(14 de mayo de 1925 - 15 de marzo de 2011, Valencia, España)
Cotidiana llegada
Estoy aquí.
Pasa. Un momento y
termino.
Algo difícil sobre
consonantes
absurdas... ¿Hace
frío?
¿Hace amor,
lluvia, viento?
¿Qué me traes?
¿Hemos tenido
hijos
esta noche?
Siéntate. ¿Puedes?
Quito libros,
papeles. Como siempre
la invasión de las
letras
que ya trepan,
¿las ves?,
por paredes y
techos.
Tienes las manos
pálidas
y en tu cara
amanece el
cansancio.
Deja que también
pasen
los árboles,
contigo,
el bosque, el mar,
las grandes cataratas.
Esa ardilla que
tengo aquí,
en el hombro,
me cuchichea
brisas
y los pájaros
llenan
de insurrección la
casa.
¿Quieres café, un
zumo, coca-cola?
La silla tiene
flojos
los huesos, has de
perdonarla,
ya es vieja...
(¿Un ave lira?
¿La flor del
Paraíso
a punto ya de ser
manzana?
¡Qué detalle!)
Quiero que estés
contento
de mí. Escribo
mucho.
Tanto como querías
tú.
¿Qué ocurre?
La niebla se
interpone, no te veo.
Los pájaros te
ocultan
y esas ramas me
vuelven
parte del bosque.
Habla.
Que te oigan mis
hojas.
Que mis ojos
vegetales
te sepan cerca. Tengo
nidos
en los brazos y el
pelo.
Llega una taza de
café volando
del comedor, y a
la terraza
le nace un sauce,
ese árbol triste,
ese árbol que
llora.
De "El mar
desde la playa" 1999
Criatura múltiple
"Pero Dios,
deshabítame el alma de este enjambre
de estas abejas
negras que yo dulce alimento..."
Ni siquiera yo sé
por qué me vive
la vida, este
aluvión de torpes luces
en criaturas
reunidas, aguas
que vienen a
mezclarse al caudal mío...
Soy yo tantas
mujeres en mí misma!
¡Están viviendo en
mí tantas promesas,
tantas
desolaciones y amarguras,
tanta verdad que
no me pertenece!
Tengo la vida
demasiado ciega
con recuerdos -¿de
dónde?- que me agobian,
con nostalgias
profundas -¿de qué cimas?-
¡Y mi voz, viene a
veces tan lejos!
¿Qué estéril
hembra honda me recorre
esta heredad vital
que soy, gritando?
¿Qué mujer
oscurísima y humilde
dispone en mí este
sol para el consuelo?
¿Qué caminante
altísima se cansa
de poblarse en la
luz hacia la sombra
y se acoge al
origen, a mi orilla,
junto a los dulces
animales vivos?
¿Vengo de raza de
mujeres tristes,
con todas las
tristezas silenciadas,
o que callaron el
susurro exacto
del amor, y me
empujan a decirlo?
¿Quién me ha
ordenado ineludiblemente
hablar con voz
ajena a mi silencio,
presintiendo,
crecida, o recordando,
existiendo a la
vez de tantos modos?
Yo, múltiple,
plural, amigos míos,
no soy nada. Soy
todo. Soy aquélla
que se quejaba a
Dios de no ser río
y ser mar, ser
clamor y no palabra,
ser laberinto y no
sencilla ruta,
ser colmena y no
ser única abeja...
De "Criatura
múltiple" 1954
Diez veces siete y una más...
Diez veces siete y
una más. Ya sabes:
setenta y siete
cabriolas, once
mujeres de cristal
que se rompieron
en mí, y en mí se
quedan enterradas,
calcinadas
algunas, otras libres
de escogerse
final. Yo, soportándolas,
muriéndome con
ellas, como ellas
se morirán
conmigo. Once mujeres
en donde estoy,
salen a escena juntas
se despiden por mí
con reverencias
teatrales, y
acusan al misterio
de tenerlas con
fuerza encadenadas
las unas a las
otras. Yo renuncio
en su favor, a lo
que me negasteis.
