miércoles, 6 de septiembre de 2023

POEMAS DE SULLY PRUDHOMME


Cadenas

 

Queriendo amarlo todo creció mi desventura,

y así de mi martirio multipliqué las fuentes.

De mi ser parten lazos frágiles y dolientes

hacia todas las cosas, para toda criatura.

 

Mi corazón atrae con igual atractivo

la Verdad con sus faros, lo Ignoto con sus velos;

por un rayo de oro van al sol mis anhelos;

voy, en la blonda red de una estrella, cautivo.

 

La cadencia es cadena que mi alma esclaviza;

encadenan mi mano los pétalos que toca;

a mis ojos, cadena les pone una sonrisa,

cadena es en mis labios el roce de una boca.

 

De tan caducos lazos mi existencia va uncida;

ser cautivo de todo lo que adoro es mi suerte;

a su menor quebranto suspensa está mi vida

cual si diera llamadas en mi pecho la Muerte.

 

Versión de Carlos López Narváez

 

 

Combatientes íntimos

 

¿Y pasto del amor serás inerte?

¿Ni voluntad bastante

tienes para pugnar osado y fuerte

y a la insana pasión sobreponerte

  con ánimo arrogante.

 

Cual sobre el tigre el domador se asienta.

Habiéndole rendido,

y con mano terrífica y sangrienta

le mantiene postrado, ¿y le amedrenta

   aun después que ha mordido?

 

Metido él en la jaula, en sí confía,

y protección no espera;

nadie con él terciara en tal porfía,

ni el tácito lenguaje hablar sabría

   con que él doma a la fiera.

 

Ni hay quien, en pugna tú y el apetito,

te auxilie ni rescate;

nadie, tú bajo el diente, oirá tu grito;

vencerás o caerás, santo o precito,

   en singular combate.

 

Versión de Miguel Antonio Caro

 

 

El búcaro roto

 

El vaso donde muere esta verbena

un golpe de abanico lo rompió

el golpe lo debió rozar apenas,

pues ni un leve ruido se advirtió.

Mas no obstante, la leve rozadura

fue rajando el cristal muy lentamente

y con avance invisible y muy seguro

completamente roto lo dejó.

 

El agua ha huido, gota tras gota

y el jugo de las flores se ha secado ya

nadie nota la leve rajadura

mas no lo toquéis, está quebrado.

 

Así también la mano más amada

rozando el corazón hace una herida;

y el corazón, después, por sí se rompe

y la flor de un amor pierde la vida.

 

A los ojos del amor sigue intacto

pero siente crecer, tan resignado

la herida cruel que lleva allá en su fondo

Mas no lo toquéis: ¡el búcaro roto está!

 

Versión de Max Grillo

 

 

El mejor momento del amor...

 

El mejor momento del amor

no es aquel en que se dice: «Te amo.»

Se halla en ese mismo silencio que está a punto

de romperse todos los días.

Está en la rápida y furtiva comprensión de los corazones.

Está en los fingidos rigores y en las secretas indulgencias.

Está en el estremecimiento del brazo

en que se apoya la mano temblorosa,

en esa página que volvemos juntos,

pero que ninguno de los dos leemos.

¡Momento único, en que los labios callan

y dicen tantas cosas con su pudor;

en que se abre el corazón,

estallando quedamente como un botón de rosa!

En que el solo perfume de los cabellos

parece un favor conquistado.

¡Momento de deliciosa ternura,

en que el respeto mismo es una confesión!

 

Versión de Max Grillo

 

 

La costumbre

 

La costumbre es una forastera

que suplanta a nuestra razón,

una vieja ama de casa que se instala en el hogar.

Es discreta, humilde y leal.

Conoce todos los rincones.

Nunca nos ocupamos de ella

porque sus atenciones son invisibles.

 

Conduce los pasos del hombre

por el camino que él hubiera elegido.

Sabe los fines que este persigue

sin que él haya de señalárselos,

y le dice con voz queda: «Por aquí. »

 

Trabajando en silencio para nosotros

con ademán seguro y siempre idéntico,

tiene la vigilancia en la mirada

y la dulzura del sueño en los labios.

Pero imprudente aquel

que se abandone a su yugo, una vez conocido!

