Cadenas
Queriendo amarlo todo creció mi desventura,
y así de mi martirio multipliqué las fuentes.
De mi ser parten lazos frágiles y dolientes
hacia todas las cosas, para toda criatura.
Mi corazón atrae con igual atractivo
la Verdad con sus faros, lo Ignoto con sus velos;
por un rayo de oro van al sol mis anhelos;
voy, en la blonda red de una estrella, cautivo.
La cadencia es cadena que mi alma esclaviza;
encadenan mi mano los pétalos que toca;
a mis ojos, cadena les pone una sonrisa,
cadena es en mis labios el roce de una boca.
De tan caducos lazos mi existencia va uncida;
ser cautivo de todo lo que adoro es mi suerte;
a su menor quebranto suspensa está mi vida
cual si diera llamadas en mi pecho la Muerte.
Versión de Carlos López Narváez
Combatientes íntimos
¿Y pasto del amor serás inerte?
¿Ni voluntad bastante
tienes para pugnar osado y fuerte
y a la insana pasión sobreponerte
con ánimo
arrogante.
Cual sobre el tigre el domador se asienta.
Habiéndole rendido,
y con mano terrífica y sangrienta
le mantiene postrado, ¿y le amedrenta
aun después que ha
mordido?
Metido él en la jaula, en sí confía,
y protección no espera;
nadie con él terciara en tal porfía,
ni el tácito lenguaje hablar sabría
con que él doma a
la fiera.
Ni hay quien, en pugna tú y el apetito,
te auxilie ni rescate;
nadie, tú bajo el diente, oirá tu grito;
vencerás o caerás, santo o precito,
en singular
combate.
Versión de Miguel Antonio Caro
El búcaro roto
El vaso donde muere esta verbena
un golpe de abanico lo rompió
el golpe lo debió rozar apenas,
pues ni un leve ruido se advirtió.
Mas no obstante, la leve rozadura
fue rajando el cristal muy lentamente
y con avance invisible y muy seguro
completamente roto lo dejó.
El agua ha huido, gota tras gota
y el jugo de las flores se ha secado ya
nadie nota la leve rajadura
mas no lo toquéis, está quebrado.
Así también la mano más amada
rozando el corazón hace una herida;
y el corazón, después, por sí se rompe
y la flor de un amor pierde la vida.
A los ojos del amor sigue intacto
pero siente crecer, tan resignado
la herida cruel que lleva allá en su fondo
Mas no lo toquéis: ¡el búcaro roto está!
Versión de Max Grillo
El mejor momento del amor...
El mejor momento del amor
no es aquel en que se dice: «Te amo.»
Se halla en ese mismo silencio que está a punto
de romperse todos los días.
Está en la rápida y furtiva comprensión de los corazones.
Está en los fingidos rigores y en las secretas
indulgencias.
Está en el estremecimiento del brazo
en que se apoya la mano temblorosa,
en esa página que volvemos juntos,
pero que ninguno de los dos leemos.
¡Momento único, en que los labios callan
y dicen tantas cosas con su pudor;
en que se abre el corazón,
estallando quedamente como un botón de rosa!
En que el solo perfume de los cabellos
parece un favor conquistado.
¡Momento de deliciosa ternura,
en que el respeto mismo es una confesión!
Versión de Max Grillo
La costumbre
La costumbre es una forastera
que suplanta a nuestra razón,
una vieja ama de casa que se instala en el hogar.
Es discreta, humilde y leal.
Conoce todos los rincones.
Nunca nos ocupamos de ella
porque sus atenciones son invisibles.
Conduce los pasos del hombre
por el camino que él hubiera elegido.
Sabe los fines que este persigue
sin que él haya de señalárselos,
y le dice con voz queda: «Por aquí. »
Trabajando en silencio para nosotros
con ademán seguro y siempre idéntico,
tiene la vigilancia en la mirada
y la dulzura del sueño en los labios.
Pero imprudente aquel
que se abandone a su yugo, una vez conocido!
Esta vieja de paso monótono
va adormeciendo la joven libertad,
y todos los que, insensiblemente,
se han dejado ganar por su fuerza oscura,
son hombres por la fisonomía,
pero son cosas por los movimientos.
