ME PESA
Me pesa que he dejado que se me fuera de los dedos un ancho
río
sin haber bebido ni una gota.
Ahora me hundo en la piedra.
Un pequeño pino sobre la tierra roja,
no tengo más compañía.
Cuanto amé se ha perdido con las casas
que eran nuevas el pasado verano
y se derrumbaron con el viento de otoño.
STRATIS EL MARINO DESCRIBE A UN HOMBRE
Pero ¿qué tiene este hombre?
Toda la tarde (ayer, anteayer y hoy) está sentado con los
ojos
clavados en el fuego;
esta tarde conmigo ha tropezado al bajar la escalera
y me ha dicho:
“El cuerpo muere, el agua se enturbia, el alma
vacila
y el viento olvida; todo olvida
pero el fuego no cambia
Me ha dicho también:
‘” Sabe, amo a una mujer que se fue tal vez al otro mundo;
no es
esto lo que me hace parecer tan desolado,
trato de sostenerme en una llama,
porque no cambia”.
Después me contó la historia de su vida.
ANHELO
Sin color, sin cuerpo
este cariño que vaga
disperso, apiñado,
una y otra vez disperso,
palpita, sin embargo
en el bocado de la manzana,
en la incisión del higo,
en una cereza grana,
en el grano de un racimo.
Tanta Afrodita difusa por el aire
dará sed y palidez
a una boca y a otra boca
sin color, sin cuerpo.
BALANCE
He viajado, me he cansado y escrito poco
pero pensé mucho en el regreso, cuarenta años.
El hombre en todas las edades es un niño:
la ternura y la brutalidad de la cuna;
a lo demás le pone límite la mar, como a la orilla,
a nuestro abrazo y al eco de nuestra voz
Tomado de:
https://www.lacoladerata.co/cultura/versos/poemas-de-giorgios-seferis/
[EN LAS GRUTAS DEL MAR]
En las grutas del mar
hay una sed, hay un amor,
hay un embeleso
sustancias sólidas todo como las conchas
que puedes tenerlas en tu mano.
En las grutas del mar
te miraba a los ojos días enteros:
yo no te conocía ni tú me conocías.
De Cuaderno de
ejercicios, I
EL JAZMÍN
Anochezca
o haya luz
blanco se queda
el jazmín.
De Diario
de a bordo, I
En Poesía completa. Traducción de Pedro
Bádenas de la Peña. Alianza Tres, Madrid,
1986
Tomado de:
https://elhacedordesuenos.blogspot.com/2018/06/tres-poemas-de-yorgos-seferis.html
Gymnopedia
La isla de
Santorini (la antigua Thira) está compuesta geoló-
gicamente de
piedra pómez y caolín; en su bahía... han apa-
recido y
desaparecido islas. Era el centro de una religión muy
antigua cuya
liturgia comprendía danzas líricas de un ritmo
grave y
austero, llamadas Gymnopedias.
Guía de Grecia
Santorini
Asómate si puedes al mar en sombras, olvidando
el son de flauta para los pies desnudos
que pisaban tu sueño en otro tiempo, tiempo devorado.
Graba si puedes en la última de tus conchas
nombre, lugar y día
y arrójala después a las fauces del mar.
Desnudos nos hallamos encima de la piedra esponjosa,
contemplando las islas que surgían,
mirando sumergirse las islas coloradas
en su propio soñar, en nuestro sueño.
Estábamos aquí, desnudos, sosteniendo
la balanza inclinada
en pro de la injusticia.
Talón de poderío, voluntad inmaculada, meditado amor,
designios que maduran bajo el sol de mediodía,
sendero del destino al ritmo de las manos jóvenes
que palmean sobre los hombros;
en el país disperso, despojado de toda resistencia,
en el país que ayer apenas era nuestro
húndense las islas, orín y ceniza.
Altares demolidos
y amigos olvidados,
hojas de palmera entre el fango.
Deja si puedes que tus manos viajen
aquí, confín del tiempo, en el navío
que ha visitado el horizonte.
Los dados ya sobre la losa,
ya que la lanza dio con la coraza,
reconocido por el ojo el extranjero,
y el amor desecado
en almas como cribas;
cuando miras alrededor y encuentras
en torno a ti los pies segados,
en torno a ti las manos muertas,
en torno a ti los ojos entenebrecidos;
cuando ya ni siquiera puedes elegir
la muerte que quisiste tuya,
morir oyendo un grito,
fuera un gritó de lobo,
cual es tu derecho;
deja que tus manos viajen,
despréndete del tiempo desleal
y sumérgete dentro del océano;
habrá de sumergirse quien sustenta las enormes rocas.
Micenas
Dame tus manos, dame tus manos, dame tus manos.
He visto en medio de la noche
la puntiaguda cima de la montaña.
He visto más allá la llanura anegada
en la luz de una luna que brillaba escondiéndose.
Al volver la cabeza he visto
las negras piedras apretujadas
y mi vida en tensión como una cuerda,
principio y fin,
el instante postrero;
mis manos.
Húndese el que sustenta las enormes rocas;
piedras que soporté mientras podía,
piedras que amé mientras podía,
estas piedras, mi destino.