Ellas serán, así,
mis sustitutas,
soportarán mejor
el menosprecio,
y hasta quizás
pondrán la otra mejilla
a vuestras manos
sucias. No me importa
esa puesta en
escena. Me despido
en voz baja o
afónica, en la esquina
de la pena, con
todos mis errores
alrededor. Que
Dios os dé la vida
que merecéis, ya
mí me dé el descanso
de no pertenecer a
vuestro mundo
brutal, machista,
hipócrita y cobarde.
Once mujeres os
dirán .que lloro
perdón y amor aún.
Y, genuflexas,
esperarán que me
aplaudáis la huida.
De "Eva en el
laberinto" 2006
El día que será
Ya no importa
saberlo. Será el día
del arco iris
cómplice del agua
que llore
demasiado por los muertos,
y habrá quizás en
el ambiente estigmas
de señalada
indecisión, palomas
que endulzarán la
luz, gaviotas grises
salobres de
renuncia y de recuerdo
y golondrinas,
golondrinas blancas...
Hasta vendrán las
olas más rebeldes
llenas de pez
disuelto, a verte quieta
y a dejarte la
brisa en vez del viento
sobre la piel, con
terquedad amorosa.
Un día como
tantos. De la huida
tan sólo quedará
aquella palabra
que seguirá
secreta, intraducible,
y, cada vez que
vuelva el arco iris,
vendrás -roja,
amarilla, azul y verde-
a pretender
decirla.
De "Casi un
poco de nada" 2000
Forastera
"No soy de
aquí". No. Procedía
de lugares
mineros.
De tinieblas
totales encerradas y ocultas.
De la sombra
apresada
que ya la hizo
suya, así, predestinándola
a ser noche, a ser
dura claustrofobia
que se disfraza de
panal, que inventa
brazos para el
contacto
y senos, piernas
y sexo acogedor.
"No soy de
aquí." Él último en saberlo
miró la mina en ella:
antracita rabiosa
en el cabello,
ojos de acecho en
donde se encrespaban
grillos
enfebrecidos.
Era el muchacho
que iba de la novia
-casta o así-
a sus
profundidades flácidas.
Novia inocente o
algo parecido. Desde ella
a la tan ensayada
entregada
de algo vacío y
sórdido.)
"No soy de
aquí." De aquí, ¿quién es?
Todos vinimos de
úteros felices,
paraísos de nata y
luz atónita.
¿En dónde estaban,
al llamarnos, ellos?
¿Cuál era su país,
entonces,
cuál su pequeña
patria, la parcela
de amor y de
placer,
su desmesura
en la alegría y en
el ansia...?
No es de aquí.
Pero aquí está y aquí espera.
¿Qué?
Ella sabe que está
aguardando algo
distinto, extraño,
que no será nunca
el cotidiano santo
y seña.
Algo quizás que
estuvo el1 el principio
y va a volver
a recobrarla, a
desnacerla, a darle
finalmente, parte
mínima en lo suyo:
así, espera.
Cada noche.
Impasible.
De
"Nocturnidad y alevosía" 1993
Greta I de Suecia
A Rosa Mª Rodríguez Magda
Se llamaba -yo
creo que se ha muerto
y lo que a veces
surge es su cadáver-
Greta Garbo o
Gustafson, una sombra,
una mujer que
siempre regresaba
de mundos
golpeados, derruidos,
y se acostaba,
leve, en el silencio,
larga, flotante
Ofelia de las nieves.
Era la niebla de
una isla nórdica
poblada por abetos
y abedules.
Una santa Lucía
sin corona
de resplandor,
sonámbula y felina,
que siempre
parecía estar sacando
su mirada del
agua. Mujer presa
de la fatalidad y
la amenaza,
tenía horror al
viento, miedo al día
y se huía a sí
misma, distanciándose
como si al verse
no se conociera.
Bebía siempre luz
glacial. Llevaba
la luz por dentro,
en lugar de sangre
y goteaba luz
cuando lloraba.
Sin embargo, más
que estrella era luna
sola y feliz, en
soledad creciendo,
satélite que roba
claridades
para vivir en
claridad perfecta.
Era además, la
extraña criatura
de la lluvia, el
ser febril y altivo
tormentoso y feroz
de la tragedia,
el gesto femenino
despertándose
en un tiempo de
bruma y desconcierto,
después de haber
dormido sueños hondos
sin más amanecer
que la esperanza.
