domingo, 21 de marzo de 2021

POEMAS DE CHUYA NAKAHARA

                             (29 de abril de 1907, Shimounorei / 22 de octubre de 1937, Tokio, Japón)


CIRCO

 

Habían transcurrido varias épocas

y hubo guerras de color castaño.

 

Habían transcurrido varias épocas

y soplaron ráfagas heladas de invierno.

 

Habían transcurrido varias épocas

y esta noche, aquí, llegaban a su punto culminante,

y esta noche, aquí, llegaban a su punto culminante.

 

Hay una viga en lo alto de la carpa del circo.

Hay un columpio.

Un columpio casi invisible.

 

Cuelga boca abajo con los brazos tendidos

bajo el techo manchado de algodón.

Yuán yuyón yuyayuyón.

 

Las luces blancas, cercanas,

respiran como si fueran listones baratos.

Yuán yuyón yuyayuyón.

 

Los espectadores son pequeñas sandías.

Sus gargantas chillan como las conchas de ostión.

Yuán yuyón yuyayuyón.

 

La negra y ennegrecida oscuridad cubre la carpa.

La noche avanza

y la nostalgia de los paracaídas condenados.

Yuán yuyón yuyayuyón.

 

LA TRISTEZA MANCHADA

 

Sobre la tristeza manchada

caen hoy otra vez copos de nieve.

Sobre la tristeza manchada

hoy hasta el viento pasa.

 

La tristeza manchada

es como la piel del zorro.

La tristeza manchada

se encoge bajo la nieve que cae como polvo.

 

La tristeza manchada

nada desea ni nada suplica.

La tristeza manchada

sueña en la muerte, con tedio.

 

Temo la tristeza manchada,

y me duele.

La tarde cae en la tristeza manchada

sin que yo pueda hacer nada...

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/166-077-poesia-moderna-del-japon?start=8

 

Un cuento de hadas

 

Una noche otoñal, allá a lo lejos,

 

había un río seco y lleno de guijarros,

 

y había también un sol

 

que brillaba y brillaba.

 

 

 

Más que un sol era una especie de sílex,

 

una especie de polvo de un ser extremo,

 

qué brillante era ver cómo brillaba

 

mientras emitía un sonido leve.

 

 

 

Hete que en ese instante se posó una mariposa sobre un guijarro

 

despidiendo una sombra

 

tenue y, al mismo tiempo, clara.

 

 

 

Al poco rato, la mariposa dejó de verse y descubrí que el lecho,

 

que no arrastraba nada, había empezado, no sé cuándo,

 

a arrastrar una corriente de agua que brillaba y brillaba.

 

Sobre la tristeza ya maculada

 

Sobre la tristeza ya maculada

 

hoy también caen copos menudos de nieve,

 

sobre la tristeza ya maculada

 

hoy también pasa de largo el viento.

 

 

 

La tristeza ya maculada

 

se asemeja a un gabán de piel de zorro,

 

la tristeza ya maculada

 

acurruca mientras caen copos menudos de nieve.

 

 

 

La tristeza ya maculada

 

no aspira a nada, no ansia nada,

 

la tristeza ya maculada

 

sueña con la muerte por agotamiento.

Sobre la tristeza

 

ya maculada se ciernen la pena y el miedo,

 

sobre la tristeza ya maculada

 

se pone el sol sin poder hacer nada.

 

 

Una noche fría

 

Una noche fría

 

mi corazón se entristece

 

sin estar siquiera triste…

 

ajado y amoratado.

 

 

 

Al otro lado de la puerta fornida,

 

los viejos días despreocupados;

 

en lo alto de la colina,

 

los frutos del algodón abiertos.

 

 

 

Fumea aquí la lumbre;

 

su humo se eleva como consciente de sí mismo.

 

 

 

Sin llamada alguna,

 

sin deseo cualquiera,

 

mi corazón fumea…

 

Vagabundeando

 

He salido a la calle

 

con los faroles encendidos

 

y al paso de los tranvías;

 

esta noche también hay mucha gente.

 

 

 

Camino yo a su lado,

 

entrado ya el invierno,

 

el corazón del gentío, inquieto, y, como sin razón,

 

deslumbrante todo y a la vez sombrío.

 

 

 

Sobre los edicios, en las profundidades del cielo,

 

la niebla permanece agazapada en silencio

 

mientras la alegría del pasado se entrega

 

sin reservas a una sonrisa estudiada.

 

 

 

No me apetece comer nada

 

ni tengo un destino definido,

 

el andén húmedo de la estación

 

es… todo cuanto ansío.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-chuya-nakahara/

 

 

Huesos

 

 

Mira, mira. Estos son mis huesos.

Rompieron aquella carne inmunda

que estaba viva y angustiada.

Mis huesos, agudos y blancuzcos

ahora lavados por la lluvia.

 

 

Sin brillo

blancos como el yeso

chupando la lluvia

al aire

reflejando un poco el cielo.

 

Cuando el cuerpo alentaba

estos huesos se sentaban

en el bullicio del restorán

a comer ensalada de espinacas.

Vaya broma.

 

Mira, mira. Estos son mis huesos.

¿Soy yo quien los mira?

Qué extraño.

¿El alma se ha quedado atrás

o ha regresado

a mirar los huesos?

 

En el borde del arroyo de mi pueblo

parado entre el zacate seco

¿seré yo ése que mira?

Justo a la altura de un letrero en el camino

están mis huesos enhiestos, agudos y blancuzcos.

Tomado de:

https://poemas.nexos.com.mx/huesos/

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