Versión de Max Grillo
Las cadenas
Deseé amarlo todo y ahora soy desgraciado,
porque he multiplicado las causas de mis penas.
Innumerables lazos sutiles y dolorosos
unen mi alma a las cosas en todo el universo.
Todo me atrae al mismo tiempo
y con igual atractivo: lo cierto, por sus resplandores,
y lo desconocido por sus velos.
Un estremecido trazo de oro une mi corazón al sol,
y largos hilos de seda lo enlazan con las estrellas.
La armonía me encadena al aire melodioso,
la suavidad del terciopelo a las rosas que acaricio.
He hecho de una sonrisa cadena de mis ojos,
y de un beso cadena de mi boca.
Mi vida pende de esos frágiles lazos,
y estoy cautivo de los mil seres que amo.
A la menor sacudida que un soplo les imprime,
siento que se desgarra algo de mí mismo.
Versión de Max Grillo
Las flores
¡Insensato poeta! En todo cuanto ves
prendes una cuerda de lira y nos dices:
«¡Inclinaos, escuchad como todo respira!»
¡Ay! ¡Es cierto! ¡Es la voz!
Las flores no respiran. Un soplo errante
les arrebata su aroma al pasar,
y ese suspiro no pidió nunca gracia para ellas
a los inviernos destructores.
Y, sin embargo, ¡tiene tanta ternura
la belleza de las flores! ¿Será posible
que no tengan amor? ¿No las veis cómo
se tienden al calor y se vuelven hacia la luz?
La ligera risa del alba, que es su madre
y su amiga, despabila su sueño.
¿No habrá causado a la menos dormida de todas
una sensación de despertar?
¿No concebís el alma liberada de ideas,
un corazón completamente puro,
unos labios que sólo se dirigen a la llama,
unas flores que sólo buscan el azul?
En la convalecencia, cuando vivimos como ellas,
dejándonos en las manos de Dios,
el más discreto saludo del sol a las pupilas
nos hace sonreír.
Cuando la vida nos entorna sus puertas,
las plantas son nuestras hermanas,
y entonces comprendemos el hermético sueño de las rosas
y sus vagas dulzuras.
Por débiles que estemos,
sentimos la dulzura de seguir vegetando,
y de dar gracias a un amigo ignorado
por aquel beso recibido.
Lo mismo ocurre con las flores.
Esos frágiles seres tienen también caprichos,
y en su efímera vida hay horas agradables.
No desconocen los placeres.
La planta, resignada,
ama el lugar en que su pie descansa,
y bendice el camino, feliz por abrirse
a todo lo qua la acaricia,
y por perfumar la mano;
por hacer una visita intercambiando un sueño
en alas del aire mensajero, y por ofrecer llorando
lo mejor de su savia a un amante versátil;
por decir: «Tómame: yo lo haré más bonita,
niña que puedes correr; en tus mano podré viajar,
aunque haya de morir después.
«Quiero ir al baile y reinar lánguidamente
en un hermoso búcaro. Ver el mundo, agradarle
y acabar en un éxtasis,
a la sombra, prendida sobre un corazón.»
Versión de Max Grillo
Los ojos
Negros o azules, amados todos, todos bellos.
¡Cuántos ojos que han visto la aurora
duermen hoy en el fondo de la tumba
mientras el sol continúa su carrera!
¡Cuántos ojos se han extasiado
contemplando la noche, más dulce que el día!
Y las estrellas siguen brillando,
pero los ojos se han cubierto de sombra.
¡Oh, no; no! ¡No es posible
que hayan perdido la mirada!
Sin duda se han vuelto hacia otro lado
para contemplar eso que llamamos lo invisible;
y así como los astros al ponerse,
aunque nos abandonen, siguen estando en el cielo,
las pupilas tienen también su ocaso,
pero no es cierto que se mueran.
Negros o azules, amados todos,
todos bellos, esos ojos que cerramos,
abiertos hoy a alguna aurora inmensa,
continúan viendo desde el otro lado de la tumba.
Versión de Max Grillo
Ojos (Otra versión)
Ojos negros, o azules, ojos amados, bellos;
ojos innumerables que iluminó la aurora,
yacen hoy en las tumbas, extintos, sin destellos.
y aún asciende el sol que los cielos enflora.