 

Esta vieja de paso monótono

va adormeciendo la joven libertad,

y todos los que, insensiblemente,

se han dejado ganar por su fuerza oscura,

son hombres por la fisonomía,

pero son cosas por los movimientos.

 

Versión de Max Grillo

 

 

Las cadenas

 

Deseé amarlo todo y ahora soy desgraciado,

porque he multiplicado las causas de mis penas.

Innumerables lazos sutiles y dolorosos

unen mi alma a las cosas en todo el universo.

 

Todo me atrae al mismo tiempo

y con igual atractivo: lo cierto, por sus resplandores,

y lo desconocido por sus velos.

Un estremecido trazo de oro une mi corazón al sol,

y largos hilos de seda lo enlazan con las estrellas.

 

La armonía me encadena al aire melodioso,

la suavidad del terciopelo a las rosas que acaricio.

He hecho de una sonrisa cadena de mis ojos,

y de un beso cadena de mi boca.

 

Mi vida pende de esos frágiles lazos,

y estoy cautivo de los mil seres que amo.

A la menor sacudida que un soplo les imprime,

siento que se desgarra algo de mí mismo.

 

Versión de Max Grillo

 

 

Las flores

 

¡Insensato poeta! En todo cuanto ves

prendes una cuerda de lira y nos dices:

«¡Inclinaos, escuchad como todo respira!»

¡Ay! ¡Es cierto! ¡Es la voz!

 

Las flores no respiran. Un soplo errante

les arrebata su aroma al pasar,

y ese suspiro no pidió nunca gracia para ellas

a los inviernos destructores.

 

Y, sin embargo, ¡tiene tanta ternura

la belleza de las flores! ¿Será posible

que no tengan amor? ¿No las veis cómo

se tienden al calor y se vuelven hacia la luz?

 

La ligera risa del alba, que es su madre

y su amiga, despabila su sueño.

¿No habrá causado a la menos dormida de todas

una sensación de despertar?

 

¿No concebís el alma liberada de ideas,

un corazón completamente puro,

unos labios que sólo se dirigen a la llama,

unas flores que sólo buscan el azul?

 

En la convalecencia, cuando vivimos como ellas,

dejándonos en las manos de Dios,

el más discreto saludo del sol a las pupilas

nos hace sonreír.

 

Cuando la vida nos entorna sus puertas,

las plantas son nuestras hermanas,

y entonces comprendemos el hermético sueño de las rosas

y sus vagas dulzuras.

 

Por débiles que estemos,

sentimos la dulzura de seguir vegetando,

y de dar gracias a un amigo ignorado

por aquel beso recibido.

Lo mismo ocurre con las flores.

Esos frágiles seres tienen también caprichos,

y en su efímera vida hay horas agradables.

No desconocen los placeres.

 

La planta, resignada,

ama el lugar en que su pie descansa,

y bendice el camino, feliz por abrirse

a todo lo qua la acaricia,

y por perfumar la mano;

por hacer una visita intercambiando un sueño

en alas del aire mensajero, y por ofrecer llorando

lo mejor de su savia a un amante versátil;

por decir: «Tómame: yo lo haré más bonita,

niña que puedes correr; en tus mano podré viajar,

aunque haya de morir después.

 

«Quiero ir al baile y reinar lánguidamente

en un hermoso búcaro. Ver el mundo, agradarle

y acabar en un éxtasis,

a la sombra, prendida sobre un corazón.»

 

Versión de Max Grillo

 

 

Los ojos

 

Negros o azules, amados todos, todos bellos.

¡Cuántos ojos que han visto la aurora

duermen hoy en el fondo de la tumba

mientras el sol continúa su carrera!

 

¡Cuántos ojos se han extasiado

contemplando la noche, más dulce que el día!

Y las estrellas siguen brillando,

pero los ojos se han cubierto de sombra.

 

¡Oh, no; no! ¡No es posible

que hayan perdido la mirada!

Sin duda se han vuelto hacia otro lado

para contemplar eso que llamamos lo invisible;

y así como los astros al ponerse,

aunque nos abandonen, siguen estando en el cielo,

las pupilas tienen también su ocaso,

pero no es cierto que se mueran.

 

Negros o azules, amados todos,

todos bellos, esos ojos que cerramos,

abiertos hoy a alguna aurora inmensa,

continúan viendo desde el otro lado de la tumba.

