viernes, 16 de septiembre de 2016

POEMAS DE LEON FELIPE


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(11 de abril de 1884, Tábara, España - 18 de septiembre de 1968, Ciudad de México, México)

Aquí vino y se fue


Y dexas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo... escuro...
                                                                                                     F ray Luis de León

Aquí vino...
y se fue
Vino, nos marco nuestra tarea
y se fue.

Tal vez detrás de aquella nube
hay alguien que trabaja
lo mismo que nosotros,
y tal vez
las estrellas
no son mas que ventanas encendidas
de una fábrica
donde Dios tiene que repartir
una labor también.

Aquí vino
y se fue

Vino, lleno nuestra caja de caudales
con millones de siglos y de siglos.
nos dejó unas herramientas...
y se fue.


Él, que lo sabe todo,
sabe que estando solos
sin Dioses que nos miren
trabajamos mejor.

Detrás de ti no hay nadie. Nadie,
ni un maestro, ni un amo, ni un patrón.

Pero tuyo es el tiempo. El tiempo y esa gubia
con que Dios comenzó la creación.





Auschwitz


(A todos los judíos del mundo, mis amigos, mis hermanos) 

Esos poetas infernales, 
Dante, Blake, Rimbaud... 
Que hablen más bajo... 
¡Que se callen! 
Hoy 
cualquier habitante de la tierra 
sabe mucho más del infierno 
que esos tres poetas juntos. 
Ya sé que Dante toca muy bien el violín... 
¡Oh, el gran virtuoso!... 
Pero que no pretenda ahora 
con sus tercetos maravillosos 
y sus endecasílabos perfectos 
asustar a ese niño judío 
que está ahí, desgajado de sus padres... 
Y solo. 
¡Solo! 
Aguardando su turno 
en los hornos crematorios de Auschwitz. 
Dante... tú bajaste a los infiernos 
con Virgilio de la mano 
(Virgilio, "gran cicerone") 
y aquello vuestro de la Divina Comedia 
fue un aventura divertida 
de música y turismo. 
Esto es otra cosa... otra cosa... 
¿Cómo te explicaré? 
¡Si no tienes imaginación! 
Tú... no tienes imaginación, 
acuérdate que en tu "Infierno" 
no hay un niño siquiera... 
Y ese que ves ahí... 
Está solo 
¡Solo! Sin cicerone... 
Esperando que se abran las puertas del infierno 
que tú ¡pobre florentino! 
No pudiste siquiera imaginar. 
Esto es otra cosa... ¿cómo te diré? 
¡Mira! Este lugar donde no se puede tocar el violín. 
Aquí se rompen las cuerdas de todos 
los violines del mundo. 
¿Me habéis entendido, poetas infernales? 
Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud... 
¡Hablad más bajo! 
¡Tocad más bajo!...¡Chist!... 
¡¡Callaos!! 
Yo también soy un gran violinista... 
Y he tocado en el infierno muchas veces... 
Pero ahora aquí... 
Rompo mi violín... y me callo.




Cara o cruz


Filósofos,
para alumbrarnos, nosotros los poetas
quemamos hace tiempo
el azúcar de las viejas canciones con un poco de ron.
Y aún andamos colgados de la sombra.
Oíd,
gritan desde la torre sin vanos de la frente:
¿Quién soy yo?
¿He escapado de un sueño
o navego hacia un sueño?
¿Huí de la casa del Rey
o busco la casa del Rey?
¿Soy príncipe esperado
o príncipe muerto?
¿Se enrolla
o desenrolla el film?
Este túnel
¿me trae o me lleva?
¿Me aguardan los gusanos
o los ángeles?
¿Oísteis?
Es la nueva canción,
y la vieja canción...
¡nuestra pobre canción!
¿Quién soy yo?...
Mi vida está en el aire dando vueltas.

¡Miradla, filósofos, como una moneda que decide!
¿Cara o cruz?...

¡Cruz!
Perdí... Filósofos, perdí.

Yo no soy nadie

Un hombre con un grito de estopa en la garganta y una gota de asfalto en la retina.
Yo no soy nadie.
Y no obstante, estas manos, mis antenas de hormiga, 
     han ayudado a clavar la lanza en el costado del mundo 
     y detrás de la lupa de la luna hay un ojo que me ve 
     como a un microbio royendo el corazón de la Tierra.
Tengo ya cien mil años y hasta ahora no he encontrado otro mástil de más fuerte
    que el silencio y la sombra donde colgar mi orgullo;
    tengo ya cien mil años y mi nombre en el cielo se escribe con lápiz.

