viernes, 28 de agosto de 2020

POEMAS DE JUAN EDUARDO CIRLOT

(Imagen tomada de Internet)
CIRLOT: (9 de abril de 1916 - 11 de mayo de 1973, Barcelona, España)


 

A la que renace de las aguas

 

                        Las huellas de tus dedos

                        no se ven en las torres.

 

Pero yo leo sin descanso, en la soledad de la ermita junto

     al mar

los antiguos signos en donde tú estuviste hacia el año mil,

por los bosques, los pantanos, las ramas y las hojas, la arcilla

     pisada.

 

                        Dentro del corazón está la muerte

                        como una runa blanca de ceniza.

 

Acércate por el campo blanco o por el verde campo o por el

campo negro, pero ven.

 

                        Detente ante la tumba

                        donde los dos estamos.

 

 

* * *

 

 

Este sonido triste que solloza

es mi espada románica que piensa.

 

Mi corazón oscuro la acompaña.

 

 

* * *

 

 

Yo soy un ser humano a pesar mío.

 

El espacio plateado de mi espíritu

penetra en el espacio gris del mundo.

 

¿Hasta cuándo? 

 

* * *

 

Las hierbas son tan rubias como tú

lejos de la ceniza que me aleja

para siempre sin hierro.

 

La muerte es el pantano de las cruces,

Bronwyn. 

 

* * *

 

Alucinante luz en que la luna

une la encina blanca desde el cieno

al cielo donde el hielo respalndece

azul en un silencio alucinado.

Bronwyn,

enciende la llanura con tu voz. 

 

* * *

 

Que las orquestas ciegas del martirio

acaben con los bosques, y los fuegos

de este incendio final, sacramentario.

 

Bronwyn,

si no puedo ser tú, si no podemos

ser ángel,

¿por qué la niebla es gris sobre el mar gris?

 

* * *

 

Piedras como rodillas tibias,

hierbas como cabellos rubios,

cielos como brazos de cielos.

 

Nace el amanecer como lo negro.

En las miradas siempre vuela el nunca.

 

* * *

 

Las ruinas de las runas en la roca

hablan de que yo estuve en este mundo,

donde el mar y la tierra de las nieblas

se funden y confunden.

 

La vida era una ausencia inagotable,

un laberinto de serpientes grises,

un pantano de rosas tenebrosas.

 

* * *


La cruz de las hogueras se ha deshecho,

las ruinas de las joyas se estremecen.

 

Se acerca el cementerio con los ojos

inundados de lágrimas.

 

* * *


Toma mi oscuro anillo inmemorial.

 

Mi armadura deshecha se deshace

y de sus mallas muertas salen fuegos

azules, Bronwyn; puedo verlos, tiemblan.

 

Tiro el guante de hierro, soy tu siervo.

El mar que me acompaña por un mar

de sombra se deshace en el vacío.

 

Estoy cansado de estar muerto y ser.

 

* * *

 

Toma mi oscuro anillo inmemorial.

 

Mi armadura deshecha se deshace

y de sus mallas muertas salen fuegos

azules, Bronwyn; puedo verlos, tiemblan.

 

Tiro el guante de hierro, soy tu siervo.

El mar que me acompaña por un mar

de sombra se deshace en el vacío.

 

Estoy cansado de estar muerto y ser.

 

* * *

 

Remolinos de cielos y de océanos

de incesantes distancias funerales.

 

El centro es lo lejano, y es allí

entre espirales grises y plateadas,

donde acaso la cruz es una cruz,

el cruce y el encuentro.

 

El centro es el lugar donde la imagen

habla desde su doble transparente.

 

* * *

 

Por el bosque del tiempo la noche del espacio,

el errar de mi busca, la boca de mi incendio.

 

En tus ojos, cayendo, un mar gris se levanta.

 

Lo espantoso es sencillo y está siempre muy cerca.

 

* * *

 

Bronwyn;

es un mar de ceniza, está subiendo.

 

Nuestras alas no existen por la noche.

 

La cabeza es de cera,

los ojos son espacio.

 

Te dejo entre los árboles del mundo

y este coro de gritos que persigna

mi estatura maldita.

 

* * *

 

Muerdo los sentimientos en el muérdago.

Mi espíritu está solo entre las hierbas.

