miércoles, 1 de septiembre de 2021

POEMAS DE VITTORIA AGANOOR POMPILI

 

(26 de mayo de 1855, Padua /9 de abril de 1910, Roma, Italia)


¡NUNCA!

 

Bajo la luna de mil jinetes,

como señal para llamar a la colección,

voy, vuelo, jadeante, en libertad,

cabello curvado sobre los negros caballos.

 

 

Ciego, loco, no se ve, en la vaga

montículos, el pelotón ofreció por medio de tornillos,

o de las invitaciones chispa casas

la paz, en las orillas de los lagos somnolientos.

 

 

¡No, no, no! Sólo brillante, con alas,

hermosa en una terrible belleza,

los comandos de voz y acariciar

llamado el sueño soñado por muchos años.

 

 

Allá abajo, allá tenazmente llama

y no el torbellino horda de moscas

crédulos, donde una palabra cruel

extinguir el fuego, el gran deseo.

 

 

Es la horrible palabra en lo profundo

abismo que atrae a los codiciosos y golondrinas

quienes cuestionan la magia de la noche

corre a los espejismos que no son del mundo.

 

 

¡Pero eso val!  pero a quién le importa? - La mente del sueño;

todo es vano! - A quién le importa? ¡Siguiente! yo

con ustedes, hermanos! y estimuló y alentó y estimuló

mi caballo desesperadamente.

 

LA CANCIÓN DEL ODIO

 

Él se escapa hacia el mar en las frías sombras de la noche

una muchacha de mejillas pálidas.

No tiene más lágrimas en los ojos perdidos

pero la gran muerte proponimento.

 

 

Allí, entre amigos felices allettan, fácil

triunfos y vanas ama a un núcleo frío

obblioso; se hacen eco de los aplausos

el sonido de sala llena de gente por él.

 

 

Fuera de las profundidades, de repente, un demonio surge

y de paso alto en la noche llorando

- Que usted, como un grito desesperado,

la chica muerta de amor en vano. -

 

 

da: «Leggenda eterna»

Tomado de:

http://rincondepoetasmajo.blogspot.com/2012/03/vittoria-aganoor.html

 

Visión

 

Sé de un palacio con muros antiguos so

triste que parece un sepulcro;

marrón de musgo desde las estribaciones hasta el techo,

abarrotando el atrio de verduras y ortigas.

 

En el interior, un aura arrugada, recogida en sí misma

ante el focolar desierta y apagada,

sigue para narrar

a leyenda que nadie escucha con acento infantil.

 

*

 

Lluvia

 

Piovea; a través de los ventanales abiertos

a esa tregua de obstinado ardor,

frescas ráfagas se elevan desde el jardín

de hierbas resucitadas y flores resucitadas.

 

El tumulto de colores se apaciguó

bajo el velo de las gotas imploradas;

y en back to los álamos, los fresnos, los laureles,

los terrones staientos bebían con avidez.

 

- ¡Ser planta, ser hoja, ser tallo

y en la angustia del ardor (pensé) tan tierno ancho

refresco del cielo! -

 

En el alféizar de la ventana extendí los árboles jóvenes,

las flores, las hierbas, miré, miré ...

Y la lluvia me golpeó el pelo.

 

*

 

¡Oh muerto! ...

 

Los transeúntes permanecen en las puertas,

espiando los secretos de las sombras verdes;

pero son las sombras desiertas, y los musgos y las hierbas

parasitarias que recubren las avellas

recubren el avelli veston la villa sumergida entre los abetos.

 

Yo, sentado aquí bajo el pórtico de

donde

mi padre vino solo a las vísperas, miro y me creo una sombra,

la sombra de un pasado muy lejano que solo

tiene la forma de un ser vivo.

 

El rostro blanco

entre planta y planta aparece de la Luna, pero la vaga escolta

de los sueños ya no está con ella; ahora parece

una calavera y con una risa bromear conmigo

parece decirme: - «¿No ves? ¡Yo también estoy muerto! " -

 

Aquí está el Ave, el timbre que escuchó,

el mismo sonido… y vuelven los

recuerdos de horas lejanas: días felices,

tardes dulces; una íntima y

evocadora agonía que desgarra el corazón.

 

¡Oh muerto, de una palabra, de

una palabra! ... Con mi oído extiendo

toda mi alma ... un frío pasa

y la hierba tiembla ... Oh seguro que

me oyes, me hablas ... y soy yo quien no está, quiero decir.

 

*

 

Canción de abril

 

Una voz canta: - ¡Oh gente dolorosa

, vengo, vengo! Abre

tu corazón a las esperanzas, abre las habitaciones cerradas

a la carga de rosas que se avecina.

 

¡Vengo, vengo! Cada desierto y cada

acantilado florece; levanta la cabeza

y sonríe; Vengo para la fiesta

maravillosa, llena de sueños.

 

 

Les traigo la promesa de un mayo más constante y luminoso. ¡Oh

corazones tristes, o descuidados, o derrotados, o no amados,

o humanidad vacilante, valor! -

 

*

 

Tentación

 

Sobre el rugido del torrente, incliné

la cabeza desde el acantilado oscuro,

quemado por mil arroyos,

y pensé: - ¡Qué entierro ideal

en esos abismos, eternamente vivo

con animadas olas de voces y tormentas!

¡Entonces, así cantar

con una voz más poderosa

que los torbellinos a través de los bosques,

con el correr del mar!