El agua, por ejemplo, es más noble que yo.
Por eso las estrellas se duermen en el mar 
y mi frente romántica es áspera y opaca.
Detrás de mi frente -filósofos, escuchad esto bien-,
detrás de mi frente hay un viejo dragón :
el sapo negro que saltó de la primera charca del mundo y está aquí, aquí, aquí...
agazapado en mis sesos, sin dejarme ver el Amor y la Justicia.

Yo no soy nadie, nadie.
Un hombre con un grito de estopa en la garganta y una gota de asfalto en la retina... 
Yo no soy nadie, filósofos...
Y éste es el solo parentesco que tengo con vosotros.




Colofón


Luz... 
Cuando mis lágrimas te alcancen 
la función de mis ojos 
ya no será llorar, 
sino ver.




Como aquellas nube blanca...

Ayer estaba mi amor 
como aquella nube blanca 
que va tan sola en el cielo 
y tan alta, 
como aquella 
que ahora pasa 
junto a la luna 
de plata.
Nube 
blanca, 
que vas tan sola en el cielo 
y tan alta, 
junto a la luna 
de plata, 
vendrás a parar 
mañana, 
igual que mi amor, 
en agua, 
en agua del mar 
amarga.
Mi amor tiene el ritornelo 
del agua, que, sin cesar, 
en nubes sube hasta el cielo 
y en lluvia baja hasta el mar.
El agua, aquel ritornelo, 
de mi amor, que, sin cesar, 
en sueños sube hasta el cielo 
y en llanto baja hasta el mar.



Cómo ha de ser tu voz...

Ten una voz, mujer,
que pueda
decir mis versos
y pueda
volverme sin enojo, cuando sueñe
desde el cielo a la tierra...
Ten una voz, mujer,
que cuando me despierte no me hiera...
Ten una voz, mujer, que no haga daño
cuando me pregunte: ¿qué piensas?
Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?
que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a
otra estrella.
Ten una voz, mujer, que sea
cordial como mi verso
y clara como una estrella.



Cómo han de ser tus ojos

Mujer... no tendré un beso de niño para ti 
ni de viejo, ni de sátiro... 
Cuando vengas no besaré tus mejillas 
ni tu frente, ni tus labios. 
Pondré mi boca en los pliegues 
recogidos de tus párpados 
y beberé el agua clara 
que suba a tus ojos claros. 
Trae unos ojos azules, mujer, 
trae unos ojos azules, de un azul tranquilo y claro 
que tengo sed... 
sed de peregrino cansado 
de muchas jornadas duras 
por caminos solitarios 
y quiero 
llevar mis labios 
al agua clara y tranquila 
de un remanso que refleje 
un cielo tranquilo y claro.

CREDO

Aquí estoy... 
En este mundo todavía... Viejo y cansado... Esperando 
a que me llamen... 
Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita 
y condenada 
y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro 
y me ha dicho severo: 
No, no es la hora todavía... hay que esperar... 
Y aquí estoy esperando... 
con el mismo traje viejo de ayer, 
haciendo recuentos y memoria, 
haciendo examen de conciencia, 
escudriñando agudamente mi vida... 
¡Qué desastre!... ¡Ni un talento!... Todo lo perdí. 
Sólo mis ojos saben aún llorar. Esto es lo que me queda... 
Y mi esperanza se levanta para decir acongojada: 
Otra vez lo haré mejor, Señor, 
porque... ¿no es cierto que volvemos a nacer? 
¿No es cierto que de alguna manera volvemos a nacer? 
Creo que Dios nos da siempre otra vida, 
otras vidas nuevas, 
otros cuerpos con otras herramientas, 
con otros instrumentos... Otras cajas sonoras 
donde el alma inmortal y viajera se mueva mejor 
para ir corrigiendo lentamente, 
muy lentamente, a través de los siglos, 
nuestros viejos pecados, 
nuestros tercos pecados... 
para ir eliminando poco a poco 
el veneno original de nuestra sangre 
que viene de muy lejos. 
Corre el tiempo y lo derrumba todo, lo transforma todo. 
Sin embargo pasan los siglos y el alma está, en otro sitio... 
¡pero está! 
Creo que tenemos muchas vidas, 
que todas son purgatorios sucesivos, 
y que esos purgatorios sucesivos, todos juntos, 
constituyen el infierno, el infierno purificador, 
al final del cual está la Luz, el Gran Dios, esperándonos. 
Ni el infierno... ni el fuego y el dolor son eternos. 
Sólo la Luz brilla sin tregua, 
diamantina, 
infinita, 
misericordiosa, 
perdurable por los siglos de los siglos... 
Ahí está siempre con sus divinos atributos. 
Sólo mis ojos hoy son incapaces de verla... 
estos pobres ojos que no saben aún más que llorar.

