domingo, 25 de diciembre de 2022

POEMAS DE XAVIER VILLAURRUTIA


Suite del insomnio

 

ECO

 

La noche juega con los ruidos

copiándolos en sus espejos

de sonidos.

 

SILBATOS

 

Lejanos, largos

—¿de qué trenes sonámbulos? —,

se persiguen como serpientes,

ondulando.

 

TRANVÍAS

 

Casas que corren locas

de incendio, huyendo

de sí mismas,

entre los esqueletos de las otras

inmóviles, quemadas ya.

 

ESPEJO

 

Ya nos dará la luz,

mañana, como siempre,

un rincón que copiar

exacto, eterno.

 

CUADRO

 

Qué temor, qué dolor

de envidia

hacer luz y encontrarte

—mujer despierta siempre—,

ahora que crees que no te veo,

dormida.

 

RELOJ

 

¿Qué corazón avaro

cuenta el metal

de los instantes?

 

AGUA

 

Tengo sed.

¿De qué agua?

¿Agua de sueño? No,

de amanecer.

 

ALBA

 

Lenta y morada

pone ojeras en los cristales

y en la mirada.

Tomado de:

https://ciudadseva.com/texto/suite-del-insomnio/

 

 

Poesía

 

 

Eres la compañía con quien hablo

de pronto, a solas.

Te forman las palabras

que salen del silencio

y del tanque de sueño en que me ahogo

libre hasta despertar.

 

Tu mano metálica

endurece la prisa de mi mano

y conduce la pluma

que traza en el papel su litoral.

 

Tu voz, hoz de eco,

es el rebote de mi voz en el muro,

y en tu piel de espejo

me estoy mirando mirarme por mil Argos,

por mí largos segundos.

 

Pero el menor ruido te ahuyenta

y te veo salir

por la puerta del libro

o por el atlas del techo,

por el tablero del piso,

o la página del espejo,

y me dejas

sin más pulso ni voz y sin más cara,

sin máscara como un hombre desnudo

en medio de una calle de miradas.

 

 

Nocturno en que nada se oye

 

 

En medio de un silencio desierto como la calle antes

    del crimen

sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte

en esta soledad sin paredes

al tiempo que huyeron los ángulos

en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre

para salir en un momento tan lento

en un interminable descenso

sin brazos que tender

sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano

    invisible

sin más que una mirada y una voz

que no recuerdan haber salido de ojos y labios

¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?

y mi voz ya no es mía

dentro del agua que no moja

dentro del aire de vidrio

dentro del fuego lívido que corta como el grito

Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro

cae mi voz

y mi voz que madura

y mi voz quemadura

y mi bosque madura

y mi voz quema dura

como el hielo de vidrio

como el grito de hielo

aquí en el caracol de la oreja

el latido de un mar en el que no sé nada

en el que no se nada

porque he dejado pies y brazos en la orilla

siento caer fuera de mí la red de mis nervios

mas huye todo como el pez que se da cuenta

hasta ciento en el pulso de mis sienes

muda telegrafía a la que nadie responde

porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.

 

 

Nocturno de la estatua

 

 

a Agustín Lazo

 

Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera

y el grito de la estatua desdoblando la esquina.

Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,

querer tocar el grito y sólo hallar el eco,

querer asir el eco y encontrar sólo el muro

y correr hacia el muro y tocar un espejo.

Hallar en el espejo la estatua asesinada,

sacarla de la sangre de su sombra,

vestirla en un cerrar de ojos,

acariciarla como a una hermana imprevista

y jugar con las fichas de sus dedos

y contar a su oreja cien veces cien cien veces

hasta oírla decir: "estoy muerta de sueño".

 

 

Nocturno miedo

 

 

Todo en la noche vive una duda secreta:

el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar.

Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos

nada podemos contra la secreta ansiedad.

 

Y no basta cerrar los ojos en la sombra

ni hundirlos en el sueño para ya no mirar,

porque en la dura sombra y en la gruta del sueño

la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar.

 

Entonces, con el paso de un dormido despierto,

sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar.

La noche vierte sobre nosotros su misterio,

y algo nos dice que morir es despertar.

 

¿Y quién entre las sombras de una calle desierta,

en el muro, lívido espejo de soledad,

no se ha visto pasar o venir a su encuentro

y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal?

