sábado, 9 de enero de 2016

POEMAS DE ENRIQUE AZCOAGA

                                    (España, 1912- 1985)


Con gozo de alfarero te he entrañado...


Con gozo de alfarero te he entrañado
mujer, que sólo un barro preferido
busqué entre mis amores sin olvido
por ver de revelarme en lo encontrado.

Cantando mi dolor habla anhelado
sosiego a mi pesar, mas no el rendido
tributo de tus cuencas, ni el cumplido
prodigio que mi angustia ha superado.

No sabe el corazón si la hermosura
cautiva de unos ojos le han labrado,
si preso fue o señor en el empeño.

Se goza con saber que la ternura
naciente de tus ojos ha cantado,
el noble verde eterno de su sueño.



El mar y tú...


El mar y tú. Tu dicha con su duro
lento verter de espumas rescatadas.
El mar y tú: mis playas frecuentadas
por este afán de mar en que perduro.

El mar me trae el ayer. Tú mi maduro
presente enamorado. Tú enlazadas
la dicha y la congoja. El mar trenzadas
la gloria y la agonía de ser puro.

Tengo en ti, amor, la prueba de este canto
que pena como el mar; que su alegría
logra para vivir en tu pureza.

Tu espuma y él. Tu risa y su quebranto.
Que amor sin mar y mar sin agonía
no son cimas logradas de grandeza.

 


 

El verde almendro en flor de tu mirada...


El verde almendro en flor de tu mirada
en flor de gozo y luz cambia la muerta
balada de la dicha recubierta
por nuestra mejor sangre fracasada.

Ganándose en su paz desentrañada,
contenta paz suprema, orilla cierta,
descubre el corazón su descubierta
fragancia por la pena marchitada.

Me das amor, las cifras encendidas
que cuentan con las rosas del camino
naciente de una ley toda ella aurora.

Me das mi corazón, y en tus crecidas
llamadas cotidianas, el destino
secreto de la fuente creadora.


 




 

Me canta el corazón como le canta...


Me canta el corazón como le canta
la savia fiel al árbol florecido;
me canta porque llego al presentido
cendal de tu ternura. No quebranta

la angustia mi canción, que nada espanta
a un corazón que canta prometido.
Me canta el corazón como invadido
de la tibieza fresca que te encanta.

Turba mi ser la alondra de tu vida
y el llanto arrepentido cae a tierra,
pues soy una congoja hecha armonía.

Me canta en las entrañas la encendida
balada de la dicha y se destierra
la niebla que hace al alma compañía.   

 


Mujer


Mujer, mujer, espacio de mi vuelo!
¡Criatura eternamente merecida!...
¡Búscame más, adéntrate en mi vida
como en la tierra el mar, como el desvelo!

Trata de perseguirme, brinda el cielo
concreto de tus manos a mi herida;
no incumplas por frecuencia la rendida
costumbre de avivar mi desconsuelo.

En todo instante piensa que la pura
verdad de mi destino siempre quiere
lograrse en la bahía de tus ojos.

¡Que no tengo otro mar que la ternura!
¡Que el alma como gloria te prefiere!
¡Qué por tu luz son brasas mis despojos!

 


¡Otra vez Dios!


¡Otra vez Dios!... De nuevo la mañana.
De nuevo su pureza conseguida.
De nuevo en mi tarea, la encendida
propuesta de una estrofa soberana.

Florece el corazón. Cunde la sana
canción de lo que nace. Todo olvida.
La luz cae sobre el alma esclarecida
y el alma la acrecienta en su campana.

Naciendo está el amor, ¡oh dulce instante!
Posible es la bondad, Dios es posible...
La muerte y el dolor, mudos despojos.

Hay un silencio nuevo. Una fragante
promesa de ventura preferible...
Sólo recuerdo el valle de tus ojos.



 Llegada 


Llegado marzo, esposa,
no sosiega la tierra.
El corazón avanza
nutrido por el gozo.
La dicha que marcea
como una gota fértil,
quiera colmar de anhelo
la clara sed del valle.
Llegado marzo, esposa,
los pulsos como fuentes
saltan, y salta el río,
y salta en la verdura
un latido sembrado
por la lluvia en los muertos,
que confían en marzo
como en la prima vera.
Llegado marzo, esposa,
se desmuere la tierra.
Cigüeñas a la vida
convocan, sin llamada.
Nada tiende hacia dentro.
¡Entreabren las ventanas!…
El almendro esperanza
y anuncia la ventura.
Llegado marzo, esposa,
la vida se hace novia,
don la existencia y dulce
promesa lo que tiembla.
¡Siento el hijo posible
como la encina siente
su rama fresca, y frutos
la parra reavivada!
Llegado marzo, esposa,
te quiero prometida;
te ensueño fértil, fresca
como ¡a hierba nueva;
dispuesta, madre, marzo,
colmo de mis afanes,
con prisa esposa, esposa
de campo hecho presagio.


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