Aquí principio
Narro esta historia para escarmiento propio,
yo, conocedor de mi paso escurridizo,
de mi memoria pantanosa,
del álgido transcurrir que nos agota.
Amo la niebla a la que me arrojo
y en la que me sumerjo.
Sin embargo, aclarar es justo
que soy un poco menos rencoroso de lo que deseara,
que todo lo adelgaza el uso,
aun lo menos manifiesto.
Breve soy, sin pecados ni arrepentimientos,
con todas las dudas habidas y por haber
en mi mente que espera la muerte de un instante
porque también es de esperar en un instante la propia muerte.
Ah, también nuestra muerte es ajena,
es nuestra sólo para que nos consolemos.
Narro esta historia para escarmiento propio,
yo, conocedor de mi paso escurridizo.
Ya lejos, recuerdo Bogotá
Recuerdo que recordé el lugar
Donde me iban a matar.
Soñado muchos años antes
Y no era quien moría este Cervantes.
Otro ser distinto era, otra persona
A la que habita hoy quien tal razona.
Cierro los ojos. Veo la Carrera donde mi destino está.
Diciembre me lo mostrara en Bogotá.
Barro Colorado, si mi sangre en ti mezclada
Ya fue, ¿de nuevo encontraré la nada
En tu polvo más real que esta sangría?
Bogotá, Bogotá, mi sangre es tan tuya como mía.
Cantiga distante
Ahora es preciso intentar
Un arte tan restringido
Que diréis fue gemido
Mejor aún que cantar.
Si así fuera, pues creed
Ca si de ella tuve tal sed
Ca pronto la hube perder.
*
Mas allí hube tanta paz
Y dicha de mi descuido,
Que fui en los amores servido
Y en servicio, fui mortal.
Amor, no pude retener
A quien saudoso mi ser
Destrúyolo, sin querer.
*
Para ahora me callar
Necesitara medido,
Tener el dolor sentido,
Y hacerme hacia la mar.
Mas para tal menester
Haré el olvido valer
Por encima de mi ser.
Cantar que no se pudo evitar
¿No se dijo ya en otra parte?
Oh, Dueña de la mi suerte,
Teneros es mucho el arte,
Olvidaros es la muerte.
Si me negáis el descanso
De ello seréis deudora.
Y ni mío ni vuestro, Señora,
Será el corazón que alcanzo
Tan sólo a sentir deshecho
Cuando me destroza el pecho.
Porque de vos ya precisa
Aun si le das desaire.
Precisa de vos, vueso aire
Y aun de vuesa sonrisa.
Esa más podéis negarme,
Si queréis, en hora mala,
Lo ha de sufrir mi carne
Que aquí se me acaba el alma.
Pequena prece pra esquecer a minha coitada sorte
i
Señora, hoy se me ha muerto
Aquel que en vos vivía
Y que os amaba.
Diréisme: ainda se desperto
Xá non vos perseguía
Nin era lava.
Lo que en su desventura
Llamárese fortuna.
ii
Mas heme aquí que, cegado,
Y rota la memoria,
Desdicha tanta.
No habríame ya bañado
Ni esta luz mortuoria
Que hoy vos canta.
Quedaría el fantasma
En que voy a vuese alma.
iii
Oh, la tan infiel Señora,
Dejad que él vos encuentre
Y así borre
La agonía que lo socorre,
La suerte que demora
Ya de otra suerte
Su maltrecha materia
Y ésta su miseria.
Cantado para nadie
La cólera, el silencio,
Su alta arboladura
Te dieron este invierno.
Mas óyete en tu lengua:
Acaso el castellano,
No es seguro.
Canciones de otros siglos si canciones
Dolores los que tienen todos, aun aquellos
—Los más— mejores que tú mismo.
Y es bueno todo: el vino, la comida,
En la calle los insultos
Y en la noche tales sueños.
¿A dónde regresar si sólo evocas?
¿Amor? Digamos que entendiste y aun digamos
Que tal cariño te fue dado.
Pero ni entonces ni aun menos ahora
Te importó la comprensión que no buscaste
Y es claro que no tienes,
Bien es verdad que no sólo a ti te falta.
La ira, el improperio,
Los bajos sentimientos
Te dieron este canto.
Materia de distintos lais
A la sombra más pegada del muro
Apenas se le nota;
No sin insistencia se remueven
Los tonos y las líneas cercadoras.
Así la suerte del correo insensato.
Entre amantes, amigos o enemigos
Su propia vida pasa prontamente:
No otra ya tendrá.
¿Recibiste y llevaste las frecuentes
Oleadas de tu dicha o tu desgracia?
¿O sólo eres
Aquel que observa y que registra
la vida de los otros?
Torpe y secreto mejor que fascinante,
Dueño de tu latín más que del de otros,
Hablando tus ficciones, tus dolencias,
Tus vicios, tu existencia,
Aunque relates
Materia de distintos lais.
Floresta de las emociones
De pronto
Un árbol delgado
Sale detrás de otro árbol.
Y luego otro,
Y otro,
Hasta que se organiza el bosque.
Afirmación sólida
Porque nada es eterno,
Corrijo las cartas que no escribí,
Lo sentido y jamás contado,
Aquello que ni llegué a pensar,
Pero a nadie se lo enseñaré.
Porque nada es eterno.
La obra soñada
¿Recuerdas la mañana en que te despertaste
buscando ansiosamente el libro aquel, que
habías escrito para documentar tu grandeza?
Tus ojos bordearon lomos y portadas, tus
ánimos se despeñaron entre pilas de lecturas.
¿Quién eras tú, que despertabas a la constante
de una obra?