Pero luego que busca en vano esta

alma mía, para estallar en un clamor

soberbio, que sacude los abismos y los picos, se

desvía

entre los altísimos acantilados de la palabra;

entonces que el pasaje sublime

no se abre, y en olas claras

y fuertes, las rimas no estallan

rugiendo de gloria hacia el mar;

de la roca resonante

para las bobinas cubiertas de musgo

mejor como gota caer en el fondo, perderse, faltar

! ...

 

*

 

En camino

 

Caminaba delante de mí, inclinada, con un bebé

en el cuello, y el bebé detrás de ella miraba, con su

rostro regordete y su halo

rizado extendido, hacia arriba en el húmero del ava.

 

¡Oh tribuna fresca, oh viejo homero! Como

un muro ruinoso Pueblo y

las almenas

, una rosa si se eleva desde el parque cerrado y hacia afuera apunta, riendo.

 

*

 

En coche

 

¡Calle! ¡Calle! ¡Sube con nosotros el vértigo

del triunfo! Volemos al desconocido

malicioso domain de los torbellinos

, señores del tiempo y del movimiento.

 

Detrás de nosotros, en el polvo abruma la

expectativa y el tedio, el triste recuerdo

; ¡Calle! ¡Calle! no más limites

a nuestra conquista soberana.

 

Detrás de nosotros las horas, lentas de

ansias ansiosas, los fantasmas ciegos de la

ociosidad perezosa, el éxtasis vain. ¡Calle! el alma

del futuro más allá de los pelaghi migratorios.

 

¿Nos desafía la tormenta? No es tímido,

nos veremos en la discapacidad.

Ganaremos huyendo más rápido

que las nubes, la hora, el viento.

 

¡Vamos, más rápido, más rápido! persiguen

sombras fantasmales; Veo que las

manos de ganchos amarillos se levantan, se

estiran para tirar de nosotros detrás de nosotros.

 

¡Empújalos hacia atrás, hola! Son los pálidos

cuidados, infestados de

valiente temperamento, que todo audaz vigor nos envidia:

¿seremos sus esclavos para siempre?

 

¡No, larvas satánicas! y si el

nuestro no puede ganarte, el destino se

burlará, con nosotros arrastrándote

a la muerte, a la muerte, a la muerte.

 

*

 

diciembre

 

Aquí y allá, en el campo,

las ramas de las plantas agotadas se levantan hacia el cielo.

Está lloviendo; se cierne sobre la vasta soledad

desolada, el silencio.

 

Sobre la desierta inmensidad del alma llora a

veces la lluvia tan silenciosa;

brazos humanos

extendiéndose así al cielo a veces, y mundos y suplicantes.

Tomado de:

https://alessandria.today/2019/02/25/dieci-poesie-di-vittoria-aganoor/

 

 

Temor

 

Muy bien, moriré, mi espíritu es fuerte.

Pero, para confesar la sagrada verdad,

hay algo que temo: temo que la muerte también,

dejándome ir al otro lado,

 

quiere jugarme una mala pasada:

lágrimas ardientes caen sobre

mi cadáver helado, y alguien

cubre el féretro con flores

 

por vano celo, y en amorosa multitud, los

amigos son arrastrados detrás de mi ataúd.

Temo - apenas en la tierra

del cementerio - cambiar

 

en una sombra querida, objeto de amor preciado,

y sobre mi piedra derramará plenamente

lo vivo que mi corazón hambriento pidió

siempre en vano.

 

 (traducido del italiano por Brenda Webster)

Tomado de:

https://www.thereader.org.uk/featured-poem-fear-by-vittoria-aganoor-pompili/

 

Búscame, te veo, inclínate

Búscame, te veo, inclínate

ante tu clave, tus pequeñas y dulces

 

canciones de los primeros años, escuchadas a la sombra

de las palmas y en las hermosas y doradas;

o las fiestas, las oraciones, el sueño luminoso

 

que nunca se olvida, oigo que la

infancia narra, florece en el sol

de Asia, allí, entre las blancas columnas

de su soberbia morada, en el viento

 

de tu mar salvaje, dentro de los

bosques intactos, con los acentos solemnes,

hablo de Dios

 

te encantaron las flores,

María: los mechones oscuros de los

sicomoros fragantes y las glicinias, que tenían

 

para ti palabras y canciones, y un

parentesco secreto con tus sueños y los

éxtasis mudos de tus dulces y atentos ojos.

¡Cuánto soñamos y cuánto lloramos!

¿Te acuerdas del olor a madreselva

 

allí en el jardín, de las noches de verano

 

allí en el jardín, de las noches de verano

bajo las estrellas que llovieron rayos

y promesas y suspiros? y el plenilunio que nos vieron,

 

muchachas jóvenes, alegres y hermosas, allá abajo, dentro de la lenta

góndola, camino a la laguna; y las canciones

del viejo poeta (a las que él deleita

 

¿Estuviste entre todos nosotros) la voz y el verso

resonante, que a nuestras almas listas bajaron al

despertar visiones y a

 

latidos del corazón encendidos? ¿Recuerdas los primeros estudios,

los serenos triunfos, la alegre

luz y las manos que nos extendieron a nosotros, a

quienes íbamos, la frente aguda y precisa

 

de la juventud real, conociendo

el futuro?

Tomado de:

https://diario-nco.com/cultura/de-hoy-y-de-siempre-vittoria-aganoor/

 

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