martes, 12 de enero de 2016

POEMAS DE MARINA TSIETÁIEVA

     (UNION SOVIÉTICA, 1892- 1941)

Poema del fin 

1.


Contra el herrumbroso cielo de hojalata,
como un poste, como un dedo.
Donde siempre, él.
Como el destino.

-Menos cuarto. Puntual ¿eh?
La muerte no espera.
Ligero, su sombrero
se alza.

Entre pestañas, el reto.
Los labios, prietos,
Un saludo –inclinación
de cabeza-, grave.

-Menos cuarto. ¿Puntual?
Miente la voz.
¿Qué ocurre? –se ahoga el corazón.
¡Alerta! – advierte la cabeza.

El cielo de la malaventura,
hojalata oxidada,
Él, donde siempre.
Las seis en punto.

El beso de corcho en los labios,
mudo,
como quien besa la mano
a una dama anciana o a un muerto.

Un transeúnte apresurado
me clava el codo en la cintura.
Estridente, cercaba,
una bocina.

Ulula, brama,
aúlla como un perro con rabia.
(La vida se te agolpa
cuando mueres.)

Ayer –a media máquina,
hoy –hasta las estrellas.
(Este es el momento de exceso:
o todo o nada.)

Por dentro: ¡amor, amor!
-¿Qué hora es? –las siete ya.
-¿Vamos al cine o…?
Un estallido: -¡Vamos a casa!


2.


Hermandad de los nómadas
-a esto nos llevas.
Una tormenta,
sobre la cabeza, la espalda:

horror en las palabras
que esperamos.
Como una casa en ruinas,
son las palabras a casa.

Las grita el niño con desgarro:
¡vamos a casa!
Casi un bebé ya había dicho:
¡Dame! ¡Es mío!

Hermanos mío en los excesos,
fiebre mía, escalifrío.
Mientras todos piden salir,
tú dices sólo: ¡a casa!

Caballo que da tirones al ronzal.
-¡Arriba!- la soga hecha pedazos.
-No hay casa para nosotros.
-Sí, aquí mismo, a diez pasos.

La casa de la montaña. -¿O más
alta tal vez? ¿La casa en la cumbre?
La ventana justo bajo el tejado. –No sólo
por el fuego de la aurora, encendida, ¿verdad?

De nuevo: la vida –o sea,
la exactitud de los poemas.
Casa, es decir: ahí
afuera, en la noche.

(Oh, ¿a quién confiar
El tormento, la pena?
¿Mi angustia, más verde que el hielo?)
-No pienses tanto en ello.
Sopesando respondo: -Sí.


3.


El muelle. Me aferro al agua
como al más firme puntal.
Jardines suspendidos
de Semíramis: aquí están.

Esta franja de acero, sombrío
tornasol de metal, agua
a la que me aferro lo mismo que al libreto
la cantante o el ciego a las ásperas

paredes… ¿No me devuelves
nada? Me inclino al consuelo
benigno de la sed, me aferro a ella
como al borde de la cornisa quien camnia

dormido…
No es por el río -¡soy náyade
de nacimiento!- este escalofrío. Me aferro
al agua como si fuera la mano del amante
que fiel está a mi lado…

Fieles
son siempre los muertos –no todos traen
consuelo… La muerte a mi izquierda
y, a mi derecha, tú. Mi costado
derecho, como muerto.

Se abre paso, de pronto, una luz.
Risas vulgares de tambor de feria.
-Tú y yo deberíamos…
(Escalofrío)
-¿…Tendremos valor?


4.


Capas de niebla clara,
olas de gasa.
Densas, humosas,
ruidosas. ¿A qué huele?
A prisa enloquecidad,
a tratos, chismorreos,
apaños comerciales,
y colorete en las mejillas.

Solteros con anillo.
y viejos de pose juvenil.
Todos ríen, bromean,
y, por debajo, calculan.
Con calderilla o con billetes,
sin remedio, manos sucias.
… Afanes comerciales,
y colorete en las mejillas.

(Por encima del hombro: -¿Es
Ésta nuestra casa? -¡Desde luego, no mía!)
Uno firma cheques
otro, besa un guante
de satén, el tercero se ocupa
de un zapatito de charol.
… ¡Oh bodas comerciales!
y colorete en las mejillas.

Picos de plata: en la ventana
la estrella de Malta.
Se besuquean, se abrazan
y se acarician, se mecen…
(Perdón: huele a restos del banquete de ayer.)
Acuerdos comerciales
y, en las mejillas, colorete.

¿Corta, la cadena? ¡Ni hablar!
Y es de platino, no de latón.
La triple papada tiembla
de un toro cenando ternera.
El diablo, el cuello azucarado
y cuernos de satén. Pequeños
descalabros comerciales
y, colorete en las mejillas,
pólvora de Berhold Scharz…
varón
talentoso, generoso.
-Tu y yo deberíamos hablar.
-¿Tendremos valor?


5.


Espío un signo en sus labios,
pero bien sé que no hablará.
-¿Ya no me quieres? –Sí, te quiero.
-No, no me quieres. –Me siento cansado,

triste, consumido. Me siento acabado
(La mirada, altiva, por la sala.)
-¿Es esto nuestra casa?
-La casa está en nosotros. -¡Bonitas palabras!

