miércoles, 22 de septiembre de 2021

POEMAS DE IWAN LLWYD

 

(15 de noviembre de 1957, Carno/ 28 de mayo de 2010, Bangor, Reino Unido)



Huellas digitales

 

En la plaza del pueblo

donde el reloj de sol incaico

intenta con mucho esfuerzo

dar la hora

con más exactitud que el de la iglesia,

los viejos con sus sombreros

se lavan los pulgares

en la fuente;

cada uno por turnos

se inclina sobre el agua

antes de convertirla en azul

con el color de su voto;

dan un nuevo significado

a “mostrar los colores”,

mientras los guardias armados

supervisan las colas

de mujeres coloridas

que votan

por Vecino o Salazar:

no tienen otra opción,

la democracia es obligatoria,

es un voto o un balín

aquí a orillas del Titicaca

donde las torres de las iglesias

 

intentan con mucho esfuerzo

hacerles sombra

a los templos incaicos;

en la plaza del mercado,

tocando con un pulgar las chucherías

cada pulgar azul

es testigo

al extenderle una mano a alguien,

mientras los dedos limpios

esperan su turno:

mas a pesar de la severidad

de las sombras

de las armas y las iglesias,

las marcas

sobre la terca piel

no duran para siempre,

se lavan,

y el agua de la fuente está azul

de la tinta del blanco,

y sus pulgares están limpios

mientras echan carreras

para apresar el lago y el cielo,

y atrapar los rayos de sol libres

como el reloj solar incaico.

 

 

 

“¿Usted no es de aquí?”

 

No, no lo soy, vengo de una provincia

del norte lejano, que alguna vez era un reino,

no puedo pronunciar bien ni hablar el dialecto,

pero cuando regrese a esta zona

como un nómada extranjero, como un pájaro tormentoso

arrasado por la tempestad, o como un pelegrino

que sigue los caminos de Ponterwyd a Pontrhydfendigaid,

caminaré con confianza, mientras la presencia

de mis ancestros me guíe, una luz en mis ojos;

pues cada viaje hecho otra vez ya fue un lazo

entre el comienzo del ayer y del mañana,

y en el silencio de los dos viejos

en una esquina del bar hay miles que cuentan

de días lindos, de grupos de oración, de peleas, del amor,

de un mundo como era, de lo que vendrá:

no, no soy de esta zona, pero escucho

el taconeo de los bardos mientras van

de pauta en pauta, de una provincia a cientos,

antes de escaparse de Eiddig al tomar otro camino a casa:

 

he sido buitre, he sido papalote,

raro y peligroso,

he sido joya, he sido Taliesin,

he vagado por Rhos Helyg,

he sido ciervo, he sido enano, he estado aquí

en la forma de un pastor, de un posadero,

de un soñador y de un bardo,

no, no soy del barrio, pero sí del futuro,

que brota desde lo profundo de la vieja tierra de Pumlumon,

y cuando me iba,

el viejo de la esquina me dijo:

Siwrne dda i ti, ffrind.

Buen viaje, amigo.

 

 

Automóviles

 

Es una ardiente mañana de mayo en Memphis

y hay un choque en la autopista,

el cuerpo con las piernas abiertas que ya no se sacude bajo el sol,

y todo el desfile suspendido

por una camioneta Chevrolet, el parabrisas

reventado, esperando en algún tipo de vigilia.

 

Es temprano, pero las puertas de Graceland

ya reciben los primeros pecadores,

el fanatismo del Rey se desplaza hacia abajo

las muestras de dolor al pie de su monumento,

mientras más allá del grafiti

y el metrónomo del tráfico

un Cadillac rosado se aquieta, imposible de arrancar sin llave,

en el bulevar Elvis Presley,

esperando la resurrección.

 

Al llegar el ocaso, el Hotel Lorraine es un doble ardiente

de sí mismo en la vitrina del Almacen Peabody’s,

y bajo el balcón donde mataron a Martin

trabajadores del carnaval y estafadores cierran sus quioscos,

y una mujer, que trata de mantener encendida la llama,

recauda fondos para los que no tienen hogar,

mientras los Olds y los Pontiacs

que trajeron al profeta aquí

hace un cuarto de siglo

son submarinos en la sombra

al final de la tarde caliente.

