miércoles, 6 de enero de 2016

POEMAS DE JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ


                                                     (Venezuela, 1922- 2003)





FILIACION OSCURA


No es el acto secular de extraer candela frotando una piedra.
No.
Para comenzar una historia verídica es necesario atraer en sucesiva ordenación de
      ideas las 7 ánimas, el purgatorio y el infierno.

Después, el añelo humano corre el señalado albur.
Después, uno sabe lo que ha de venir o lo ignora.
Después, si la historia es triste acaece la nostalgia. Hablamos del cine mudo.
No hay antes ni después; ni acto secular ni historia verídica.
Una piedra con un nombre o ninguno. Eso es todo.

Uno sabe lo que sigue. Si finge, es sereno. Si duda, caviloso.
En la mayoría de los casos, uno no sabe nada.

Hay vivos que deletrean, hay vivos que hablan tuteándose,
                         y hay muertos que nos tutean, pero uno no sabe nada; l
En la mayoría de los casos, uno no sabe nada.





Otra vez otro instante



- I -


Por
desvarío entre mis sílabas
La noche me guía.

Por mi vigilia en la boca
El oro de vicios amuletos.

A gatas, de espaldas a una presa invisible,
El taciturno de hinojos en un abrazo hipotético.


- II -


Esta promesa hecha al azar y enfática: la línea del
corazón no merma la unidad.

El rayo de sangre no es fisura íntima, esquiva a los
jeroglíficos que teje la memoria.


- III -


En el paraje del fruto vano y el acíbar
Haga esto
Aquello
No atisbe al vecino
Cállese
No vaya por los azulejos
En los balcones no mire el sol
Y la lluvia
Cae lenta
Y me cubre con las dos manos el rostro.


- IV -


a Mateo Manaure 


Sin la inhibición de paisajes nuevos,
en el augur el asentado en las cimas,
con diez luciérnagas como una mano,
en el gran día enfático, suelo que arraiga con altísimas flautas.


- V -


Cielo sin recorrido, tierra áspera, voz infusa, dilatoria,
Pueblo taciturno que aviva su fuego entre mis cejas,
madre de noche sanguínea,

En lo inamovible
Sobre dudas y certezas,
Franqueo la línea de mi desarrollo.

De salir y atravesar la ciudad
La perplejidad de las cosas en vigilia

A domeñar excesos, a impulso virginal en el polvo de origen
De salir y atravesar la ciudad
De subir y descender el muro
Sigue el tinte humano
A ras de estuerzo
Por dual unidad
La pupila con creces bajo misterio sin nombre.

En disertas endechas para evadirme sin sospechoso
acorde y arco
Hasta el sonido frío.


- VI -


El tiempo ceñudo y frío y no otro. El tiempo en carroza
fúnebre y sin ver mis girasoles.

Pongo la mano en el grito del árbol. Entrego al hambre
de crecer una herida abierta o una estrella.

El peso único de esa noche cae del fruto. Mientras con
señas fijas una vez ausentes, la piel de fósforo que hay
en mis nudillos discurre en las bahías.


- VII -


Hago estado de ser hago estado de nacer

La rosa trágica del muslo suelta al cautivo

El pillaje de formas salva ese espacio abierto

El habla tuya y mía en altísimos muros, en anchas
márgenes de reflexión.

Desapareces y advienes, imagen mía en el vidrio, susurro
alternativo y constante.

El verdor en lontananza: gusanos de seda, orugas, cerco
de umbelas.

El sol que recibe de frente la gran noche.

El íngrimo resbala lleno de mí, a estribillos de sangre
y música tenaz.


- VIII -


Híspido, pero con mil alambres; ¡qué tensión en la pólvora!
Mi altura de ceño y sello.
Mi cigarra en el crepúsculo, mi picaflor en los visillos.
Mi áspid en el tatuaje.
Mi desvelo en la casa de nadie.

IX


Soplo el grano, paso el dedo en la llama. Me envanece la
palabra que hallo, que busco en vilo, riberas arriba o
abajo, absorto, pleno (de mí, del rumor), ahíto y solo.


