miércoles, 20 de abril de 2016

Poemas de Medardo Ángel Silva

Intermezzo

La seda de tus lánguidas pestañas
a proteger tus ojos descendía,
ante la encantadora bicromía,
de las aristocráticas arañas.
Un solemne mutismo de campañas
al Vesper, nuestras almas invadía;
y, de súbito, habló la melodía
con un dulzor de pastoriles cañas…
Para escucharla, se detuvo el viento…
a la maga caricia de su acento,
vibró tu carne de escultura, viva;
la noche se durmió en tu cabellera
y, besando las lilas de tu ojera,
se perfumó una lágrima furtiva…

Sin razón

Dime -¿qué filtro da tu boca
en su divino beso cruento,
que hace vibrar mi carne loca
como a la débil hoja el viento?
¿Con qué fórmula cabalística
mi pena rindes dulcemente,
cual la celeste Rosa Mística
hace inclinar a la’ serpiente?
Di -¿dónde ocultas el secreto
de ésta maga fascinación?
¿algún venusino amuleto
me ha ligado a tu corazón?
En vano quiero descifrar
la causa de mi rendimiento;
como la luna sobre el mar
luz móvil es mi pensamiento…
En tus leves manos estruja
mi espíritu sin voluntad:
eres la playa a do me empuja
la ola de la Fatalidad!




Aniversario


   Hoy cumpliré veinte años. Amargura sin nombre
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre;
de razonar con lógica y proceder según
los Sanchos, profesores del sentido común.

   Me son duros mis años y apenas si son veinte-
ahora se envejece tan prematuramente;
se vive tan de prisa, pronto se va tan lejos
que repentinamente nos encontramos viejos
en frente de las sombras, de espaldas a la aurora
y solos con la esfinge siempre interrogadora.

   ¡Oh madrugadas rosas, olientes a campiña
y a flor virgen; entonces estaba el alma niña
y el canto de la boca fluía de repente
y el reír sin motivo era cosa corriente!

   Iba a la escuela por el más largo camino
tras dejar soñoliento la sábana de lino
y la cama bien tibia, cuyo recuerdo halaga
sólo al pensarlo ahora; aquel San Luis Gonzaga
de pupilas azules y rubia cabellera
que velaba los sueños desde la cabecera.

   Aunque íbamos despacio, al fin la callejuela
acababa y estábamos enfrente de la escuela
con el "Mantilla" bien oculto bajo el brazo
y haciendo en el umbral mucho más lento el paso,
y entonces era el ver la calle más bonita,
más de oro el sol, más fresca la alegre mañanita.

   Y después, en el aula con qué mirada inquieta
se observaban las huellas rojas de la palmeta
sonriendo , no sin cierto medroso escalofrío,
de la calva del dómine y su ceño sombrío.

   Pero, ¿quién atendía a las explicaciones?
Hay tanto que observar en los negros rincones
y, además, es mejor contemplar los gorriones
en los nidos, seguir el áureo derrotero
de un rayito de sol o el girar bullanguero
de un insecto vestido de seda rubia o una
mosca de vellos de oro y alas de color de luna.

   El sol es el amigo más bueno de la infancia;
nos miente tantas cosas bellas a la distancia,
tiene un brillar tan lindo de onza nueva! Reparte
tan bien su oro que nadie se queda sin su parte;
y por él no atendíamos a las explicaciones.

   Ese brujo Aladino evocaba visiones
de las mil y una noches -de las mil maravillas-
y beodas de sueño nuestras almas sencillas
sin pensar, extendían sus manos suplicantes
como quien busca a tientas puñados de brillantes.

   Oh, los líricos tiempos de la gorra y la blusa
y de la cabellera rebelde que rehúsa
la armonía de aquellos peinados maternales,
cuando íbamos vestidos de ropa nueva a Misa
dominical, y pese a los serios rituales,
al ver al monaguillo soltábamos la risa.

   Oh, los juegos con novias de traje a las rodillas,
los besos inocentes que se dan a hurtadillas
a la bebé amorosa de diez o doce años,
y los sedeños roces de los rizos castaños
y las rimas primeras y las cartas primeras
que motivan insomnios y producen ojeras.