 

Los demonios me buscan por los campos,

se disputan mi espada, mi armadura,

mis manos, mi cabeza, mis entrañas.

 

Mis hogueras de hierro se amontonan

y mis restos oscuros aún humean.

 

Me acaban de matar,

miro hacia donde vi tu aparición

hace mil años ya; pero la sangre

aún sale de mi boca.

 

* * *

 

Bajó el cielo a la tierra

y no era transparencia, era distancia.

 

Era un cristal de acero separando

lo unido.

 

Se perdieron las olas de los ojos

las flores de una cima donde un cuerpo

era sólo.

 

El cielo exterminó las claridades

humanas.

De su luz emanaba un absoluto

desasirse de todo lo tangible.

 

La pérdida nació como una piedra

negra.

 

* * *

 

Se acercan las doradas procesiones

que grabarán mi cuerpo en una losa.

 

Déjame contemplarte todavía,

mientras mis ojos cambian de función

convirtiéndose en música azulada.

 

Bronwyn, el horizonte es una casa:

(la imagen incendiada de una casa).

 

* * *

 

Nunca he tocado nada de lo que

tú eres.

 

Estás como una idea en un instante

puro.

 

Clara en tu firmamento de firmeza

blanca.

 

Desnuda Bronwyn, llámame, ya voy;

caigo.

 

* * *

 

Mi espada transparente te bencice

x  galáctica en el lago, luz,

pradera de cristal inesperable:

Bronwyn inmaculada, incensario.

 

* * *

 

La tumba es de carbón azul, la tumba

es como un cuerpo sonrosado y vivo.

 

Hic jacet.

 

Una espada sin nombre está parada

ante la puerta blanca del invierno.

 

* * *

 

Mensajera del más allá, tú vienes

con forma de mujer, pero el abismo

se cierne junto a ti tan dulcemente.

 

Bronwyn,

constelaciones pálidas esperan

en medio de otros cielos con tu luz.

 

* * *

 

Bronwyn, mi corazón,

si nunca has existido eres posible

porque la realidad es muerte viva.

 

Bronwyn, mi corazón,

tócame con tu nada y con tu nunca.

 

* * *

 

No siendo estás aquí junto a mi centro

de hierros desatados,

de distancias dispersas como el humo.

 

No siendo eres tan mía como yo.

Más mía, pues tu luz sobre mi niebla

vive.

 

* * *

 

Es tu dorada luz, aire lejano

lo que viene a los verdes arrecifes.

 

Dame la mano, Bronwyn, alejémonos

del mar.

 

A Mitra

 

Dios con siete collares planetarios,

con mujeres de piedra y pensamiento,

con aullidos de cal en movimiento

con relieves y rojos santuarios.

 

Hasta las altas llamas son sudarios

ante tu desgarrado monumento

en el que sólo canta un elemento:

el amor que desfonda los sagrarios.

 

Bestia llena de flores y granates

halo de rosas roncas de rumores,

esposo repartido en el abismo…

 

Hablo de los pacíficos combates,

de los ciclos de música y colores.

Por las montañas hablo de mí mismo.

 

A Osiris

 

Repartido en pedazos y en lamentos,

repartido en países y en canciones,

repartido en lejanos corazones,

repartido en profundos monumentos.

 

Repartido en obscuros sentimientos,

repartido en distintas emociones,

repartido en palabras y oraciones,

repartido y perdido en los momentos.

 

Heredero del tiempo y del espacio,

víctima de transcursos y distancias,

ser en seres deshecho y repartido.

 

Yo busco tu hermosura y tu palacio,

tu boca de rubíes y fragancias

para reunirte solo en un gemido.

 

A Rene Magritte

 

Las mujeres con pechos de papel

alumbran la armonía de los prados.

A las ventanas vienen los venados

bajo un cielo de páginas de miel.

 

Detrás de esa cortina hay un doncel

con los ojos azules y vendados

pero en las blancas vendas hay pintados

tres ojos negros donde está Luzbel.

 

La pierna adolescente de la bella

abre sus abanicos de cristales

mientras un aerolito resplandece.

 

La carne es un espejo y una estrella.

El hombre la contempla con puñales

pero la rosa corre mientras crece.

