domingo, 19 de mayo de 2019

POEMAS DE OSCAR CERRUTO


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(13 de junio de 1912, La Paz, Bolivia - 1981, La Paz, Bolivia)


POÉTICA


No eres sólo el
fulgor que sin mesura
estalla, ni su estrépito previsto.
Ni las apelaciones de la esfinge,
o la avidez, o la otra idolatría.
Lúcida sí, flagrante certidumbre,
región de transparencia en la que inmerso
está el tiempo, zumbando, lo que somos,
la boca memorable del augurio.
En un trono de hierro y santidades,
abiertas las heridas, y la flecha
de las perpetuas causas en las sienes,
eres esa palabra no gastada:
amor; una mitad, como la aurora,
en sombra. Otra mitad deslumbramientos.
Patria de sal cautiva, 1957.


EL POZO VERBAL


Nada se sabe
pero las palabras
se conjuran
hostiles
chillan y se acuchillan
saltan en el aire
lo infestan
movilizan llamaradas
como ráfaga de toros
como tizones vivos
que caldean
la pedana del escándalo.
Una sola palabra
la no pronunciada
porque en ella está
inscrita
la dispersión de lo que amas.
Las palabras te ensalzan
te festejan
te miman
te enjoyan
te besan las manos
luego te muerden.
Las palabras te encumbran
te glorifican
te esmaltan con azúcares
te visten de luz
te visten de flores
luego te escupen.
Las palabras te calzan de oro
te coronan con laureles
te reverencian
te abruman de lisonjas
luego te lapidan.
Las palabras te santifican
te cantan alabanzas
te levantan en el aire
¡qué alto vas!
luego te entierran.
Cántico traspasado, 1976.

EL AMOR


Como un vino de guerra la tarde

se nos brinda

y en lo alto canta la alondra.

¿para qué más?la alondra en lo alto
y aquí abajo dos copas

colmadas por un vino de guerra.

a qué inquirir sin causa

los números del cielo

si tu piel desafía

su imperio de amapolas

si en la azulada sombra

lecho de amor

tu labio solicita

el sello que devora.

acerbo el aire pasa

sobre tu vientre sientes

su alado fuego y es mi mano

la que pulsa la dicha

y hace cantar el oro del verano.

CANTAR


Mi patria tiene montañas,

no mar.

Olas de trigo y trigales,

no mar.

Espuma azul los pinares,

no mar.

Cielos de esmalte fundido,

no mar.

Y el coro ronco del viento

sin mar.

Cuya boca ardía

Me niego.

Me niego a entrar en el coro

a corear

al perpetrador con sombrero

de probidad

el abogado de la carcoma

el que dicta las normas

y sacude

en la plaza

el árbol del usufructo.

Altiplano

                                        1


El Altiplano es inmensurable como un recuerdo.
Piel de kirquincho, toca con sus extremos las cuatro puntas del cielo,
sopla su densa brisa de bestia.
El Altiplano es resplandeciente como un acero.
Su soledad de luna, tambor de las sublevaciones,
solfatara de las leyendas.
Pastoras de turbiones y pesares,
las vírgenes de la tierra alimentan la hoguera de la música.
Los hombres, en el metal de sus cabellos,
asilan el caliente perfume de los combates.
Altiplano rayado de caminos y de tristeza
como palma del minero.

                                        2


El Altiplano es frecuente como el odio.
Ciega, de pronto, como una oleada de sangre.
El Altiplano duro de hielos
y donde el frío es azul como la piel de los muertos.
Sobre su lomo tatuado por las agujas ásperas del tiempo
los labradores aymaras, su propia tumba a cuestas,
con los fusiles y la honda le ahuyentan pájaros de luz a la noche.
La vida se les tiza de silencio en los fogones
mientras las lluvias inundan sus huesos y el canto del jilguero.

                                        3


Altiplano sin fronteras,
desplegado y violento como el fuego.

Sus charangos acentúan el color del infortunio.
Su soledad horada, gota a gota, la piedra.

El miedo


                                         I

No es el sonido de mi sangre
o el ala de un insecto
ni siquiera
la luz
       acercándose
oscilante como una mano
en la indefensa
sombra.
Lento rebota un grito
en las piedras de la calle
- y oyes el sueño de una hoja.

La calma
      corroída
repite su amenaza.
El ojo (indecible)
del silencio.

Un muro es la noche
y transparece.

                                        II

Sabía que mi muerte eran puñales
y era una sola bala
y no temía.
Más temía l
a noche de los otros
sin pisadas.
Y ahora muero oyendo
clarear el viento entre los árboles
correr el ruido a sus asuntos.
Miro mi mano
no la veo
cierro y sólo estrujo
frío recuerdos oxidados.
¿Es la muerte esta jugada?
¿O estoy muerto
ya muerto
caminando por la muerte?
Ninguna voz
ninguna luz.
El estridor apenas
de la sangre que también me abandona.
¿Y si no era ésa la bala que
desde que soy
ya me correspondía
ni ésta mi muerte?
No sé si grito
no sé si alguien escucha el grito
no sé si doy vuelta la cara.
Mis lágrimas golpean
la vasta vasta soledad
sin puerta.

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