El amor es de carne y de sangre,
flor que con sangre propia se riega
¿Crees que es amor
un rato de charla en la mesa?

¿Y después, como ellos –damas
y caballeros-, cada uno a su casa?
El amor no es sino…
¿Sagrario?
¡Qué palabra! Mejor decir: llaga,

cicatriz. ¿Bajo los ojos de camareros
y borrachos? (Y por dentro:
el amor es este arco tenso,
es decir: ruptura. Ruptura.)

-Amor significa unión, y nada ya
nos une, ni labios ni vida. (Oh, no
me des la malaventura, te rogué
al comienzo de nuestra intimidad,

en aquella hora cercana a la cumbre
y la pasión. Ya humo –Memento:
eso es amor –dejar que se queme el don
¡siempre en vano! En el fuego.)

Los labios –grieta en la concha- lívidos:
sonrisa de intendente. –Primero,
una cama común.
¿Abismo,
quieres decir? Tamborileo

de dedos en la mesa. -¿No querrás
mover montañas? Amor
significa…
-Mío.
-Ya entiendo. ¿Conclusión?

El ritmo de los dedos en la mesa
se acelera. (Cadalso.)
-Vámonos. –Yo hubiera preferido:
muramos. Sería más sencillo: muramos.

Basta de banalidades: basta
de viajes, versos, hoteles, tranvías…
-El amor significa la vida.
-No, otro nombre le daban los antiguos…
-¿Entonces?
Aprienta el puño –un pez muerto-
el pañuelo. -¿Nos vamos?
-¿Adónde? Elige: precipicio, bala, veneno…
La muerte –en claro.

-La vida. Como un cónsul romano
Que evalúa –águilas ojos- lo que queda
de sus huestes.
-Romapamos, pues.


6.


-Lo que yo quería no es eso.
No, no es eso. (Por dentro:
del cuerpo es la voluntad. Tú y yo
desde hoy somos almas

el uno para el otro…) –Y él, no lo decía.
(Sí, cuando el tren ya arranca
dejáis a las mujeres el triste honor
de la ruptura…) -¿Será un malentendido?

¿He oído mal? (Ohm galante
embustero que ofreces a la amiga,
como una flor, el falso honor
de la ruptura…)

-¿Seguro?
¿La palabra, letra a letra,
que has dicho es: rompamos?
(Como quien deja
caer en el más dulce

de los excesos un pañuelo…) –Ah, César
de este combate. (Y te atreves
a entregar –sutil ataque- como trofeo
al enemigo la espada que blandía.)

Él sigue. (Los oídos me zumban.)
-Me inclinos ante ti: eres la primera
que se me adelanta en la ruptura.
-Se lo dices a todas, ¿verdad?

Sin duda: una jugada
digna de Lovelace. El gesto
que tu orgullo blande, a mi
me arranca la carne

del hueso. –risa. Y con ello,
la muerte. Un gesto. (Ningún deseo
-desear es lo propio de otros, nosotros
Somos sólo sombras

ya uno para el otro…) Clavado está
el clavo último, atornillado
el último tornillo de esta caja de plomo.
Un ruego todavía: no hables de mí

a ninguna de las que me sucedan.
(Así gritan los heridos, y ven cómo llega
la primavera desde la camilla.) –A ti
lo mismo te pediría.

¿Mi anillo como recuerdo?
-No. –Mirada nublada, errante:
está ausente. (Ponme –como sello-
en tu corazón, ponme como anillo

en tu dedo… ¡Nada de dramas!
Me lo trago.) Ronco y seductor:
-¿un libro, quizá? -¿También a todas?
-No. Y no escribas ya,

nunca más, libros…


***


No, eso no.
Llorar, eso no. No
Llorar.

Nosotros, hermanos,
pescadores errantes
bailamos –no lloramos.

Bebemos, no lloramos.
Con sangre ardorosa pagamos
-no lloramos.

Hundimos en el vino
las perlas –somos reyes
del mundo –no lloramos.

-Me voy, pues. Mis ojos
le atraviesan. Arlequín al fin
como un hueso la lanza
a su fiel Pierrette la más indigna

primicia: el honor del fin.
Efecto de telón. La última
palabra. Un poco de plomo
en el pecho sería más dulce,

más cálido, más puro…
en los labios
clavados los dientes. No
lloraré.

Lo más duro
en lo más tierno.
No he de llorar.

Hermanos errantes,
Morimos –no lloramos.
Ardemos –no lloramos.

En ceniza y en canto
ocultamos al muerto,
errantes hermanos.

-¿Primero yo? ¿He de ser yo la primera?
¿Cómo en el ajedrez? Aunque también
las primeras nos llaman
al cadalso…


***


Una imagen aún –en medio
de las huchas vivientes, prósperos
comerciantes, luce una nuca rubia
-tigo, centeno, maíz.

Rizos de amazona que escarnecen
del Sinaí los mandamientos,
melena de oro viejo, joya fulgurante,
tesoro inagotable de consuelos.

