lunes, 3 de junio de 2019

POEMAS DE JULIO HERRERA Y REISSIG


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(9 de enero de 1875, Uruguay - 18 de marzo de 1910, Montevideo, Uruguay)


Plenilunio




En la célica alcoba reinaba
un silencio de rosas dormidas,
de tímidas ansias, de ruegos callados,
de nidos sin aves, de iglesias en ruinas;
mas de pronto se siente que salta,
que salta agitado, que llama o palpita,
el vital corazón de una virgen:
campana de fuego que al goce convida.

En su lecho de escarchas de seda,
cual cisne entre espumas, la virgen dormía:
¡eran alas de su ángel custodio
los leves encajes de la alba cortina!
En su boca entreabierta mostraba
una hermosa y extraña sonrisa
que la noche anterior en sus labios,
pensando en un rezo, quedóse dormida.

Miréla y de pronto quédeme extasiado,
admirando sus formas benditas,
y sus senos: ¡las cúpulas blancas
del templo de carne de Santa Afrodita!
—¡Besadla, Poeta —me dijo mi Musa—,
panal es su boca, bebed ambrosía
y sea la lengua de ardientes rubíes
la hostia de fuego de su eucaristía!

Su frente tan blanca, tan pálida y tersa,
semejaba la página nívea
en que Psiquis pintaba sus sueños
con sangre nevada de rosas lascivas…
Yo miraba en sus curvas ojeras
las sendas que atraen, las sendas prohibidas,
las manchas sensuales, los arcos de gloria
¡que adoran la eterna ciudad de la Vida!

Mi Musa me dijo: Pedidle a Cupido
su flecha de fuego, su flecha divina:
¡en el cuerpo sensual de la virgen
hay dos aves muy blancas, dormidas!
Oh Poeta, la virgen os llama;
que sea su cuerpo la lúbrica lira:
los ritmos más dulces los tiene su boca.
¡Su aliento es un verso de blanda armonía!

¡Oh luna de amores! Fogoso y brillante
radiaba en la noche de sedas bruñidas,
en el bosque de sombra, aromado,
que el negro cabello tendido esparcía,
semejando la Venus de fuego,
esa reina de crencha encendida,
que es fúlgido faro en el mar de las noches,
¡y blanca azucena en la frente del día!

Acerquéme temblando: la virgen
ostentaba la misma sonrisa
que es novia del beso y hermana del llanto,
que es pena y reproche, palabra y caricia;
ostentaba las mismas ojeras:
las sendas que atraen, las sendas prohibidas,
las manchas sensuales, los arcos de gloria,
que adornan la eterna ciudad de la Vida.

¡Gran Dios! Ya eran ríos de vino mis venas,
serpientes mis brazos, serpientes mordidas.
¡Mi fatal corazón se agitaba
cual fiera convulsa sintiéndose herida!
¡Y, oh solemne momento, oh milagro;
apenas la virgen despierta y me mira,
la fiera y las sierpes quedaron exánimes…
y sólo un arcángel sus alas batía!

Neurastenia




Le spectre de la réalité traverse ma pensée.
Víctor Hugo



Huraño el bosque muge su rezongo
y los ecos, llevando algún reproche,
hacen rodar su carrasqueño coche
y hablan la lengua de un extraño Congo.

Con la expresión estúpida de un hongo,
clavado en la ignorancia de la noche,
muere la Luna. El humo hace un fantoche
de pies de sátiro y sombrero oblongo.

¡Híncate! Voy a celebrar la misa.
Bajo la azul genuflexión de Urano
adoraré cual hostia tu camisa:
“¡Oh, tus botas, los guantes, el corpiño…!”
Tu seno expresará sobre mi mano
la metempsícosis de un astro niño.

Wagnerianas




¡Oh!, llévame con tus ansias; en las nevadas uvas de tus
                                                                   [senos,
fermenta el vino sublime de los placeres azules.
Quiero libar en tu boca la satánica miel de los venenos;
con el haschisch de tus besos me hará ver mil Estambules.

Las románticas palomas se besan blandamente con el pico;
y se abraza con las nubes —ogro de piedras— el cerro.
Une tu boca a la mía, mientras me embrujan con su
                                                     [ideal chamico,
tus ojos, cafres ardientes, que se vengan de su encierro.