PROLOGUILLOS

Nadie fue ayer
ni va hoy,
ni irá mañana
hacia Dios
por este mismo camino
que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol...
y un camino virgen
Dios.
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Poesía...
tristeza honda y ambición del alma
¡cuándo te darás a todos... a todos,
al príncipe y al paria,
a todos...
sin ritmo y sin palabra!
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Quiero ganar mi verso,
este verso;
y quiero
que vaya quedo,
raudo y sereno
como un dardo certero
al corazón del pueblo
de todos los pueblos...
al corazón del Universo.
Deshaced ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma...
Aventad las palabras...
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.
¿Qué importa
que la estrella
esté remota
y deshecha
la rosa?...
Aún tendremos
el brillo y el aroma.
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Y quiero que mi traje,
el traje de mis versos,
sea cortado
del mismo paño recio,
del mismo
paño eterno,
que el manto de Manrique
—como el de Hamlet, negro—
, amoldado
a la usanza de este tiempo
y, además,
con un gesto
mío
nuevo.
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Que hay un verso que es mío, solo mío,
como es mía, solo mía,
mi voz. Un verso que está en mí
y en mí siempre encuentra su medida;
un verso que en mí mismo
acorda su armonía
al ritmo de sangre,
al compás de mi vida,
y al vuelo de mi alma,
en las horas santas de. Ambiciones místicas.
Quiero ganar mi verso, este verso,
lejos de todo ruido y granjería.

¡QUÉ LÁSTIMA!