Herido por mi propio consuelo,
tiranizado por mi propia túnica,
condenado por mis propios dioses,
estas piedras.
Sé que no saben, pero yo
que seguí tantas veces
la ruta que conduce del asesino a la víctima,
desde la víctima al castigo
y del castigo al otro crimen,
palpando
la inextinguible púrpura,
la tarde aquella del retorno
cuando las Furias empezaban a silbar
entre la yerba rala,
he visto las serpientes cruzadas con las víboras,
entrelazadas en generación maldita;
nuestro destino.
Voces que vienen de la piedra, del sueño,
más profundas aquí, en donde se oscurece el mundo
memoria del esfuerzo enraizado en el ritmo
que golpea la tierra
con pies ya en el olvido
cuerpos engullidos en los cimientos
de otra era, desnudos. Ojos
tercamente clavados en un punto
que no distinguirás por más que quieras;
el alma
que lucha por volverse tu alma.
Ya no te pertenece ni siquiera el silencio,
aquí donde las piedras de molino detuvieron su marcha
Solsticio de verano*
1
El mayor de los soles en un lado
y de la otra luna nueva
lejos de la memoria como aquellos pechos.
Y en medio el abismo de la noche estrellada
el cataclismo de la vida.
Los caballos en las eras
galopan y transpiran
encima de los cuerpos esparcidos.
Allá van todos
y esta mujer
a quien miraste bella, un instante
encórvase ya no resiste más arrodillóse.
Las piedras de molino muelen todo
y todo en astros se convierte.
En vísperas del día más extenso.
2
Todos tienen visiones
por más que nadie lo confiese;
van y aseguran que andan solos.
La magna rosa,
estuvo siempre aquí
a tu costado sumergida en lo profundo del sueño
tuya y desconocida.
Pero apenas ahora que tus manos la tocaron
en sus remotos pétalos
has sentido caer la pesantez compacta del danzante
en el río del tiempo—
borbollón tremebundo.
No disipes el hálito que te acordó
este respirar.
3
Con todo en este sueño
degenera el ensueño fácilmente
en pesadilla.
Como el pez que brilló bajo la ola
y en el cieno del fondo se sumió
o bien camaleón que cambia de color.
En la ciudad vuelta prostíbulo
rufianes y cuerpos públicos
pregonan encantos podridos;
la muchacha traída por las olas
luce una piel de vaca
para que la monte el torillo;
al poeta
los chiquillos le lanzan deyecciones
mientras ve cómo sangran las estatuas.
Es preciso que salgas de este sueño;
de esta piel fustigada.
4
En la demente dispersión
a diestra y a siniestra por encima y abajo
revolotean las basuras.
Sutiles humos deletéreos
paralizan los miembros de los hombres.
Las almas
apresuradas a dejar el cuerpo
tienen sed y no hallan agua por ningún sitio;
fíjanse acá fíjanse allí a la ventura
pájaros atrapados en varetas;
inútilmente se debaten
tanto que no resisten más sus alas.
La región se reviene sin cesar
jarro de tierra cocida.
5
En narcóticas sábanas envuelto
el mundo nada tiene que ofrecer
salvo este final.
En la
cálida noche la marchita
sacerdotisa de Hécate
con los pechos desnudos arriba en la terraza
implora un plenilunio de artificio, mientras
dos impúberes siervas que bostezan
revuelven filtros aromáticos
en calderos de cobre.
Hartáranse mañana los amadores de perfumes.
El fuego y los afeites de ella son iguales
a los usados por las trágicas
un yeso ya resquebrajado.
6
Por los laureles
por las blancas adelfas
por la espinosa peña
y el mar de vidrio a nuestros pies.
Recuerda la túnica que miraste
abrirse y deslizarse sobre la desnudez
y caer al redor de los tobillos
muerta—
si así cayera este sueño
entre los laureles de los muertos.
7
El álamo en el pequeño huerto
su respirar mide tus horas
noche y día;
clepsidra que los cielos llenan.
Bajo la fuerza de la luna sus hojas
arrastran en el blanco muro negras pisadas.
Hay en el borde unos cuantos pinos
y detrás mármoles y luminarias
y hombres así como son los hombres.
Pero el mirlo gorjea
cuando viene a beber
y algunas veces oyes el canto de la tórtola.
En el pequeño huerto de diez pasos de largo
puedes ver cómo cae
la luz del sol en dos claveles rojos
en un olivo y una exigua madreselva.
Admite quién eres.
El poema
no lo sumerjas en los hondos plátanos
nútrelo con la tierra y la roca que tienes.
Para mayores frutos—
los hallarás cavando en el mismo lugar.
8
El papel blanco rígido espejo
sólo devuelve lo que eres.
El papel blanco habla con tu voz,
tu propia voz
no la voz que te place;
tu música es la vida
ésta que has dilapidado.
Es posible ganarla de nuevo si lo quieres
si te cebas en esa indefinida cosa
que a regresar te impulsa
al punto de partida.
