(13 de julio de 1875, Uruguay - 20 de mayo de 1924, Uruguay)
Único poema
«Mar sin nombre y sin
orillas,
soñé con un mar inmenso,
que era infinito y arcano
como el espacio de los
tiempos.
Daba máquina a sus olas,
vieja madre de la vida,
la muerte, y ellas
cesaban
a la vez que renacían.
¡Cuánto hacer y morir
dentro la muerte
inmortal!
¿Jugando a cunas y tumbas
estaba la Soledad?
De pronto un pájaro
errante
cruzó la extensión
marina;
Chojé, Chojé, repitiendo
su quejosa marcha iba.
Sepultóse en lontananza
goteando. Chojé, Chojé;
desperté, y sobre las
olas
me eché a volar otra
vez.»
El ataúd flotante
Mí esperanza, yo sé que
tú estás muerta.
No tienes de los vivos
más que la instable
fluctuación perpetua;
no sé si un tiempo
vigorosa fuiste,
ahora, estás muerta.
Te han roído quién sabe
qué larvas metafísicas
que hicieron
entre tu dulce carne su
cosecha.
En vano
el mágico abanico de tus
alas
con irisadas ráfagas me
orea
soltando al aire
turbadoras chispas.
Yo sé que tú eres de esas
que vuelven redivivas en
la noche
a decir otra vez su
última verba...
Ya te he visto venir
blanca y piadosa como un
santo espíritu
sobre el vaivén de las
marinas ondas;
te he visto en el fulgor
de las estrellas,
y hasta los bordes de mi quieta planta
danzan tus llamas en
festivas rondas.
Pero si al interior
vuelvo los ojos
Veo la sombra de tu
mancha negra,
miro tu nebulosa en el
vacío
dar poco a poco su visión
suspensa;
sin el miraje de los
fueros fatuos
veo la sombra de tu
mancha negra.
No llores porque sé los
ojos míos
saben vivir en
lontananzas huecas;
míralos secos y
tranquilos; márchate
y el flotante ataúd
reposar deja
hasta que junto a ti
también tendida
nos abracemos como
hermanas buenas
y otra vez enlazadas nos
durmamos
en el sepulcro vivo de la
tierra.
Elegía crepuscular
Viento suave del
crepúsculo,
viento de las leves alas,
azulmente silenciosas
y azulmente solitarias,
anónimo pasajero
fugaz en todas las
patrias,
en las misteriosas selvas
y en las grutas
oceánicas,
viento suave del
crepúsculo,
viento de las leves
alas...
Tu roce sobre mi frente
tiene la misma eficacia
de la luna entre las
ruinas,
de los óleos en las
llagas
y de las claves que
aflojan
el cordaje de las
arpas...
Tu fresco soplo serena
la exaltación de mi alma
fosca de llamar sin
nombre
y esperar sin esperanza
por haber nacido póstuma
dentro de su propia
lápida...
Viento suave del
crepúsculo
que cruzas sin decir nada
el transitorio paréntesis
suspenso en la sombra
vaga,
cuando enmudecen las
cosas
o todavía no cantan,
cuando de los rojos soles
palidecieron las flamas
y las nocturnas estrellas
están todavía pálidas...
Si yo supiera estar
triste
yo me desharía en
lágrimas
para que así me bebieran
las caricias de tus
ráfagas
¡Qué lindo
renunciamiento!
¡Qué liberación beata!
Viento suave del
crepúsculo
si tus brisas me
acabaran,
azulmente silenciosas
y azulmente solitarias,
viento suave del
crepúsculo,
viento de las leves alas.
Hacia la noche
Oh noche, yo tendría
una palma futura,
desplegada
sobre el gran desierto,
si tú me das por una sola
noche
tu corazón de terciopelo
negro,
y yo, al compás de su
morena sangre,
canto con las ondas
beatas el sacro silencio.
Mi canto será vivo
sólo por el deseo
de serenar la cuotidiana
angustia...
Oh noche, yo te quiero
sin el fulgor de
luminosos astros,
sin marinos clamores
y sin la voz que finge
en los cráneos sonoros el
rumor de los vientos.
Oh dulce noche mía, oh
dulce noche!
Aunque el glorioso pájaro
del alba.
rompa después mi
lapidario ensueño,
un polvo de inquietud
arda en mis ojos,
y me seas de nuevo
sólo una palma antigua,
replegada
sobre el gran desierto.