 

Pulso americano, aliento americano;

los cortejos oscuros en reposo bajo el polvo.

 

 

 

Far Rockaway

 

Aunque esté lejos, sígueme

a Far Rockaway, Far Rockaway,

su nombre es canto de oro como cuerdas de guitarra

o coro callejero y se vuelve mar,

o amantes que han doblado aquí

al salir de la autopista nocturna, que susurran sobre el café negro,

la gasolina y la lluvia ligera en la ropa,

dos mirones de la luna que se tocan la punta de los dedos,

que cuentan los animales atropellados en las vías secundarias,

cierto que nadie como ellos existió antes.

 

Aunque esté lejos, sígueme

a Far Rockaway, Far Rockaway,

donde las estrellas cambian de lugar sobre la bahía

y el aire está lleno de ácidas canciones de cuna,

donde los grafitis pintan su arco iris

sobre cada barrio de piedra rojiza,

y hasta los que celebran los saturnales entienden

que pronto deben regresan a casa

como ratas bajo la línea del tren,

y donde nosotros caminamos las calles de la ciudad

llevándonos el uno al otro y nuestros secretos.

 

Y aunque esté lejos, sígueme

a Far Rockaway, Far Rockaway,

donde, mientras esperan el tren A,

los policías escriben canciones de amor

sobre el buen karma que llevan en sus pistolas,

y los bardos votan por las vocales

desde sus taburetes, mezclando el rocío con Dewar’s

sobre un ajedrez zurdo, y todos buscan

la consagración de un beso hoy

en Far Rockaway, Far Rockaway.

 

 

 

Araña

 

Aquella vez la telaraña era perfecta,

sostenida en su trama.

 

Pasó tiempo trenzando la luz solar en la zona de rocío;

y ahora que acabó con ese deber

 

escucha cómo escande la lluvia sus versos, y entonces

la mutación silenciosa de la lluvia.

 

Sobre el río que corre mañoso,

cascada imposible de acompañar, áspera

 

entre el mundo de liquen, con la visión de la orilla,

la araña, predadora paciente,

 

se mantiene estudiosa frente a su guion,

sopesa cada perla en su provincia.

 

De pronto una brisa llega para estremecer

el esquema entero, inmaculado de las cosas.

 

Y allí me paro como un viejo

con el mal aliento del otoño

 

uniendo el encanto

a mi propia crónica enredada.

 

 

 

-Nuestra tierra de nadie

14 poetas galeses contemporáneos

Selección y traducción de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez.

Colección: Ladrones del tiempo

Uniediciones

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/iwan-llwyd-2/

 

La huelga

 

Hay peligro entre Padarn y Peris,

el Gilfach se empaña con aguanieve,

los hombres de la cabaña se quejan de que

sus hijos no tienen nada que comer.

"¡Es hora de que eliminemos las herramientas, muchachos,

y desafiemos las reglas del capataz!"

 

Adiós al polvo y la pared rocosa,

adiós al cuchillo cortador de pizarra,

adiós a la fundición y la herrería,

el ruido y la maquinaria y la lucha -

"¡Nuestro sindicato se mantiene firme y seguro,

en nuestra casa nos refugiaremos o traicionaremos!"

 

En Pencarnisiog, la huelga empieza a dollar;

cuando mi marido no tiene ni una costra,

vuelve a la cantera y se arrastra, luego,

antes de que la gran rueda comience a oxidarse.

"¡Algún día nos

desharemos de tu polvo de pizarra, algún día ese viejo Hwch se tirará!"

Adaptación al inglés © Susan Walton 2019

Tomado de:

https://sgwennusue-sueproof-wales.translate.goog/tag/iwan-llwyd/?_x_tr_sl=cy&_x_tr_tl=en&_x_tr_hl=en&_x_tr_pto=nui,sc,elem

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