viernes, 22 de abril de 2016

Poemas de Juan Laurentino Ortiz


(Argentina, 1896 - 1978)

A la orilla del río ...


A la orilla del río

un niño solo

con su perro.
A la orilla del río
dos soledades
tímidas
que se abrazan.

¿Qué mar oscuro,

qué mar oscuro,

los rodea,

cuando el agua es de cielo
que llega danzando
hasta las gramillas?
A la orilla del río
dos vidas solas
que se abrazan.
Solos, solos, quedaron
cerca del rancho.
La madre fue por algo.
El mundo era una crecida
nocturna.
¿Por qué el hambre y las piedras
y las palabras duras?
Y había enredaderas
que se miraban,
y sombras de sauces,
que se iban,
y ramas que quedaban…

Solos de pronto, solos,

ante la extraña noche

que subía y los rodeaba:

del vago, del profundo
terror igual,
surgió el desesperado
anhelo de un calor
que los flotara.

A la orilla del río

dos soledades puras

confundidas

sobre una isla efímera
de amor desesperado.

El animal temblaba.

¿De qué alegría

temblaba?

El niño casi lloraba.
¿De qué alegría
casi lloraba?

A la orilla del río

un niño solo

con su perro.


Ah, mis amigos, habláis de rimas...

Ah, mis amigos, habláis de rimas
y habláis finamente de los crecimientos libres...
en la seda fantástica os dan las hadas de los leños
con sus suplicios de tísicas sobresaltadas
que el otro cuerpo de la poesía está también allá, en el Junio
de alas... Pero habéis pensado de crecida,
Qué haríais vosotros, decid, sin ese cuerpo
desnudo casi bajo las agujas del cielo?
despedido del “espíritu”, él, que sostiene oscuramente sus
del que el vuestro, si frágil y si herido, vive desde “la división”, juegos
que es una red de sangre la que os salva del vacío,
con el pan que él amasa y que debe recibir a veces en un insulto de piedra? Habéis pensado, mis amigos,
a no ser una escritura de vidrio?
en el tejido de todos los días, bajo los metales del aire, de esas manos sin nada al fin como las ramas de Junio,
Y sé que a veces halláis la melodía más difícil
Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto de la tierra, y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el secreto…
igual que en un capullo...
que duerme en aquellos que mueren de silencio, corridos por el padre río, ahora, hacia las tiendas del viento… Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la poesía
cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin
No olvidéis que la poesía, si la pura sensitiva o la ineludible sensitiva, es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin, y tendida humildemente, humildemente, para el invento del
amor…


Alma, sobre la linde...