Heroica
Yo quiero un vencedor de
toda cosa,
invulnerable, universal,
sapiente,
inaccesible y único.
En cuya grácil mano
se quebrante el acero,
el oro se diluya
y el bronce en que se
funden las corazas,
el sólido granito de los
muros,
las rocas y las piedras
los troncos y los
mármoles
como la arcilla
modelables sean,
A cuyo pie sin valla y
sin obstáculo
las murallas amengüen,
se nivelen los pozos,
las columnas se trunquen
y se abran de par en par
los pórticos.
Que posea la copa de sus
labios
el licor de la vida,
el virus de la muerte,
la miel de la esperanza,
las beatas obleas del
olvido,
y del divino amor las
hostias sacras.
Que al erótico influjo de
sus ojos
se empañen los cristales,
la nieve se calcine,
se combustione el seno
virginal de las selvas
y se empenache con
ardientes ascuas
el corazón de la rebelde
fémina.
Que al rayar de su testa
iluminada
resbalen de las frentes
las más bellas coronas,
los lábaros se borren,
repliegue sus insignias
la faz del estandarte
y vacilen los símbolos
ilustres
sobre sus pedestales.
Yo quiero un vencedor de
toda cosa,
domador de serpientes,
encendedor de astros
transponedor de
abismos...
Y que rompa una cósmica
fonía
como el derrumbe de una
inmensa torre
con sus cien mil almenas
de cristales
quebrados en la bóveda
infinita,
cuando el gran vencedor
doble y deponga
cabe mi planta sus
rodillas ínclitas.
Historia póstuma
Todo me lo diste, todo:
el ritmo azul de las
cunas
en cuentos maravillosos
glosados de suaves
músicas...
Las palabras melodiosas
divinas como el silencio,
las rosas de nieve y oro
perfumadas de secretos...
Las albas anunciadoras
de los venturosos días
henchidos de primaveras
refulgentes de
sonrisas...
Las pálidas nebulosas
de los cielos taciturnos,
la soledad, el olvido
y la paz de los
sepulcros.
Holocausto
Quebrantaré en tu honra
mi vieja rebeldía
si sabe combatirme la
ciencia de tu mano,
si tienes la grandeza de
un templo soberano
ofrendaré mi sangre para
tu idolatría.
Naufragará en tus brazos
la prepotencia mía
si tienes la profunda
fruición del oceáno,
y si sabes el ritmo de un
canto sobrehumano
silenciarán mis arpas su
eterna melodía.
Me volveré paloma si tu
soberbia siente
la garra vencedora del
águila potente;
si sabes ser fecundo seré
tu floración,
y brotaré una selva de
cósmicas entrañas,
cuyas salvajes frondas
románticas y hurañas
conquistará tu imperio si
sabes ser león.
Invocación
Oh noche embriagadora
hecha de soledad y de
desesperanza,
que brindas en tu copa de
azabache y de estrellas
sobre la tierra ardiente
en quietud derramada.
Noche de las delicias
mudas y negativas
de que gozan los muertos
vivos como fantasmas,
abrochando en la sombra
su carnal vestidura
marchita de enflorar la
fiesta meridiana.
Noche, noche infinita,
rincón de los olvidos,
perdón de penitentes que
nunca hicieron nada
más que cargar a solas el
pesado madero
sobre la ligereza cautiva
de sus alas...
Te espero día a día
para esconder mis horas
en la paz de tu lápida,
cuando las ondas vivas su
vibración aquietan
bajo la fuerza ignota de
atávicos nirvanas,
y en invisibles soplos
el numen secular su
inspiraci6n levanta
del fondo de los tiempos
para siempre extinguidos,
aunque la rueda cósmica
traiga sus añoranzas.
Yo no sé lo que dice tu
boca abierta y muda
al que doró su tienda con
oro de esperanza,
pero yo sé que sabes con
amorosa ciencia
tenderte suavemente sobre
el alma cansada!
Tu voz dice en silencio
tu eternidad futura;
la rúbrica del
"Fin" está en tu obscura mancha,
aunque a besarte vengan
en sus carros sonoros
con sus aureolas rubias
las doncellas del alba.
Todavía los mundos
relucen en la bóveda de
tu urna sagrada;
un viejo tesorero se ha
dormido en los tiempos
y ha olvidado en tu fondo
sus últimas alhajas...
