lunes, 20 de junio de 2022

POEMAS DE ENRIQUE AMADO MELO

 


Mi mundo no pasaba…

 

 

        de donde mi madre iba,

 

y hacía arriba tenía

 

la altura de mi cometa.

 

El camino del río…

 

y el lento río transparente

 

en cuyos remansos

 

- detrás pececitos y guijarros-

 

se dormía mi tiempo,

 

mientras en sus verdes riberas

 

mi madre envejecía…

 

El cerco de cinacinas

 

sombreador de mis siestas,

 

con su lluvia amarilla de diciembre

 

que perfumó mis veranos

 

y trajo mangangaes amistosos

 

que unían sus monótonos arrullos

 

a los aleteos de mansas palomitas.

 

La pelota azul de goma

 

que nunca iba muy lejos,

 

porque siempre andaba

 

entre mi perro y yo.

 

(¡Mi perro… ¡Regalo, regalito!

 

ójitos expresivos y colita ebria-

 

por quien tuvo noticias de la muerte

 

y lloré, primera vez,

 

a un ser querido).

 

 

 

El dolor era viejo entre los míos,

 

pero yo lo ignoraba;

 

porque el dolor tenía

 

la eterna alegría de mi madre

 

y su palabra tierna.

 

Y hasta las manos callosas de mi padre

 

no sé como cortaban

 

el pan tan suavemente

 

y leve hacían

 

aquel diario ademán

 

de despedida…

 

 

 

En mi pequeño mundo

 

el amor era eso.

 

Y lo llenaba. [4]

 

 

         Mi madre

 

 

 

Viniendo de la huerta

 

en la mañana

 

- cesto su delantal de frescas hortalizas-

 

era la anunciación del buen almuerzo.

 

 

 

Y más temprano aun,

 

con dos baldes de espumosa leche,

 

entre cantos de gallos y luz rosada,

 

era ya la mujer buena

 

pensando en la existencia de los suyos.

 

 

 

Ella iniciaba la mañana

 

y la ponía en movimiento;

 

y era el despertador puntual y grato

 

que de algún modo

 

me anunciaba el día

 

con un trajín de vajilla

 

y el yis-yis de la escoba

 

aseando el patio. [5]

 

 

Conversé con el árbol y la hormiga

 

 

 

pero más con mi caballo;

 

acaso porque no vi en los otros

 

tantos signos de correspondencia

 

como en las orejas y los ojos

 

de mi zaino.

 

No sé de qué le hablaba.

 

Los temas habrían sido

 

las cosas familiares del camino

 

donde habían algunas

 

que los dos preferíamos:

 

las sombra de las acacias,

 

el agua de la cachimba…

 

^Ponía las orejas tiesas

 

al escuchar mi voz.

 

Lo mismo hacía

 

con el canto de algún pájaro

 

el bólido entre las ramas.

 

Hasta me parecía

 

que sus ojos seguían el paisaje

 

con un placer igual al mío. [6]

 

 

 

De "Memorias" 1976

 

 

Los paraíso s que bordea ban el camino

 

 

 

eran hervor de hojas verdes

 

si los movía la brisa,

 

miríada de espejitos

 

en el aire quieto del verano.

 

Pero hacia abajo vertían

 

una sombra espesa y clara

 

que era cual la lluvia fresca.

 

Allí el viento del norte

 

abandonaba su fuego

 

y al regreso del sembrado

 

mis padres oreaban sus frentes

 

antes de entrar en la casa.

 

Y yo miré, muchos años,

 

en el fondo del ese túnel fresco y alto

 

grandes maizales humeando

 

bajo el cielo implacable. [7]

 

 

          El vaso de agua

 

 

 

Entro en la fresca sombra de la casa

 

perseguido del sol que arde el camino,

 

un sabiá me saluda con su trino

 

y un olor a malvón llega y me abraza.

 

 

 

A darme buenos días ha venido

 

mi madre buena desde la cocina;

 

me sonríe feliz y se encamina

 

hacia el patio buscando lo que pido.

 

 

 

Luego vuelve trayendo en una mano

 

un vaso de agua pura que destella

 

bajo la luz ardiente del verano.

 

 

 

Y en la misma actitud que me recibe

 

en ese vaso ahora me da ella

 

la frescura profunda del aljibe. [8]

 

 

                Milagro de la luz

 

 

 

A orillas de este río ciudadano

 

que entre muros de piedra se demora,

 

y hacia  el lejano mar soñando lleva

 

un cielo azul con nubes y gaviotas…

 

 

 

Aquí donde la luz de esta mañana

 

lava del puente la musgosa piedra,

 

abrillanta follajes y clarea

 

las altas torres de la gris iglesia…

 

 

 

el río oscuro de mi sangre siente

 

que el oro de la luz también lo alcanza,

 

y un paisaje otoñal en él se mira

 

cuando en la zona de mi pecho pasa.[9]

 

 

 

              La ausente

 

 

 

                    a la memoria de mi madre

 

 

 

Ahora que no estás

 

digo tu nombre

 

y es una lámpara que enciendo

 

en el silencio de la casa

 

cuando la noche entra.

 

 

 

Tú nombre al mediodía

 

sobre el mantel revive

 

el olor de los sencillos platos

 

que hacías con amor.

 

 

 

Tu nombre

 

renueva en todas partes

 

las huellas de tus manos

 

y hace surgir en las habitaciones

 

tu continuo trajinar

 

que proclamaba

 

aquel velar por los tuyos

 

y la casa.

 

 

 

Y a toda hora

 

tu nombre es necesario

 

para creer que estás entre nosotros

 

y es tiempo todavía

 

para la esperanza. [10]

 

 

 

                  Otoñal

 

 

 

San Gregorio se ahoga en la neblina

 

de los últimos días otoñales

 

(Encanecido ciego

 

clamando por la luz y el aire)

 

 

 

La bruma llena el corazón del día

 

y si el pájaro vuela no se sabe.

 

La noche con eléctricos faroles

 

empuja la ceniza y no la abre.

 

 

 

El amigo que pasa es un extraño.

 

Espectros son las casas y los árboles.

 

Y yo mismo pareceré un fantasma

 

que desanda la calle. [11]

 

 

           El niño y la cometa

 

 

 

Un chiquillo de mi barrio

 

- asiduo gorrión de aceras-

 

con ingenio y como pudo

 

se fabricó una cometa.

 

 

 

En el baldío halló todo

 

lo que buscó para hacerla:

 

diarios viejos, nilón, trapos

 

y astillas de caña seca.

 

 

 

Le puso un hilo cortito

 

- adición de piolas viejas-

 

y tenía que correr

 

para en vuelo mantenerla.

 

 

 

Sudoroso y despeinado

 

pasaba frente a mi puerta,

 

con el bracito extendido

 

tironeando de la estrella.

 

 

 

Y aquella cometa era

 

- tan pequeña y contrahecha-

 

unas veces mariposa

 

y otras veces tijereta.

 

 

 

Un día la vi quebrada

 

caída en una cuneta.

 

Y una tarde que llovía

 

marchó el torrente con ella.

 

 

 

Y el chiquillo, ya olvidado

 

de su frágil compañera,

 

vio - extasiado - cómo el agua

 

jugaba con la cometa.

 

 

 

Las cometas de mi infancia

 

en setiembre vuelvo a verlas,

 

y vuela y sueña mi alma

 

como en las tardes aquellas.

 

 

 

Pero una cometa, nunca…

 

(viejo corazón, ¿recuerdas?)

 

que fue sólo mía y tuvo

 

una sola primavera. [12]

 

 

          Mañana campesina

 

 

 

La mañana todavía

 

tiene húmeda la cara

 

y olor a heno de establo

 

y a leche de la ordeñada.

 

 

 

Varias golondrinas sesgan

 

el aire celeste y malva

 

lleno de píos y trinos

 

de ruidos, gritos y parla.

 

 

 

Canta la rueda del pozo

 

con el cántaro de agua

 

que al recibirlo la luz

 

relumbra como de plata.

 

 

 

El lazo vuela en el campo

 

entre hopas y algazara

 

y en el verde de la huerta

 

anda brillando la azada.

 

 

 

Un vilano dijo sí

 

a la brisa que pasaba

 

y se fue feliz con ella

 

hasta enredarse en los talas.

 

 

 

El alambrado parece

 

un inmenso pentagrama

 

donde los gorriones son

 

notas móviles y pardas.

 

 

 

Despertóse el romerillo

 

cubierto de telarañas

 

y en medio del campo es

 

un velero que no avanza.

 

 

 

El churrinche le da al árbol

 

una florcita encarnada

 

y la chimenea envía

 

al cielo una nube blanca. [13]

 

 

         Pegasillo

 

 

 

Como andabas silencioso

 

nadie salía a mirarte

 

ni notaban la presencia

 

de tu paso por las calles.

 

 

 

Y cuánto. Pegaso humilde,

 

yo Quijote, tú caballo…

 

Sumiso tú, obedeciendo;

 

yo, sobre ti palabreando.

