viernes, 30 de diciembre de 2022

POEMAS DE JOHN OLIVER SIMÓN


SALAMANCA

 

 

 

                                               para Eduardo Hernández

 

 

 

Si mi prominente estómago revelase

 

otro tumor en su interior como muñecas rusas

 

de secreciones mundanas y flujos gástricos

 

entonces mis sonetos comenzarán a tomar el sabor de la quimio,

 

y dónde puedo colocar los trapecios de cielo

 

que corté de los tejados inclinados de Salamanca

 

cuando el mejor equipo de traductores en el mundo

 

seguían su arduo camino por la predestinada calle empedrada de la Fe,

 

 

 

entrando por grandes puertas bajo las miradas de arenisca

 

de Nando e Isa, quienes ejecutaron una limpieza étnica de judíos

 

y desterraron a los musulmanes al arenoso Maghreb

 

el mismo año que los Taínos descubrieron a Colón,

 

y subiendo junto a un laberinto de clases

 

llegamos a la sala del altar del Incunabulae

 

donde libros de cuero relucen con oro como molares

 

y la gente corriente se ve detenida por un cristal

 

 

 

Eduardo Hernández nos muestra evangelios en vitela

 

escritos a mano por monjes que suelen tener túnel carpiano

 

Copérnico censurado por Gachupín

 

edición multilingüe de Fray de León

 

cuyo ruso, Ekaterina nos dice,

 

avergüenza nuestra profesión. Una biblioteca

 

de recuerdos puede caber en una uña,

 

la biblioteca de Borges cabe cómodamente en mi cerebro.

 

 

 

Mi español es suficientemente bueno

 

para comprender mientras Eduardo explica cómo la imprenta

 

fue el ciberespacio del siglo XV,

 

tras lo cual con una llave de hierro abre

 

una aparente librería que lleva a otra cámara

 

de temperatura aún más controlada para textos frágiles

 

dentro de la cual hay un cofre

 

que Eduardo abre con otra llave negra

 

y muestra, en su pergamino de madera, una Torah,

 

una compañera lejos de casa, una hermana pequeña,

 

en cautividad durante tantos siglos,

 

que mi lamentable autodidacta hebreo

 

suena titubeante V’OMER MOSHE ADONAI

 

para que los goyim sepan que Dios y Moisés

 

estaban conversando en la montaña

 

y a mi vuelta la exploración del TAC dio resultado negativo.

Traducción: Laurent Wigley

Tomado de:

https://www.crearensalamanca.com/salamanca-poema-del-norteamericano-john-oliver-simon-en-ingles-y-castellano/

 

 

TESLA ROSE 39 meses. Meditación

 

Mi meditación es sentarme en silencio

exactamente seis breves minutos cada mañana

la meditación de Buda está hecha de piedra

serenidad de ochenta dólares para tu jardín

mi mirada viaja desde el tomatero a la verde mostaza

 

enumera y se disuelve entre las flores amarillas

de mostaza en mi cráneo terco en recordar

fuera de él a Buda y Tesla Rose

que notó el pequeño Buda en el cuarto de Becky.

Le expliqué para enseñarte a meditar

 

y ella repite la enseñanza en el vivero,

pero yo raramente alcanzo una paz interior

antes de que el reloj insista su “bip-bip”

y el espacio sagrado se esfume como globo desinflado,

y su mudo bang resuene a través de todos los mundos posibles.

Tomado de:

http://www.espacioluke.com/2012/Noviembre2012/simon.html

 

 

Pablo

 

 

 

Tal como mi compadre Pablo Neruda,

 

terriblemente debilitado por cáncer metastásico,

 

yacía en la cama escuchando la radio

 

una noche de septiembre en Isla Negra 

 

 

 

absorbiendo la noticia de que la extrema derecha

 

había bombardeado el palacio presidencial,

 

asesinando a su querido amigo Salvador Allende

 

y comenzado a torturar a la oposición, 

 

 

 

Pablo lo tomó como un derechazo a las entrañas

 

y renunció a la luz (quizás con un venenoso empujoncito

 

cortesía de la CIA) en las dos semanas que siguieron

 

 

 

Ayúdame a soportar y resistir

 

ahora que hemos elegido a esa pandilla en el gobierno

 

al igual que los buenos alemanes en el ’33.

Tomado de:

https://letrasdechile.cl/2017/01/20/poema-pablo-de-john-oliver-simon/

 

 

estelas

 

Hay estelas en Palenque

 

que no son más que nombres y números.

 

Cuadrangulares, ponches y bases robadas

 

para Hunahpú y Hunahpú

 

que jugaba el juego sagrado cuando

 

tenías que arañar por cada carrera

 

no como hoy El gerente perdedor

 

fue destripado en el montículo

 

por el cuchillo de la estrella de la mañana.

 

Me hago mayor, hombre, o el imberbe

 

los mozos que caminan hacia el plato crecen jóvenes.

 

A los 41 jugué en Jalatlaco,

 

topónimo que significa “juego de pelota de arena”.

 

El zurdo zapoteco me engalanó.

 

¿Cómo se dice beanball en español?

 

Y luego por una vez en mi mortal

 

la carrera del jugador de cuadro medio vagabundo

 

Tengo buena madera en la pelota,

 

navegó hacia el anillo sagrado,

 

Llegó a la antigua muralla de un salto.

 

Hunahpú y Hunahpú

 

jugaron a la pelota contra los dioses

 

en Xibalbá. Perdieron.

 

Les cortaron la cabeza

 

y los convirtió en pelotas de béisbol

 

y los clavó en un árbol.

 

Se los comió una niña. Ella tuvo bebés:

 

Hunahpú y Hunahpú.

 

Terminaron segundos dos años consecutivos.

 

Fumaron las velas del inframundo,

 

volvió a desafiar en los playoffs.

 

Usaron un mosquito en el jardín central

 

para robar señales. Se los robaron a ciegas.

 

Sacrificaron, tuvieron el balón largo,

 

tenían magia defensiva. tiraron

 

el cambio, tiraron el dedo partido.

 

Recuerdas la secuencia del Sexto Juego.

 

Los mayas tallaron las clasificaciones

 

en piedra caliza. Aprende a interpretar

 

las estadísticas del cielo,

 

estos fractales cíclicos del juego sin fin.

Tomado de:

https://johnoliversimon.wordpress.com/

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