¡Qué lástima 
que yo no pueda cantar a la usanza 
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan! 
¡Qué lástima 
que yo no pueda entonar con una voz engolada 
esas brillantes romanzas 
a las glorias de la patria! 
¡Qué lástima 
que yo no tenga una patria! 
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa 
desde una tierra a otra tierra, desde una raza 
a otra raza, 
como pasan 
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca. 
¡Qué lástima 
que yo no tenga comarca, 
patria chica, tierra provinciana! 
Debí nacer en la entraña 
de la estepa castellana 
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada; 
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca, 
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña. 
Después... ya no he vuelto a echar el ancla, 
y ninguna de estas tierras me levanta 
ni me exalta 
para poder cantar siempre en la misma tonada 
al mismo río que pasa 
rodando las mismas aguas, 
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa. 
¡Qué lástima 
que yo no tenga una casa! 
Una casa solariega y blasonada, 
una casa 
en que guardara, 
a más de otras cosas raras, 
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada 
(que me contaran 
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala) 
y el retrato de un mi abuelo que ganara 
una batalla. 
¡Qué lástima 
que yo no tenga un abuelo que ganara 
una batalla, 
retratado con una mano cruzada 
en el pecho, y la otra en el puño de la espada! 
Y, ¡qué lástima 
que yo no tenga siquiera una espada! 
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria, 
ni una tierra provinciana, 
ni una casa 
solariega y blasonada, 
ni el retrato de un mi abuelo que ganara 
una batalla, 
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada? 
¡Qué voy a cantar si soy un paria 
que apenas tiene una capa! 
Sin embargo... 
en esta tierra de España 
y en un pueblo de la Alcarria 
hay una casa 
en la que estoy de posada 
y donde tengo, prestadas, 
una mesa de pino y una silla de paja. 
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla 
en una sala 
muy amplia 
y muy blanca 
que está en la parte más baja 
y más fresca de la casa. 
Tiene una luz muy clara 
esta sala 
tan amplia 
y tan blanca... 
Una luz muy clara 
que entra por una ventana 
que da a una calle muy ancha. 
Y a la luz de esta ventana 
vengo todas las mañanas. 
Aquí me siento sobre mi silla de paja 
y venzo las horas largas 
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa 
la gente a través de la ventana. 
Cosas de poca importancia 
parecen un libro y el cristal de una ventana 
en un pueblo de la Alcarria, 
y, sin embargo, le basta 
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma. 
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa 
cuando pasan 
ese pastor que va detrás de las cabras 
con una enorme cayada, 
esa mujer agobiada 
con una carga 
de leña en la espalda, 
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana, 
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana. 
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana 
siempre y se queda a los cristales pegada 
como si fuera una estampa. 
¡Qué gracia 
tiene su cara 
en el cristal aplastada 
con la barbilla sumida y la naricilla chata! 
Yo me río mucho mirándola 
y la digo que es una niña muy guapa... 
Ella entonces me llama 
¡tonto!, y se marcha. 
¡Pobre niña! Ya no pasa 
por esta calle tan ancha 
caminando hacia la escuela de muy mala gana, 
ni se para 
en mi ventana, 
ni se queda a los cristales pegada 
como si fuera una estampa. 
Que un día se puso mala, 
muy mala, 
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas. 
Y en una tarde muy clara, 
por esta calle tan ancha, 
al través de la ventana, 
vi cómo se la llevaban 
en una caja 
muy blanca... 
En una caja 
muy blanca 
que tenía un cristalito en la tapa. 
Por aquel cristal se la veía la cara 
lo mismo que cuando estaba 
pegadita al cristal de mi ventana... 
Al cristal de esta ventana 
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja 
tan blanca. 
Todo el ritmo de la vida pasa 
por el cristal de mi ventana... 
¡Y la muerte también pasa! 
¡Qué lástima 
que no pudiendo cantar otras hazañas, 
porque no tengo una patria, 
ni una tierra provinciana, 
ni una casa 
solariega y blasonada, 
ni el retrato de un mi abuelo que ganara 
una batalla, 
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada, 
y soy un paria 
que apenas tiene una capa... 
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!

QUIERO... SUEÑO

No me contéis más cuentos, 
que vengo de muy lejos 
y sé todos los cuentos. 
No me contéis más cuentos. 
Contad 
y recontadme este sueño. 
Romped, 
rompedme los espejos. 
Deshacedme los estanques, 
los lazos, 
los anillos, 
los cercos, 
las redes, 
las trampas 
y todos los caminos paralelos. 
Que no quiero, 
que no quiero, 
que no quiero, 
que no quiero que me arrullen con cuentos, 
Que no quiero, 
Que no quiero, 
Que no quiero, 
Que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos, 
que no quiero, 
que no quiero, 
que no quiero, 
que no quiero que me entierren con cuentos, 
que no quiero, 
que no quiero, 
que no quiero, 
que no quiero verme clavado en el tiempo, 
que no quiero verme en el agua, 
que no quiero verme en la tierra tampoco, 
que no quiero, a su ovillo, como un hilo de barba sujeto. 
Quiero verme en el viento, 
quiero verme en el viento, 
quiero verme en el viento, 
quiero verme en el viento... 
quiero... ¡quiero!... sueño... ¡sueño! 
Soy gusano que sueña... y sueño 
verme un día volando en el viento.



¡YA NO HAY FERIA EN MEDINA BUHONEROS!