Pasaron las golondrinas: ideas de un espíritu iracundo;
las nubes negras pasaron como viudas lacrimosas;
y el iris, risa de Flora, cayó cual serpentina sobre el
                                                            [mundo,
y de él nacieron los sueños y las regias mariposas.

Las flores de porcelana son jarrones artísticos de Etruria;
canta el crepúsculo herido, su yambo de cisne griego.
Como un silfo ruboroso que se esconde en su lecho de
                                                               [lujuria,
entra el Sol en occidente bajo sábanas de fuego.

¡Vamos a pasear, querida! Plutón fecunda la dormida
                                                              [tierra
y teje Dios en el cielo su luminoso arabesco.
Por entre las verdes cejas que embellecen el rostro de la
                                                                    [sierra
baja el río a la llanura como un sudor gigantesco.

Una loca pincelada, del Miguel Ángel soñador de arriba,
flota en la cúpula inmensa del etéreo Vaticano;
sobre el triste campanario la aguja de metal se yergue
                                                                 [altiva
como el dedo de Dios mismo señalando un gran arcano.

¡Vamos a pasear, querida, florecen las dormidas amapolas
como blasfemias sangrientas que Richepin cincelara,
como bocas de odaliscas, como ardientes mejillas de
                                                           [manolas,
como lenguas que Swinburne con su gran cincel tallara!

Como hipérbole de duda, nace la “noche blanca” de la
                                                                [bruma
y su ramazón de nieve forma un incienso de tules,
cadavéricos jazmines va deshojando la nevada espuma,
¡y los cardales nos miran con sus pupilas azules!

Como en el alma de Rubens, hay en el lago llamas y
                                                          [mirajes.
Dios sopla en la inmensa fragua y el cielo florece chispas;
y celebran sus idilios sobre el gracial balcón de los ramajes,
bayaderas de oro y plata, las armónicas avispas.

Las uvas negras esplenden, cual pupilas de reinas de
                                                            [Etiopía;
un gran harem hay arriba que para Venus fue hecho,
entre sábanas de raso duerme la reina en su lujosa
                                                           [umbría,
y los astros son gacelas que reposan en su lecho.

Como Poe yo amo el negro: los negros novilunios de tus
                                                                   [cejas
que en el cielo de tu rostro fueron hechos de relieve;
la escandinávica noche de tu cabello, que flotar dejas
para que forme un misterio sobre tu cuerpo de nieve…

Los tristes gajos del sauce lloran temblando su inmortal
                                                                  [rocío;
el alma azul de Lucía, trémula, en ellos se arropa:
como estrofas de Prudhomme lloran ondas, cíngaras del
                                                                     [río;
¡Y el zorzal ebrio de cantos es Verlaine frente a una copa!
de Mallarmé dicen versos los neuróticos batracios,
y las luciérnagas de oro semejan, al formar extraños giros,
una elegante gavota de hermosísimos topacios.

¡Vamos a pasear, querida; tus ojos son de luz cristalizada,
como el ardiente veneno que hizo cantar a Anacreonte;
es tu boca el rojo Infierno donde Dante labró sus
                                                   [llamaradas
y tus senos son dos versos cincelados por Leconte!

Berceuse blanca




A ti, Julieta, a ti

I

Adorad a la Virgen en su amable santuario,
junto al lecho en que velan devociones azules;
una forma imprecisa bate el sordo incensario,
y es el humo de encajes de cortina y los tules.

¡Cómo va y viene el rítmico pleamar de tu seno!
Es la luna que ondea en un lago que expira.
Loreley tañe el alma y la Muerte conspira
en el círculo de ópalo de ese abismo sereno.

II

¡Silencio, oh Luz, silencio! ¡Pliega tu faz, mi Lirio!
No has menester de Venus filtros para vencerme.
Mi pensamiento vela como un dragón asirio.
Duerme, no temas nada. ¡Duerme, mi vida, duerme!...

¡Duerme, que cuando duermas sin fin, bajo la fosa,
mi alma irá en los beatos crepúsculos a verte,
y con sus dedos frágiles de marfil y de rosa
desflorará tus ojos sonámbulos de muerte!

III

Su mano blasonada de esmalte y de jacinto,
su ilusa mano de agua sedante que apacigua
como un Leteo, mano muerta que sueña un plinto,
mano de santa y mano de una deidad ambigua...