 

 

 

Mas de aquella andanza nuestra

 

por la redondez del pago

 

lo saben los macachines

 

las margaritas y el árbol. [14]

 

 

        De otro tiempo

 

 

 

Mi padre hacía carbón,

 

mi madre lavaba ropa;

 

qué musical era el monte

 

y el agua qué rumorosa.

 

 

 

Con el carbón de mi padre

 

los pobres no tenían frío,

 

con el lavar de mi madre

 

los ricos andaban limpios.

 

 

 

Con oficios tan humildes

 

ellos tuvieron sus logros:

 

hacer feliz a otro pobre

 

y a los ricos, ostentosos.

 

 

 

La gente de aquellos tiempos

 

como mis padres pasaron…

 

pero entonces yo era un niño

 

y de allá vengo a contarlo. [15]

 

 

       Cinacinas

 

 

 

Cinacinas de mi pago

 

aguerridas y longevas,

 

lozanas en cualquier parte,

 

crecidas en donde quiera.

 

 

 

Ariscas y desgarbadas

 

(mas no faltas de belleza)

 

a orillas del caserío

 

donde viven con modestia.

 

 

 

Cómo podría olvidarlas,

 

si allá en mi niñez lejana

 

fueron verdes mis veranos

 

y de amarilla fragancia.

 

 

 

Las recuerdan mis pupilas

 

enfiladas en los cercos,

 

aquí y allá en el camino,

 

solitarias en los cerros…

 

 

 

Imposible imaginar

 

nuestro paisaje sin ellas,

 

adonde los ojos iban

 

estaban fieles y quietas. [16]  

 

 

           Panadero

 

 

 

Panadero de mi pueblo

 

que de casa en casa vas,

 

con el pan recién salido

 

de tu horno familiar.

 

 

 

El sabroso pan que vendes

 

siempre me recordará

 

las roscas que hacía mi madre

 

bajo el frondoso parral.

 

 

 

Tarde a tarde nos visitas,

 

imposible más puntual;

 

si algún día no vinieras

 

el barrio te extrañará.

 

 

 

Tantas cosas se nos fueron

 

que son sólo historia ya,

 

¡qué no le falte a mi calle

 

el aroma de tu pan. [17]

 

 

                    El lago

 

 

 

El lago reverbera

 

bajo este sol de enero que fustiga y calcina.

 

Cual  un gigante hongo que en la orilla creciera,

 

un sauce soñoliento sobre el agua se inclina.

 

 

 

Buscando en el bochorno un poco de frescura,

 

algunas bestias llegan a las aguas amigas

 

y bebiendo con ansias la linfa que fulgura

 

alivian sus fatigas.

 

 

 

Después llega el ocaso y el lago se transforma

 

en azulado espejo donde todo se mira.

 

Bajo la noche, luego, pierde color y forma

 

y sólo es algo oscuro que late y que respira. [18]

 

 

               

El adiós de la tarde

 

 

 

La tarde está muriendo lentamente.

 

Las nubes tienen ígnea cabellera:

 

inmensa hoguera

 

ha levantado el sol en el poniente.

 

 

 

La pupila azul del lago

 

se cubre de morado terciopelo,

 

y desde la tierra al cielo

 

tiñe el aire un tinte vago.

 

 

 

Rumbo a la isla pasan dos

 

aves de largas zancas,

 

son tal vez las manos blancas

 

con que la tarde dice adiós. [19] 

 

 

             Domingo

 

 

 

Sentado aquí, mirando la ciudad

 

desde estos ventanales

 

(mientras el cigarrillo

 

su neblina expande

 

y la taza de té

 

levanta su olor suave)

 

bueno es saber

 

que hoy el reloj no late

 

porque este tiempo es mío,

 

que siempre habrá una tarde

 

donde podré sentirme

 

algo más que esta piel, sufrida y anhelante,

 

y ser, semanalmente,

 

un hombre que renace. [20]

 

 

                A San Gregorio

 

 

 

Locura, vocación. empeño, ruta,

 

mi humilde iniciación de caballero,

 

pasión y amor y triunfos y derrotas,

 

todo tuvo lugar bajo tu cielo.

 

 

 

Por eso, desde aquel lejano día,

 

tu ilustre nombre yo grabé en mi escudo;

 

por puro amor, por agradecimiento,

 

por lírica ilusión, por hijo tuyo.

 

 

 

Más de una vez mi descontento viste,

 

cuando alguien me nombraba en algún lado

 

y por error o desconocimiento,

 

oriundo me creía de otro pago.