   ¡Adolescencia mía! te llevas tantas cosas,
¡que dudo si ha de darme la juventud más rosas!,
¡y siento como nunca la tristeza sin nombre,
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre!

   Hoy no es la adolescente mirada y risa franca
sino el cansado gesto de precoz amargura,
y está el alma, que fuera una paloma blanca,
triste de tantos sueños y de tanta lectura...!


Divagaciones sentimentales
Princesa de los ojos floridos y románticos
que vierten una suave luz purificadora,
por quien deshojo todos los lirios de mis cánticos
y hay en mis negras noches esplendores de aurora;
sé que tus manos leves no estrecharán las mías,
ni probarán mis labios lo dulce de tu boca;
que por el lago azul de mis melancolías
no pasará tu esquife blanco de reina loca:

y, sin embargo, te amo desesperadamente
y como un ciego voy tras tus amadas huellas;
o elevo mis canciones, como un niño demente
que alza las manos para alcanzar las estrellas!

Toda mi inútil gloria no vale lo que el oro
de tu risa o un rayo de tu mirar profundo.
Mujer -carne de nardos y de estrellas, tesoro
celeste que ilumina la conciencia del mundo.

Tú, que haces florecer jazmines en el lodo,
y siendo fuente humana das el divino verso,
tienes por arma el llanto, la risa, el beso, todo
lo fragante y lo puro que tiene el Universo!...

Mujer, Diosa o Esfinge, mi corazón quisiera
ser una roja adelfa a tu seno prendido
que tu boca -rosado vampiro- me sorbiera
la nostálgica y pura fragancia de mi vida!

Como esos monjes pálidos de que hablan las leyendas,
espectros de las negras crujías conventuales,
yo quiero abandonar las escabrosas sendas
en que urde el Mal sus siete laberintos fatales.
Encerraré en un claustro mi dolor exquisito
y a solas con mis sueños cultivaré mis rosas;
mi alma será un espejo que copie lo Infinito,
más allá del humano límite de las cosas...

Tal ha de ser mi vida de paz... hasta que un día,
en la devota celda, me encuentren los Hermanos,
moribundo a los pies de la Virgen María,
teniendo tu amarillo retrato entre mis manos!
De "Divagaciones sentimentales" 1915 - 1916


Estancias

                                                                                  1914
1. Aquella dulce tarde pasaste ante mi vista
soberbia, en el decoro de tu vestido rosa;
inefable, irreal, melodiosa, imprevista,
como si abandonara su plinto alguna diosa.

Y perfumando la hora de lilas, te perdiste
al fondo de la calle, cual tras una áurea gasa...
mis ojos te seguían, con la mirada triste
que lanza un moribundo a la salud que pasa
* * *

2. Qué rosas de armonía deshojas a la tarde...
Se han unido la hora, el piano y tu cuerpo
para hacerme morir de nostalgias fragantes.
                                   Juan Ramón Jiménez


Qué rosas de harmonía deshojas a la tarde,
cuando sobre las teclas -lirios blancos y negros -
insinúan tus manos, en un lírico alarde, ~
las finas carcajadas de los locos allegros!

La agonía del sol pone de oro la estancia...
los verdinegros árboles son vagamente rojos...
y, desde el corazón, -búcaro de fragancia-
sube un dulzor de lágrimas que hace nublar los ojos!
* * *

3. Feuille d'Album
Tienes esa elegancia lánguida y exquisita
de las pálidas vírgenes que pintó Burne Jones
y así pasas, como una visión prerrafaelita,
por los parques floridos de mis vagas canciones...
Y si el cielo azulado tu mirar extasía,
cuando el Poniente riega sus fantásticas flores;
eres como esos ángeles, que alabando a María,
se ven en los retablos de los viejos pintores!
* * *

4. Se abren tus dos pupilas como dos precipicios
por los que ruedan almas al sueño y a la nada.
¡Mujer, dame a probar tus dulces maleficios;
húndeme el luminoso puñal de tu mirada!...
* * *
5. Surgen tus manos breves, lánguidas y perdidas,
como lirios carnales, de las batistas claras...
(Yo pienso que gustoso te daría mil vidas,
para que con tus manos finas me las quitaras!)