Sus manos en un gesto gótico de cansancio
duermen no sé qué sueño de candores ilesos,
y como en las suntuosas vitrinas de Bizancio
desgranan distraídas un rosario de besos...

IV

¡Silencio, oh Luz, silencio! ¡Duerme, mi vida, duerme!
No has menester que Venus sus legiones embosque.
Duerme, no temas nada. ¡Heme a tus pies inerme,
pálido como un pobre niño a mitad de un bosque!

V

Alguien riza las alas. Alguien vuelca los ojos.
Su mirada es de luna y de sol es su veste.
Miradla: es la divina Poesía celeste,
con los brazos en cruz y plegada de hinojos.

Duerme, que mientras duermes, mi alma en incandescente
escala de Jacob hacia los astros sube...
Y que tu rizo negro sea la sola nube
que turbe el ilusorio menguante de tu frente

VI

Entre irreales tules, gaseosamente anida,
el lecho, un espejismo de Primavera inerte,
y es como una magnolia narcótica de vida,
que se abre bajo un blanco crepúsculo de muerte.

—En el tapiz de Oriente, a la sombra de un dátil,
una pastora sueña con el alma inclinada,
sin mirar que a su vera, desde amable emboscada,
le insinúa una flecha el Arquero versátil.

Y suspira su canto: “¡Ven y rige la sonda
en el mar de mis penas; pon tu beso en mi herida,
húndeme tus desdenes, y mi muerte tan honda,
te dirá, sin decírtelo, hasta dónde eres vida!...”

¡Reposa, oh Luz, reposa! ¡Pliega tu faz, mi Lirio!
Nos has menester de Venus filtros para vencerme.
Mi amor vela a tu lado, como un dragón asirio.
¡Duerme, no temas nada! Duerme, mi vida, duerme...

VII

¡Cómo sueña la Virgen! ¿Soñará en cosas vanas,
en su hermana la rosa desmayada en un vaso,
en el mago Aladino o en las otras hermanas
que hartarán de bombones su zapato de raso?

En su seno hay rielares de luz blanca y de seda
y palpita dormido sobre olímpica cuna,
en un ritmo celeste, como el huevo de Leda
fecundado por una apoteosis de luna.

La expresión distraída de su claro aderezo
y su risa entreabierta son tan ebrias de encanto,
que esa noche —sin duda— se olvidó de algún rezo
¡o pensando en su amante, se durmió con un canto!

¡Oh levedad de líneas! ¡Oh esbeltez de contorno!...
Algo ruega, algo late en la oscura armonía...
Es tan bella, que el Ángel azul que vela en torno,
se interroga temblando si es su amante o su guía...

¡Duerme, que cuando duermas sin fin, bajo la fosa,
mi alma irá en los beatos crepúsculos a verte,
y con sus dedos frágiles de marfil y de rosa,
desflorará tus ojos sonámbulos de muerte!...

VIII

Su tenue mano de agua sedante que amortigua,
ópalo del olvido para morir soñando,
su mano cincopétala de una fragancia antigua,
duerme sobre su pecho, como en un plinto blando.

En sus sienes añilan transparencias de copo.
¡Oh mi exangüe Nirvana! ¡Oh mi etérea Latzuna!
Y arden en un halo espectral de heliotropo
sus clementes ojeras otoñales de luna.

¡Cómo su cabellera de azul negro trasciende
sobre el busto que es todo joven luz y armonía!
Es tan vivo el contraste de ilusión, que sorprende
como si anocheciera en la mitad del día.

Sus joyas —un zodíaco de luz cristalizada—
titilan en su gala de ingenuo paraíso:
como a los astros para rielar les es preciso.
que el día de sus ojos se duerma en la almohada.

¿Quién al verla en su hipnosis, bajo el ciego misterio,
recelara el prodigio de su rayo iracundo?
¡Oh Judith de la gracia, en su mano de imperio
sustentara inaudita la cabeza del mundo!

Alguien riza las alas. Alguien postra los ojos.
Abre el velo de Maya y unge el beso de Alceste
Recogida en su cuello y plegada de hinojos,
se parece a la ingenua Poesía celeste.

¡Silencio, oh Luz, silencio! ¡Duerme, mi vida, duerme!
No has menester que Venus sus legiones embosque.
Duerme, no temas nada. Heme a tus pies inerme
¡temblando como un pobre niño a mitad de un bosque!...