Alma,
sobre la linde de ese aparecido de amarillo
en una acequia de limbo,
alma, por qué tiritas,
casi en seguida
si la melancolía, no lo ves?, pasa a su cielo, allá,
del río.
encima del platino que pareciera el en sí
agónicamente,
y encima del infinito que se redime,
don de amor, por qué no?,
de las islas?...:
don de amor que se revela, es cierto, luego de cernirse
ella,
y un imposible de nomeolvides,
por un imposible de hojillas
de hilas
pero que no puede menos de estirarse y estirarse, arriba, en una iluminación
con una demora de rosa solamente, ay, solamente, todavía,
que querrían curar la lividez, aún, de la frente del anochecer para la veladura del fin...
contra las “ánimas” de la crecida,
Es que Junio, en este momento, por ahí sube, sube de los juncos, y afila hasta el hielo las pestañas de la soledad
yéndose por sus heridas,
todas las “ánimas” que ni al unirse, paradojalmente, y ser la propia desesperación del aire
en la misma espiral que anhelaría tocar, ay,
no han de tener otros ecos que ésos de sus letanías en una invocación como a sí mismas, se dirá,
los guiños de la eternidad
el sentimiento de Sirio. .. ello en la línea de ese juego que ha de repetir en la mirada del miedo o en la pupila, si quieres, del destino de esas lástimas,
y mares de silencio
o las raicillas que hundirán los años-luz, en la quimera, también, de la piedad de un abismo, cuando los narcisos del origen, tal vez, con sus vigilias de milenios,
por los países de Alicia
entre sí, desaparecieran, en qué antes?, bajo los remolinos de las tinieblas, en las avenidas del éter... o volviesen a su llamamiento del principio
para una vela sin vela
hacia el amor de una nube… Pero qué podrías hacer desde aquí, o desde tras de los visillos… qué podrías hacer, siquiera, por esos prójimos de silencio que en este momento han de atar a su “cubil”
a los fines de la voz
entre una vela de estertores y de chasquidos por ceñirles, serpentinamente, las pajas? Qué podrías hacer, di? Podrías, acaso, desenredar ese silencio que enfrentará a las “diademas del sur”,
Pero quién declararía, quién, que los mismos suspiros
sí, del mismo “sur”? —Mas mi privación del presente no me induce, no, a olvidar la privación que “fantasmea”, me permitiríais, que “fantasmea “ las lamentaciones, o que “fantasmea”, mejor, lo que el pajonal ha de decir al aguzar una brisa... que atraviesan unas muselinas y se niegan, en realidad, de alguna manera,
o del propio frío,
los suspiros al unirse y presionar, aunque misteriosamente, sobre las ligaduras del atardecer o la mudez de los anegadizos no pudieran ayudarles, así, a liberar su metal, para cuando, a su vez, deban ellas inundar las constelaciones de las vías con el coro de las cuentas? —Sí, pero mientras,
lo espectral o lo invisible,
cuántos, cuántos, sin alcanzar una ramilla sobre la espuma y los nudos... los nudos... —Quién sabe... las callosidades hoy día se habitúan, ligerísimamente, a calzar las siete leguas… —Y hacia ellos, después, la invasión de lo que ahora sólo ha de dar contra su llanto en el rebote del llanto? —Si continuasen, desde luego, cerrando la “familia” a las “compañías” del viaje que deben de esperar, a cada diluvio, desde y bajo las lunas, aún, lo que en el Arca ha de venir
o en el camino del reencuentro, a través del
alguna vez, no?: las cepas de ese linaje que irá salvando de su noche a las sensitivas del agua, en el camino de la mirada que no temblará, no, en la relación, ni en la participación, fuera de los niveles y de la tristeza, tal vez... azul,
con la melodía...
con el presente, quizás, de las criaturas de las profundidades... y en esa caña, consecuentemente, sin divisiones, del sufí,
el hálito, nuevamente, uno, uno,

Deja las letras ...

