en guardia vio al sol con hedor de bestia
que buscaba entre alas crepitantes sobre la isla de acantilados
del mundo, avanzando tras banderas de espuma por la noche
y el día, con blancos pájaros lacustres y ruidosos
en cubierta, y todos con pasaje hacia el Caos.
*
Basta con cerrar los ojos para oír claramente
el pequeño domingo de las gaviotas sobre la comarca interminable
[del mar.
Una guitarra comienza a abotonar el arbusto y la nube avanza
lentamente, como el trineo verde de la primavera tardía
—con la luz amarrada que relincha—
llega resbalando sobre el hielo.
*
Desperté con los tacones de la amiga golpeteando en el sueño
y, afuera, dos montones de nieve, como olvidados guantes del invierno,
mientras octavillas del sol se desplomaban sobre la ciudad.
El camino nunca tiene fin. El horizonte se apura hacia adelante.
Los pájaros sacuden el árbol. El polvo se marea en torno a las ruedas.
¡Todas las rodantes ruedas que contradicen la muerte!
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