Viajaste, muchas cosas has visto muchos soles
tocaste muertos y vivos
el dolor percibiste del muchacho
y los quejidos de la mujer
el amargor del niño inmaturo—
y lo que percibiste se abate sin sostén
si en este vacío no pones tu confianza.
Tal vez encuentres allá lo que creíste perdido;
el brote de la juventud, la justa
sumersión
de la vejez.
Tu vida es lo que diste
este vacío es lo que diste
papel blanco.
9
Hablabas de cosas que no veían los demás
y éstos reíanse.
Boga con todo en el umbroso río
contra la corriente;
cursa los caminos incógnitos
a ciegas, obstinado
y busca palabras enraizadas
como el olivo de múltiples nudos—
y déjalos que rían.
Aspira a que también el otro mundo
en la hodierna sofocante soledad habite
en este presente dilapidado—
déjalos.
El rocío del alba y el viento del mar
existen sin que nadie lo demande.
10
A la hora en que los sueños se vuelven verdad
al despuntar el día
vi los labios abrirse
pétalo a pétalo
En el cielo brillaba una delgada hoz.
Temí que los segara.
11
El mar que nombran la serenidad
barcos y velas blancas
brisa desde los pinos y el Monte de Egina
respiración jadeante;
resbalaba tu piel sobre la piel de ella fácil y cálida
cual incipiente pensamiento que se olvida al punto.
Pero en los médanos
un pulpo arponeado lanzó tinta
y en el fondo—
si pudieras pensar hasta donde terminan
las
hermosas islas.
Mirábate con toda la luz y la tiniebla que poseo.
12
Agítase ahora la sangre
al bullir el calor
en las venas del cielo virulento.
Pretende trascolarse a través de la muerte
para encontrar la bienaventuranza.
La luz es pulsación
más y más lenta cada vez
piensas que va a detenerse.
13
Un poco más y se detiene el sol.
Los espíritus del alba
soplaron en las desecadas caracolas;
el pájaro cantó tres veces
tres
veces sólo;
la lagartija en la piedra blanca
queda inmóvil
mirando la yerba requemada
allí donde se deslizó la culebra.
Un ala negra traza una profunda brecha
arriba en la cúpula del azul—
átala, que se abre.
Dolor de la resurrección.
14
Ahora,
con el plomo fundido de las adivinanzas**
el centelleo del mar estival,
la desnudez entera de la vida;
y el pasar y el parar y
el
acostarse y el incorporarse
Como el pino en pleno mediodía
por la resina sojuzgado a engendrar la llama se apresura
y no soporta ya el dolor—
grítales a los niños que junten la ceniza
y la siembren.
Lo pasado pasó justificadamente.
Y aun lo que no pasó
debe quemarse
en este mediodía con el sol enclavado
en el corazón de la rosa de cien pétalos.
** Alusión a una ceremonia que, al mediodía de cada 24 de
junio, tiene lugar en ciertas islas griegas. Dicha ceremonia, llamada
klído-nas, se desenvuelve como sigue: Reunidas algunas muchachas, llenan una
vasija de barro con el agua de un pozo, en medio del mayor silencio. Al mismo
tiempo, caliéntase en otra vasija un pedazo de plomo, hasta que el plomo se
funde. En seguida, se vierte el plomo derretido en el primer recipiente lleno
de agua, mientras rezan determinadas oraciones. Como es natural, al enfriarse,
el plomo se endurece y adopta formas caprichosas. Una de las muchachas lo toma
entonces con sus manos y lo entrega a una “adivina”, para que, mediante una
interpretación de esa forma, le prediga el futuro. El mismo proceso se repite
en beneficio de cada una de las participantes. [Nota del traductor.]
Tomado de:
Dieciséis hai-ku
Este instante…
Marco Aurelio
Vierte en el lago
sólo una gota de vino
y el sol se extinguirá.
* * *
Ni un solo trébol
de cuatro hojas en el campo,
¿quién falla de los tres?
* * *
Sillas vacías,
las estatuas volvieron
a otro museo.
* * *
¿Es la voz
de nuestros amigos muertos
o un fonógrafo?
* * *
Sus dedos
en el pañuelo verde mar,
míralos: corales.
* * *
La más grave
preocupación,
su busto en el espejo.
* * *
Volví a llevar
la fronda del árbol
y tú balabas.
* * *
En la noche, el viento
la distancia se ensancha
y flota el viento.
* * *
Joven Parca
Mujer desnuda
la granada que se ha abierto
estaba llena de estrellas.
* * *
Recojo ahora
una mariposa muerta
sin maquillaje.
* * *
Dónde reunir
los mil pedazos
de cada persona.
* * *
Trazo estéril
¿Qué le pasa al timón?
La barca describe círculos
y ni una sola gaviota.
* * *
Erinis enferma
No tiene ojos
la serpiente que sostenía
le devoran las manos.
* * *
Esta columna
tiene un agujero,
¿ves a Perséfone?
* * *
Se hunde el mundo
guárdate, te dejará
solo en el sol.
* * *
Estás escribiendo;
la tinta ha mermado
la mar crece.
Versión de Pedro Bádenas de la Peña
Tomado de:
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