domingo, 17 de abril de 2016

POEMAS DE JAMES JOYCE



(Dublín (Irlanda), 2 de febrero de 1882 - Zurich (Suiza), 13 de enero de 1941)

Ecce Puer

Del oscuro pasado
Nace un niño;
De gozo y de pesar
Mi corazón se desgarra.

Tranquila en su cuna
La vida yace.
¡Que el amor y la piedad
Abran sus ojos!
De "Otros poemas"
Poesía completa Visor Libros 2007
Versión de José Antonio Álvarez Amorós

El crepúsculo de amatista...

El crepúsculo, de amatista, se torna
     Azul más y más intenso,
El farol llena de un tenue fulgor verde
     Los árboles de la avenida.

El viejo piano interpreta una melodía
     Serena y lenta y jovial;
Ella se encorva sobre las teclas amarillentas,
     E inclina así su cabeza.

Tímidos pensamientos, ojos serios y abiertos
     Y manos que vagan mientras escuchan...
El crepúsculo Se torna azul aún más oscuro
     Con reflejos de amatista.
De "Música de cámara"
Poesía completa Visor Libros 2007
Versión de José Antonio Álvarez Amorós

     Ella llora sobre Rahoon

La lluvia sobre Rahoon cae blandamente, blandamente cae,
Allí donde mi sombrío amante reposa.
Triste es su voz cuando me llama, tristemente me llama,
Cuando gris se alza la luna.
Amor, escucha
Cuán suave, cuán triste es su voz por siempre resonando,
Por siempre sin respuesta, y la sombría lluvia que desciende
Entonces como ahora.
También sombríos nuestros corazones, oh amor, reposarán y fríos,
Como su triste corazón reposa,
Bajo las ortigas grises como la luna, la tierra negra
y la lluvia murmurante.

Este corazón que late junto a mi corazón...

Este corazón que late junto a mi corazón
     Es mi esperanza y toda mi fortuna,
Desdichado cuando nos separarnos
     Y feliz entre beso y beso;
Mi esperanza y toda mi fortuna -¡si!-
Y toda mi ventura.

Pues allí, al igual que en nidos musgosos
     Los reyezuelos amontonan múltiples tesoros,
Deposité los caudales que yo tenia
Antes de que mis ojos hubieran aprendido a llorar.
¿No seremos de su misma sensatez
Aunque el amor no viva sino un día?

De "Música de cámara"
Poesía completa Visor Libros 2007
Versión de José Antonio Álvarez Amorós


    Ligera vengas o ligera marches...

Ligera vengas o ligera marches:
     Aunque tu corazón te augure pena,
Valles y muchos soles consumidos,
     Oréade, deja que tu risa brote
Hasta que el atrevido aire alpino
Rice todo tu pelo flameante.

Ligera, ligera... Siempre así:
     Las nubes que ciñen los valles profundos
A la hora del lucero vespertino
     Son los siervos más sumisos:
Amor y risas la canción confiesa
Cuando está el corazón más abatido.

De "Música de cámara"
Poesía completa Visor Libros 2007
Versión de José Antonio Álvarez Amorós

     Tutto é sciolto     

Cielo sin pájaros, crepúsculo marino, una estrella solitaria
Horada el Occidente,
Como tú, corazón mío, recuerdas, tan vago, tan distante
El tiempo del amor.
La tierna mirada de los ojos claros y jóvenes, la cándida frente,
El fragante cabello,
Descendiendo como a través del silencio desciende ahora
El crepúsculo desde el aire.
¿Por qué pues, al recordar aquellas tímidas
Y dulces tentaciones, te afliges
Cuando el dulce amor que ella entregaba con un suspiro
Era casi tuyo?
Poesía completa Visor Libros 2007
Versión de José Antonio Álvarez Amorós

Una oración.

 ¡De nuevo!
¡Ven, dame, otórgame toda tu fuerza a mí!
Desde hace mucho una palabra respira en el cerebro atormentado.
Su calma cruel, la miseria de la sumisión,
Suavizando su temor como para un alma predestinada.
¡Para, amor en silencio! ¡Mi destino!
 