La presencia del sol te devolvió la cerrazón
que creíste espacio expresivo. No estaba allí,
ni en parte alguna. Si lugar tenía era en tus sueños
y la memoria de ellos.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2019/02/poesia-panhispanica-no-16-francisco-cervantes/
LA FISURA DEL PASADO
A Ernesto Volkening
El sueño, que le es dado a todos,
Revela muchas veces la fisura
Del pasado, que en su forma pura
Busca nuevos cuerpos y acomodos.
Aunque los ojos cierre o abra
Y se mantenga en la vigilia,
El hombre no se reconcilia
Consigo ni con su palabra.
Mas alguna vez será el ocaso
En su destino o su memoria,
Que si algo perdura, acaso
Será su hado, no su gloria.
Nadie es ninguno, pues su paso
Se repite, no su historia.
DE HERIDAS QUE SE ALTERNAN (1985)
MEDITACIÓN SOBRE LOS MANIQUÍES
De la pintura de Bia Wouk, y para Joao
Un laberinto es lo que somos.
Tiempo sobre tiempos sobrepuestos.
Sueños, sobresueños, pesadillas.
El agua quieta, no se sabe
Qué aguarda, con la luz repite
Caninamente nuestra estancia.
La vemos caminar por esas calles.
Nos llaman reflejos, ¿y lo somos?
MÁQUINA DE LA MEMORIA
Mientras todo fue el fragor fuera del pecho
Pues enfurecido me llevaba
No hubo tiempo a la nostalgia
Ni un pequeño rincón a su cosecha.
Hoy, herido de muerte entre cadáveres,
Hago memoria.
Nadie podrá repetir estas palabras.
En ellas me confieso
Las heridas que humedecen mi pecho
Ardores precipitan y una especie de más prolongado
[sueño
Siento que llega.
Ay, no tengo arrepentimiento alguno
De la gente que halló muerte en mi mano.
A eso venimos a la tierra:
A dar muerte o recibirla.
Y ya logrado tal efecto,
¿A quién le importa?
No, no me da miedo estar muriendo,
Tan sólo quisiera que abreviaran.
Oigo aquí cerca a un natural
Que asesta golpes de gracia a compañeros.
Ojalá pudiera gritar o removerme
Y él me viera o escuchara.
Acabó también todo coraje.
Me pesa la carne de los otros
Que oprime esta masa que yo soy
Una ventaja: no verme mutilado
Ni así permanecer más que el día de hoy,
Que es infinito.
Ni cuchillo ni bala
Vienen a ultimar la obra de los otros.
La sangre que derrocha mi agonía.
Oh, Dios, las nieblas hermosas que me alcanzan.
Con la carta en la mano
Y el viento al arrugarla
Llorará un poco.
Pero se ha de arreglar el pelo,
Se estirará el vestido hasta rozar el suelo.
Abrirá el biombo de cristal que cierra el paso
Entre el jardín más bien agreste
Y el ruido de los platos, los cubiertos,
Las copas y la gente.
Los comentarios infantiles sobre su esbelta belleza,
La adoración adivinada que algún comensal siente
[por ella
Le arrojarán a la cara
Las viejas imágenes del soldado que murió
Hace unos días, en tierra extraña,
Matando por dinero,
Pero cuya carne ella quisiera sentir de nuevo
Dentro de sí, oh, qué hacer para pensar en él de otra
[manera.
Mientras se sirve el vino
En una copa opaca
Siente el desprecio que le tuvo,
Porque era él un ser infame.
Pero la carne inflama
Y se reseca en un dolor ya sin salida,
En una estancia de familia,
Donde los invitados nada saben.
Sus niños le sonríen. El marido es amable.
¿Dónde esconder la carta?
¡Qué sueño tan desagradable!
Mas no despierta
Y, de repente,
Al llegar a los postres,
Grita con las fuerzas que le quedan
Y cae sobre la mesa, resbala aferrándose al mantel.
No, no está muerta.
ESPEJOS EMBISTIENTES
Ni en la muerte espero dormir
Álvaro de Campos
Es el agua, amiga,
El agua del insomnio
Que larga, cansadamente se derrama.
Óyela cómo se levanta
Sobre tu alma.
Tú, que aún sollozas entre lienzos,
Que repasas viejos rencores
Con un cuchillo roído por gangrena,
Como el niño que las rejas
De la ventana hace cantar
Con una regla de la escuela.
Pero si tratas de sestear,
Oyes el agua,
El agua, amiga mía,
El agua en que has de ahogar
Tus amores, los desalentados,
Los vestidos y los amantes que tienen otras que tú
[envidias,
La joya que robaste
Y descubrieron en tu bolsa,
Destinada a ti como regalo ya desde antes,
Pero cuyo presente así evitaste.
Mira los cuadros sombríos que vigilan tus sueños
[para siempre,
En galerías de espejos embistientes
Que nacen de un agua pesada y ronca,
De un agua persistente que se mueve a grandes
[torbellinos,
Que cuando ya va a ahogarte se retira
Sólo para que le des espacio que invadir
En la esperanza,
¡El agua del insomnio, amiga mía!
HERIDAS QUE SE ALTERNAN
Te preparas a salir,
Te habrás marchado
Antes de lo que tú quisieras
Pero después de lo que otros han deseado.
Tus pensamientos son amargos
Porque nacen, son
Heridas que se internan, heridas que se alternan
Y te amagan,
Te devuelven a ti mismo.
Pero se internan tanto
Que pronto han de cesar
Y cuando acaben
A ti será a quien habrán llevado
Más allá de todo, sin aceptación alguna o sin rechazo.
Tomado de:
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