IX

(Afuera es un motivo de Brahms sobre un exótico
panteísmo, que enuncia descriptivos efectos;
es todo un retornelo de columpio narcótico
para oboes de ranas y marimbas de insectos...)

—En el tapiz de Oriente, a la sombra de un dátil,
una pastora sueña con el alma inclinada,
sin mirar que a su vera el Arquero versátil
le insinúa una flecha, desde amable emboscada—.

¡Qué vaguedad de euritmia! ¡Qué esbeltez de contorno!
Auscultad el silencio de la abstrusa armonía.
Es tan bella que el Ángel azul que vela en torno
se arrodilla temblando... y es su amante y su guía.

¡Ave que en el harmonium de su carne salmodia;
hostia de gracia inmune! ¡Todo se exhala en Ella,
desde sus eucarísticos éxtasis de Custodia
hasta sus inefables desnudeces de Estrella!

Yerra en su labio, al ritmo de una celeste brisa,
la violeta cautiva, péndulo perfumado...
¡Cuántas veces mi alma pendió, muda a su lado,
de la dilatación perla de una sonrisa!

¡Aspirad su incorpórea levedad de Ulaluma!
En sus sienes rutilan transparencias de copo;
y vuelan sus orejas otoñales de bruma,
como vagas libélulas de una tarde heliotropo.

¡Qué “nonchalance” de Reina! ¡Qué ebriedad de
                                                    [eufonía!
En su gracia inclinada convalece una estrella;
en sus líneas herméticas canta la Geometría;
¡y en su actitud beata reza un Enigma en ella!

Ramos de Serafines etéreos de alabastros
deshojan primaveras líricas en su pecho:
las noches inauditas se abren sobre su lecho,
¡y tras de la cortina velan todos los astros!

¡Pliega tu faz, mi Lirio! ¡Duerme, mi vida, duerme!
No has menester que Venus sus legiones embosque.
Duerme, no temas nada. Heme a tus pies inerme,
temblando como un pobre niño a mitad de un bosque...

¡Qué efluvio de Epopeyas! ¡Qué anunciación de rosas!
¡Qué frémito de mundos! ¡Qué beatitud de ritos!
¡Qué alumbramiento en éxtasis de azules infinitos!
¡Qué aleluya inspirado late en todas las cosas!

Sauce abstraído y arpa muda, vaso de Ciencia,
mística sensitiva que sus gracias restringe,
noche estrellada y urna blanca de quintaesencia,
¡eres toda la Lira y eres toda la Esfinge!

¡Oh Plegaria del verbo, Iris de dulcedumbre,
interjección de un sabio vértigo sibilino,
cáliz evaporado en fragancia y en lumbre,
eres todo el pentagrama y eres todo el Destino!

La pompa de tu frente reclama una diadema,
por santa y por augusta, de Emperatriz de Hungría
y tu escote, Laponia de blancura suprema,
el collar de una Aurora boreal de pedrería.

¡Síntesis de Gliceras, Diotimas y Atalantas,
eres toda la Esfinge y eres la Lira toda:
por ti se alzan las treinta cúpulas de mi Oda,
y todos mis imperios se duermen a tus plantas!

¡Oh Cristalización de luna! ¡Oh fausta gema!
De todas las Estéticas filosofía y norma,
ánfora pitagórica de idealidad suprema,
¡Carne inspirada en éxtasis y Éxtasis de la forma!

¡Oh Ifigenia que en sueños crece hacia lo Invisible!
¡Diana de luminoso mármol que nada turba,
Astra de Cien Poemas ebrios de Incognoscible,
Catedral de la Vida y Orquestrión de la Curva...!

¡Silencio, oh Luz, silencio! ¡Pliega tu faz, mi Lirio!
No has menester de Venus filtros para vencerme.
Mi amor vela a tu lado, como un dragón asirio.
¡Duerme, no temas nada! ¡Duerme, mi vida, duerme!

¡Duerme! ¡Cuando durmamos la eterna y la macabra,
la insensible y la única embriaguez que no alegra,
y sea tu himeneo la Esfinge sin palabra,
y el ataúd el tálamo de nuestra boda negra,

con llantos y suspiros mi alma entre la fosa
dará calor y vida para tu carne yerta,
y con sus dedos frágiles de marfil y de rosa
desflorará tus ojos sonámbulos de muerta!...

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