(Y para todos.) No siempre avara en el reparto
la naturaleza, prodiga aquí sus bienes.
¿Desde dónde emprender el retorno,
cazadores, de esos dorados

trópicos? Su áspera desnudez
excita, atiza el lagrimal
-oro en cascada, voluptuosidad
risueña y fulminante.

-¿Verdad?- Los ojos acarician,
seductores. Cada pestaña –obsesión.
Cadencia de los mechones dorados,
gesto que sojuzga subyugando.

Ah gesto: desnudas el vestido,
sonrisa-mueca, más simple
que comer y beber. (Aún hay en ti
esperanza de cura. Para ti, si.)

¿Así que seremos como hermanos?
Buena aliada en la alianza de la vida.
-¿Te ríes y no has acabado de enterrarlo?
(Yo ya lo he enterrado –y me río todavía.)


7.


Después –el muelle. El último. Fin.
Des-compartidos y sin manos
seguimos, como dos vecinos reñidos,
sin animo. Sube el llanto del río.

Sal de mercurio a raudales
lamo sin miedo: hoy
no deja el cielo brillar
la luna grande de Salomón.

Poste. Oh romperse, hasta la sangre,
la frente contra él. Desmenuzarla, hacerla
polvo. Compinches asesinos,
despavoridos vagamos. (Víctima –el Amor.)

Basta. ¿Han de ir separados los amantes?
En la noche. ¿A dormir –no juntos?
¿Con otros? -¿Comprendes que el futuro
esté ahí? Me roza re-unión.

-Pareja de recién casados… -Domir.
-Dormir. –Ni el pie acompasado
Ni el mismo ritmo. Ruego: -Tómame
del brazo, no marchemos como presos.

Eléctrico. (Como si su alma
tocase mi mano. –La mano en la mano.)
El contacto se vuelve bruscamente
rayos y fiebre.
Ha tocado
su mano mi alma. Me aprieta –todo de pronto
arco iris. Mas irisado que las lágrimas,
qué hay. Telón de lluvia, perlas. No
hay muelles que se acaben así.

El puente:
-Y ahora, qué. ¿Qué, ahora, aquí? (Galopa,
coche fúnebre.) Ca-almada mirada.
-Vamos a casa, ¿quieres?
Ahora. Por última vez.


8.


El puente último.
(no dejaré tu mano,
que es mi prenda.)
El último puente,
el peaje postrero.

Agua y cielo.
Cuanto monedas,
pago de Caronte,
paso de Leteo.

Sombra de la moneda,
en la mano de sombra.
Monedas sin sonido.
De sombra deposita

en la mano monedas. De sombra.
Sin tintineo, sin brillo,
entrégaselas: a los muertos
les bastan los sueños.

Puente.


***


Refugio, amparo
de los amantes sin esperanza.
Puente – es – pasión.
Siempre entre pasos.

Un nido me procuro. Tibio
es el costado –me acurruco.
Ni antes ni después:
el lugar de una chispa.

Ni manos ni pies, mis huesos
lo confirman: sólo en tu costado
cobra mi costado
vida.

Vivo en mi costado derecho.
Todo en él –oído y eco.
Como la yema en la clara
y el esquimal en su piel,

así me aprieto.
¿Siameses, cómo podeis sostener
que algo os une?
Y aquella mujer –la que no olvidarás,

Pues la llamabas madre-
al llevarte bajo el corazón,
en su quieto triunfo
no te tuvo mas cerca.

Unidos vamos en un nudo
-contra tu corazón me acunabas.
¿Me tiro abajo?
No, dejaría tu mano

para ello, de la que nada
me va a poder desprender.
Puente –y no marido:
Amante –y desencuentro.

Puente, tú nos preservas.
El río, de nuestro cuerpo
se llena. Garrapata soy, hiedra:
arráncame de raíz.

Hiedra y garrapata, si.
Hazlo con crueldad, sin clemencia.
Me has arrojado viva,
como una cosa, a mi

que he carecido siempre,
en este mundo vacío, de respeto
por nada.
Dime que sueño,
que es de noche, que llegará

el alba con un expreso
a Roma, a Granada tal vez…
Almohadones de nieve
al Himalaya desde Mont Blanc…

Precipicio profundo:
¿escuchas mi costado?
Mi rescoldo – sangre final.
Más sincero –que cualquier poema.

¿Has entrado en calor? ¿Con quién
te irás, a quién te alquilarás
mañana? Dime que no es cierto,
dime que el puente no tiene ni tendrá

fin…
-Fin.


***


-¿Aquí? –El gesto, de niños…
-¿Entonces? De acuerdo, lo acepto…
Un momento todavía:
por última vez.


9.


A través de fábricas ruidosas,
vibrantes por el eco de la voz,
lo más íntimo, lo que la lengua calla
te diré –secreot que ante los maridos

las mujeres y las viudas ocultan.
Lo que Eva conoció por el árbol
y silenció: que yo no soy sino
un animal herido en el vientre.

Que abrasa. Como si me arrancaran
la piel con el alma. Se esfumó en aire
la herética y absurda insensatez
a la que dimos el nombre de alma.