Deja las letras y deja la ciudad...
Vamos a buscar, amigo, a la virgen del aire...
Yo sé que nos espera tras de aquellas colinas
en la azucena del azul...
Yo quiero ser, amigo,
uno, el más mínimo, de sus sentimientos de cristal…
o mejor, uno, el más ligero, de sus latidos de perfume…
No estás tú también
un poco sucio de letras y un poco sucio de ciudad?
Sigue, sigue, por entre la bencina, sobre la lisa pesadilla
de las calles extremas, hacia la gracia de las huellas...
Ay, la ternura de Octubre, a las nueve,
ya hace, por aquí, flotar a la pesadilla
en celeste de agua...
Pero derivemos rápido, del lado de los caminos del rocío,
invisible, casi, lo adivino, en el seno mismo de la luz...
Sentémonos, mi amigo, entre estas niñas rubias
que suben y bajan, altas, por unas orillas de jardín,
apoyadas, contra los cercos, sobre un rumor de enredaderas...
El sol ha bebido sus propias perlas
y hay apenas de ellas una memoria por secarse...
No temas, no temas, y mira, mira hasta las islas...
Viste alguna vez la melodía de los brillos?
La viste ondular, todavía de gasa,
desde tus pies al cielo, sobre el río?
Oh, la misma ciudad, a lo lejos, es una música blanca
con unos silencios amatistas...
Y ahora, ahora, torna la vista alrededor…
Saluda como un aura a estas humildes gracias de miel,
capaces, sin embargo, de atraer hacia sí
a las abejas todas del día
y de volver de margaritas a la melancolía más flotante…
No las sientes curvarse bajo un amor transparente
en un hálito de alas?
O es sólo la cortesía más misteriosa
entre esa que inclina, alternadamente, a los otros finos tallos,
ante algo que al parecer es la respiración de un dios?
Saluda, también, a sus vecinas menos subidas y más pálidas:
qué delicadísimo sueño de amapolillas más pálidas,
sobre un rastreo de tases, serpentino?
Y a las apenas malvas, medio escondidas entre las espiguitas:
pétalos de alba, a su pesar, con sus secretos amarillos...
Y a las apenas níveas, por bordadas, del país de Liliput,
pero que visten, igual que a una novia, a toda la gramilla...
Y ah, a las más sin nombre que se van
con los alambres libres
en una fuga preciosa de piedritas...
Y al trébol de allí, loco de verde, y miniado de sol,
increiblemente miniado de sol en primores casi íntimos
pero que extenúan a la brisa...
Y a las verbenillas, por cierto, de aquí:
oh, la más dulce sangre labrada por los misterios
para los misterios de las hierbas.. .
Y a estos emblemas de llama, perdidos de los trigos
mas que blasonan, del mismo modo, todo el aire...
Y a esos recuerdos de la luna,
aparecidos de seda, ay, en una vigilia de espejo
que se busca, a su vez, en su infinito todavía…
Pero no olvidemos, mi amigo,
a las esbeltas criaturas que arden el azul, allá,
delante no se sabe qué sacramento etéreo:
no olvidemos, mi amigo, a las criaturas de los cardos...
Ni olvidemos a aquéllas que ya parecen abisales
con su “pasión” de cielo sobre el susurro trepador:
rêveries de qué abismo hacia otro abismo las de mburucuyá?
Y no habremos comprendido, es cierto, a todas. ..
Cómo abrazar, mi amigo, a estas miríadas del beso
que van estrellando, se diría, todos los minutos
con todos los pétalos y todos los fuegos del suspiro?
Y si nos corriéramos hasta el arroyito del otro lado de la loma?
Allí, lo veo, las redes hondas sin bautizo
con su penumbra colgada y su casi vía láctea de jazmines
sobre una huida de vidrios, poco menos que nocturna,
con las navecillas de cita. ..
Y los laberintos de los taludes, aún con su sin fin
de pequeñísimas miradas en los iris más inéditos,
dando no sé qué números de no sé qué otra noche
o qué mareo de gemas entre unos miedos de crepúsculo…
Mas no oyes al silencio, ahora, mi amigo?
Qué ave de diamante, di, sobre la línea del sueño,
se deshace dulcemente?
O qué llamado para el sacrificio, di
de campanillas de humo?
Oh, todo dorado de misivas sobre las alas del azar
es el mismo amor que no teme perderse
como la propia gracia ya, libre, sobre su propio cielo de
corolas…
Y no oyes en este momento, di, al silencio o al amor más allá
de las lianas que tejiera para vencer su abismo,
asumiendo justamente la muerte con los modos de un espíritu?
Sí, en los amantes invisibles está asimismo la otra flor
o el otro lado de esa flor,
llama, serena llama, que viviría de su sombra...
Dónde, entonces, aquí, nuestras debilidades hechas dioses?
Aquí, lo que llamamos “horror”, o lo que llamamos
“amenaza”,
sonriendo desde la semilla, se diría,
o equilibrando a las mariposas, si quieres,
con un frío que nos duele, es cierto, en lo uno de la sangre...
Pero aquí también enfrentando a lo innombrable,
algo como los honores de un ángel...
Mas es en nosotros, mi amigo, que la agonía es dividida,
terriblemente dividida, y expedida a la ventura...
Y aquella música blanca con unos silencios de jacarandaes?
Allí y aquí, a la vez, la condena “de la rueda”,
desde las madres del río y desde las madres de las zanjas...
Y aquí, ay, asimismo, lo que vinimos a buscar..
Si el lirio da a los precipicios, qué le vamos a hacer?
Hay que perder a veces “la ciudad” y hay que perder a veces
“las letras”
para reencontrarlas sobre el vértigo, más puras
en las relaciones de los orígenes...
O más ligeras, si prefieres, como en ese domingo
y en esa fantasía que serán...
Hay que perder los vestidos y hay que perder la misma identidad
para que el poema, deseablemente anónimo,
siga a la florecilla que no firma, no, su perfección
en la armonía que la excede...
O para ser el arpa de Lungmen
eligiendo ella sola los temas de su música,
lejos de los tañedores que se cantan a sí mismos
o que no oyen con los suyos a los recuerdos de las ramas
ni lo que dice el viento…
ni menos ven lo que el viento, por ahí, pone de pie. ..
Y aquí, además, las rimas entre los escalofríos de las briznas,
con los hilos temblando, siempre más allá de nuestra luz..
Y el rostro de Ella no escrito,
oh, recién nacido, con unos signos por hallar
y que serán, oh amigo, los que han de llevarte hasta su esencia
como las mismas, las mismas letras de tu alma...
Pero la viste a Ella,
amaneciendo aquí, Ella, de la espuma de las matas,
Venus de las colinas. Ella, sobre un flujo de jardín,
virgen profunda ésta toda aún de cabellos?