¡Ciégame con tu oscura cercanía, oh, ten piedad, amado enemigo de mi voluntad!
Te reto a que no resistas el frío tacto que me da miedo.
¡Sácame de mí todavía!
¡Mi lenta vida! Dobla lo más profundo de mí, amenazando la cabeza,
Orgulloso por mi caída, recordando, de lástima.
¡Aquel que es! ¡Aquel que fue!
 
¡De nuevo!
Juntos, plegado por la noche, yacían en la tierra. Escucho
Desde lejos a su baja palabra respirar en mi cerebro atormentado.
¡Ven! Cedo. ¡Dobla lo más profundo de mí! Estoy aquí.
¡Dominador, no me dejes! Solo alegría, solo angustia.
Tómame, sálvame, cálmame, ¡O perdóname!
 
Querido corazón ¿Por qué me usarás así?
 Querido corazón ¿Por qué me usarás así?
Queridos ojos que gentilmente me reprenden
Aún sois hermosos—pero, ay,
¡Como está tu belleza disfrazada!
 
A través del claro espejo de tus ojos,
A través del suave suspiro de beso en beso.
Vientos desolados asaltan con gritos.
El jardín de sombras donde el amor está.
 
Y pronto el amor será disuelto.
Cuando sobre nosotros los salvajes vientos soplan.
Pero tú, querido amor, demasiado querido para mí.
¡Ay! ¿Por qué me usarás así?
 
Inundación:
 Marrón oro, sobre la inundación colmada.
Los racimos de las vides se elevan y balancean
Vastas alas sobre las jóvenes aguas.
Del día sombrío.
 
Un desperdicio de aguas sin piedad.
Se balancea y se eleva su crin salvaje.
Donde un melancólico día mira hacia abajo en el mar.
En aburrido desdén.
 
Elevación y balanceo, vid de oro,
Sus frutos arracimados a la inundación completa del amor.
¡Ondulante y vasto y despiadado como es tu
Incertidumbre!
 

Oigo un ejército cargando sobre la tierra.

 
Oigo un ejército cargando sobre la tierra.
Y el trueno de caballos que se hunden, espuma sobre sus rodillas.
Arrogante, en armadura negra, detrás de ellos de pie
Desdeñando las riendas, con látigos revoloteando, los aurigas.
 
Claman a la noche su nombre de guerra.
Voy a lamentarme en el sueño cuando escucho su lejano torbellino de risas.
Que escinden en la oscuridad de los sueños, una llama cegadora.
Resonando, resonando en el corazón como en un yunque.
 
Vienen agitando triunfalmente su largo, pelo verde.
Salen del mar y corren gritando por la orilla.
Mi corazón, ¿No tienes la sabiduría si no la desesperación?
Mi amor, mi amor, mi amor ¿Por qué me has dejado solo?

