LA MÁSCARA
Escribo siempre con una máscara en el rostro;
Sí, una máscara a la moda antigua de Venecia,
Larga, con la frente deprimida,
Igual a un gran sinvergüenza de satén blanco.
Sentado en mi mesa y levantando la cabeza,
Me contemplo en el espejo, de cara
Y girado tres cuartos, me veo en él
Este perfil infantil y bestial que amo.
Oh, que un lector, mi hermano, a quien hablo
A través de esta máscara pálida y brillante,
Venga allí a dejar un beso duro y lento
En esta frente deprimida y esta mejilla tan pálida,
A fin de apoyar con más fuerza sobre mi rostro
Este otro rostro hueco y perfumado.
OCÉANO ÍNDICO
¡Oh, la noche de verano tropical!
¡Atolones de centelleos emergiendo de abismos azulados!
¡El Crucero llameante!
Oh, extenderme sobre el puente de un gran navío
En ruta hacia la Insulindia,
Desnudo, y abrirme al infinito abierto sobre mí.
(Mi corazón de niño abandonado, oh querido enfermo,
Mi corazón estaría contento de tu mano a presionar,
En esta sombra en llamas de las noches
Resplandecientes en las que yo quisiera salir volando).
En los navíos de antaño, totalmente empavesados,
En que la popa era un palacio con cientos de ventanas
doradas,
Y que superaba un Himalaya de telas,
No teníamos, ininterrumpida, esta palpitación de estrellas,
Esta visión de la Creación, inmensamente
Silenciosa –sobre la cabeza, completamente desenvuelto el
firmamento.
Anhelo una mañana de primavera, un poco grisácea, en el
cuarto de hotel,
La ventana abierta de esquina que da a la rue de Noailles,
con el aire fresco,
Y ver por allá (a las cinco horas, aún sin tranvías)
El tranquilo Puerto Viejo y los barcos del Castillo de If.
NEVERMORE...
¡Nevermore!...y luego, ¡Caray!
Hay influencias astrales en torno a mí.
Estoy inmóvil en un cuarto de hotel
Lleno de luz eléctrica inmóvil…
Quisiera errar, al alba amarilla, en un parque
Vasto y brumoso, y todo colmado de lilas blancos.
Me da miedo tener horribles pesadillas;
Y me parece que tengo frío con tanta luz.
¿Tal vez tengo hambre de cosas desconocidas?
¡Ah!, dadme el viento de la noche en las praderas,
Y el olor del heno fresco cortado, como en Baviera
Una noche, después de la lluvia, en el lago de Starnberg.
O bien los sentimientos que tenía hace un año,
Al mirar desde la pasarela de mi yate
Abrirse la bahía verde y rosa de Gravosa.
LA ANTIGUA ESTACIÓN DE CAHORS
¡Viajera! ¡oh cosmopolita! hoy en día
Abandonada, dejada, retirada de los negocios.
Un poco al margen de la vía,
Vieja y rosa en medio de los milagros de la mañana,
Con tu marquesina inútil
Extiendes al sol de las colinas tu andén vacío
(Este andén que antaño barría
El vestido de aire en torbellino de los grandes expresos)
Tu andén silencioso al borde de una pradera
Con las puertas siempre cerradas de tus salas de espera,
Cuyo calor de verano agrieta los postigos…
Oh estación que has visto tantos adioses,
Tantas partidas y tantos regresos,
Estación, oh doble puerta abierta a la inmensidad encantadora
De la tierra, donde en alguna parte debe encontrarse la
alegría de Dios
Como una cosa inesperada, relumbrante;
Ahora tú reposas y gustas las estaciones
Que regresan trayendo la brisa o el sol, y tus piedras
Conocen el relámpago frío de las lagartijas; y el cosquilleo
De los dedos ligeros del viento en la hierba donde están los
rieles
Rojos y rugosos de óxido,
Es tu único visitante.
La sacudida de los trenes no te acaricia ya:
Pasan lejos de ti sin pararse sobre tu césped
Y te dejan en tu paz bucólica, oh estación por fin tranquila
En el corazón fresco de Francia
MAÑANA DE NOVIEMBRE CERCA DE ABINGDON
¡Las colinas en la niebla, bajo el cielo de ceniza azul
Cómo están altas y bellas!
¡Oh día simple, mezclado de bruma y sol!
