viernes, 13 de noviembre de 2020

POEMAS DE GUIDO GOZZANO

(19 de diciembre de 1883 /  9 de agosto de 1916, Turín, Italia)





Un rimorso, Un remordimiento

 

I

 

¡Oh! El tétrico Palazzo Madama…

 

la tarde…la multitud se oscurece…

 

vuelvo a ver la pobre ánima,

 

la pobre ánima que me ama:

 

la tan semejante a una

 

pequeña actriz famosa.

 

 

 

Recuerdo. Sobre el labio contraído

 

la voz apenas se escuchó:

 

«¡Oh Guido! ¿Qué mal

 

te he hecho para tratarme así?»

 

 

 

II

 

Esperando que estuviera desierto

 

atravesamos el portal, pero bajo

 

los arcos se encontraban parejas

 

de amantes…huimos fuera:

 

cae la hermosa empuñadura

 

adorno de dobles violetas.

 

 

 

Oh agradable perfume disperso

 

de violetas y petit-gris…

 

«Pero Guido, ¿qué mal

 

te he hecho para tratarme así?»

 

 

 

III

 

Que el tiempo que vence no venza

 

La voz que me remuerde,

 

¡Oh rubia pobre esencia!

 

 

 

En el ojo azul violeta,

 

en el pequeño cuerpo de recuerdos

 

la pequeña actriz famosa…

 

 

 

Alzó la veletta. Se escuchó

 

(¡oh miserable también en el acto!)

 

Y aún: «¿Qué mal te he hecho

 

¡Oh Guido! para tratarme así?»

 

 

 

IV

 

Cruzamos los rieles

 

la Piazza Castello, en el rostro

 

azotados por el frío más vivo.

 

 

 

Pasaban jóvenes alegres…

 

Asumía una sonrisa maliciosa:

 

y sin embargo, malo no soy,

 

 

 

malo no soy, y

 

me llora en el corazón destrozado

 

la voz: «¿Qué mal te he hecho

 

Oh Guido para tratarme así?»

 

 

 

II

 

Invernal

 

 

 

<<…cri…i…i…i…ick>>…

 

la grieta

 

el hielo adornó, crujiente y viva.

 

«¡A la orilla!» cada uno ganó la orilla

 

desertando la cubierta mal segura.

 

«¡ A la orilla! ¡A la orilla!…» un soplo de miedo

 

dispersó la brigada fugitiva.

 

 

 

«¡Quédate!» Ella aferró mi brazo entrelazado,

 

sus dedos cruzó, viva unión

 

entre mis dedos. «¡Quédate, si me amas!»

 

Y en el espejo falso y desierto

 

solos quedamos, en largo vuelo inmenso,

 

ebrios de inmensidad, sordos a los reclamos.

 

 

 

Hecho etéreo así como un espectro,

 

sin pasado, sin recuerdo,

 

me abandoné con ella, en el loco acuerdo,

 

de largas ruedas diseñando el vitral.

 

Del borde el hielo hizo cricck, más tétrico…

 

Del borde el hielo hizo cricck, más sordo…

 

 

 

Me estremecí como quien escucha

 

el estridente y sarcástico chillido de la Muerte,

 

y me incliné, con las pupilas absortas,

 

y traslucir vi nuestros rostros

 

ya tendidos lívidos sepultos…

 

Del borde el hielo hizo cricck, más fuerte…

 

 

 

¡Oh! Cómo cómo, sujetaron aquellos dedos,

 

¡sentí nostalgia del mundo y de mi dulce vida!

 

¡Oh voz imperiosa del instinto!

 

¡Oh voluntad infinita de vivir!

 

Mis dedos liberé de aquellos,

 

y gané la orilla, jadeante, vencido…

 

 

 

Ella sola quedó, sorda a su nombre,

 

rodando largamente en su reino solitario.

 

Al final, le plació, tornar al suelo;

 

y riendo arribó, suelta la cabellera,

 

hermosa, audaz, palpitante como

 

la garza que emprende el vuelo.

 

 

 

Tan pronto recuperé el aliento, regresé

 

a la alegre multitud femenina,

 

me buscó, me alcanzó entre las filas

 

de amigos de risa cortés:

 

«¡Mi señor querido, gracias!» Y me extendió

 

la mano, fugaz, sibilante: –¡Vil!

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2017/02/poesia-italiana-del-xix-guido-gozzano/

 

Totò Merùmeni [1]

 

I

 

Con su jardín inculto, sus salones, sus bellos

balcones del Seicientos cubiertos de espesura,

la Villa se diría salida de unos versos

míos, la Villa-tipo del Libro de Lectura…

 

Piensa en días mejores la Villa triste, piensa

alegres grupos bajo los troncos centenarios,

banquetes señoriales en una sala inmensa,

danzas en los salones que vació el anticuario…

 

Pero allí donde antaño llegaban los Ansaldo,

los Rattazzi, d´Azeglio, o los Oddone, clava

el freno un automóvil chirriando y corcoveando,

e hirsutos forasteros hacen sonar la aldaba.