Noches de más dulzura que los días más rubios
de aquellos infinitos ojos se constelaron...
Aún dan los luceros sus dorados efluvios,
y ha tiempo aquellos ojos de sombra se colmaron.
¡Oh Dios! ¿Cómo pudieron morir esas pupilas,
de toda dulcedumbre vívidos manantiales?
¿Espejo de qué rostros son sus ondas tranquilas?
¿A qué mundo ignoto se vuelven sus fanales?
Lo mismo que de astros ha tiempo fenecidos
pervive su alma lumbre por el éter cruzando,
los ojos adorados, en la muerte sumidos
siguen desde su sombra la nuestra iluminando.
Renacimiento
Quisiera olvidar, volver, a nacer
y gozar a ojos cerrados de la novedad,
flor de las cosas, que se desvanece como edad.
Saludaría de nuevo la luz, pero iría abriendo
lentamente mi alma virgen y mis párpados
para saborear mi asombro.
Adivinaría por mí mismo
esos secretos que se nos enseñan.
Yo solo iría hacia los seres que amo
y les pondría nombre; extasiado
ante los abismos azules
en que parece dormir el verdadero Dios;
escondería mis sublimes lágrimas
en versos con cadencia de infinito;
y mi primer poema sería para ti,
¡oh mi dolor amado!
Haría estallar en un grito supremo
un verso frágil como una flor.
Si existe para nosotros un mundo
en el que se sucedan días mejores,
que su faz no sea redonda,
sino que se extienda sin terminar jamás...
Y que la belleza,
de puro sabida olvidada de continuo,
en una sorpresa incesante
nos proporcione una felicidad completa.
Versión de Max Grillo
Tomado de:
http://amediavoz.com/prudhome.htm
Un sueño
À Jules Guiffrey
Me había muerto, y entraba en la tumba,
donde sueñan todos mis antepasados.
Dijeron: «La pesada noche parece estremecerse.
¿Será que se aproxima una antorcha,
señal de la nueva era que espera nuestro eterno hastío?»
«No dijo mi padre, es el niño; ya os había hablado de él.
«Aún estaba en la cuna. Ignora si llega a nosotros
joven o cargado de años.
Mis cabellos son rubios todavía.
Tal vez los tuyos estén ya blancos, hijo mío.»
«No, padre. Caí pronto vencido, en el camino de la vida,
sin que mi alma se hubiera saciado aún.
Muero, y todavía no he vivido.»
«Esperaba tener a tu madre a mi lado.
¡La estoy oyendo gemir allá arriba!
Ha llorado tanto sobre mi losa
que sus lágrimas han llegado a mis labios.
«Tras muy largos amores, nuestra unión fue muy corta;
todas sus gracias están ya marchitas…
La reconoceré siempre.
«Mi hija conoció mi rostro. ¿Se acuerda de él?
Ella ha cambiado. Háblame de su matrimonio y de mis
nietos.»
«Tan solo tienes uno.» «Pero ¿y tú?,
¿no tienes familia también? Cuando se muere joven
es porque se ama. ¿Qué echarás de menos aquí?
«He dejado a mi madre y a mi hermana
y los hermosos libros que leí. No tienes nuera, padre.
Una vez lastimaron mi corazón y ya no he vuelto a amar.»
Cuenta el número de tus antepasados,
besa sus frentes desconocidas y ven a hacer tu lecho aquí,
en la sombra, junto a los últimos que llegaron.
«No llores; duerme en la arcilla,
en espera del despertar supremo.»
«¡Oh, padre mío! ¡Es tan difícil no acordarse del sol!»
Tomado de:
https://trianarts.com/sully-prudhomme-un-sueno/#sthash.mPQ0TqWV.dpbs
CANTO DE FAUSTO
¡Ay Stella, amiga mía! Después de tantos ruidos,
blasfemias, gritos, llantos y clamores,
llamadas estridentes y murmullos,
voces, ruidos de aperos, rumor de carros y armas,
¡cuán dulce este silencio, dulce inefablemente!