 

El miedo de no ser sino un cuerpo vacío

que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar,

y la angustia de verse fuera de sí, viviendo,

y la duda de ser o no ser realidad.

 

 

Nocturno muerto

 

 

 

Primero un aire tibio y lento que me ciña

como la venda al brazo enfermo de un enfermo

y que me invada luego como el silencio frío

al cuerpo desvalido y muerto de algún muerto.

 

Después un ruido sordo, azul y numeroso,

preso en el caracol de mi oreja dormida

y mi voz que se ahogue en ese mar de miedo

cada vez más delgada y más enardecida.

 

¿Quién medirá el espacio, quién me dirá el momento

en que se funda el hielo de mi cuerpo y consuma

el corazón inmóvil como la llama fría?

 

La tierra hecha impalpable silencioso silencio,

la soledad opaca y la sombra ceniza

caerán sobre mis ojos y afrentarán mi frente.

 

 

Décima muerte

 

 

a Ricardo de Alcázar

 

 

    I

 

¡Qué prueba de la existencia

habrá mayor que la suerte

de estar viviendo sin verte

y muriendo en tu presencia!

Esta lúcida conciencia

de amar a lo nunca visto

y de esperar lo imprevisto;

este caer sin llegar

es la angustia de pensar

que puesto que muero existo.

 

 

    II

 

Si en todas partes estás,

en el agua y en la tierra,

en el aire que me encierra

y en el incendio voraz;

y si a todas partes vas

conmigo en el pensamiento,

en el soplo de mi aliento

y en mi sangre confundida,

¿no serás, Muerte, en mi vida,

agua, fuego, polvo y viento?

 

 

    III

 

Si tienes manos, que sean

de un tacto sutil y blando,

apenas sensible cuando

anestesiado me crean;

y que tus ojos me vean

sin mirarme, de tal suerte

que nada me desconcierte

ni tu vista ni tu roce,

para no sentir un goce

ni un dolor contigo, Muerte.

 

    IV

 

Por caminos ignorados,

por hendiduras secretas,

por las misteriosas vetas

de troncos recién cortados,

te ven mis ojos cerrados

entrar en mi alcoba oscura

a convertir mi envoltura

opaca, febril, cambiante,

en materia de diamante

luminosa, eterna y pura.

 

 

    V

 

No duermo para que al verte

llegar lenta y apagada,

para que al oír pausada

tu voz que silencios vierte,

para que al tocar la nada

que envuelve tu cuerpo yerto,

para que a tu olor desierto

pueda, sin sombra de sueño,

saber que de ti me adueño,

sentir que muero despierto.

 

 

    VI

 

La aguja del instantero

recorrerá su cuadrante,

todo cabrá en un instante

del espacio verdadero

que, ancho, profundo y señero,

será elástico a tu paso

de modo que el tiempo cierto

prolongará nuestro abrazo

y será posible, acaso,

vivir después de haber muerto.

 

 

    VII

 

En el roce, en el contacto,

en la inefable delicia

de la suprema caricia

que desemboca en el acto,

hay el misterioso pacto

del espasmo delirante

en que un cielo alucinante

y un infierno de agonía

se funden cuando eres mía

y soy tuyo en un instante.

 

 

    VIII

 

¡Hasta en la ausencia estás viva!

Porque te encuentro en el hueco

de una forma y en el eco

de una nota fugitiva;

porque en mi propia saliva

fundes tu sabor sombrío,

y a cambio de lo que es mío

me dejas sólo el temor

de hallar hasta en el sabor

la presencia del vacío.

 

 

    IX

 

Si te llevo en mí prendida

y te acaricio y escondo;

si te alimento en el fondo

de mi más secreta herida;

si mi muerte te da vida

y goce mi frenesí,

¿qué será, Muerte, de ti

cuando al salir yo del mundo

deshecho el nudo profundo,

tengas que salir de mí?

 

 

    X

 

En vano amenazas, Muerte,

cerrar la boca a mi herida

y poner fin a mi vida

con una palabra inerte.

¡Qué puedo pensar al verte,

si en mi angustia verdadera

tuve que violar la espera;

si en vista de tu tardanza

para llenar mi esperanza

no hay hora en que yo no muera!

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/37-015-xavier-villaurrutia?start=16

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