sábado, 18 de julio de 2015

Poemas de Ida Gramcko

VOZ

Hay alguien que llama desde remotas cimas,
hay una voz profunda que me pide estar cerca.
Los aires se arremansan en corrientes continuas
hasta fundir los ecos en la dormida piedra.

El camino es un paso que dio el gigante mundo
con sus botas de angustia, pensativas y negras;
era un viajero entonces, desamparado y rudo,
y con su andar de nave fue duplicando huellas.

A veces tengo alas. Los cabellos furtivos
se fugan entre ratos de las furias del viento,
las manos, como arañas, van tejiendo en sus giros
una red infinita de locura y de ensueño.

¡Llegaré hasta la cumbre! Tendré todas las flores
azules y mojadas que habitan en las cuevas,
y habrá un concierto claro de pájaros y voces
en la garganta virgen de la desnuda tierra.

Hay alguien que me llama desde remotas cimas
y voy tras su llamado como la humilde sierva:
manos y pies descalzos...entre luces y vidas,
hasta la voz profunda que me pide estar cerca.

                                                                        (Umbral, 1941)


CÁMARA DE CRISTAL

Cámara 
de cristal
mi lágrima.
Y el mar.
Y alcoba pálida
mi sollozo.
Mundo de celofán.
Pecera de hondo
movimiento estelar.
Niebla de otoño.
Y algo más 
que naufraga en mi llanto misterioso.

                                    (Cámara de cristal, 1943)

(El mismo yo, mas caracol)

OPULENCIA VITAL, múltiple ramo
cuyo nosotros fiel nos necesita
tal como somos, un pajar, un grano...
¡De cuántas cosas brota una sonrisa!
Alegre libertad dice: me llamo...
(aquí su nombre). Fructifica
antagonista plácido y cercano
como una carne mágica y melliza.
La luz es todo junto más el halo
con que cada fulgor se precipita.
Prójima sombra, fraternal arcano,
¡son, son! Y es el amor quien los precisa.
Pero la precisión es un regalo.
Nada más. Una dádiva inaudita.

CARACOL, EL HERMANO,
el mismo caracol, más caracol. Concisa
su forma sigue sin barniz ni estrago
para que el hombre sufra un alma rica,
un alma suya en el vellón y el gajo,
íntima, inmensa, siempre en sed y ahita.
Así construímos un lugar humano,
pero tan lleno de él como de brisa.
Inventamos
una pared de cal...¡y tan distinta!
Un muro nuevo, ¿raro?
Sólo en su fresca soledad continua.
-¿Soledad, otra vez lo solitario,
otra vez la distancia?¿Y la caricia?-
Cálmate, amor; lo nuestro es lo lejano,
toca el largo perfil, la piedra lisa
dice por voz de su vigor: yo te amo.
La forma singular es la infinita.

VIVA BELLEZA desde el seno irrumpe
como una curvatura que desliza
las auroras boreales de las ubres
sobre un lecho de líneas.
Somos el hombre el caballo sufren,
pero una inmensa investidura estricta
nos señala sin verbo entre las cumbres.
Somos entonces ser hasta la risa,
la carcajada diáfana en los buches.

PRESUNTO SORTILEGIO. Sólo alcance.
Belleza, nada más,
abre la boca y es un cráter
y el umbral
y ya todo lo abierto, semejante.
Paz, ardiente paz, lógica paz.
Calma: pasión que sabe su combate,
luchar
por una rosa, pausa en el desastre,
por el menos y el más.
Menos: inmensa perspectiva de alguien.
Belleza, para ti la eternidad,
ayer, ahora y luego. No hay instante.
Sí, para ti vivir sin terminar,
que todo aquel que muere es un cobarde.

RECUÉRDATE, PALABRA, 
como eres, como estás, pulcra y redonda,
no el agua mas en agua y tras el agua
y con el agua sin más pie ni alfombra.

ATIENDA AQUEL QUE DIJO
hallar dicha y sosiego
en un sueño beatífico y tranquilo;
atienda a lo que digo y lo que creo.
¿Sabes, nocturno amigo,
a qué cosa en verdad llamamos sueño?
Atiende, hermano mío,
sin pena y sin recelo,
yo, que he soñado, yo, que no he dormido,
te pregunto sin voz desde mi lecho:
¿crees que el sueño protege del abismo,
rescata del asalto y del incendio?
Yo, soñadora inmóvil, no he creído
en mi rostro apacible cuando duermo.
Lucho soñando, sórdida, conmigo,
con un pájaro extraño, con el viento,
con un agudo y afilado pico
que me horada las sienes y el cerebro
y dejo sangre en el cojín y heridos
flotan ardiendo, aullando, mis cabellos.
Soñador y sonámbulo es lo mismo.
Se va entre nieblas, huérfano.
¿Quién hiló las almohadas? ¿El olvido?
La mano movediza del recuerdo
con un sombrío ovillo
y tejió la crisálida del lienzo
con una larga víbora de lino
que se enrosca en el alma y en el cuerpo.
Atienda aquel que alguna vez me dijo
hallar quietud seráfica en el sueño;
atienda a mi creencia, a mi pregunta,
que es la de todo soñador despierto.
Creo en mi corazón, su llama oculta
bajo las sábanas, ardiendo.
Creo en mi sangre muda
corriendo como un río del infierno.
¿Cree alguien en la calma de las tumbas,
en la paz de los muertos?
Quieren creer... ¡No lo han creído nunca!
Descansa en paz, sólo es un gran deseo.
Descansa en paz, pero la paz no escucha;
descansa en paz, pero el descanso es ciego.
La muerte, insomne, mira hacia la lucha
y el sueño es el más íntimo desvelo.