Desmayo, plaga, cristiano mal
-ponedle paños calientes, si queréis:
nunca ha existido. Se complacía
en seguir estando vivo

sólo el cuerpo. Y ya no quiere.


***


Perdóname. No quería.
Es grito de entraña devastada.
Así esperan los condenados
su ejecución al alba,

jugando al ajedrez. Risa
burlona el ojo del vigilante.
Somos los peones de un tablero
y alguien va jugando con nosotros en él.

¿Dioses buenos? ¿Malignos? ¿Quién?
Todo el horizonte es el ojo del vigilante.
Ruido metálico. Pasillo sangriento.
Ya se ha acabado el juego.

Un cigarrillo por última vez.
Y escupir –ah vida, vida.
Escupir. Al borde del tablero,
Abierto está el camino –desangrarse.

a la huesa. Te miro de reojo.
Es la luna un ojo secreto que vigila.

-Qué lejos estás ya.


10.


Escalofrío. A la par,
juntos. –Nuestro café.

Nuestra isla, templo
donde cada mañana, casi amanecida

-gentuza, pareja de unas horas-
veníamos a rezar.

Dentro –desorden y olor agrio,
adormilados, en primavera…
Seguro que era de avena
aquel café sin sabor.

¡Con avena doman el ardor
de los caballos.) No era
de Arabia, no: de Arcadia
era aquel aroma

del café…

Y cómo sonreía
la dueña, tan amable,
cuando nos sentaba juntos-
con qué placidez

de un amante de pelo cano.
Como si dijera: -¡Vivid!
también os marchitaréis-.
La cartera vacía, el arrebato,

nuestros bostezos al unísono
la hacían sonreir. Y sobre todo
la juventud. Las mejillas tersas,
la risa sin motivo –éramos

la juventud. Pasiones no muy
corrientes en estas tierras
de climas crudos.
¿De dónde las traía el viento

hasta el lívido café?
-Tunez, Marruecos… Mñusculos
y anhelo bajo la ropa triste.
¿Desde dónde venían?

(Querido, no me lamento:
son nuestras cicatrices.)
afable compañera,
con la cofia de hilo

planchada a la holandesa…


***


Entreveo, evoco casi sin comprender.
Como si nos hubieran echado del festín.
-¡Nuestra calle! -¡Cuántas veces nosotros…!
¿Nuestra? Ya no. ¿Nosotros? Ya no.

Por el oeste saldrá el sol
mañana. Habrá de hacer la guerra
contra Yaveh, David.
¿Cuál será nuestra gesta? –Ruptura.

La palabra más absurda:
Rupt-ura. ¿Una entre mil?
Un muro de siete letras:
y tras él, el vacío.

¿Serbio, croata? ¿En qué lengua?
¿Se mofa de nosotros la lengua checa?
Rupt-ura. Separación…
Qué sinsentido inacabable.

Sonido terrible, revienta los oídos
y apura la angustia dentro…
ruptura. No es en ruso,
ni parece femenino o masculino.

Ni sagrado. ¿Qué somos
-ovejas que bostezan
Después de pastar? ¿Cómo?
¿Qué significa separación?

Carece de sentido, es sonido hueco
-cuando una sierra corta el sueño.
Separación: escuela poética de Jlébnikov:
lamento de ruiseñor,

canto de cisne. ¿A qué fin?
El aire –cuando se acaba en la mina.
-La mano en la mano se siente temblar.
Ruptura –un rayo en el cráneo.

El mar arrastrando el barco
En el último cabo de Oceanía.
¡Estás callejuelas estrechas, tan empinadas!
Separarnos es yacer al pie

de la montaña. Ahogo y dos suelas
pesadas –la palma de la mano y su clavo.
Es claro, deducción evidente: separarse es ya no
compartir.
Mas fundidos quedamos tú y yo…


11.


Perderlo todo de un golpe,
un tajo limpio.
Suburbio, arrabal:
El día se acaba…

Se acaba la ternura –piedras-,
las casas, los días y nosotros –se acaban.

Mansiones vaciándose: las honro
como a una madre anciana.
Porque vaciarse –madre- es acción:
lo vacío no se puede vaciar.

(Mansiones medio vacías, mejor sería
que os quemaran.)

Que un gesto rudo
no abra la herida.
Suburbios, arrabal.
costura que se rompe.

Sin desmesura verbal,
el amor es sutura.

Sutura: ni venda ni escudo
-no pidas ayuda-.
Sutura: el muerto cosido al suelo
Como yo cosida a ti.

(Con qué hilo, lo ha de decir el tiempo,
si endeble o fuerte.)

De cualquier modo, querido
mío, aunque la sutura se ha abierto,
esta herida no supura
podredumbre infecciosa.

Debajo de las bastas,
venas vivas, sangre roja.

Quien rompe no pierde.
Oh arrabal,
suburbio, divorcio seguro
de dos frentes.

Cerebros al aire,
patíbulo de las afueras.

Nunca pierde quien rompe
y huye al alba. Yo en la noche
me he cosido a ti
toda una vida sin bastas.
Perdona si no iba atinada.
Arrabal: ruptura de suturas.