Dale a los benditos que
todavía sueñan,
tus áureas lentejuelas y
tu hostia de plata,
y a mí, que te deseo
inextinguible y única,
dame la eternidad de tu
silencio, oh Hermana.
La estrella misteriosa
Yo no sé dónde está, pero
su luz me llama,
¡oh misteriosa estrella
de un inmutable sino!...
Me nombra con el eco de
un silencio divino
y el luminar oculto de
una invisible llama.
Si alguna vez acaso me
aparto del camino,
con una fuerza ignota de
nuevo me reclama:
gloria, quimera, fénix,
fantástico oriflama
o un imposible amor
extraño y peregrino...
Y sigo eternamente por la
desierta vía
tras la fatal estrella
cuya atracción me guía,
mas nunca, nunca, nunca a
revelarse llega!
Pero su luz me llama, su
silencio me nombra,
mientras mis torpes
brazos rastrean en la sombra
con la desolación de una
esperanza ciega...
La rima vacua
Grito de sapo
llega hasta mí de las
nocturnas charcas...
la tierra está borrosa y
las estrellas
me han vuelto las
espaldas.
Grito de sapo, mueca
de la armonía, sin tono,
sin eco,
llega hasta mí de las
nocturnas charcas...
La vaciedad de mi
profundo hastío
rima con él el dúo de la
nada.
Las quimeras
Sangre bullente de las
bocas rojas,
sangre que brilla
y en recónditos vasos se
retrae
cuando fervientes labios
se avecinan...
Paladar calcinado,
lengua de fuego
que lleva el peregrino
bajo el sol meridiano del
desierto
y cuya sed no aplacan
el límpido raudal de los
oasis
y el dulce jugo de los
cocoteros...
Collares desatados,
lacias guirnaldas de los
brazos quietos,
ceñidores de amor nunca
prendidos
para estrechar los
cuellos ofrendarios
y los torsos solícitos...
Cuencas de las pupilas
curiosas de figuras,
ebrias de perspectivas
deslumbrantes,
conturbadas por blondos
espejismos
adonde fácilmente
se borran los mirajes
como en el mar la curva
de las olas
y la fugaz estela de las
naves...
Placa de oro para el son
propicia,
fibras de acústica sonora
por donde ruedan todas
las palabras
sin imprimir sus líricas
rapsodias...
Campanas mudas de los
corazones,
cosas rebeldes,
también como a vosotros
más de una vez las manos
me tendieron
más de una vez riéronme
los labios
y se deshizo en cálidos
aromas
la brasa de sus rojos
incensarios.....
También como a vosotros
miráronme gozosas las
pupilas,
que rayaron en tórridos
incendios
con brillo de fulgentes
pedrerías...
Mas seguí torvamente y
tristemente
porque también me
ungieron en mal hora
con sedes y ambiciones
sobrehumanas,
con deseos profundos e
imposibles,
y voy como vosotros
también inaccesible e
impotente,
cargando con la cruz de
la quimera,
ajustada a la sien ardua
corona,
sin poder claudicar
y sin tocar la carne de
la vida
jamás, jamás, jamás.
Oda a la belleza
Oh Belleza, que tú seas
bendita,
ya que eres absolutamente
pura,
ya que eres inviolada,
límpida, firme, sana e
impoluta.
Fuente de la divina complacencia,
Oasis infinito
que prodigas los éxtasis
beatos
y las románticas
contemplaciones...
Adonde quiera que tu
signo luzca,
adonde quiera que la
esencia encarnes,
emerge de tu gaya
fantasía
una gloria serena y
luminosa
una fruición profunda e
inefable...
Eres el cauce pródigo
surtidor de armonía,
crisol de místicas
depuraciones,
la veta que colora y que
sublima
el eterno miraje;
eres la gema augusta
prendida sobre el arca
fértil del universo.
Aunque el ciego te
ignore,
el profano te niegue
y el infiel te repudie,
eres eternamente
triunfadora
sobre la indiferencia de
los necios
y la conjuración de los
apóstatas…
Aunque los pecadores
te inculpen sus pecados,
y te acusen los réprobos
de atributos malditos,
eres inmaculada e
inocente;
no te corrompes con la
hiel del odio
ni la ponzoña del amor
sacrílego.