Está muerta. ¡Miradla!
Los que habéis vivido siempre arañando su piel,
removiendo sus llagas,
vistiendo sus harapos,
llevando a los mercados negros terciopelos y lentejuelas,
escapularios y cascabeles...
Y luego no habéis sabido conservar este viejo negocio que os daba pan y gloria,
quisierais que viviese eternamente.
Pero está muerta.
Miradla todos:
los que habéis vendido su cadáver.
¡Miradla!...Miradla
los eruditos y los sabios:
los traficantes de la cota del Cid
y del sayal de Santa Teresa.
Miradla,
los chamarileros de la ciencia, que vendíais por oro macizo botones huecos de latón...
Miradla
los anticuarios,
los especialistas del toro y del barroco,
los catadores de cuadros y vinagre...
Los castradores de colmenas que dabais cera a los cirios y miel a los púlpitos...
Los que levantabais en las plazas puestos de
avellanas y nueces vanas, y vivíais del rito hueco y anacrónico...
Los vendedores de bellotas para las gruesas cuentas de los rosarios...
Y los fabricantes de metales para las medallas y los esquilones.
Miradla
los poetas del rastro, de la cripta y de la carcoma
y los viajantes de rapé y de greguería,
Miradla
los pintores de esputos y gangrenas,
de prostíbulos y patíbulos,
de sótanos y sacristías,
de cristos disfrazados y de máscaras,
que preguntabais aturdidos:
Y si España se salva... Y si España no muere.
Y si España se quita la careta,
se limpia la cara
y abre la ventana,
¿Qué pintamos nosotros?
Miradla
los que estáis negociando todavía
con el polvo
con la carroña
y con la sombra.
Miradla
los dialécticos,
los sanguinarios,
los moderados,
los falsificadores de velones
y los mercaderes de tinieblas
que en cuanto escuchasteis esta oferta:
"Toda sangre de España por una gota de luz"
gritasteis enfurecidos:
"No, no; eso es un mal negocio"
Miradla
los que vivíais de la caza y de la pesca del turista,
y los vendedores de panderetas.
Miradla
los mastines del 98, que en cuanto ganasteis la antesala dejasteis de ladrar,
pactasteis con el mayordomo y ahora en el destierro
no podéis vivir sin el collar pulido de las Academias.
Miradla
los grandes payasos ibéricos que hicisteis siempre
pista y escenario de la patria y decíais en el exilio:
¡Mi España, la tierra de mi España!, en lugar de decir: ¡La arena de mi circo!
Miradla
los constructores de ratoneras
y el gran inventor de la contradicción y de la paradoja,
que se cogió las narices con su invento.
Miradla
los escritores de novelas y comedias que buscabais
la truculencia y el melodrama, y ahora
después de tres años de guerra y destrucción,
habéis dicho ¡Basta, ya tenemos argumento!
Miradla
los copleros de plazas y mercados que tenéis ya
el cartelón pintado de almagre, las coplas hechas, la musiquilla y el guitarrón.
Miradla
los gitanos que adobabais el burro viejo y llenabais
de flequillos y revuelos la capa y la canción para engañar al toro y al payo...
¡Ya no hay feria en Medina, buhoneros!


EL CRISTO DE VELÁZQUEZ

Me gusta el Cristo de Velázquez.
La melena sobre la cara...
y un resquicio en la melena
por donde entra la imaginación.
Algo se ve.
¿Cómo era aquel rostro?
Mira bien,
compónlo tú.
¿A quién se parece?
¿A quién te recuerda?
La Luz entra
por los cabellos manchados de sangre
y te ofrecen un espejo.
¡Mira bien!... ¿No ves cómo llora?
¿No eres tú?... ¿No eres tú mismo?
¡Es el hombre!
El hombre hecho Dios.
¡Qué consuelo!
No me entendéis...
¿Por qué estoy alegre?
No sé...,
tal vez porque me gusta más así:
el hombre hecho Dios,
que el Dios hecho hombre.


¡SOÑAR, SEÑOR, SOÑAR!
Hazme soñar... ¡Soñar, Señor, soñar!...
¡Hace tiempo que no sueño!
Soñé que iba una vez -cuando era niño todavía,
al comienzo del mundo-
en un caballo desbocado por el viento,
soñé que cabalgaba, desbocado, en el viento...
que era yo mismo el viento...
Señor, hazme otra vez soñar que soy el viento,
el viento bajo la Luz, el viento traspasado por la Luz,
el viento deshecho por la luz,
el viento fundido por la luz,
el viento.., hecho Luz...
Señor, hazme soñar que soy la Luz...
que soy Tú mismo, parte de mí mismo...
y guárdame, guárdame dormido,
soñando, eternamente soñando
que soy un rayito de Luz de tu costado.

UNA CRUZ SENCILLA
Hazme una cruz sencilla,
carpintero...
sin añadidos
ni ornamentos...
que se vean desnudos
los maderos,
desnudos
y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el astil disparándose a los cielos.
Que no haya un solo adorno
que distraiga este gesto:
este equilibrio humano
de los dos mandamientos...
sencilla, sencilla...
hazme una cruz sencilla, carpintero.


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