Era el amor, pero
otro amor, traía
con carne
estremecida y beso fiero
la pasión, no
encubierta, de la hembra
que no se deja
poseer, posee...
Ignoro si era
actriz, pero tenía
de todas las
mujeres que se fueron
y anticipó el
futuro como suyo.
Ella se reinventó,
con la energía
de esgrimir su
elección y su derecho
a esa absoluta
soledad, tremenda,
de los seres
nacidos islas libres
y se fue, se
perdió bajo la lluvia
de donde nos llegó
a través del agua.
(Una anciana
sarcástica, pasea
soledades vestidas
con su nombre.
No nos recuerda
ya. Ni se recuerda.)
De "Hojas
para algún día de noviembre" 1993
La inesperada
Era Eva, su
infancia nunca usada
emergida del
polvo de los astros
Eva la niña,
corazón de selva,
selvática
pastora de alimañas...
(De "Vida anterior")
Eva la niña,
nacerá del viento
y del amanecer
cuando se acabe
el tiempo, y el
tiempo vuelva
a encarnarse en el
sol.
Vendrá ilesa
y, a través de su
infancia nunca usada
descenderá,
pausada, del asombro.
Flores flotantes,
casi aves, lirios
alados, le darán
soporte
donde apoyar su
luz.
Nadie la espera.
Nadie sabe que
está, cerca, aguardando.
Nadie
sabe que va a
existir.
(Yo lo sé, porque
vino a ser soñada
por mis horas de
ausencia,
esas que se me
llevan y aproximan
al corazón
astral.)
Y vendrá a ser la
niñez del mundo
que la gran
creación conserva intacta,
embrión de
criatura
total,
alevín de mujer,
presagio, magia,
y esperanza,
esa esperanza otra
por estrenar,
desconocida y
libre...
Cuando se acabe el
tiempo.
Este tiempo, esta
extraña aberración que se va
a lo oscuro, a
morir,
como una fiera
herida
va al osario.
El tiempo que dará
la mano a otro
sucesivo, de
dulces manantiales,
cuando ella ponga
el pie en el aire, lúcida,
trasportando la
paz.
Sí, nacerá. Y muy
pronto.
Observa el vientre
de la tierra, tenso,
cómo late
impaciencia
ocultando
arboledas, bosques, flora
de inédito color
intermitente,
que serán dados a
nacer con ella.
Ha de llegar
riendo,
y con su risa
incendiará la luz.
Seres ocultos
de los que ahora
tienen miedo y guardan
en su voz musical
pájaros nuevos,
la predicen, y en
nombre suyo intentan
ser,
atreviéndose a
izar la melodía
que avisa la
llegada de la noche
en los veranos
plácidos, inmunes
al desamor.
Vendrá, Eva, la
inédita, la otra,
la anterior, y con
ella
bajarán las
montañas a las simas
del mar, de donde
fueron arrancadas,
y lo harán en
silencio, porque todo
encontrará el
lugar de sus ausencias
en la mañana que
la traiga
-extraiga-
del viento, de la
aurora
y del cósmico amor
que la retiene
y no la deja ir.
Vendrá, y el día
encontrará su origen,
su pérdida, su
olor a madreselvas,
su música
olvidada, su reverso.
Eva la niña
ayudará a la vida
y todo lo nonato
nacerá con ella.
De "Hojas
para algún día de noviembre" 1993
La peregrina
A Angelina Gatell
Yo era la mujer
que se alzó de la tierra
para mirar las
luces siderales.
Dejé el hogar con
apagados troncos
cansada de ser
sólo estela de humo
que prolongase así
mi ser ardido.
Esa mujer del
hueco tibio
que allí me
contenía,
se despertó del
sueño profundo de la especie
y decidió buscar,
a plena luz, caminos.
La inquieta,
la andariega mujer
a quien no bastan dulces
menesteres
pequeños,
ésa me fue de
súbito encontrada
en los más hondos
pliegues de mi túnica
y yo no quise
renunciar, quedarme.
Otras
renunciaciones sí quedaron, sombras
que tenían la
forma tan amada
de los pasados
sueños, hijos
que estaban
programados en mi sangre
a cambio de ceder
y estarme quieta;
la rueca y el
silencio de las horas
protegidas,
pausadas, sin peligros,
las flores
habituales, la inocencia...