para oír por qué cielo y tierra se conmovieron 
por culpa de las siniestras, negras artes de un escritor irlandés en el extranjero.
Hace diez años que su libro me envió. 
Más o menos lo leí unas cien veces (1 ), 
de delante hacia atrás, de abajo a arriba, 
a través de los dos extremos del telescopio. 
Completo lo imprimí, hasta la mismísima 
última palabra. pero gracias a la merced del Señor, las tinieblas de mi mente se rasgaron, y vi el intento repugnante del autor. Pues un deber tengo hacia Irlanda: su honor con mi mano guardo. 
esta hermosa tierra que siempre envió sus escritores y artistas el destierro, 
y con espíritu típico de chanza irlandesa a .sus adalides traicionó uno a uno. 
Fue el seco, mojado humor de Irlanda 
el que cal viva arrojó a los ojos de Parnell (2); 
son los cerebros irlandeses quienes de su destino 
salvan el resquebrajedo barco del Obispo de Roma, 
porque todo el mundo sabe que el Papa no puede 
eructar sin el consentimiento de Billy Walsh (3).
Oh Irlanda, primera y sola querencia mía, 
donde Cristo y César mano y guante son. 
Oh hermosa tierra donde el trébol crece.
(Permitidme, señoras, que me suene). 
No me importa un bledo deciros, para que me censuréis, 
que publiqué los poemas de Mountainy Mutton (4), 
y una comedia que escribió (seguro estoy 
de que la leísteis) donde se habla de «Bastardo», 
«fornicador» y «ramera» (5), y otra obra 
sobre La Palabra y el Santo Pablo y de algunas 
piernas femeninas que no puedo recordar, 
todo ello escrito por Moore, caballero genuino (6), 
que vive del diez por ciento de su heredad 
he impreso libros místicos por docenas: 
el libro de recetas de Coussins (7), aunque 
(y os ruego que me perdonéis) sobre el verso diré 
que envidia daría a vuestros traseros el no haberlos 
escrito (8): El folklore del Norte y del Sur 
por Gregory, La de la Boca Dorada publiqué (9): 
tristes, tontos, solemnes poetas imprimí: 
Patrick, cómo-se-llama-Colm: al ilustre (10) 
John Milicent Synge, quien el espíritu eleva 
sobre angélica ala con la muda (11) del trotamundos, 
quien como hato la robó de la bolsa de viaje 
de un director de Maunsel (12). Pero la cruz 
y raya trazo sobre ese condenado sujeto 
que por aquí anduvo, vestido de amarillo austriaco, 
declamando italiano que O'Leary Curtis (13) 
y John Wyse Power (14) pagaban por horas, 
quien escribió sobre Dublín, sucia, amada, de tal 
forma que ningún impresor, por muy africano, 
de tan negro que sea, podría tolerarlo. 
¡Mierda y cebollas! (15) ¿Pensasteis que imprimiría 
el nombre del monumento a Wellington, 
el de Sydney Parade, y el del tranvía de Sandymount, 
el de la pastelería de Downes, el del jamón 
de William? ¡Maldito sea si así lo hago! iQue al fuego 
me condene! ¡Hablar sobre los Irish Names of Places! (16). 
Me maravilla pensar, y sobre mi alma lo juro 
el que el autor olvidara mencionar el Curly's Hole (17). 
No, señoras, mi imprenta no tomará parte 
en un libelo tan basto sobre la Madrastra Erin (18). 
Piedad tengo del pobre, por ello tomé 
a un escocés pelirrojo (19) para que vigile mi libro. 
iEscocia, pobre hermana! Su destino es derrumbarse; 
más Estuardos que vender ya no encuentra 
Delicada es mi conciencia como seda china: 
mi corazón tan suave como el requesón. 
Colm puede deciros que hice una rebaja 
de cien libras sobre el presupuesto 
que le di para imprimir su Irish Review (20). 
Amo a mi pais, ¡por los arenques que lo amo! 
Quisiera que ver pudierais las lágrimas 
que sollozo al pensar en el barco, en el tren 
de los emigrantes. Por tal causa para todo el mundo 
publico esta guía de ferrocarriles tan ilegible. 
A la puertas de mi imprenta la pobre, 
digna prostituta, juega cada noche a la lucha libre 
con su británico artillero de calzones ajustados, y el extranjero 
el don de la locuacidad aprende 
de la borracha, desaliñada, ramera Dublín. 
¿Quién fue el que dijo, «No resistid al mal»? (21). 
Ese libro quemaré, aunque el diablo me lleve. 