 

Versión de Max Grillo

 

 

Ojos  (Otra versión)

 

Ojos negros, o azules, ojos amados, bellos;

ojos innumerables que iluminó la aurora,

yacen hoy en las tumbas, extintos, sin destellos.

y aún asciende el sol que los cielos enflora.

 

Noches de más dulzura que los días más rubios

de aquellos infinitos ojos se constelaron...

Aún dan los luceros sus dorados efluvios,

y ha tiempo aquellos ojos de sombra se colmaron.

 

¡Oh Dios! ¿Cómo pudieron morir esas pupilas,

de toda dulcedumbre vívidos manantiales?

¿Espejo de qué rostros son sus ondas tranquilas?

¿A qué mundo ignoto se vuelven sus fanales?

 

Lo mismo que de astros ha tiempo fenecidos

pervive su alma lumbre por el éter cruzando,

los ojos adorados, en la muerte sumidos

siguen desde su sombra la nuestra iluminando.

 

 

Renacimiento

 

Quisiera olvidar, volver, a nacer

y gozar a ojos cerrados de la novedad,

flor de las cosas, que se desvanece como edad.

Saludaría de nuevo la luz, pero iría abriendo

lentamente mi alma virgen y mis párpados

para saborear mi asombro.

 

Adivinaría por mí mismo

esos secretos que se nos enseñan.

Yo solo iría hacia los seres que amo

y les pondría nombre; extasiado

ante los abismos azules

en que parece dormir el verdadero Dios;

escondería mis sublimes lágrimas

en versos con cadencia de infinito;

y mi primer poema sería para ti,

¡oh mi dolor amado!

Haría estallar en un grito supremo

un verso frágil como una flor.

 

Si existe para nosotros un mundo

en el que se sucedan días mejores,

que su faz no sea redonda,

sino que se extienda sin terminar jamás...

Y que la belleza,

de puro sabida olvidada de continuo,

en una sorpresa incesante

nos proporcione una felicidad completa.

 

Versión de Max Grillo

Tomado de:

http://amediavoz.com/prudhome.htm

 

 

Un sueño

À Jules Guiffrey

 

Me había muerto, y entraba en la tumba,

donde sueñan todos mis antepasados.

Dijeron: «La pesada noche parece estremecerse.

¿Será que se aproxima una antorcha,

señal de la nueva era que espera nuestro eterno hastío?»

«No dijo mi padre, es el niño; ya os había hablado de él.

«Aún estaba en la cuna. Ignora si llega a nosotros

joven o cargado de años.

Mis cabellos son rubios todavía.

Tal vez los tuyos estén ya blancos, hijo mío.»

 

«No, padre. Caí pronto vencido, en el camino de la vida,

sin que mi alma se hubiera saciado aún.

Muero, y todavía no he vivido.»

«Esperaba tener a tu madre a mi lado.

¡La estoy oyendo gemir allá arriba!

Ha llorado tanto sobre mi losa

que sus lágrimas han llegado a mis labios.

«Tras muy largos amores, nuestra unión fue muy corta;

todas sus gracias están ya marchitas…

La reconoceré siempre.

 

«Mi hija conoció mi rostro. ¿Se acuerda de él?

Ella ha cambiado. Háblame de su matrimonio y de mis nietos.»

«Tan solo tienes uno.» «Pero ¿y tú?,

¿no tienes familia también? Cuando se muere joven

es porque se ama. ¿Qué echarás de menos aquí?

«He dejado a mi madre y a mi hermana

y los hermosos libros que leí. No tienes nuera, padre.

Una vez lastimaron mi corazón y ya no he vuelto a amar.»

 

Cuenta el número de tus antepasados,

besa sus frentes desconocidas y ven a hacer tu lecho aquí,

en la sombra, junto a los últimos que llegaron.

«No llores; duerme en la arcilla,

en espera del despertar supremo.»

«¡Oh, padre mío! ¡Es tan difícil no acordarse del sol!»

Tomado de:

https://trianarts.com/sully-prudhomme-un-sueno/#sthash.mPQ0TqWV.dpbs

 

 

CANTO DE FAUSTO

¡Ay Stella, amiga mía! Después de tantos ruidos,

blasfemias, gritos, llantos y clamores,

llamadas estridentes y murmullos,

voces, ruidos de aperos, rumor de carros y armas,

 

¡cuán dulce este silencio, dulce inefablemente!