- X -


Yo voy por mi laúd, descalzo
El poeta se ausenta en el árbol de mi mudez.
Recoge a la zaga, en confines, mis fetiches vacíos.
La ciega de amor en su cima no ve mis girasoles.
Miseria en mis viajes por tan exiguo equipaje.
El ímpetu, la evidencia abrupta de mi ausencia.
Por el náufrago ruega mi bella de brazos cruzados.


- XI -


Y todas las chimeneas nostálgicas
Y todo el pajarillo de existir
Y todo el verde ribazo marítimo
(En las bahías el zumbido de una flor)
Y todo cómplice
Preciso
Creciente
Y uno exclama
Y se envanece
Al margen
De rodillas en el país.


- XII -


La memoria es una copa frágil, te han dicho, y
avizorabas (con todo lo que nutre el olvido) tu sombra
En el parloteo fugaz.


- XIII -


Oídme:
Qué barbaridad la de palmotear el caballo flaco.
Inquiere lo imprevisto, se demuda y oye caer granizo.
Apto en su abandono, estría de ceniza.
Atisba, hiende la rugosidad o el polvo.
Parte con pájaros y soles minúsculos
Hasta el camino recto.


- XIV -


A caza de un hilo fijo para sostener la tiniebla.
A causa de mi guardián bajo llave que suscita el libre albedrío.
Al margen de mi imagen.
Al margen de vuestros soles.
En la queja comunicable a tientas de no ser lastimados.
Al acecho de no ser en trunco día la perdida revelación.
En el amor irreductible a mi puño, el amor con aureola
de perfil y sibilino en mi sien,
En la siesta de la serpiente y el locuaz,
La gran araña del viento en mi pecho, la helada flor en
mis umbrales.

PROFUNDIDAD DEL AMOR


Las cartas de amor que escribí en mi infancia eran memorias
de un futuro paraíso perdido. El rumbo incierto de mi
esperanza estaba signado en las colinas musicales de mi
país natal. Lo que yo perseguía era la corza frágil, el lebrel
efímero, la belleza de la piedra que se convierte en ángel.

Ya no desfallezco ante el mar ahogado de los besos.
Al encuentro de las ciudades:
Por guía los tobillos de una imaginada arquitectura
Por alimento la furia del hijo pródigo
Por antepasados, los parques que sueñan en la nieve, los
árboles que incitan a la más grande melancolía, las puertas
de oxígeno que estremece la bruma cálida del sur, la mujer
fatal cuya espalda se inclina dulcemente en las riberas
sombrías.

Yo amo la perla mágica que es esconde en los ojos de los
silenciosos, el puñal amargo de los taciturnos.
Mi corazón se hizo barca de la noche y custodia de los
oprimidos.
Mi frente es la arcilla trágica, el cirio mortal de los caídos,
la campana de las tardes de otoño, el velamen dirigido hacia
el puerto menos venturoso
o al más desposeído por las ráfagas de la tormenta.
Yo me veo cara al sol, frente a las bahías mediterráneas, voz
que fluye de un césped de pájaros.

Mis cartas de amor no eran cartas de amor sino vísceras de
soledad.

Mis cartas de amor fueron secuestradas por los halcones
ultramarinos que atraviesan los espejos de la infancia.

Mis cartas de amor son ofrendas de un paraíso
de cortesanas.

¿Qué pasará más tarde, por no decir mañana? murmura el
viejo decrépito. Quizás la muerte silbe, ante sus ojos
encantados, la más bella balada de amor.

RETRATO DE LA BELLA DESCONOCIDA


En todos los sitios, en todas las playas, estaré esperándote.
Vendrás eternamente altiva
Vendrás lo sé, sin nostalgia, sin el feroz desencanto de los
años
Vendrá el eclipse, la noche polar
Vendrás, te inclinas sobre mis cenizas, sobre las cenizas del
tiempo perdido.
En todos los sitios, en todas las playas, eres la reina del
universo.