Almas descosidas,
múltiples heridas
barrio, suburvbio,
amplia es la sima

del arrabal. ¿No oyes el zapato
del destino en el barro limoso?
Es rápida mi mano, amado,
y vivos los hilos,

fuertes. No quebrarán.
Es éste el último farol.


***


-¿Aquí? –Ahora me mira.
Mirada sometida
de súbito complot.
-¿A la cima? Por última vez.


12.


Espesa crin.
Lluvia en los ojos. Cerros.
El arrabal, atrás.
Estamos fuera de la ciudad.

Ser: no ser. Qué más da.
Madrastra y ya no madre:
ya no hay adonde ir.
Moriremos aquí.

Campos. Algún vallado.
Somos hermana y hermano
y la vida un arrabal
-ya fuera de la ciudad.

Señores: el juego
está perdido.
Sólo existen arrabales,
¿Dónde estarán las ciudades?

Arrada el diluvio todo
-enfurecido.
Solos, de pie, tú y yo:
ruptura. ¿Será como al pobre Job

que Dios nos quiere probar?
-Juntos, en tres meses, sólo
Esta vez. Y en vano.
Ya estamos extramuros.


***


Extramuros. Mira: fuera de la ciudad.
Hemos pasado la frontera. La vida:
Este lugar donde no es posible vivir.
Así, el gueto judío.

¿No es más digno andar errante
como un judío? A los ojos
de quien no se ha hecho un bribón.
el pogrom es la vida.

Vida de los renegados,
de los conversos devotos:
antes el infierno, las islas
mortales de los leprosos.
La vida que se ofrece a los conversos
-la del matarife a la oveja.
El derecho al permiso de residencia
lo desprecio, lo arrojo –lejos de mi.

Venganza pides, escudo de David,
por esa abducción de los cuerpos,
¿o no han querido vivir
los judíos? Oh embriaguez:

terraplén, foso -¿queto de élites?-.
sin piedad. Si es éste
un mundo cristiano,
los poetas somos judíos.


13.


Como la piedra afila el cuchillo,
como se desliza el serrín al barrer,
así, aterciopelada, la piel
húmeda súbitamente en los dedos.

Oh dobles –coraje, sequedad-
de los hombres, ¿dónde estáis,
si en mis palmas hallo lágrimas
y no lluvia?

El agua es de la fortuna,
¿qué más podría desear?
Si tus ojos son diamantes
que se vierten en mis palmas,

ya no pierdo
nada. Fin del fin.
Caricias, caricias
-acaricio tus mejillas.

Somos así, orgullosas
y polacas –Marina-,
cuando en mis manos llueven
ojos de águila:

¿lloras? Mi amor,
mi todo: perdóname.
Trozos de sal
caen en mis palmas.

Llanto de hombre, veta
que en la cabeza retiembla.
Llora. Otra te devolverá
la vergüenza que te hice dejar.

Somos dos peces
del mis-mí-si-mo mar.
Dos conchas muertas
labio contra labio.


***


Todo lágrimas.
Sabor
a armuelle.
-¿Y mañana
cuando
despierte?


14.


Senda de ovejas-
Bajamos. Ruidos de la ciudad.
Tres chcias se acercan.
Se ríen. De las lágrimas

ríen, como bobas,
como ola
del mar,
de las imposibles

lágrimas de hombre –tan visibles
pese a la lluvia. Dos llagas,
dos indignas perlas,
infamantes para el bronce
del guerrero. Tus primeras
y últimas lágrimas
-oh derrámalas-,
lágrimas perlas
de mi corona.

Altiva las miro –como a lluvia
En la lluvia- y les hablo:
-fijaos
bien, muñecas de Venus,
vínculo es éste más íntimo

que el deseo
y que un anillo de boda.
El cantar de los cantares
nos prestará su voz,

y Salomón se inclinará
ante nosotros, pájaros
desconocidos, porque llorar
juntos es mucho más que un sueño.


***


Cabizbajo, y solo, y oscuro
-silencioso, sin rastro-
en las olas de niebla se funde
como se hunden los barcos.

Marina Tsvietáieva

A  Alia

                                                   mi hija
Algún día, criatura encantadora,
para ti seré sólo un recuerdo,

perdido allá, en tus ojos azules,
en la lejanía de tu memoria.

Olvidarás mi perfil aguileño,
y mi frente entre nubes de humo,

y mi eterna risa que a todos engaña,
y una centena de anillos de plata

en mi mano; el altillo-camarote,
mis papeles en divino desorden,

Por la desgracia alzados, en el año terrible;
tú eras pequeña y yo era joven.

Versión de Severo Sarduy




A Boris Pasternak


Distancia: kilómetros y kilómetros?
Nos han dispersado, transplantado
nos han ¡y qué bien estamos
en los lejanos horizontes!

Distancia y lejanías?
Des-pegados, des-soldados.
Apartaron manos, crucificaron
sin saber lo que destruían: la unión total.

De suspiros y tendones
nos malquistaron, nos esparcieron
y exfoliaron.
Muro y foso.
Separados, como las águilas.