De Poemas, 1952

ARRÁNCAME LAS ÁRIDAS RAÍCES,
déjame suspendida en el espacio, 
entre los vientos firmes. 
Allí se está como en un gran regazo
maternal y sin límites. 
Déjame con los pájaros, 
indagan lo invisible.
¡Ah, más allá del cielo se alza un árbol 
que sus alas indómitas persiguen! 
No lo han visto jamás y, sin embargo, 
creen sentir su rumor en los confines. 
Rumor de hojas distantes... Pero ¿acaso 
no lo vieron, gigante, en el origen 
primero de la vida, y en sus cantos 
no es la voz de la ausencia lo que aflige? 
Deja que suba a lo alto 
y que mi canto vibre. 
Canto la ausencia de algo, 
de una estrella enterrada en nubes grises. 
La sombra azul del árbol 
se dilata y me ciñe.
Déjame con los pájaros.
Soy una flor delimitada y triste.
Arráncame los pétalos y el tallo
y la fragancia, y líbrame.

   De Poemas, 1952

De Sonetos del origen

4
Allí está. Yo lo puse. Es un murmullo
de agua. Nació en mi sangre que es materna.
Porque algo nace si me destituyo
de mi autista entidad. Esa caverna

como una sombra azul ya la diluyo
si desde la emoción trémula y tierna
irradio. Brota entonces un cocuyo,
como chispa de lúcida linterna.

No me ensimismo sino porque fluyo.
De mí no emana una dureza externa.
Hago la vida: un hálito, un arrullo.

Un vacío de bosques me consterna.
Abro el labio: es el canto. Y un capullo
abre parejo a mi canción interna.


La unidad del llanto


Esto soy todavía:
un sosiego turbado por las lagrimas.
Esto fui: una pupila
húmeda, abierta, y ávida.
Esto he de ser: el llanto, mientras viva.
Un erguido sollozo me levanta,
me hace andar en las cumbres, me encamina 
hacia la azul montaña.
Y allí está la sonrisa 
como una flor salvaje que me aguarda.
Veré la blanca flor y será mía,
¡mía!, y tendré llorando que arrancarla
del fondo de mi ser, pequeña y tibia, 
de lo alto de lo cumbre, pura y blanca.
¡Mía! Y el llanto surca mis mejillas 
para que yo merezca su fragancia. 


                   
Recuérdate, palabra,
como eres, como estás, pulcra y redonda,
no el agua mas en agua y tras el agua 
y con el agua sin más pie ni alfombra. 

                          

Para construir la sola cosa pura 
hay que ser ella y resistir en ella.
Estar a solas con su espera oscura...
¡Los cinco pinos duelen de la estrella! 
Gestándola, y no sólo en la cintura,
más vientre y voluntad no hagan querella
que si aquel dice: lego su criatura
aquella le responde: si destella 
que no basta el dolor si no procura 
algo distinto a su cantada huella.

                                              De poemas 1947 - 1952.


Lo máximo murmura
Si he sido fiel al colmo compartido
de lo divino, si desamparada
el amparo esencial he mantenido
esta máxima y diáfana morada;
si en el dolor, de su inmutable nido
_colmena de una miel honda y dorada
donde brilla, lejana del sentido,
luz de esencial y única alborada_
no dudé y su fervor he sostenido
pese a estar triste, pese a estar turbada
por el miedo a la duda, y si he sentido
lo total, padeciendo más callada,
si me alcé sobre el grito y su estallido
como entera confianza delicada,
si no he visto y en lo único he creído
y soy la fe más bienaventurada,
¿puedo esperar lo que yo anhelo? Pido
sabiendo que mi voz será escuchada,
como se escucha un manantial sin ruido.
En esta unión altísima y sagrada
se oye la claridad y no el sonido,
se escucha el resplandor de la cascada.
                                                De Poemas de una Psicótica, Editorial Grafos 1964







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