Cantaré un salmo mientras veo cómo se incendia, 
y las cenizas guardaré en un ánfora. 
Penitencia haré con vientos y gemidos, 
de hinojos, sobre mis canillas. La próxima 
cuaresma me desnudaré las penitentes 
nalgas al aire, y gimoteando, junto a la imprenta 
confesaré mi espantoso pecado. 
Mi capataz irlandés, de Bannockburn (22), 
hundirá la mano derecha en la urna, 
y firmará con pulgar reverente una equis, 
Memento homo (23) sobre mi culo.
El Santo Oficio – James Joyce
Publicado el por con el nombre de Catarsis-Purgativo.
Yo, quien desgreñado abandoné caminos
por defender la gramática de los poetas,
llevando a tabernas y burdeles
la mente del ingenioso Aristóteles.
Aquí mi intérprete debe estar
por si acaso los bardos lo intentan
y se equivoca, por lo que, ahora
de mis labios reciben ciencia peripatética.
Para entrar en el cielo, viajar al infierno,
ser piadoso o terrible, uno, positivamente,
necesita el alivio de la indulgencias
plenarias. Porque cada auténtico místico
de nacimiento es un Dante, sin prejuicios
quien, a salvo en el rincón de la chimenea,
por poderes se arriesga a extremos de
heterodoxia, como quien halla una alegría
en la mesa, alabando las estrecheces.
Si uno rige su vida por el sentido común,
¿cómo puede dejar de ser profundo?
Pero no debéis considerarme como a uno
de aquella compañía de mojigangas.
Con aquel, quien se apresura a calmar
las frivolidades de sus damas veleidosas,
mientras ellas le consuelan cuando él
hace pucheros con orlas celtas bordadas en oro,
o aquél que sobrio todo el día
imprudencias mezcla en su comedia,
o quien cuya conducta parece tener,
o el que hace de remiendo harapiento
para los millonarios de Hazelhatch,
mas llorando después de la santa cuaresma,
confiesa todo su infiel pasado,
o quien tiene voluble sombrero,
no para la malta, ni para el crucifijo,
sino para mostrar a todos cuán pobremente
vestida va su alta cortesía castellana,
o quien a su dueño ama con delirio,
o quien con temor bebe su vaso de cerveza,
o aquel que una vez, cuando estuvo cómodamente
y con esfuerzo intentó salvar para nosotros
las obras de Esquilo, perdidas hace tiempo.
Mas todos estos hombres de quienes hablo
me hacen ser la cloaca de su pandilla.
Mientras ellos sueñan sus soñados sueños,
yo les saco las corrientes apestosas,
porque si estas cosas hago por ellos
fue porque mi diadema perdí,
esas cosas por las que severamente la Abuela
Iglesia me dejó plantado.
Así les alivio los tímidos anos, y mi oficio
hago de Catarsis. Mi escarlata blancos
como la lana deja. A través de mí
evacúan la panza llena. Para hermanar
máscaras, a una y a todas, como vicario
general actúo, y para cada doncella,
nerviosa y tímida, similar servicio realizo.
Que sin sorpresa reconozco la belleza
sombreada de sus ojos, el “no osad”
de la dulce virginidad contestando
a mi corrupto “quisiera”. Nunca ella
parece que piensa en ello, cuando en público
nos vemos, mas por la noche, cuando
encerrada en el lecho, descansa y siente
la mano en los muslos,
mi pequeño amor, de luz vestido, reconoce la suave
llama que es el deseo. Pero las patrias de Mammón
bajo prohibición tienen las costumbres
de Leviatán, y ese alto espíritu batalla
siempre con los innumerables secuaces
de Mammón. Que nunca puedan ellos verse libres
de este heterogéneo séquito, esas almas
que odian la fortaleza que la mía tiene,
acerada en la escuela del viejo Aquino.
Donde ellos se agacharon, se arrastraron y oraron
yo permanezco, destinado por mí mismo,
sin miedo, sin hermanarme, sin amigos y solo,
indiferente como espina de arenque, firme
como cordillera de montañas, donde
mis astas centellean al aire. Dejad
que sigan como hasta ahora, necesarios
son para mantener el equilibrio. Aunque
se esfuercen hasta la tumba mi espíritu
nunca serán ellos. Ni mi alma con las suyas
una sea hasta que el Mahamanvatara
se cumpla: que aunque a puntapiés de su puerta
me echen, mi alma les desrpeciará para siempre jamás.
Di adiós, adiós, adiós...
De "Música de cámara"