Conspiradores y lejanías?
No nos desbarataron; nos perdieron
por los tugurios de las latitudes:
disgregados como huérfanos.

¿Cuál es, pero cuál es, marzo?
¡Como a las barajas nos han cortado!

24 de marzo de 1925
Versión de Carlos Álvarez


A Rainier Maria Rilke


Rainer, quiero encontrarme contigo,
quiero dormir junto a ti, adormecerme y dormir.
Simplemente dormir. Y nada más.
No, algo más: hundir la cabeza en tu hombro izquierdo
y abandonar mi mano sobre tu hombro izquierdo, y nada más.
No, algo más: aún en el sueño más profundo, saber que eres tú.
Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y besarlo.

Versión de Carlos Álvarez




A ti, dentro de un siglo 


A ti, que nacerás dentro de un siglo,
cuando de respirar yo haya dejado,
de las entrañas mismas de un condenado a muerte,
con mi mano te escribo.

¡Amigo, no me busques! ¡Los tiempos han cambiado
y ya no me recuerdan ni los viejos!
¡No alcanzo con la boca las aguas del Leteo!
Extiendo las dos manos.

Tus ojos: dos hogueras,
ardiendo en mi sepulcro -el infierno-
y mirando a la de las manos inmóviles,
la que murió hace un siglo.

En mis manos -un puñado de polvo-
mis versos. Adivino que en el viento
buscarás mi casa natal.
O mi casa mortuoria.

Orgullo: cómo miras a las mujeres,
las vivas, las felices; yo capto las palabras:
"¡Impostoras! ¡Ya todas están muertas!
Sólo ella está viva.

Igual que un voluntario le ha servido.
Conozco sus anillos y todos sus secretos.
¡Ladronas de los muertos!
¡De ella son los anillos!"

¡Mis anillos! Me pesa,
hoy me arrepiento
de haberlos regalado sin medida.
¡Y no supe esperarte!

También me da tristeza que esta tarde
tras el sol haya ido tanto tiempo
y he ido a tu encuentro,
dentro de un siglo.

Apuesto -dice él- que vas a maldecir
a todos mis amigos en sus oscuras tumbas.
¡Todos la celebraban! Pero un vestido rosa
nadie le ofreció.

¿Quién era el generoso? Yo no: soy egoísta.
No oculto mi interés si no me matas.
A todos les pedía cartas,
para por las noches besarlas.

¿Decirlo? ¡Lo diré! El no-ser es un tópico.
Y ahora, para mí, eres ardiente huésped.
Les negarás la gracia a todas las amantes
para amar a la que hoy es sólo huesos.

Versión de Carlos Álvarez



Bendigo la labor nuestra de cada día...

Bendigo la labor nuestra de cada día,
bendigo el sueño nuestro de cada noche,
el divino juicio y la caridad divina,
la ley benévola y la ley de bronce,

mi empolvada púrpura, de harapos cubierta...,
mi empolvado bastón, de los rayos hogar,
y asimismo, Señor, bendigo el pan
en horno ajeno y la paz en casa ajena.

21 de mayo de 1918

Versión de Severo Sarduy




Comediante  4 


Ya no te necesito,
y no es porque no contestaras
a vuelta de correo, cariño.

Ni por saber que estas líneas,
escritas con tristeza,
las leerás entre risas.

(Escritas por mí a solas -
¡y sólo para ti!- ¡por vez primera!
con alguien las descifrarás).

Ni porque rozarán
los rizos tu mejilla -¡Soy maestra
en leer acompañada!

Tampoco porque a un tiempo
suspiraréis inclinados
sobre las mayúsculas desvaídas.

Ni porque caerán a la par
vuestros párpados -es difícil
mi letra- ¡y en verso, además!

¡No, amiguito! -Es más fácil,
es peor que un enfado.

Ya no te necesito-
porque... porque-¡Ya no te necesito nunca más!

3 de diciembre de 1918
Versión de Severo Sarduy



En la frente besar -penas borrar...

En la frente besar -penas borrar.
Beso la frente.

En los ojos besar, -el insomnio quitar.
Beso los ojos.

En los labios besar  -dar de beber.
Beso los labios.

En la frente besar  -la memoria borrar.
Beso la frente.

5 de junio de 1917

Versión de Severo Sarduy



Es sencilla mi ropa...

Es sencilla mi ropa,
pobre mi hogar.
¡Soy una isleña
de islas remotas!

¡Nadie me hace falta!
si entras -pierdo el sueño.
Por calentarle la cena a un Extraño
quemaría mi casa.

Si me miras -ya nos conocemos,
si entras -¡quédate a vivir!
Es sencillo nuestro fuero,
está escrito en la sangre.

En la palma de la mano tendremos
la luna, si nos place.
Si te vas -es como si no existieras,
y como si tampoco yo existiera.

Miro la marca del cuchillo:
¿sanará antes
de que venga otro extraño
a pedirme agua?

Versión de Severo Sarduy


Insomnio  2

Así como me gusta
besar las manos
y ofrendar nombres,
también me gusta
abrir las puertas
-¡de par en par!- a la oscura noche.