De la gasa inconsútil de tu rosa batista
surges, vibrante, en una danza de bayaderas.
(Te juro que en la corte del gran Tetrerca hubieras
obtenido la roja cabeza del Bautista!...)
Bailas... y el blanco sátiro, que decora la estancia,
sonríe desde el ángulo, coronado de viña...
(Y mientras me conmueve tu mirada de niña,
estremece mi carne tu lasciva fragancia...)
* * *
6. Dulzuras maternales de la hora matutina...
bajo cielos que evocan los caprichos de Goya,
mueven los frescos árboles su ropa esmeraldina
que el sol de primavera fastuosamente enjoya...

Suenan voces de niños... cristales de agua clara...
trina el mirlo... en la calle, cruje la diligencia...
en esta hora parece que del Azul bajara
una sedosa lluvia de paz y de inocencia...
* * *
7. Señor, no ha recorrido mi planta ni siquiera
la mitad de la senda, de que habló el Florentino
y estoy en plena sombra y voy a la manera
del niño que en un bosque no conoce el camino.

De profundis clamave, Pastor de corazones,
da a mi alma el fuego que hizo de la hetaira una santa;
renueva el milagro de las resurrecciones;
espero, como Lázaro, que me digas: Levanta!
* * *
8. Ni un ansia, ni un anhelo...
Mon ame est un beau lac solitaire qui tremble...
                                                               Albert Samain

Ni un ansia, ni un anhelo, ni siquiera un deseo,
agitan este lago crepuscular de mi alma.
Mis labios están húmedos del agua del Letheo.
La muerte me anticipa su don mejor: la calma.

De todas las pasiones llevo apagado el fuego,
no soy sino una sombra de todo lo que he sido
buscando en las tinieblas, igual a un niño ciego,
el mágico sendero que conduce al olvido.
* * *

9. Horas de intimidad y secreta harmonía...
en la paz melodiosa de las tibias estancias
son nuestros corazones, ebrios de melodía
dos rosas que confunden en una sus fragancias...

¡Qué lejos está el Mundo de nosotros, qué lejos
la existencia liviana!... (Las luces amarillas
de las arañas doran el piano y los espejos...)
Mi espíritu, en silencio, te adora de rodillas...
* * *
10. Sueño en el jardín

Inmóvil duerme el agua del estanque aceituna
bajo las melodiosas cúpulas florecidas.
Y, como Ofelina en Hamlet, va el cuerpo de la luna,
inerte, sobre el lecho de las ondas dormidas...
Las dos... soñando en Ella por la avenida voy...
mis brazos la presienten y mi labio la nombra...
Inútil idealismo! si únicamente soy
una sombra que busca las huellas de otra sombra!
* * *
11. Esposa Inevitable, dulce Hermana Tornera...
Ven, muerte adorable y balsámica
                                                          Walt Whitman

Esposa Inevitable, dulce Hermana Tornera,
que al llevarnos dormidos en tu regazo blando
nos das la clave de lo que dijo la Quimera
y en voz baja respondes a nuestros cómo y cuándo;

Apenas si fulgura mi lámpara encendida,
derroché mis tesoros como una reina loca,
me adelanté a la cita y, al margen de la vida,
ha dos siglos que espero los besos de tu boca!
* * *

12. Deja sobre tu seno que caiga mi cabeza...

Sur votre jeune seine  laissez rouler ma tete
                                                           Paul Verlaine


Deja sobre tu seno que caiga mi cabeza,
como un mundo cargado de recuerdos sombríos;
y dime la palabra santa y única, esa
palabra que consuela mis perennes hastíos...

O mejor, calla. ..deja que en el silencio blando
de la extinguida tarde, sobre divanes rojos,
me siento agonizar lentamente mirando
cómo se llenan de astros los cielos de tus ojos!
* * *
13. Por donde Ella pasaba la tragedia surgía;
tenía la belleza de una predestinada
y una noche de otoño febril aparecía
en sus ojos inn1ensos y obscuros retratada...

Y fue bajo el auspicio del padrino Saturno
que deshojé a sus plantas mi juventud florida...
desde entonces padezco de este mal taciturno
que hace una noche eterna del alba de mi vida!
* * *

14. Velada del sábado

Marcha la luna trágica entre nubes de gasa...
sin que nadie las toque se han cerrado las puertas...
El miedo, como un lobo, pasea por la casa...
se pronuncian los nombres de personas ya muertas...