¡Qué suave es para el alma este silencio!

en donde, claro y puro, el aire cruza

el canto de estos pájaros que miedo no nos tienen!

 

Llegan hacia nosotros por doquier, en bandadas.

Ve cómo a nuestro lado revolean,

o baten, como leves abanicos,

sus desplegadas alas sobre nuestras cabezas.

 

Oigámoslos. Antaño, del ruiseñor el himno,

tan renombrado en nuestra antigua tierra,

encantaba el misterio de otras noches

sin rendir al espacio el alma atada al suelo.

 

¿No recuerdas el parque por el que erramos, tristes?

En la senda de lilas alfombrada,

la soledad velaba nuestros pasos

y la tarde mezclaba su amatista a las flores.

 

Donde el sol era sombra, en un país lejano,

soñábamos en una patria ausente,

cuando una nota resonante, al cielo

como un dardo de oro se elevaba del soto;

 

otra, luego otra más, cual sonoros cohetes,

a intervalos brotaban de este bosque;

después, la voz, como ensayando el vuelo,

preludió vagamente trinos entrecortados.

 

Te paraste, y un dedo te llevas a los labios.

«¡Ya canta el ruiseñor! ¡Oye!», dijiste.

Le escuchaste anhelante, como un ángel.

expulsado que escucha al umbral del Edén.

 

Acabó de extenderse la noche melancólica

y pareció caer despacio sobre el parque,

lo mismo que de un fino tamiz leve ceniza,

bañando los contornos que había de ocultar.

 

El manto de la brisa temblaba sin murmullo

y suave descenso sobre dormidos prados;

el cielo, negro al fin, cubrió la tierra oscura

cual suntuoso dosel sembrado de rubíes.

 

Y el canto desgarró, más ancho y más sonoro,

del firmamento en sombras, los velos más espesos;

iba de mundo en mundo, más alto,

aún más alto, turbando de los cielos la paz inasequible.

 

La estrella fulgurante que tiembla y que palpita

escuchando con infinito asombro

la lira, poderosa y, no obstante, pequeña

vibrando en la garganta de su terreno amante.

¡Oh! Aquellas notas sollozantes,

bellos gritos, donde sufría

de oculto mal herido el pájaro,

besaban nuestra alma deseosa

de inútil arrepentimiento.

 

Llorábamos y creíamos

oír triunfar, gemir, creer,

temblar, esperar y dudar,

en esa voz valiente y tierna,

a la humanidad reina y mártir.

Porque un mal también le tormenta

cuando, en las noches estivales,

por la voz de la inmensidad

a huir de su tierra inclemente

comprende que es solicitado.

 

Pero, muy frágil y muy breve,

el ala del osado Ícaro

hasta el mismo umbral de los cielos

tan sólo de este fango le alza

para precipitarlo mejor.

 

Volvimos embargados de indecible zozobra,

hablando de una dicha posible únicamente

más lejos, más tarde, más alto,

en un astro en que amor sin mentira y sin mancha,

lazo indisoluble de pechos incorruptibles,

respira el aire que le falta.

 

Después, en el desierto salón, tranquilo retiro.

que iluminaba, suave, una luna discreta,

ante el clavecín te sentaste;

una rápida escalada conmovió cada tecla,

y dejaste nacer y vibrar en tu boca

la angustia que hinchaba tu pecho.

 

Captaste de una voz febril y penetrante,

para profundizar su angustiosa dulzura,

del ruiseñor todos los trinos;

y tu arte hasta Dios elevó la armonía

en ay que el humano genio presta al sonido

acoplándolas a su vuelo.

 

Oía, una tras otra, lenta o viva, tu queja

descender, elevarse, después caer, extinta

y luego ardiente reanimarse.

Eco vivo, mi pecho sentía cada frase

a tu antojo sumirle en el más puro éxtasis

o precipitarle en la angustia...

 

Tu canto se extinguió cual beso tembloroso;

bajo tus dedos tensos, a un tiempo detenidos,

expiró el acorde postrero;

y, los ojos cerrados, pálida y cabizbaja,

Stella, respondió quedo a mi pensamiento:

«¡Tras la muerte, la muerte!»

Traducción de Diego Navarro

Tomado de:

https://pdfcoffee.com/poemas-sully-prudhommepdf-pdf-free.html

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