Apoyando la cabeza,
oír los recios pasos
hacerse más ligeros,
y cómo el viento mece
el bosque somnoliento
y desvelado.

¡Oh noche!
Van creciendo los arroyos
que en el sueño desembocan.
Ya se me cierran los ojos.
en medio de la noche
alguien se ahoga.

27 de mayo de 1916
Versión de Severo Sarduy

 

Insomnio  10


Otra vez una ventana
donde otra vez no se duerme.
A lo mejor beben vino,
a lo mejor no hacen nada.
O tal vez, manos unidas,
no separan esas manos.
En cada casa, mi amigo,
hay así una ventana.

Separaciones y encuentros:
gritas, nocturna ventana,
quizás hay cientos de velas,
o quizás sólo tres velas.
Sin reposo
mi cabeza.
En mi casa
ha entrado eso.

¡Hay que rezar por la casa sin sueño!
¡Y rezar por el fuego en la ventana!

26 de diciembre de 1916
Versión de Severo Sarduy




Insomnio 11


¡Insomnio, amigo mío!
Otra vez tu mano.
Mientras alzo mi copa
te encuentro en la callada,
en la sonora noche.

¡Déjame que te embruje!
¡Prueba!
No trates de ascender
sino de ir hacia adentro...
Ya te llevo...
Susurra con los labios:
¡Paloma! ¡Amigo!
Prueba.
Déjame que te embruje.
Bebe
de todas las pasiones,
huye
de toda noticia.
Calma.
Concede,
amiga...
Abre los labios.
Abre los labios al placer
y, al borde de la tallada copa,
bebe.
Absorbe.
Traga
hasta el no-ser.
¡Amigo! ¡No te enfades!
¡Déjame que te embruje!
¡Bebe!
De todas las pasiones
la más apasionada,
y de todas las muertes
la más dulce... mis manos.

¡Déjame que te embruje! ¡Bebe!
Desaparece el mundo. Ningún lugar:
orillas inundadas... Bebe mi golondrina
perlas fundidas.
Y tú bebes el mar,
bebes el alba.
¿Con qué amante es la juerga?
¿Con el mío?
Bebe, pequeño,
que ya compararemos.

Y si preguntan, ¡responderé!
El porqué de las mejillas lívidas.
Con Insomnio me fui de juerga, sí.
Con Insomnio me fui de juerga.

Mayo de 1921

Versión de Severo Sarduy



Libertad salvaje

Me gustan los juegos en que todos
son arrogantes y malignos,
en que son tigres y águilas
los enemigos.

Libertad salvaje
Que cante una voz altiva:
"¡Aquí, muerte, allí -presidio!"
¡Luche la noche conmigo,
la noche misma!

Volando voy -tras de mí van las fieras;
y con el lazo en las manos yo me río...
¡Ojalá la tormenta
me haga añicos!

¡Que sean héroes los enemigos!
¡Acabe en guerra el convite!
Que sólo quedemos dos:
¡El mundo y yo!

Versión de Severo Sarduy




Magdalena


Entre nosotros, los diez mandamientos,
el calor de las diez hogueras.
La sangre hermana causa rechazo,
pero eres de sangre ajena.

En los tiempos evangélicos
yo sería una de aquéllas...
(¡La sangre ajena es la más deseada,
y entre todas, la más ajena!)

Con todas mis desazones, preclaro,
arrastrándome, te seguiría.
Oculta la mirada demoníaca,
Perfumes en ti vertería:

sobre tus pies, bajo tus pies,
o derramándolos a tu paso...
¡Fluye, pasión envilecida,
empeñada a los parroquianos!

Fluye con la espuma de la boca,
con el fervor de la mirada.
Fluye en el sudor del lecho. Tus pies
en mi cabellera calzo
como en una piel.

A tus pies, como seda, me extiendo.
¡No serás aquél (¡soy aquélla!)
que dijo a la bestia de la melena
ígnea: "¡Levántate, hermana!"


2
Por tus derroteros no pregunto,
porque, amada, todo se cumplió.
Tú me has calzado a mí, descalzo,
en el torrente
de tu cabello
y de tu dolor.

No pregunto cuánto han costado
estos perfumes. Al desnudo,
a mí,
con la ola de tu cuerpo
me has vestido,
como con un muro
o una vid.

Dócil y dulce, como nunca antes,
manso tocaré tu desnudez.
A mí, tan recto, me has enseñado
el declive de la ternura
al caer a mis pies.

Me harás una fosa entre tu pelo,
y sin lienzos me envolverás.
¿Para qué me has de traer la mirra?
Como ola,
tú me lavarás.

Versión de Tatiana Bubnova
Tomado de La Jornada Semanal, México




Mis versos, escritos tan temprano...

Mis versos, escritos tan temprano
que no sabía aún que era poeta,
inquietos como gotas de una fuente,
como chispas de un cometa,

lanzados como ágiles diablillos al asalto
del santuario donde todo es sueño e incienso,
mis versos de juventud y de muerte
-¡mis versos, que nadie lee!-,

en el polvo de los estantes dispersos
-¡que ninguna mano toca!-,
como vinos preciosos, mis versos
también tendrán su hora.