El abuelo las lámparas, por vez octava, prende...
se iluminan de súbito, semblantes aturdidos...
Es la hora en que atraviesan las alcobas el duende...
que despierta llorando, a los niños dormidos...
* * *

15. Como el aire se aroma con tu carne bendita
mi corazón comprende por el lugar que pasas,
omnipotente como la divina Afrodita,
entre una ola sutil de flores y de gasas.

Y al mirarte parece que miro a Anadyomena,
pues, como ella, el influjo de tu mirar, fascinas;
-sembradora impasible de mi angustia y mi pena,
por quien mi alma es un Cristo coronado de espinas-
* * *

16. Hastíos otoñales. ..Ya nada me entusiasma...
enfermo, peregrino
en tenebrosa noche...

                                 Góngora

Hastíos otoñales. ..Ya nada me entusiasma
de cuanto me causara infantiles asombros
y así voy por la vida, cual pálido fantasma
que atraviesa las calles de una ciudad de escombros.

Y mi alma, que creía la Primavera eterna
al emprender sus locas y dulces romerías,
hoy ve, como un leproso aislado en su caverna,
podrirse lentamente los frutos de sus días!
* * *
17. Para los que llevamos, como un puñal sutil,
dentro del alma una ponzoña:
para los que miramos nuestra ilusión de abril
hecha una mísera carroña;

Inútilmente suena tu pandero de histrión
-oh, vida frívola y banal!-
si no es de nuestros labios la divina canción,
primaveral y matinal!
* * *

18. Amor, dí ¿qué sendero se gozan con tu paso?
¿cuáles los reyes magos a que sirves de guía?...
¿qué rubicunda aurora, que sonrosado ocaso
vio tu carro de fuego en el triunfo del día? ...

Ah! si tu alba luciera para mi noche obscura!
si mis rosas abrieran temblorosas a verte!
se endulzaría el hondo cáliz de mi amargura
con el néctar con que haces tan amable la Muerte.
* * *
19. Bendigo el sufrimiento que viene de tu mano
y el vértigo radiante en que tu voz me sume.
Mi amor es para Ti como un jardín lejano
que a una alcoba de reina envuelve en su perfume.

Y eternamente oirás en tus noches sin calma
mi sombría plegaria que, rugiendo, te invoca:
Al precio de mi sangre y al precio de mi alma
véndeme una limosna de un beso de tu boca!
* * *

20. -Qué lejos aquel tímido y dulce adolescente
de este vicioso pálido triste de haber pecado!...
-Tomó del árbol malo la flor concupiscente
y el corazón se ha envenenado!...
* * *
21. ...¿Y la luz verdadera?... ¿Y la absoluta paz?
¿Y la cifra segura de la Sabiduría?...
-Da la tregua al Tiempo, iluso corazón, ya entrarás
al gran silencio donde llegaremos un día!...
De "Estancias" 1914



LO TARDIO


Madre: la vida triste y enferma que me has dado
no vale los dolores que ha costado;
no vale tu sufrir intenso, madre mía,
este brote de llanto y de melancolía!
¡Ay! ¿Por qué no expiró el fruto de tu amor,
así como agonizan tantos frutos en flor?

¿Por qué, cuando soñaba mis sueños infantiles,
en la cuna, a la sombra de las gasas sutiles,
de un ángulo del cuarto no salió una serpiente
que, al ceñir sus anillos a mi cuello inocente,
con la flexible gracia de una mujer querida,
me hubiera libertado del horror de la vida ... ?

Más valiera no ser a este vivir de llanto,
a este amasar con lágrimas el pan de nuestro canto,
al lento laborar del dolor exquisito
del alma ebria de luz y enferma de Infinito!


AL ANGELUS


Atravesó la oscura galería...
al Angelus... llamaban al rosario...
La religiosa voz del campanario
vibraba en la quietud de la Abadía.

En sus manos de nácar oprimía
el viejo Kempiso el Devocionario...
La luz de un aceitoso lampadario
delató su presencia en la crujía...

Se vio palidecer su faz de nárdo...
hablaba de Eloísa y Abelardo
el llanto que la fuente diluía.

Y la Sor que en el mundo fue princesa,
inclinando la pálida cabeza,
atravesó la oscura galería.


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