Caminar en el aire frío, a través de estos jardines,
A lo largo de este Támesis que me hace pensar en los versos
de Samain,
Caminar sobre la tierra de nuevo desconocida, enteramente
cambiada,
E igual al país de las hadas, esta mañana de otoño tardío…
Oh naturaleza velada, misteriosos paisajes, ustedes se
parecen
A los bloques de las casas gigantes y a las avenidas brumosas
de la ciudad,
Ustedes tienen el grandioso impreciso de los horizontes
urbanos.
Tomado de:
http://letras.mysite.com/maca300120.html
CARPE DIEM
Retén este triste día de invierno sobre el mar gris,
De un gris suave, la tierra es azul y el cielo bajo
Parecen al mismo tiempo desesperanza y ternura;
Y mira la sala del pequeño albergue
Tan feliz y radiante los domingos de verano,
Y nosotros estamos solos hoy, recién venidos
De Nápoles, no para ver las Bahías ni la entrada de los
[Infiernos,
Sino para recordarnos melancólicamente.
Retén este triste día de invierno sobre el mar gris,
Amiga mía, ¡ah mi querida amiga, mi compañera!
Creo que es igual al día
En que Horacio compuso la oda a Leuconoé.
Era invierno también entonces, como el invierno
Que hoy abate el Mar Tirreno contra las rocas
Un día como éste en el que desearíamos
alejar las inquietudes y emprender tareas humildes,
Ser sabio en medio de la naturaleza severa,
Y hablar lentamente mirando el mar...
Recoge este triste día de invierno sobre el mar gris...
¿Te acuerdas de Marienlyst? (¡Ah!, ¿en qué orilla
Y en qué estación estamos? No lo sé.)
Se llega a Elsinor, en verano, a través de un césped
Pálido; allí, la tumba de Hamlet y un hotel
Con alumbrado eléctrico, con todo el confort moderno.
Fue un verano del Norte, luminoso, apenas velado.
Recuerda: se veía enfrente la costa sueca,
Azul, como el perfil lejano de Italia.
¡Ah! ¿Amas tanto este día como yo lo amo?
Retén este triste día de invierno sobre el mar gris...
¡Ah, haber pasado toda mi vida en Elsinor!
El puentecito danés junto a la estación de tren,
es tranquilo como el puente definitivo de la existencia.
Vivir danesamente en la dulzura danesa
De esta ciudad donde se alza un castillo con cúpulas de
[bronce
cubiertas de verdín; vivir en la inocencia, sí,
De no importa qué pequeña ciudad, en cualquier parte,
Donde todo el mundo sea pensativo y silencioso,
Y donde se espere apaciblemente la muerte.
Reten este triste día de invierno sobre el mar gris,
Y déjame esconder mis ojos en tus manos frescas;
Necesito paz y dulzura, ah hermana mía.
Sé mi heroína, mi Pallas protectora,
Sé mi refugio cierto y mi pequeña aldea;
Esta noche, mi Socorro, yo soy una humilde mujer
Que sólo sabe estar inquieta y ser amada.
SCHVENINGEN, FUERA DE TEMPORADA
En el pequeño bar luminoso de bien pulidos muebles,
Bebimos largamente licores ingleses;
Había una cálida intimidad tras las cortinas cerradas.
Afuera, el viento de mar hacía temblar a las sillas.
Era como el salón fumador de los barcos o de los trenes:
Yo tenía el corazón en un puño al igual que en los viajes;
Me sentía enternecido, distante y afable;
Estaba como un niño juicioso y muy angustiado.
¡Qué calma alrededor, sin embargo!
La gente susurrando secretos en torno a la barra.
¡Ah, cómo pequeño es uno, qué de rodillas está uno
Ciertas tardes-noches al sentiros tan cercanas,
Olas inmensas!
ODA
Préstame tu inmenso ruido, tu inmensa marcha tan suave,
Tu deslizamiento nocturno por una Europa iluminada,
¡Oh tren de lujo! y la angustiante música
Que zumba a lo largo de tus pasillos de cuero dorado,
Mientras que detrás de las puertas laqueadas, con sus pica-
[portes de cobre macizo,
Duermen los millonarios.
Yo recorro canturreando tus pasillos
Y sigo tu curso hacia Viena y Budapest
Uniendo mi voz a tus cien mil voces,
¡Oh Harminoka-Zug!
Por primera vez sentí toda la dulzura de vivir
En una cabina del Nord-Express, entre Wirballen y Pskow.