 

 

 

Por Chile, Cuba, España y Argentina,

 

siempre tu nombre al lado de mis versos;

 

nunca anduviste con ninguno tanto

 

ni nadie te llevó, cual yo, tan lejos.

 

 

 

Mi canto tiene muchas direcciones,

 

pero jamás olvido este camino;

 

registrar en mis versos tu existencia,

 

porque siento en mi pulso tu latido. [21]

 

 

                        Si un día …

 

 

 

Si un día, San Gregorio, me fuera de tus calles

 

y el suelo de otro pueblo sustentara mi planta,

 

cómo olvidar que en ellas

 

anduvo mi esperanza

 

y alguna vez maldije

 

de aburrimiento y rabia.

 

 

 

En ti empezó mi vida

 

y transcurrió mi infancia.

 

Aquí mi juventud

 

pudo agitar sus alas

 

y dichas y pesares los contempló tu cielo.

 

Cómo olvidar, entonces, si tu bondad fue tanta.

 

 

 

Aquí todas las cosas

 

dirán siempre mi nombre,

 

porque aquí vine al mundo

 

y llevo muchos años

 

entre luces y sombras.

 

 

 

Aquí todas las calles,

 

las casas y los árboles

 

me extrañarán un día…

 

Entre ellos anduvo

 

la inquietud de aquel niño….

 

y el ave de mis sueños

 

vuela y canta. [22]

 

 

                    Aquí

 

 

 

No será "en París con aguacero".

 

Ni en Roma ni en Madrid con sol o nieve.

 

En mi tierra será, con lluvia o con pampero.

 

En el pequeño lar que propició mi sueño

 

y tiene, a pesar suyo, babosas y alimañas.

 

 

 

Ni en Roma ni en París, mirados como en fuga…

 

Ni tampoco en Madrid con amigos que quiero.

 

Aquí, en este pueblo que pisé tenazmente

 

y guardará (¿por cuánto?) memoria de mis suelas.

 

¡Aquí!

 

Donde escribí mis libros. [23]

 

Y donde soy feliz.

 

 

                      Apego

 

 

 

Estas pequeñas cosas que a la vida nos atan

 

y que son nuestra historia de la felicidad….

 

El rinconcito tibio de nuestra humilde casa,

 

el libro que escribimos, las tardes junto al mar.

 

 

 

Cuando el vivir declina, es mayor el apego,

 

y parece que el irnos nos va costando más.

 

Quisiéramos más años para seguir gustando

 

de las cosas sencillas que a nuestro lado van.

 

 

 

Pero es inútil todo.

 

El afán que sentimos no nos puede salvar.

 

Y nos vamos un día dejando lo que amamos

 

y un lugar en la tarde, a la orilla del mar. [24]

 

 

                    

 Legado

 

 

 

Les lego este lugar donde amarán con dolor,

 

y un antiguo grimorio que contiene muchas claves de la vida.

 

Por si alguno prefiere la caballería,

 

le dejo mi Pegaso enfrentado al mar.

 

Y si otro siente inclinación por las rosas

 

ahí están mis rosales y el manual…

 

También les queda el Fuego

 

para que cada uno llegue con su caña

 

y encienda su propio hogar.

 

Además les confieso que el lobo existe.

 

Pero también el unicornio de oro,

 

y a él sólo se llega por el Camino de Santiago. [25]

 

 

Referencias

[4] De "Memorias" 1976

 

[5] De "Memorias" 1976

 

[6] De "Memorias" 1976

 

[7] De "Memorias" 1976

 

[8] De "Cosecha Anual" 1964

 

[9] De "Poemas", 1978.

 

[10] De "Simplemente un Hombre", 1967

 

[11] De "Simplemente un Hombre", 1967

 

[12] De "Elegías y canciones" 1980

 

[13] De Manojo" 1980

 

[14] De "Trovas de este y otro tiempo", 2001

 

[15] De "Trovas de este y otro tiempo", 2001

 

[16] De "Trovas de este y otro tiempo", 2001

 

[17] De "Trovas de este y otro tiempo", 2001

 

[18] De "Cosecha anual", 1964

 

[19] De "Antología", 1975

 

[20] De "Poemas" 1878

 

[21] De "Antología" 1975

 

[22] De Aquí" 1978

 

[23] De "Manojo", 1980

 

[24] De "Los ritos y los miedos" 1985

 

[25] De "Los ritos y los miedos" 1985

Tomado de:

http://letras-uruguay.espaciolatino.com/marta_de_arevalo/poemas_de_san_gregorio.htm

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