Versión de Severo Sarduy



Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!...

Nostalgia de la patria: ¡qué fastidio!
Después de largo tiempo delatado.
Ya me es indiferente
dónde sentirme sola.

Caminar sobre piedras,
a casa con la cesta.
La casa que no es mía:
hospital o caserna.

Me da igual quién me mire
como a un león cautivo.
Cuál es el clan humano
que me ha expulsado -siempre-.

Muy dentro de mí misma,
oso polar si hielo.
Dónde no poder convivir (¡ni lo intento).
Dónde me humillarán -da lo mismo-.

No, mi lengua natal ya no me engaña,
ni materna, me engaña su llamada.
Ya me es indiferente en qué lenguaje
no seré comprendida por el hombre.

(Lector, devorador de toneladas
de periódicos, adicto al cotilleo...)
El es del siglo veinte;
yo: ¡fuera de los siglos!

Enhiesta como un tronco,
resto de la alameda.
Todo y todos iguales;
igual indiferencia.

Lo natal, lo pasado,
rasgos todos y marcas:
toda fecha borrada-
donde ha nacido el alma.

Mi tierra me ha perdido,
y el que investigue, astuto,
el ámbito de mi alma -¡mi alma toda!
no encontrará la traza.

Las casas son ajenas y los templos vacíos.
Me da todo lo mismo.
Mas si aparece un árbol
en el camino, un serbal...

Versión de Severo Sarduy




Me gusta que no estás loco por mí.

Me gusta que no estoy loca por ti.
Y que el pesado globo terráqueo
no se derrumbe bajo nuestros pies.
Me gusta que podamos ser divertidos
-licenciosos- sin jugar con las palabras,
sin sonrojarnos con esta ola sofocante
al rozar ligeramente nuestras mangas.

Me gusta además que estando frente a mí,
abraces tranquilamente a otra,
sin importarte que yo arda en el fuego
del infierno, por no besarme contigo.
Y que no pronuncies mi dulce nombre
en vano, cariño, ni de día ni de noche…
Y que nunca en el silencio de una iglesia
sonará para nosotros la marcha nupcial.

Te doy las gracias con el corazón en la mano:
Por amarme tanto -sin saberlo tú siquiera-.
Por la quietud de mis noches en calma.
Por lo escaso de nuestros encuentros.
Por los paseos que no -bajo la luna-.
Por el sol que nunca -sobre nuestras cabezas-.
Por no estar loco -¡ay!- por mí.
Por no estar loca -¡ay!- por ti.






Ya no te necesito,
cariño, y no es porque no
respondieras a la primera mi carta.

Y no es porque estas líneas
escritas desde la tristeza
las leerás riéndote.

(Escritas por mí en la soledad
-¡Sólo para ti!- ¡por primera vez!-
Las leerás con otra)

Y no es porque sus rizos
rozaran tu mejilla -¡yo misma
soy maestra en leer acompañada!-

Y no es porque ustedes juntos
suspiraran inclinándose
sobres mis tenues mayúsculas.

Y no es porque ustedes decidieran
dejar caer los párpados al mismo tiempo
-es difícil mi letra y además ¡poemas!-

¡No querido! -Es más fácil,
es mayor que cualquier enojo:

Ya no te necesito-
es porque… es porque…
¡Ya no te necesito!







Abiertas las venas: imparable,
irrecuperable, brota la vida.
¡Trae vasijas y cuencos!
Cada cuenco será superficial
la vasija -plana,
sobre su borde -y más allá-
fluirá hacia la negra tierra para alimentar la hierba.
Irreversible, imparable
irrecuperable, el verso brota.



 

 Es sencilla mi ropa 



Es sencilla mi ropa, 
pobre mi hogar. 
¡Soy una isleña 
de islas remotas! 

¡Nadie me hace falta! 
si entras -pierdo el sueño. 
Por calentarle la cena a un Extraño 
quemaría mi casa. 

Si me miras -ya nos conocemos, 
si entras -¡quédate a vivir! 
Es sencillo nuestro fuero, 
está escrito en la sangre. 

En la palma de la mano tendremos 
la luna, si nos place. 
Si te vas -es como si no existieras, 
y como si tampoco yo existiera. 

Miro la marca del cuchillo: 
¿sanará antes 
de que venga otro extraño 
a pedirme agua? 

(Versión de Severo Sarduy) 




Tu alma y la mía son gemelas



Tu alma y la mía son gemelas 
como mis manos: la derecha y la izquierda. 
Tan cálidas y tiernas son unidas 
como dos alas de un pájaro dormido. 
¡Por un ciclón quedamos separados, 
por un abismo, tú y yo, como dos alas! 

(Versión de Larisa Diakova) 




No quiero ni amores ni honores


- Embriagadores. – ¡No tengo ambiciones!
Yo ni siquiera quiero una manzana
Tan tentadora – de aquella canasta.
Detrás de mí se arrastran cadenas y cerrojos.
Pronto comenzará a tronar su trüeno.

- ¡Qué ganas tengo!
¡Ay, que ganas tengo
De irme muriendo poco a poco!


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