Eres inaccesible,
Eres pasiva y sola,
sencilla y sobrehumana;
no inspiras, no padeces
el dominio imperial de la
materia
ni la sensible turbación
del alma...
Entre todos los
acontecimientos
evoluciones, mitos y
teorías,
entre la suficiencia que
te alaba
y la diversidad que te
interroga,
tú te levantas
religiosamente
dentro la urna dúctil de
tu forma
como en la alada prez del
incensario
la inmunidad de la sagrada
hostia.
Oh Belleza, que tú seas
bendita,
más la sabia legión de
tus apóstoles,
la entraña que te crea,
el sol que te ilumina,
el prisma que te agranda,
la plancha que te copia,
el áureo pedestal que te
enaltece
y el soberano lis que te
corona.
Por eso sobre el plinto
de tu imagen,
sobre la majestad de tu
hermosura,
sobre el fulgor joyante
de tus iris,
sobre la egregia línea de
tus curvas
pongo la rendición del
canto mío...
a tu gracia inmortal loa
fecunda.
Regreso
He de volver a ti, propicia
tierra
como una vez surgí de tus
entrañas;
con un sacro dolor de
carne viva
y la pasividad de las
estatuas.
He de volver a ti
gloriosamente,
triste de orgullos arduos
e infecundos
con la ofrenda vital
inmaculada.
No sé, cuando labraste el
signo mío,
el crisol armonioso de
tus gestas
dónde estaba...
dónde la proporción de
tus designios...
Tú me brotaste
fantásticamente
con la quietud de la
serena sombra
y el trágico fulgor de
las borrascas...
Tú me brotaste
caprichosamente
alguna vez en que se
confundieron
tus potencias en una sola
ráfaga...:
Y no tengo camino;
mis pasos van por la
salvaje selva
en un perpetuo afán
contradictorio,
la voluntad incierta se
deshace
para tornasolar la
fantasía;
con luz y sombra, con
silencio y canto
el miraje interior dora
sus prismas;
mientras que siento
desgranarse afuera
con llanto musical los
surtidores,
siento crujir los
extendidos brazos
que hacia el materno
tronco se repliegan,
temor, fatiga. solitaria
angustia,
y en un perpetuo afán
contradictorio
mis pasos van por la
salvaje selva.
Ah, si pudiera desatar un
día
la unidad integral que me
aprisiona
Tirar los ojos con los
astros quietos
de un lago azul en la
nocturna onda...
Tirar la boca muda entre
los cálices
cuyo ferviente aroma sin
destino
disipa el viento en sus
alas flotantes
Darle el último adiós
al insondable enigma del
deseo,
cerrar el pensamiento
atormentado
y dejarlo dormir un largo
sueño
sin clave y sin fulgor de
redenciones
Alguna vez me llamarás de
nuevo
Y he de volver a ti,
tierra propicia,
con la ofrenda vital
inmaculada,
en su sayal mortuorio
toda envuelta
como en una bandera
libertaria.
Tu rosa y mi corazón
Antes que entre tus
labios y mi oído
el ciprés del silencio,
largo y mudo,
alce su quieta cima,
de tu palabra en el
cristal sonoro
dame una roja rosa, que
será
por tu lirismo y tu carne
fragante
rosa de amor humano y
rosa mística.
La prenderé en mi pecho
sobre la palpitante rosa
mía,
y del perpetuo beso el tibio
roce
esparcirá sus perfumadas
ondas...
Hoy,
ebria de aroma me será
brindada
la belleza infinita...
y en mi larva fugaz
cuando se apaguen
los armoniosos éxtasis
me envolverán las
perfumadas ondas
en su mortaja amante y
siempreviva.
Dame una rosa, antes
que el ciprés largo y
mudo, entre nosotros
alce su quieta cima...
Vaso furtivo
Por todo lo breve y
frágil,
superficial, fugitivo,
por lo que no tiene
bases,
argumentos ni principios;
por todo lo que es
liviano,
veloz, mudable y finito;
por las volutas del humo,
por las rosas de los
tirsos,
por la espuma de las olas
y las brumas del
olvido...
por lo que les carga poco
a los pobres peregrinos
de esta trashumante
tierra
grave y lunática, brindo
con palabras transitorias
y con vaporosos vinos
de burbujas centelleantes
en cristales
quebradizos...
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