¿Qué seré en el porvenir? Serás rico dice la noche irreal.
Bajo esa órbita de fuego caen las rosas manchadas del
placer.
Sé que vendrás aunque no existas.
El porvenir: lobo helado con su corpiño de doncella
marítima.
Me empeño en descifrar este enigma de la infancia.
Mis amigos salen del oscuro firmamento
Mis amigos recluidos en una antigua prisión me hablan
Quiero en vano el corcel del mar, el girasol de tu risa
El demonio me visita en esta madriguera, mis amigos son
puros e inermes.

Puedo detenerme como un fantasma, solicitar de mis
antepasados que vengan en mi ayuda.

Pregunto: ¿Qué será de ti?
Trabajaré bajo el látigo del oro.
Ocultaré la imagen de la noche polar.

¿Por qué no llegas, fábula insomne?

POSESIÓN


El mundo pesa inicuo y solemne en mis raíces.
Acepto tus manos, tu dicha, mi delirio.
Si vuelves tú, si sueñas, tu imagen en la noche
me reconocerá.
Mi sangre de magia fluye hacia ti, bajo la
profecía del alba.

DIÁLOGO Y RECUERDO


Encumbrado a ti,

¿El relámpago de mi respiración?
¿El vuelo marítimo de un cisne o un zamuro?

¿Qué signo mío Te iba a despertar?

¿Los buscadores de oro?
¿La campana salobre mecida por el huracán?

Dejadme la pureza del estío y el canto del manantial
sobre los pinos en una hora alta
de paz y alegría.

Huérfano, y sin trompeta, y la mujer que abre su entrecejo
y es una potestad engañosa y el día que es una nube
efímera, y tú que vienes en el Fasto, Es lo natural,
Simplemente reposas o desvarías.

Desde el instante mío:
El que tañe en la raíz del húmedo fósforo
El de pulposo corazón, El que dilapida con
Ojos de ironía la escritura visible,

El de la parodia chirle, El de batir las
palmas, El supliciado, El que huye y tropieza
Con la máscara y el atavío,
El que amaina en la médula,
En algún lugar del camino, con ese regusto anticipado
del pueblo en que ibas a poner pie,

En la ruta, a remolque. Nulo. A
Tiro de fusil.



Extraño es en torno nuestro
el manantial que nos lleva

extrañas las uvas rojas
que todavía morderemos

raros
los vastos momentos en abril
donde puedan coincidir
tu rumbo y el mío
a la orilla de árboles frondosos
y países que nos son queridos

el vigilante de los crudos inviernos
nos acecha
e ignoramos el peso de nuestros brazos
si podrán ser útiles o no
si el tiempo será fresco o caluroso en abril
o si el granado en flor nos sostendrá serenos en la inquietud.




DOCE VIGILIAS


Doce vigilias
nombramos en silencio:
son nuestras amigas o hermanas

ellas cumplen una promesa:
son nuestras amigas del mañana,
son nuestras hermanas al despedirnos

a ninguna hora pertenecen:
a las tres horas de lo infinito
el universo es de todos y de nadie

en doradas verbenas
escucharemos ritmos alegres
si madura el sol de nuestra sangre;

váyanse niñas, oyéndose a sí mismas, atribuladas
o no sobre nuestros hombros
las vigilias sin hacernos daño.



A VECES LAS MONTAÑAS


A veces las montañas
se esconden
y un caballo aparece intacto
bajo innumerables estrellas
en su lomo de rocío,

ahí es llama inmóvil
y sin jinete que lo guíe
sus flancos son faroles,

—respira, respira
ahuyenta el miedo,

—anda quieto: largo límpido
en el horizonte de la llanura,

—vuela y nos abandona:
hace una pausa de leguas y leguas,
vuelto una ofrenda de huesos fieles y cordilleras,

por eso
bebe del seno húmedo de la tierra entera;

el surco que tiene
es nuestro ombligo,
su batalla: el aire de intensas vibraciones,
en escasez o abundancia
somos el largo camino
y la vida breve,

mientras un caballo
entre nosotros y el resplandor

reclina todo su cuerpo sobre piedras tibias.

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