miércoles, 28 de agosto de 2019

POEMAS DE ESDRAS PARRA


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(1939, Santa Cruz de Mora - 18 de noviembre de 2004, Caracas, Venezuela)


Aquí no espero nada y es como si dijera...


Aquí no espero nada y es como si dijera
                                                                                  todo
doy un paso sobre esta ceniza
para justificarme, para extender
mi oscuro rumor dentro de mi sangre
y llevar la tierra hacia ningún lugar
con el tiempo intacto y apretado
a mi alrededor
y esta clave, la claridad que encierra
mi caparazón
hecha del mismo hueso.
                

Bajo qué zumbido rueda la noche...


            ¿Bajo qué zumbido rueda la noche?
                                                                                   en
ese despertar que sigue golpeando los ojos
en la tierna madurez del durazno, en la
muralla negra de la página en blanco
en pleno cielo ciego
la noche es una tregua del día
destinada a morir
un acontecimiento perdido por la historia
una melodía resonante que hierve despacio
que mueve los labios para hablar
de los oscuros surcos del escarabajo.

Cada dificultad me condiciona...


Cada dificultad me condiciona
pero cómo evitarlo
cómo cerrar los ojos
y que no me importe morir
que el abismo pregunte por mí
y en cada puerto donde toque tierra
y sé que nada me pertenece
comience mi historia
y que ésta sea un regreso al polvo
a través de hilos oscuros.


Cómo encontrar de nuevo esas huellas...


Cómo encontrar de nuevo esas huellas
que me llevaron hacia la resaca
retazos de adornos de los que ya no
puedo desprenderme
signos de otros huesos enterrados en la sal
pero el orgullo se inclina siempre
hacia la izquierda y el fracaso se doblega
ante la dureza de su pulpa

¿tendré que hablar de la intensidad
de un nuevo sol para demostrar que
el abismo se acuesta boca arriba?

Cómo imaginar estas rocas, estas piedras...


Cómo imaginar estas rocas, estas piedras
que llevo sobre mis hombros
desde donde el miedo desciende
y rompe mis costillas
cómo crucificar este día miserable
delgado y con mucha hambre
cuando mi sangre baja hasta los sumideros
y crece el ansia
en mitad de la fatiga.

En esta tierra que llena mis oídos...


En esta tierra que llena mis oídos
                  donde un pájaro canta
en medio de la luz que florece bajo la brusca nieve
o en el polvo sin origen
veo el pensamiento que se forma en el agua
la huella del oro impresa en el viento
el tiempo que nunca tiene razón
y jamás me revela lo que hace
y derriba mis defensas.

Escribir sobre el silencio...


Escribir sobre el silencio o sobre
sus trozos de vacío, pero volver a
la palabra o hacia su desaparición

volver a la claridad, a la duda,
a una vida sencilla
o a la ardua madurez del hierro

fuera de aquí, anclar en el asombro
esa inocencia del mutismo.

¿He tenido razón en todos mis desordenes?


¿He tenido razón en todos mis desórdenes?
no sabría salir del desconcierto
me ato al corcel que arrastra lo imposible
mientras su barca evade las palmeras y los caminos
            de cangrejos

soy el animal lanzado a la aurora
bajo un cielo que arde en purísimas llamas
esas ánforas ya no contienen mi sangre
ese techo sólo corona mi inocencia
y
limpia
mi carrocería marcha sobre ruedas
sobre las flores y las fantasías de este mundo.

Por ese rostro mío tuyo...                                                       


                                                         a S.

Por ese rostro mío tuyo
que has olvidado
por ese recuerdo me llamas
y ya no es tu boca sino otra boca
y no son tus labios sino el viento
y tocas fondo hasta llegar
al gran problema
aquí bajo este cielo
sin herencia sin alma
aquí sobre esta tierra
sin sueños sin nieve.

Qué violencia la de estas humaredas...


Qué violencia la de estas humaredas
avanzan apretadas
apagadas
descalzas

hay que olvidar la perspectiva del deseo inflamado
la permanencia de la llama compacta
son las herramientas de un recuerdo destruido
empujado hacia el polvo áspero
empujado por el amor al incendio
para complacer a las cenizas
si ese postigo no regresa
así ese calor nos expulsa de la madrugada.

Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza...


Si el viento sopla más fuerte dentro de mi cabeza
si mi canto emana del torrente de las piedras
si los puños me atan las manos
y ya no puedo reconocer el fuego que cae del cielo
si alimento mi espinazo con carbones
y lo empujo en una sola dirección
si dejo que mis pies pisoteen su sombra
y el polvo llore a lágrima viva
ay si el silencio calla y la noche abre
una herida oscura en mi costado

dedos os he visto soñar.

Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro...


Si me apoyo en el desvelo, vuelvo al mayor asombro
viajo con los pájaros en mi agonía
y dispongo mis defensas en el alud o en los meses febriles
no estoy de paso y no sé vacilar, aunque escucho
bajo mis pies, como un aire subterráneo
el rumor de mi inocencia

soy la transeúnte sin escolta que prolonga el camino.

Sobre qué muros apoyaré mi cabeza...


¿Sobre qué muros apoyaré mi cabeza?
Mi memoria no retiene aún la imagen de esa
casa cerrada prestada al abismo
un botín arrancado a mi ilusión
ahora me apodero de su gracia
mis brazos no tienen fin

¿qué significa para mí el silencio, la apretada mordaza?

lo imprevisible no es presa fácil
enfrento, como siempre, una nueva máscara.

Tú...


que jamás te sacias
ni sabes quién eres
ni existes para la certidumbre
que puedes ser muchos
soñando que estás en lo cierto
o pensando que debes
conquistar esa nada.

Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo...


Veo en mis sueños cómo el cuchillo corta el polvo
                                         o entra despacio en mi corazón
hay ocasiones en que el mundo pierde sus encantos
entonces tomo el camino que me ha sido vedado
y doy albergue a sus más oscuros secretos.

recibe este cuerpo como si fuera nieve.

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Estas opiniones sobre tu vida
queman tus labios
arrastran en silencio
el pan rancio de tus ideas
no te detengas ante el umbral
de esa morada
que hace girar polvo y ceniza
sobre tus sienes
las nostalgias
los bosques
se enredan en tus piernas
mientras persigues
la fervorosa quimera.

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La poesía no tiene edad
eso te dije muy entrada la mañana
cuando la hoja del plátano en el patio
se estremeció a instancias del viento

sé que tu mano abolió la espuma
y que escuchaste el crujido de la hierba
bajo la callada aprobación del cielo

tú mencionabas la caída de las hojas
como ejemplo de tu centro de gravedad

pensando que no había mejor forma
de reemplazar la escritura del poema
o tu devoción por las palabras

tenías mucho que decir
y disponías de muy buenas razones para hacerlo.

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De Antiguedad del frío (Ediciones Mucuglifo, 2000)

Debes escuchar el crujido de tus huesos
ellos te llevan hacia el alto mar
al zumbido de la higuera
forman el tiempo que aún permanece frío
o se adormecen despidiéndose de tu muerte única
está presente aquí el grano y la cosecha
sobre todo la inmensidad turbadora
de la piedra que nace de sí misma
hacia los años futuros

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Aquí no espero nada y es como si dijera
            todo
doy un paso sobre esta ceniza
para justificarme, para extender mi
oscuro rumor dentro de mi sangre
y llevar la tierra hacia ningún lugar
con el tiempo intacto y apretado
a mi alrededor
y esta clave, la claridad que encierra
mi caparazón
hecha del mismísimo hueso.

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Soy la sobreviviente, mis costillas lo saben
por esos barrancos de sábila, a mediodía,
desaparecieron mis huesos
ahora camino en el alba, mi quietud esclarecida,
buscando donde hundir el colmillo
buscando la línea, la madera de mis dos piernas
que nace de las ramas, en aquel naranjo seco
y hambriento que trepaba al anochecer
por orden de mi ensueño de niño.

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De Aún no (El otro el mismo, 2004)

Cómo seré debajo de este trozo de tierra
             desmenuzada

si mis pies me sujetan al suelo y la distancia
se enrojece

el horizonte inaccesible no nace de la
                                           indecisión

un instante y ya no mentiré más

apenas me desvío de mi lugar

en la tierra sin ventanas, en el aire
que se mueve hacia mis tobillos

esta tarde los muros de mi casa aparecen
aireados, están separados por la tregua
que impone el calor

la oscuridad allí se ha secado.

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Qué violencia la de estas humaredas
avanzan apretadas
apagadas
descalzas

hay que olvidar la perspectiva del deseo inflamado
la permanencia de la llama compacta

son las herramientas de un recuerdo destruido
empujado hacia el polvo áspero
empujado por el amor al incendio
para complacer las cenizas

si ese postigo no regresa
si ese calor nos expulsa de la madrugada

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He atribuido a los pantanos
                                        la soledad de los puentes

la soledad
    el barro reseco y ardiente
el agua en suspenso
los juncos que se alzan sobre sus escombros

hay un instante en que mis movimientos
                                                        se ensombrecen
bajo el crepúsculo sin tregua

por eso invento la tranquilidad
invento el tacto
hago que la tierra acorte sus pasos.

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