(1938, Isla Corisco - Madrid 1992)
LOS RÍOS HABLAN
(Ceiba 32)
Los
juncos tapen mi cuerpo,
mis
pies, mi cara,
que
nadie vigile
que
escucho en silencio el agua
de
los ríos que me hablan.
El
sonido de las piedras,
al
rozarse con el agua,
son
besos de tarde y luna,
y
besos de madrugada.
Un
día
me dijo alguien
que
los ríos nunca hablan,
que
sólo
siguen su curso
y
sin palabras escapan.
Qué
triste pasé aquel día
al
escuchar sus palabras,
me
fui corriendo hacia el río
para
que él me explicara
por
qué
yo le oigo tan claro
y
otros no le oyen nada.
¡ADIÓS, GUINEA, ADIÓS! (Ceiba 45)
Me
fui cantando en solitario
una
canción de amor y olvido,
las
marcas de mis pies
dejé
en la arena,
que
las olas borraron poco a poco.
La
última
vez que viviría,
soledad,
distancia,
la
última
vez que sentiría
húmedas
las sábanas.
Siento
esa tierra,
la
he pisado descalza,
la
he tenido en mis manos
dejándome
su marca.
He
luchado, he vencido,
he
creído, he perdido,
he
llorado por nada,
me
ha empapado la lluvia
mi
piel y mis sandalias.
He
vivido la selva
de
olores penetrantes,
he
sido liana viva,
he
contemplado absorta
la
imagen de la ceiba,
he
sentido la fuerza
del
que ama en la distancia.
He
soñado,
he sufrido,
me
ha envuelto la nostalgia.
He
sonreído al día,
he
sido compañera
de
las tareas vacías.
La
noche fue mi amante,
yo
amor que nunca olvida.
COBARDE (Ceiba 52)
No
quiero que me recuerden
que
fuiste mi compañía,
del
hedor que echa tu frente
se
infectaron las campiñas. […]
Cementerio
de cuervos es tu cuerpo
que
comieron cobardía
entre
extraña sinfonía,
de
morteros, cencerros
y
coros de ratas muertas.
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