RECUERDO DE QUIENES A LA MEDIANOCHE SE

HABLAN ANTE EL ESPEJO
Mascullando el lenguaje del amor.
Rechinando los trece dientes de tus magras
mandíbulas con una mueca. Tu inquietud
y tu miedo azotando. En ti el aliento
del amor se ha hecho viejo, fue dicho
y cantado, tan agrio como aliento de gato,
áspera lengua.
Este gris que te clava los ojos
no miente, escueta piel y hueso.
Su beso grasientos deja los labios.
Ninguno escogerá a la que tú ves
para mascullarla. Hambre terrible
sostiene su hora. Ánimo y adelante,
corazón tuyo, sangre salobre, fruto
de lágrimas. Ánimo y a devorar.

 GAS DE UN MECHERO

Damas y caballeros, estáis aquí reunidos 
para oír por qué cielo y tierra se conmovieron
por culpa de las siniestras, negras artes de un escritor irlandés en el extranjero.
Hace diez años que su libro me envió.
Más o menos lo leí unas cien veces (1 ),
de delante hacia atrás, de abajo a arriba,
a través de los dos extremos del telescopio.
Completo lo imprimí, hasta la mismísima
última palabra. pero gracias a la merced del Señor, las tinieblas de mi mente se rasgaron, y vi el intento repugnante del autor. Pues un deber tengo hacia Irlanda: su honor con mi mano guardo.
esta hermosa tierra que siempre envió sus escritores y artistas el destierro,
y con espíritu típico de chanza irlandesa a .sus adalides traicionó uno a uno.
Fue el seco, mojado humor de Irlanda
el que cal viva arrojó a los ojos de Parnell (2);
son los cerebros irlandeses quienes de su destino
salvan el resquebrajedo barco del Obispo de Roma,
porque todo el mundo sabe que el Papa no puede
eructar sin el consentimiento de Billy Walsh (3).
Oh Irlanda, primera y sola querencia mía,
donde Cristo y César mano y guante son.
Oh hermosa tierra donde el trébol crece.
(Permitidme, señoras, que me suene).
No me importa un bledo deciros, para que me censuréis,
que publiqué los poemas de Mountainy Mutton (4),
y una comedia que escribió (seguro estoy
de que la leísteis) donde se habla de «Bastardo»,
«fornicador» y «ramera» (5), y otra obra
sobre La Palabra y el Santo Pablo y de algunas
piernas femeninas que no puedo recordar,
todo ello escrito por Moore, caballero genuino (6),
que vive del diez por ciento de su heredad
he impreso libros místicos por docenas:
el libro de recetas de Coussins (7), aunque
(y os ruego que me perdonéis) sobre el verso diré
que envidia daría a vuestros traseros el no haberlos
escrito (8): El folklore del Norte y del Sur
por Gregory, La de la Boca Dorada publiqué (9):
tristes, tontos, solemnes poetas imprimí:
Patrick, cómo-se-llama-Colm: al ilustre (10)
John Milicent Synge, quien el espíritu eleva
sobre angélica ala con la muda (11) del trotamundos,
quien como hato la robó de la bolsa de viaje
de un director de Maunsel (12). Pero la cruz
y raya trazo sobre ese condenado sujeto
que por aquí anduvo, vestido de amarillo austriaco,
declamando italiano que O'Leary Curtis (13)
y John Wyse Power (14) pagaban por horas,
quien escribió sobre Dublín, sucia, amada, de tal
forma que ningún impresor, por muy africano,
de tan negro que sea, podría tolerarlo.
¡Mierda y cebollas! (15) ¿Pensasteis que imprimiría
el nombre del monumento a Wellington,
el de Sydney Parade, y el del tranvía de Sandymount,
el de la pastelería de Downes, el del jamón
de William? ¡Maldito sea si así lo hago! iQue al fuego
me condene! ¡Hablar sobre los Irish Names of Places! (16).
Me maravilla pensar, y sobre mi alma lo juro
el que el autor olvidara mencionar el Curly's Hole (17).
No, señoras, mi imprenta no tomará parte
en un libelo tan basto sobre la Madrastra Erin (18).
Piedad tengo del pobre, por ello tomé
a un escocés pelirrojo (19) para que vigile mi libro.
iEscocia, pobre hermana! Su destino es derrumbarse;
más Estuardos que vender ya no encuentra
Delicada es mi conciencia como seda china:
mi corazón tan suave como el requesón.
Colm puede deciros que hice una rebaja
de cien libras sobre el presupuesto
que le di para imprimir su Irish Review (20).
Amo a mi pais, ¡por los arenques que lo amo!
Quisiera que ver pudierais las lágrimas
que sollozo al pensar en el barco, en el tren
de los emigrantes. Por tal causa para todo el mundo
publico esta guía de ferrocarriles tan ilegible.
A la puertas de mi imprenta la pobre,
digna prostituta, juega cada noche a la lucha libre
con su británico artillero de calzones ajustados, y el extranjero
el don de la locuacidad aprende
de la borracha, desaliñada, ramera Dublín.
¿Quién fue el que dijo, «No resistid al mal»? (21).
Ese libro quemaré, aunque el diablo me lleve.
Cantaré un salmo mientras veo cómo se incendia,
y las cenizas guardaré en un ánfora.
Penitencia haré con vientos y gemidos,
de hinojos, sobre mis canillas. La próxima
cuaresma me desnudaré las penitentes
nalgas al aire, y gimoteando, junto a la imprenta
confesaré mi espantoso pecado.
Mi capataz irlandés, de Bannockburn (22),
hundirá la mano derecha en la urna,
y firmará con pulgar reverente una equis,
Memento homo (23) sobre mi culo.