Pero inocente no
quería ser.
Quería
como Eva, saber,
estar; ser libre
para el
conocimiento de la luz, perderme
en la verdad,
encontrarme, saberme,
llegar a las
montañas que siempre estaban lejos,
pisar ciudades que
edifica el miedo,
integrarme a las
turbias caravanas
que hieren el
desierto, someterme
a la carga común,
y ser hallada
solidaria, eficaz,
y no apartada
de ese esfuerzo
que late
en el gran corazón
que nos da vida;
el corazón del
mundo, unido al nuestro
por invisible
venas del misterio.
Así
atravesé la risa,
hendí la densa
lágrima
deseando quedarme
en cada gota
de sudor, en la
mano encallecida,
en los niños sin
ojos
o en la mujer que
teje por las noches
debajo de la
angustia.
Pero no me detuve
ni siquiera
cuando cerró de
pronto mi camino
la mirada
absorbente del deseo
y su mágica voz
traduciendo la
música más dulce.
La primavera
descendiendo en
mis venas
de mujer en mujer;
desde el principio
intentó mutilar
-casi lo hizo-
mi ilusión por
llegar a la asamblea
donde severa, la
verdad, aguardaba.
Arañada de
espinos,
vapuleada por los
vientos, rota,
pude llegar, aún
de día.
En lo alto del
monte
reunidos, estaban.
Los hombres más
ancianos y los otros,
como si no me
viesen
hablaban, poseían
inefables
vocablos.
Me acerqué con el
triunfo cenital en los ojos,
con un contento de
alas súbitas
en mis hombros
felices,
pero no me dejaron
entregar mis palabras
porque en ellos la
ira de Dios resplandecía.
Bíblicas
maldiciones
inflamaron mi
oído,
y me dijeron Eva
una y mil veces,
manantial del
dolor, impúdica pureza,
hembra evadida del
rincón oscuro
del lugar de vigía
en la ventana,
desertora
de la orilla del
fuego
y el hogar
apagado...
Vergüenza de mi
sexo acongojó mis hombros
que se creyeron
alas para el vuelo.
Vergüenza de bajar
de las alturas
sin lograr la
palabra que buscaba.
Y ni siquiera en
otras asambleas
vi algo de la luz
que me justificase,
porque tampoco
ellos encontraban nada,
a pesar de su hoz
interrogante,
a pesar del
secreto pretencioso y estéril
con que arropaban
-delicadamente-
su poco de
vacío...
Así regreso, con
pies llagados
y ropas
destrozadas, junto al fuego,
perseguida,
insultada, y viendo activa
la maldición de
Dios que llega
desde el vivir
primero.
Carne de
escándalo, asombrada,
aquí estoy para
siempre quieta y muda;
jueces casi
benignos me condenan
a la inmovilidad,
y me salva de ser
lapidada
el silencio.
De "Eva en el
laberinto" 2006
Museo romántico
Dama desconocida.
Esquivel.
(Me hace daño
la luz.)
A ella, no. A ella
la protege, la
inventa,
falsifica
las fases
sucesivas
de su inmovilidad.
La trae
hacia el televisor
donde quiere
asomar sombras,
residuos,
restos de lluvia,
manos
inactivas,
huidas que se
acercan,
tiempo, nube,
oquedades,
silencios que
alguien lleva en grito,
o simplemente
músicas perdidas
y olvidadas.
Románticas
blondas. Abanicos que huyen
-no abanicos no,
son golondrinas
que exhiben plumón
y ala- rozan
la fiebre del
latido.
Dama en negro
(travestida tal vez
de golondrina)
asomada al pequeño
barandal del aire
para no ser jamás.
Desesperado
el alarido se
estremece,
se re inventa la
tristeza,
se suicidan las
ansias de vivir
de tanto querer
ser y no ser vida...
El museo te
guarda, dama angélica,
que huyes de ti
misma, que no quieres
ser mujer, sino
extraña
forma de lo
imposible,
isleña de ti
misma,
rodeada
de semáforos
tuertos
y asfaltos que te
ignoran.
De "Para
desconocer la primavera" 1997
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