 Ella…

Ella estaba enamorada de sí misma…
Oh, los espejos...
Oh, la embriaguez de plata
de ella
en el aire de los zarcillos…
Luego fue de los velos…
Las nubes del otoño
sólo,
sólo, ay, para una novia...
Los velos...
Y fue más tarde de las hojas...
pero de las hojas como joyas
del viento...
Las hojas...
Y con el tiempo fue del río…
mas lo mismo que un ala,
a veces invisible,
sí....
o una ramilla, al ras, midiendo
la danza...
Un ala y una ramilla
únicamente… ay,
del río…
El río…
Después, después, las cosas
con su perfume
séptimo…
Y ella, las cosas mismas
buscándose,
para la comunión?,
para la adoración?
Y ella, las almas mismas
también,
buscándose las manos
en los laberintos,
tras de todas las rejas,
a través de todos los órdenes.. .
a través de todos
los mundos...
Las cosas y las almas...
Y al fin, ay, al fin.. .
el grito hacia el mar
o la noche...
El grito de la niña,
o de algo
que ya no se veía,
sobre el último
hilo…
En la ribera, es cierto,
sólo un hilo
llamando?
La pregunta a las estrellas
perdida, es cierto,
en el jamás?
Pero por qué, por qué,
a la vez,
menos que una vibración,
menos,
ella,
en la corriente de las profundidades
hacia la edad
verde…
sube, sube de repente, sube...
sin nombre,
desde todas las presiones?
Y por qué, por qué,
de repente en la luz,
quemada por un ángel,
por qué
sale de la luz, ella, corriendo...
corriendo
a los caminos de la sed,
con el vaso de agua en las manos
y descalza,
por qué?...

PREGUNTAS A LA MELANCOLÍA

Qué tiempo del alma
es éste que en la tarde, infinitamente, transparece
unas islas?
O es setiembre, sólo,
el que sueña sus espejos, abismándolos, aún,
al nivel del confín
que no termina, a su vez, de ser absorbido por el mismo
vacío?
Pero por qué se hunden
el verde y el celeste en la niñez… así:
por qué?
Por qué no vuelan, ellos, di, melancolía
si tienen, ya,
plumas…:
por qué?
Y de dónde miras tú, melancolía, si
misteriosamente,
al fin,
no parecen de aquí
ni los montes que recuerdan o que ansían o que olvidan
y que se sumen
al trasluz
de un espíritu, no?, de agua
y de aire?
De qué hierbas, entonces, tus ojos de doncella, di,
melancolía,
se azulan...
y se deslíen...
de cuáles?
Por qué ahora te curvas y subes hasta casi abovedar la
despedida,
aquélla,
que eterniza, ya, un río
y unas orillas...:
por qué?
si tu pensamiento, niña, al fin de savia, sólo habrá
de anochecer,
y anochecer,
una palidez de yermas,
más allá de lo que, apenas, si amarillamente,
urdiese
tu penumbra
y tu brisa
para la misma trama, acaso, a que por la mañana, te avendrías,
al disolver tus hojillas
en esa pecera que abrirá pero hacia arriba
o de arriba,
la sublimación del rocío...?
Por qué, en tal caso, te vas como una Ofelia por la línea
de lo alto
o en la línea sólo de tu frente, o del desvío,
justamente, del halo
que ha de apurarte, luego,
el sueño de la clorofila o la diadema hasta después,
todavía,
de instilarte la primicia
de una malaquita...:
por qué?
O es por ventura, la unidad contigo misma
o con el flujo que te empina
y te alisa,
lo que te hace combar, así,
destacadamente,
el minuto...?
Sería, pues, esto, di,
melancolía…?
di…?
O no tendrías nombre, ni necesariamente edad, ni esencia,
pues serías
y no serías
en la continuidad de ese “aire”
que oscurece y se ilumina de lo íntimo
de la vida
a la vuelta de nada...
o cuanto más, lo creíble y simultáneamente, lo increíble
que no deja de vivir
y de morir
en la fe de una caña que carecería
de articulaciones, para asumir, por ahí
la respuesta, sin tiempo, a las respiraciones, a la
vez,
del cielo
y de los abismos...?
O no podrías ser, después de todo, el viso
que en la oscuridad,
nuestra prisa
al borde del miedo,
nomina…:
ése de la mariposa de la descomposición y del horror que debe
de latir,
por lo demás, la fuga
de todo el iris,
a costa, es cierto, de ellos y quizás de una ausencia
sin secarse aun,
aunque en un devenir
que los negaría, extrañamente, o si quieres,
que los niega
así
con tu desdén mismo
de criatura toda frente, y del otro lado, o por encima,
así,
de los junquillos?

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