Dedicatoria
Y tú, mi dulce amigo,
que con la caza alegre
el afanoso estudio
alternas y entretienes,
sigue, sigue gozando
el placer de los reyes;
la diosa de los bosques
su gracia te promete.
Mas si en la selva umbrosa
dos palomitas vieres
acariciarse tiernas,
el tiro, cruel, suspende;
perdón a sus caricias,
y diles cuando vuelen:
«Si acaso sois de aquellas
que en Chipre tiran siempre
el carro de la madre
del amor y el deleite,
id allá desaladas,
palomas inocentes,
y en vuestro dulce arrullo
que Venus sola entiende,
decidle: Tu poeta
nos libró de la muerte».
Un sueño
Visitome el amor esta noche
con un dulce, gratísimo sueño:
yo soñé que a mi angélico dueño
de este modo empezábale a hablar:
-Saber puedes las veces que te amo
si las luces contares del cielo,
y las hojas que cubren el suelo,
y las olas que baten la mar.…-
Ella me oye, y gustosa y afable
corre a mí con el seno entreabierto...
Mas ¡ay triste!, que al punto despierto,
y era sombra lo que iba a abrazar.
Loco, ciego, impaciente, furioso,
salto luego del lecho gritando:
- ¡Duro amor!, ¡duro amor!, ¿hasta cuándo,
hasta cuándo me quieres burlar?
En el álbum de la señorita Grimanesa Althaus
Díceme un dios que dentro el pecho siento,
que al nacer se me dio fuego divino,
sólo porque cantara ¡oh Grimanesa!,
las gracias, la virtud y la belleza.
Yo cumplí, no sin gloria, mi destino,
cuando mi corazón y el alma mía
en vivo amor y juventud ardía.
Y en premio de haber sido
siempre fiel al dulce ministerio,
el Dios, a cuyo imperio
se rinden voluntarios,
la tierra, el cielo, el mar, ha concedido
su antiguo ardor, su inspiración divina,
a un genio que fallece oscurecido,
como el sol que a su ocaso se avecina.
Y he podido cantar como solía...
Tuyo es este portento, amiga mía.
¡Qué gloria para mí! Ver que este día
la más graciosa y bella no rehúsa
ser la corona de mi anciana musa.
Al General Lamar
No fue tu gloria el combatir valiente,
ni el derrotar las huestes castellanas;
otros también con lanzas inhumanas
anegaron en sangre el continente.
Gloria fue tuya el levantar la frente
en el solio sin crimen, las peruanas
leyes santificar, y en las lejanas
playas morir proscrito e inocente.
Surjan del sucio polvo héroes de un día,
y tiemble el mundo a sus feroces hechos:
pasará al fin su horrenda nombradía.
A la tuya los siglos son estrechos,
Lamar, porque el poder que te dio el cielo
sólo sirvió a la tierra de consuelo.
Tomado de:
En la muerte de mi hermana
¿Y eres tú Dios? ¿A quién podré quejarme?
inebriado en tu gloria y poderío.
¡Ver el dolor que me devora impío
y la mirada de piedad negarme!
Manda alzar otra vez por consolarme
la grave losa del sepulcro frío,
y restituye, oh Dios, al seno mío
la hermana que has querido arrebatarme.
Yo no te la pedí. ¡Qué! ¿es por ventura
crear para destruir, placer divino,
o es de tanta virtud indigno el suelo?
¿o ya del todo absorto en tu luz pura
te es menos grato el incesante trino?
Dime, ¿faltaba este ángel a tu cielo?
Parodia épica
¿Ves cuál se precipita en ígneo sulco,
de la ominosa nube desprendido
, el rayo asolador, de ronco trueno
y luz deslumbradora precedido;
y de las enriscadas, desiguales
sierras derroca las enormes masas
de portentosa, horrible pesadumbre,
que desraigando los añosos robles,
fuertes encinas y sublimes pinos,
en derredor los valles asordando,
con fracaso espantable por las faldas
ásperas y fragosas saltan, ruedan
y allá en el hondo abismo se despeñan;
y a un tiempo los soberbios capiteles,
que entre nubes de lejos se divisan,
y valles y collados señorean,
que el tiempo respetó, con mil estragos
se desploman y en polvo se deshacen:
templos, casas, alcázares, palacios,
do en asiática pompa el lujo ríe,
la altiva frente rinden, y deshechas
el suelo besan que antes desdeñaban,
y sus vastas ruinas portentosas
grandes, pequeños, ricos, pobres, buenos,
malos, fuertes y débiles sepultan;
grito de muerte a las esferas sube,
un silencio de muerte le sucede?...
