(17 de abril de 1919, Buenos Aires, Argentina - 16 de marzo de 1978, Lubriano, Italia)
Cuando tú, mi poesía, lees poesía
Cuando tú, mi
poesía, lees poesía,
el cielo se
oscurece con una luz verde,
la gente huye
de la orilla del mar
por un
presentimiento remoto de tormenta
o de contraste
entre los elementos,
se enarbolan
chispas en los cables del tranvía,
y un gran
silencio cae sobre la ciudad:
es la poesía
que se contempla a sí misma.
Lees palabras
de un tiempo olvidado,
de un presente
que se derrumba sin tregua,
velozmente, en
un pasado informe,
lees acerca de
un rey y de coronas, jardines y guerras,
tú, que eres la
corona de cada imperio
y el jardín del
mundo conocido
y la guerra de
los sentidos de la naturaleza,
lees:
"¿quién profesará mis versos en el futuro
si digo ahora
todo lo que vales?".
Y sucede en
aquel momento que esos versos,
como una flecha
arrojada a los siglos,
llegan un día a
quien los inspiró.
Y entonces la
oscuridad verde se hace total,
la gente se
oculta, abrumada,
y en un
silencio, como de terremoto,
se alza la luna
sobre los castillos romanos
y todo vira
lentamente al azul,
mientras tú, mi
poesía, lees poesía.
¡Cómo
enriqueces, cómo me enriqueces!
¡Cómo
enriqueces, cómo me enriqueces!
Estaban algunos
de los más ricos de Italia
y yo dije:
"estoy a su servicio",
y pensaron:
"es más rico que nosotros".
Olimpia albergó
el más grande de los dioses,
Éfeso a
Artemisa criselefantina,
yo tengo un
teléfono y llamo a este número
y tú contestas
y dices: "soy yo".
Sea como sea, este mundo es para ti.
Sea como sea,
este mundo es para ti.
Me he
preguntado muchas veces
para qué
servía, y no servía para nada,
pero ahora,
gracias a ti, se vuelve útil.
Haz la cuenta
de la mercadería abandonada
por Dios y
tómala, la han hecho para ti
milenios de
hombres que no te conocían,
pero que
trataban de prefigurar
en templos y
tumbas de roca y bibliotecas
un estupor,
como aquél que infundes
cuando sonríes
y haces que el tiempo se detenga,
y todos
enmudecen poseídos
y te levantas y
dices: "yo me voy a la cama".
Duerme, al
despertarte estará allí tu herencia:
una ciudad que
fue harto famosa,
un río sucio
cantado por los poetas,
el cine donde
asesinaron a Julio César,
y en torno
valles, montañas, mares, océanos,
y capitales,
continentes, selvas,
y pirámides,
versos, adoradores
de tu forma
externa o interna,
y en lo alto el
cielo y el sol, las estrellas y la luna
y sobre la
tierra los animales obedientes
a ti que a fin
de cuentas vienes a justificar
su extraordinaria
variedad.
Todo esto te
pertenece y no termina nunca.
Me rindo, soy tuyo, puedes tasarme
Me rindo, soy
tuyo, puedes tasarme
y venderme en
el mercado en un canasto
si quieres, de
todas formas de la cesta
volveré a ti
como un perrito
a hacerme vender
de nuevo, pintado
a rayas o a
cuadros, una cosa es segura:
este perro no
cambia más de dueño.
¿Cómo es que yo
que gozaba al poseer
gozo ahora
siendo poseído?
¡Patas arriba,
perro, panza al aire,
cola movida en
tu paraíso!
¡La divinidad
ha dicho tu nombre
y su voz te ha
alcanzado la médula!
Ladra, corre,
baila: ¡qué victoria
absoluta esta
rendición incondicional!.
No digo ven conmigo, digo llévame
No digo ven
conmigo, digo llévame.
Delante de un
santo o de una virgen ¿quién
diría:
"ven ¿vamos a Túnez?".
Y si la imagen
saliera a dar vueltas
¿quién no
querría acompañarla, quién?.
A treinta
metros veo muy bien,
quisiera
seguirte siempre a treinta metros,
y a veces,
cerca de un río o de una fuente,
acercarme a ese
fabuloso fulgor,
cuando duermes,
reposas o sonríes,
para después a
la noche recluirme en la oscuridad
y comprobar que
brillo también por mí mismo
y que más allá
del grabador
con tu voz
registrada en la cinta
se condensan
apariencias luminosas
que en otros
tiempos se llamaban ángeles,
formas
suspendidas, espíritus aprendices
que de ti
quieren en aquellos extraños parajes
aprender pureza
y ternura,
recato, verdad
y otras artes angelicales
jamás vistas
juntas, ni en aquellos lugares ni en otros,
o cómo se rinde
una nación entera
bajando los
párpados simplemente.
Déjate ver en tu desnudez
Déjate ver en
tu desnudez
el mundo tiene
necesidad de tu belleza
para alejar los
malos pensamientos
que son siempre
pensamientos vestidos,
haz visible lo
sublime
sin importarte
si provoca escándalo:
no caerá el
firmamento cuando caiga
tu ropa
interior y tu blusa,
sólo en los
países fríos los dioses
llevaban tales
indumentos. Después,
en este Olimpo
elegido por ti como morada
con las nueve
colinas de la Urbe a tus pies
será erigido un
palacio lleno de espejos
y en cada
espejo una imagen tuya reflejada,
y allí tendrán
lugar las ceremonias de Estado,
los congresos,
los exámenes finales,
en presencia de
la verdad desnuda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario