domingo, 4 de diciembre de 2022

POEMAS DE THOMAS BERNHARD


Tu muerte no es mi muerte

 

1

… contemplar cómo cava el topo…

 

3

antes que la rosa la espina,

antes que la luz la sombra,

antes que la vejez la muerte…

 

5

Entonces comparecí ante ti y entré en tu sufrimiento

como si fueras una basura

y pudieras soportarme…

 

8

Mi zapato prueba la tristeza de las canciones

y pocos cantan conmigo, hoy ninguno,

ya no sé por qué todos

callan…

 

9

Director de mi oración, te exprimo

los ojos incapaces,

con lengua abierta hablo a los jornaleros,

en tu nombre

refreno la discordia

con el sueño… con la copa del árbol…

 

11

La muerte bajó por fin a la vida,

mató a muchos mientras despertaban,

y se puso al trabajo, cansada, impasible.

 

Octubre

 

En el montón de escombros nada significa

el lamento de la madre,

nada la intercesión del padre borracho

nada el parte de bajas del teniente

la rebelión de los cardenales nada,

nada el reproche del futuro,

el llanto de pueblos enteros nada,

nada el aire muerto,

el fin de los océanos…

 

Desenterré la mandíbula enterrada,

las humillaciones,

llevo mi debilidad

 

ante mi boca degenerada,

ante mi cráneo reseco

a mi miseria de la mañana…

 

En la noche

compensas los incendios del mundo

con mi imbecilidad fraterna…

 

Coral:

Qué quiere el día de mí

y me hace preguntas, cientos de miles de preguntas

y me presenta nombres

y revuelve mi estupidez con su

llanto…

 

Qué quiere el día de mí

y me clava en árboles gruesos,

se limpian su sangre en mi rabillo del ojo,

y la sangre no me deja ver la tierra, nada…

 

Qué quiere el día de mí,

me clava estaquillas en la carne y me hace

cantar

 

Traducción de Gabriel Ferrater

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-thomas-bernhard/

 

 

Poderoso tabernáculo del viento

 

Poderoso tabernáculo del viento,

 

escritura no para morir y no para ser leída,

 

escritura sobre hierba y sobre lechos mortuorios,

 

escritura sobre mí y escritura sobre ti,

 

escritura de mi frialdad inescrutable,

 

poderoso tabernáculo del viento.

 

 * * * * *

 

 Salzburgo

 

Ah claras torres en el alba diáfana,

 

tú viento tibio, tú árbol centenario.

 

La cúpula va en busca del espacio;

 

serena, sin fatiga, sombras lanza

 

sobre las calles y los capiteles.

 

Abunda el vino nuevo en quietas plazas;

 

la luz del sol mil veces se arrebata

 

en leve resonar de clara fuente.

 

Mana la luz sobre las azoteas,

 

destella fuego, en piedra se transforma.

 

Bebe el cáliz del sol la ciudad entera,

 

se regocija allá, en las verdes frondas

 

y, solitaria, va ascendiendo al cielo,

 

música en el fragor de las palomas.

 

 De Poemas, 1999

 

En una alfombra de agua

 

En una alfombra de agua

 

bordo mis días

 

mis dioses y mis enfermedades.

 

En una alfombra de verde

 

bordo mi sufrimiento rojo,

 

mis mañanas azules

 

mis aldeas y panes de miel amarillos.

 

En una alfombra de tierra

 

bordo mi transitoriedad.

 

Bordo en ella mi noche

 

y mi hambre,

 

mi luto

 

y el barco de guerra de mis desesperaciones,

 

que se desliza por mil aguas,

 

hacia las aguas de la inquietud,

 

hacia las aguas de la inmortalidad.

 

 * * * * *

 

Los que hoy están muertos

 

Los que hoy están muertos vienen a banquetes

 

te harían echar espuma del paladar y te parecería despreciable

 

la tierra que no te deja sentir el vino

 

y el verano y la dulce carne,

 

ni los maravillosos sótanos de los podridos

 

que dan sombra enteros a sus tumbas,

 

como si no aullaran junto al bosque los perros guardianes.

 

Surgidos de refugios podridos, como de los infiernos

 

de los padres, enterrados e inertes por la tristeza,

 

gritan en la noche los miembros muertos

 

de los hombres, aunque sus cuerpos

 

se pudrieron hace tiempo de la felicidad de morir y

 

sin brillo, porque fueron cubiertos

 

por sus tratantes y apenas se llenaron de  mar y de infamias.

 

Cómo cayeron las piedras sobre sus brazos,

 

que vivían por el júbilo y la alegría y querían

 

jarras llenas en los banquetes de los difuntos… Música de los esqueletos radiantes

 

y hambre de lo efímero los empujó por los oscuros pasillos como un ejército

 

de veranos desmoronados y en los valles se oían ruidos

 

de guerreros mudos, muertos por una piedra, un pene o una puta.

 

Los pasillos son tan profundos que no puedes atravesarlos

 

ni destruirlos con las carcajadas

 

de los príncipes y parturientas de la tierra,

 

y sus muslos resuenan como música en los establos miserables,

 

que llevan al encuentro de tu tormento la cólera sorda de los animales.

 

Traición, traición, o transitoriedad amarga

 

de la primavera tras los cascos grises y gastados

 

y ningún retoño de las tinieblas te lleva sobre las montañas.

 

Los he visto en invierno, y todavía hoy los veo,

 

llevando en sus pies impregnados de melancolía y negras preocupaciones,

 

bajar a las ciudades, los lugares desgarrados sobre los que

 

pasa un viento de verano con su pureza, hacia valles enfermos, que extienden

 

al cielo su césped húmedo, hacia el mundo, hacia puertos, tinieblas, campos cuyas semillas

 

apestan por los cielos vomitados del hombre; instantes

 

como musgo que, bajo la luna, vuelve al olvido, a la jornada de algún albañil o alfarero.

 

De islas no hablaba nadie en la noche y nadie pagaba

 

cuando los posaderos imponían su tocino, las poesías

 

de la restauración, acumuladas sobre el río y oliendo

 

por la mucha miel y la mucha hambre de la tierra soñada, en un mundo que

 

sólo se asemejaba al tuyo en las entrañas; no hablaban

 

de cientos de casas, tumbas, colinas, puentes que eran

 

tu tristeza, ni de la belleza… pero todos se jactaban,

 

y sus sienes se hundían sin cesar y sin paz

 

en el olvido, en excrementos, y un agua, negra, que a nadie gustaba.

 

De Así en la tierra como en el infierno, 1957

 

Traducción: Miguel Sáenz

Tomado de:

https://thesolipsta.wordpress.com/2014/09/30/8-poemas-thomas-bernhard/

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