En tanto... En tanto... ¡Oh descripción amiga,
ya el aliento me falta; otro te siga!
Canción I
Aquel velo misterioso
que al pudor la noche da,
es más bello y más hermoso
que el sol en su claridad.
Ven, pues, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.
Allá lejos tras los montes
escondiéndose el sol va;
ésta es la hora venturosa
del placer y de la paz.
Llega, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.
Ven, amiga, presurosa,
que mi amor te espera ya,
y cada sombra me engaña
pensando que tú serás.
Llega, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.
Las palomas se acarician
y se quejan a la par:
con sus quejas y caricias
dulce ejemplo nos darán.
Llega, noche, no te tardes,
ven mis dichas a colmar.
Canción II
Divino encanto,
si acaso mi llanto
mueve tu atención,
cesa en el empeño
de herir con tu ceño
al que te hizo dueño
de su corazón.
Y si te ofendo,
ingrata, diciendo
mi dolencia atroz,
moriré fino,
pues ya me convino
el dulce destino
de morir por vos.
Nada dijera
si callar pudiera
tan grave dolor.
Mas nadie sabe
que siendo tan grave
en mí ya no cabe
todo su rigor.
¡Ay!, bella ingrata,
si tu rigor trata
de abatir mi amor,
mi pecho amante
morirá al instante
con una constante
desesperación.
Y si no dejas
que quepa en mis quejas
todo tu rigor,
ingrata bella,
con dura querella,
maldigo la estrella
que a ti me rindió.
Tomado de:
https://www.buscapalabra.com/poetas.html?nombre=Jos%C3%A9+Joaqu%C3%ADn+de+Olmedo
CANCIÓN AL 9 DE OCTUBRE (HIMNO DE GUAYAQUIL)
¿Veis esa luz amable
que raya en el oriente,
cada vez más luciente
en gracia celestial?
Esa es la aurora plácida
que anuncia libertad.
Esa es la aurora plácida
que anuncia libertad.
Coro
Saludemos gozosas
en armoniosos cánticos
esa aurora gloriosa
que anuncia libertad,
libertad, libertad.
Nosotras guardaremos
con ardor indecible
tu fuego inextinguible,
oh santa libertad,
como vestales vírgenes
que sirven a tu altar,
como vestales vírgenes
que sirven a tu altar.
Coro
Saludemos gozosas
en armoniosos cánticos
esa aurora gloriosa
que anuncia libertad,
libertad, libertad.
Haz que en el suelo que amas
florezca en todas partes
el culto de las artes
y el honor nacional.
Y da con mano pródiga
los bienes de la paz,
y da con mano pródiga
los bienes de la paz.
Coro
Saludemos gozosas
en armoniosos cánticos
esa aurora gloriosa
que anuncia libertad,
libertad, libertad.
A ELIZA
¿No ves cuán pronto por la azul esfera
el vuelo de las horas se desliza?,
¿no ves, amable Eliza,
marchitarse al nacer las tiernas flores
de la fugaz y alegre primavera?
Pues ¡ay!, con más presteza
nacen, desaparecen los amores,
las gracias de la edad y la belleza.
Feliz en todas partes
quien con el grato estudio de las artes
mezclando las lecciones
de virtud y piedad, engaña, burla
del tiempo y de sus hijas estaciones
la ciega rapidez y la inconstancia.
Así cuando la bella primavera
pierde su gala y virginal sonrisa
y se retira triste
de tu jardín, Eliza,
huyendo del invierno los enojos,
al fuego de tu genio y de tus ojos
con sus vivos colores y fragancia
bajo de tu pincel nace en tu estancia.
En tu estancia feliz que yo contemplo
será con tu presencia
el más hermoso templo
del gusto, la piedad y la inocencia,
a cuyo culto y plácidos misterios
vestal sacerdotisa
con tu graciosa hermana será Eliza.
Tomado de:
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