 

Ángeles

 

Ángeles con coronas de yerba

Ángeles como inmensos paisajes.

 

Ángeles como rayos erguidos.

Ángeles con vestidos de llamas.

 

Ángeles en el muro del odio.

Ángeles como rosas azules.

 

Ángeles de los lagos profundos.

Ángeles con los pies encendidos.

 

Ángeles con cabellos de hielo.

Ángeles con rumor de manzano.

 

Ángeles en la flor de los días.

Ángeles golpeando las frentes.

 

Ángeles de cristal y de aire.

Ángeles como manos de plata.

 

Ángeles con los brazos de humo.

Ángeles, o sonrisas, o ausencias.

 

Ángeles como lámparas de oro.

Ángeles recogiendo las brisas,

 

Dulcemente.

 

Ángeles, llorando en mi ventana.

Ángeles violetas y desnudos.

 

Ángeles con pálidas heridas

Ángeles ardiendo como flores,

 

Ángeles surgidos de la sombra.

Ángeles del fondo de las piedras.

 

Ángeles de vidrio sonrosado.

Ángeles parados en el aire.

 

Ángeles cayendo hasta mis luchas.

Ángeles con hoces de diamantes.

 

Ángeles de pie sobre la lluvia.

Ángeles de hierro transparente.

 

Ángeles severos como águilas.

Ángeles altísimos y mudos.

 

Ángeles con alas de paloma.

Ángeles de las horas glaciales.

 

Ángeles o círculos radiantes.

Ángeles cantando entre mis labios,

 

Dulcemente.

 

Ángeles abiertos como cisnes.

Ángeles sobre un mar de ceniza.

 

Ángeles como nubes lejanas.

Ángeles, o miradas, o besos.

 

Ángeles temblorosos y puros.

Ángeles de jazmines y lirios.

 

Ángeles con violines de fuego.

Ángeles de rubíes celestes.

 

Ángeles como un éxtasis rojo.

Ángeles de mi sangre infinita.

 

Ángeles con espadas de niebla.

Ángeles del final de los tiempos.

 

Ángeles: conjunciones rugientes.

Ángeles como fuentes de perlas.

 

Ángeles de la calma absoluta.

Ángeles de la furia amorosa.

 

Ángeles de color amarillo.

Ángeles abrasando mis párpados,

 

Dulcemente.

Tomado de:

http://amediavoz.com/cirlot.htm

 

Triste, mi corazón, como los ángeles…

 

Triste, mi corazón, como los ángeles

que sólo son cenizas estelares,

polvo de las galaxias más oscuras,

consunciones de cánticos ausentes.

 

Mis manos me acompañan hasta el bosque

donde un instante estuvo tu fulgor

de pronto recobrado por los ávidos

poderes de la nada y de lo nunca.

 

Me caigo en torno mío y me deshago

en un montón de letras en que apenas

tu nombre de amatistas y de muérdago,

Bronwyn, no se desgasta con el tiempo.

 

Tono de conjuro

 

Cada grito que pide un lunar eco

es la sed que atormenta a un árbol seco.

 

Cada piedra que sola se levanta

es la estela de un dios que nadie canta.

 

Cada surco de cal, cada amargura

es el muro sin luz de mi locura.

 

Cada rosa de vidrio, cada llama

es la voz de un temblor que me reclama.

 

Cada playa sin mar, cada desnudo

es el campo de sol que nunca eludo.

 

Cada sangre que sé, cada manzana

es la senda, del mundo, más lejana.

 

Cada verso que escribo, cada canto

es tan sólo un conjuro; sólo tanto.

 

Donde tu aparecías de cristal…

 

Donde tu aparecías de cristal,

tu cuerpo de cristal tú aparecías

entre las hierbas blancas donde tú.

 

En la blancura inmensa de la torre,

del bosque de las rocas, de las nubes,

de los grises, los mares de los mares.

 

Los bosques de los bosques, el cristal

donde lo negro crece ante el altar,

donde crece el cristal ante el altar

 

Al que me entrego, Bronwyn, al no ser,

al no ser roca blanca ni mar gris,

ni las nubes, ni el cielo, ni la torre.

Tomado de:

https://www.danieljrodriguez.es/biblioteca/cuatro-poemas-de-juan-eduardo-cirlot/

 

 

 

 

 

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