 

Se oye un ladrido, pasos, cautamente se entreabre

la puerta…En un silencio de claustros o cuarteles

vive Totò Merùmeni, a solas con la madre

enferma, una canosa tía, un tío demente.

 

II

 

Veinticinco años tiene Totò, un temple altanero,

mucha cultura y gusto por obras de la imprenta,

poco cerebro, poca moral y una tremenda

clarividencia: un hijo cabal de nuestro tiempo.

 

No siendo rico, a la hora de "vender palabritas"

(¡ah, su Petrarca!)[2], hacerse periodista o canalla,

Totò eligió el exilio. Y en libertad medita

sus fallas, que será mejor dejar calladas.[3]

 

No es malo. Da dineros al pobre, y al amigo

le envía una canasta con fruta de estación.

No es malo. Ayuda con su redacción al niño,

al que emigra con cartas de recomendación.

 

Si es gélido y consciente de sí y de sus culpas,

no es malo. Es aquel bueno que escarnecía Nietzsche:

" ... realmente yo me río del inepto que dice

que es bueno, porque tiene muy débiles las uñas ... "[4]

 

Tras el estudio grave, baja al jardín y una hora

juega con sus amigos en la amena gramilla;

son sus dulces amigos: una corneja ronca,

un gatito, una mona llamada Makakita…

 

III

 

La Vida no cumplió ni una sola promesa.

Él soñó durante años un Amor siempre ausente,

soñó, por su desgracia, con actrices, princesas,

y hoy es la cocinera su amante adolescente.

 

Cuando la casa duerme, la muchacha descalza,

fresca como una fruta húmeda de rocío,

va hasta su cuarto, lo besa en la boca, salta

sobre él, que la posee, beatífico y supino ...

 

IV

 

Es que Totò no siente. Un lento mal indómito

secó las primigenias fuentes del sentimiento;

los sofismas y análisis hicieron de este hombre

lo que las llamas hacen de un edificio al viento.

 

Pero como las ruinas que han ardido en la hoguera

muestran irisaciones de hermosas, vivas flores,

esta alma calcinada poco a poco gotea

floraciones de exangües versos consoladores ...

 

V

 

Así Totò Merùmeni, luego de tristes casos,

casi es feliz. Alterna rima y filosofía.

Encerrado en sí, piensa, se cultiva, ha sondeado

la vida del Espíritu, que antes no comprendía.

 

Porque la voz es poca, y el arte de su alma

inmenso, porque el Tiempo -¡mientras yo hablo!- se va,[5]

Totò se está apartado, sonríe, espera en calma.

Y vive. Un día ha nacido. Un día morirá.[6]

 

[1] El nombre, irónicamente deformado, corresponde al título de una comedia del poera latinoTerenzio, Heautontimorumenos, transcripción de un término griego que significa “el que se castiga a sí mismo”, el antecedente más próximo, sin embargo, se encuentra en un poema de Baudelaire, “L´Héautontimorouménos”, de Las flores del mal. Con respecto a nuestra traducción, dada la importancia de la rima en el arte de Gozzano, no nos hemos resignado a prescindir de ella, aun debiendo alternar asonancias y consonancias. [N. del T.]

[2] PETRARCA, Rime, CCCLX, 81: "Éste en temprana edad se entregó al arte / de vender palabritas, o patrañas" ["Questi in sua prima età fu dato a l'arte / di vender parolette, anzi menzogne"]. Petrarca alude a la abogacía (y recordemos que Gozzano estudió Derecho, y abogado se define a sí mismo el yo lírico tanto en "Los dos caminos" como en "La Señorita Felicita"). [N. del T]

[3] Cfr. DANTE, Inf, IV, 104: "hablando cosas que el callar es bello" ["parlando cose che il tacere è bello"]' También Rime, CIV, 28: "la vi donde es mejor dejar callado" ["la vide in parte che il tacere è bello"]' [N. del T]

[4] Alusión al capítulo "De los sublimes" en Así habló Zarathustra. [N. del T]

[5] Adaptación del petrarquista "ahora, mientras hablo, el tiempo huye" [ora, mentre ch'io parlo, il tempo fugge"], Rime, LVI, 3. [N. del T.]

[6] Cfr. Francis JAMMES, "Il s'occupe" (De l'Angélus de l'aube à l'Angélus du soir), v. 33: "Il est né un jour. Un autre jour il mourra." [N. del T.]

Tomado de:

http://revistafenix.blogspot.com/2011/03/revista-fenix-nro-23.html#_ftnref00

No hay comentarios.:

Publicar un comentario