Ahora, ay ahora, por esta tierra parda...

Ahora, ay ahora, por esta tierra parda
Donde el amor compuso música tan melodiosa
Los dos deambularemos cogidos de la mano,
Tolerantes en honor de una antigua amistad
Sin afligirnos porque nuestro amor fuera alegre
Y ahora tenga así que terminar.

Un pícaro ataviado de rojo y amarillo
Golpea y golpea un árbol
Yen derredor de nuestra soledad
La brisa silba con jovialidad.
Las hojas... no suspiran lo más mínimo
Cuando el año las arrebata en Otoño.

¡Ahora, ay ahora ya no escucharemos más
Ni el villancico ni el rondó!
No obstante nos besaremos, mi amor,
Antes del triste adiós al declinar el día.
No te aflijas, corazón, por nada...
El año, el año ya se acaba.

      A esa hora en la que todas las cosas reposan


          Tú, solitario admirador de los cielos,
          ¿Alcanzas a escuchar los vientos nocturnos y los suspiros
          De las liras complaciendo el Amor que reabra
          Las pálidas puertas de la aurora?

          Cuando todas las cosas reposan, ¿acaso sólo tú
          Despiertas para oír el sonido de las dulces liras
          Que anteceden el Amor y tocan para él en su camino
          Y el viento nocturno responde en antífona
          Hasta el fin de la noche?

          Toquen, liras invisibles, a nombre del Amor,
          Cuyo camino hacia la gloria brillando está
          A esa hora en que las tenues luces van y vienen,
          Suave y dulce música en el firmamento
          Así como aquí abajo en la tierra.

          Al oír de cerca tu voz


            Al oír de cerca tu voz
            Produje en él dolor,
            Al tener de nuevo tu mano
            Dentro de la mía.

            No hay frase ni señal
            Que lo puedan disuadir
            Para mí es hoy un extraño
            El que mi amigo fuera.

            Asómate a la ventana


              Asómate a la ventana,
              Cabellos de oro
              Te escuché cantar
              Una alegre tonada.

              Mi libro estaba cerrado;
              Ya no leía más,
              Veía tan solo bailar el fuego
              Sobre el piso.

              He abandonado mi libro
              He abandonado mi habitación
              Pues te he escuchado cantar
              En la oscuridad
              Cantar y cantar
              Una alegre tonada,
              Asómate a la ventana,
              Tú, cabello de oro.

              Bonete reluciente y estandartes


                Bonete reluciente y estandartes
                Canta por el campo:
                Vengan, vengan
                Todos aquellos que aman,
                Dejen los sueños a los soñadores
                Que no buscan seguirnos,
                Cantos y risas
                Ya no los conmueven.


                Con cintas al aire
                Él canta con más brío;
                En torno a su hombro
                Huestes de abejas zumban
                Y el tiempo de soñar
                Ha terminado:
                De amante a amante,
                Cariño, me acerco a ti.

                Cuando la tímida estrella avanza por los cielos


                  Cuando la tímida estrella avanza por los cielos
                  Recatada y desconsolada toda,
                  Escucha en la somnolienta tarde
                  A aquel que canta a tu puerta.
                  Su cantar es más suave que el rocío
                  Y él ha llegado a visitarte.

                  Ah deja tus ensoñaciones
                  Cuando él llegue al anochecer,
                  No te preguntes: ¿quién podrá ser este cantor
                  Cuya canción mueve mi corazón?
                  Reconoce por esto, el son del amante,
                  Que soy yo quien te visita.

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