Nos deslizábamos entre praderas donde los pastores,
Al pie de grupos de grandes árboles semejantes a colinas,
Iban vestidos con pieles de cordero, crudas y sucias...
(Ocho de la mañana en otoño, y la hermosa cantante
De ojos violeta entonaba en la cabina de al lado.)
¡Y vosotras, grandes ventanillas a través de las cuales he
[visto pasar la Siberia y los montes de Samnio,
La Castilla áspera y sin flores, y el mar de Mármara bajo
[una
tibia lluvia!
Prestadme, oh Orient Express, Sud-Brenner-Bahn, prestadme
Vuestros milagrosos ruidos en sordina
Y vuestras vibrantes voces de cantarela;
Prestadme la respiración ligera y fácil
De las locomotoras altas y esbeltas, de movimientos
Tan desenvueltos, las rápidas locomotoras,
Que preceden sin esfuerzo cuatro vagones amarillos con
[letras de oro
Por las montañosas soledades de Serbia,
Y, más lejos, a través de una Bulgaria llena de rosas...
¡Ah! que esos ruidos, que ese movimiento
Entren en mis poemas y digan
Por mí mi vida indecible, mi vida
De niño que no quiere saber nada, sino sólo
Esperar eternamente cosas vagas.
Tomado de:
http://inutilesmisterios.blogspot.com/2015/07/un-escritor-maravilloso-valery-larbaud.html
Deseos del poeta
(Londres)
Para cuando ya lleve muchos años de muerto,
y andando en la neblina se entrechoquen los taxis,
al igual que hoy (las cosas en nada habrán cambiado)
¡que pueda ser yo fresca mano sobre una frente!
sobre la frente de alguien que canturrea en su auto
a lo largo de Brompton Road, Holborn o Marylebone,
y contempla, pensando en la literatura,
los negros monumentos entre el aire amarillo.
Que pueda ser el suave y oscuro pensamiento
que se lleva en secreto por el bullicio urbano,
el breve alto en el viento que siempre nos empuja,
niños perdidos en ferias de vanidades;
y que el dos de noviembre simplemente engalanen
mi debut en lo eterno con un poco de musgo.
La muerte de Atahuallpa
“Pues el Atabalipa
llorava y decia que no le matasen”
OVIEDO
Cuántas veces he pensado en esas lágrimas,
esas lágrimas del supremo Inca del imperio ignorado
por tanto tiempo, sobre el altiplano, en las márgenes lejanas
del Pacífico —esas lágrimas, esas pobres lágrimas
de esos grandes ojos rojos suplicando a Pizarro y a Almagro.
En ello solía pensar cuando, de niño, me detenía largo tiempo
en una oscura galería, en Lima,
ante ese cuadro histórico, oficial, aterrador.
Se ve en primer lugar —bello estudio de desnudo y expresión-
a las mujeres del emperador americano, furiosas
de dolor, pidiendo que las maten, y aquí,
rodeado por el clero con sobrepellices, y de cruces
y cirios encendidos, no lejos de Fray Vicente de Valverde,
a Atahuallpa, tendido sobre el aparato horrible
e inexplicable del garrote, con su torso moreno
desnudo, y su rostro flaco visto de perfil,
mientras que a su lado los Conquistadores
rezan, fervientes y feroces.
Rodeado por la majestad de las Leyes y los esplendores de la
Iglesia,
es uno de esos crímenes extraños de la Historia,
tan desbordantes de angustioso horror,
que no podemos creer que no sigan durando,
en alguna parte, más allá del mundo visible, eternamente;
y en este mismo cuadro, tal vez, perduren
siempre el mismo dolor, las mismas plegarias, las mismas
lágrimas,
similares a los designios misteriosos del Señor.
E imagino sin esfuerzo, en este instante
en el que escribo solo, abandonado por los dioses y los
hombres,
en un apartamento completo del Sonora Palace Hotel
(distrito de California),
sí, imagino que en alguna parte de este hotel,
en una habitación radiante de lámparas eléctricas,
silenciosamente, esa misma terrible escena
—esa escena de la historia nacional peruana
que machacamos a los niños, allá, en nuestras escuelas—,
se desarrolla exactamente
como hace cuatrocientos años en Caxamarca.
—¡Ay! ¡que alguien no vaya a equivocarse de puerta!
Tomado de:
http://literaturafrancesatraducciones.blogspot.com/2013/02/valery-larbaud-tres-poemas.html
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