¡Qué suave es para el alma este silencio!
en donde, claro y puro, el aire cruza
el canto de estos pájaros que miedo no nos tienen!
Llegan hacia nosotros por doquier, en bandadas.
Ve cómo a nuestro lado revolean,
o baten, como leves abanicos,
sus desplegadas alas sobre nuestras cabezas.
Oigámoslos. Antaño, del ruiseñor el himno,
tan renombrado en nuestra antigua tierra,
encantaba el misterio de otras noches
sin rendir al espacio el alma atada al suelo.
¿No recuerdas el parque por el que erramos, tristes?
En la senda de lilas alfombrada,
la soledad velaba nuestros pasos
y la tarde mezclaba su amatista a las flores.
Donde el sol era sombra, en un país lejano,
soñábamos en una patria ausente,
cuando una nota resonante, al cielo
como un dardo de oro se elevaba del soto;
otra, luego otra más, cual sonoros cohetes,
a intervalos brotaban de este bosque;
después, la voz, como ensayando el vuelo,
preludió vagamente trinos entrecortados.
Te paraste, y un dedo te llevas a los labios.
«¡Ya canta el ruiseñor! ¡Oye!», dijiste.
Le escuchaste anhelante, como un ángel.
expulsado que escucha al umbral del Edén.
Acabó de extenderse la noche melancólica
y pareció caer despacio sobre el parque,
lo mismo que de un fino tamiz leve ceniza,
bañando los contornos que había de ocultar.
El manto de la brisa temblaba sin murmullo
y suave descenso sobre dormidos prados;
el cielo, negro al fin, cubrió la tierra oscura
cual suntuoso dosel sembrado de rubíes.
Y el canto desgarró, más ancho y más sonoro,
del firmamento en sombras, los velos más espesos;
iba de mundo en mundo, más alto,
aún más alto, turbando de los cielos la paz inasequible.
La estrella fulgurante que tiembla y que palpita
escuchando con infinito asombro
la lira, poderosa y, no obstante, pequeña
vibrando en la garganta de su terreno amante.
¡Oh! Aquellas notas
sollozantes,
bellos gritos, donde sufría
de oculto mal herido el
pájaro,
besaban nuestra alma deseosa
de inútil arrepentimiento.
Llorábamos y creíamos
oír triunfar, gemir, creer,
temblar, esperar y dudar,
en esa voz valiente y tierna,
a la humanidad reina y mártir.
Porque un mal también le tormenta
cuando, en las noches estivales,
por la voz de la inmensidad
a huir de su tierra inclemente
comprende que es solicitado.
Pero, muy frágil y muy breve,
el ala del osado Ícaro
hasta el mismo umbral de los cielos
tan sólo de este fango le alza
para precipitarlo mejor.
Volvimos embargados de indecible zozobra,
hablando de una dicha posible únicamente
más lejos, más tarde, más
alto,
en un astro en que amor sin mentira y sin mancha,
lazo indisoluble de pechos incorruptibles,
respira el aire que le falta.
Después, en el desierto salón, tranquilo retiro.
que iluminaba, suave, una luna discreta,
ante el clavecín te sentaste;
una rápida escalada conmovió cada tecla,
y dejaste nacer y vibrar en tu boca
la angustia que hinchaba tu pecho.
Captaste de una voz febril y penetrante,
para profundizar su angustiosa dulzura,
del ruiseñor todos los trinos;
y tu arte hasta Dios elevó la armonía
en ay que el humano genio presta al sonido
acoplándolas a su vuelo.
Oía, una tras otra, lenta o viva, tu queja
descender, elevarse, después caer, extinta
y luego ardiente reanimarse.
Eco vivo, mi pecho sentía cada frase
a tu antojo sumirle en el más puro éxtasis
o precipitarle en la angustia...
Tu canto se extinguió cual beso tembloroso;
bajo tus dedos tensos, a un tiempo detenidos,
expiró el acorde postrero;
y, los ojos cerrados, pálida y cabizbaja,
Stella, respondió quedo a mi pensamiento:
«¡Tras la muerte, la muerte!»
Traducción de Diego Navarro
Tomado de:
https://pdfcoffee.com/poemas-sully-prudhommepdf-pdf-free.html
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