domingo, 10 de noviembre de 2019

POEMAS DE MARIANO BRULL

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(24 de febrero de 1891, Camagüey 8 de junio de 1956, La Habana, Cuba)

VERDE HALAGO


Por el verde, verde
verdería de verde mar
Rr con Rr.

Viernes, vírgula, virgen
enano verde
verdularia cantárida
Rr con Rr.

Verdor y verdín
verdumbre y verdura
verde, doble verde
de col y lechuga.

Rr con Rr
en mi verde limón
pájara verde.

Por el verde, verde
verdehalago húmedo
extiéndome. —Extiéndete.

Vengo de Mundodolido
y en Verdehalago me estoy.

EPITAFIO A LA ROSA


Rompo una rosa y no te encuentro.
Al viento, así, columnas deshojadas,
palacio de la rosa en ruinas.
Ahora —rosa imposible— empiezas:
por agujas de aire entretejida
al mar de la delicia intacta,
donde todas las rosas
—antes que rosa—
belleza son sin cárcel de belleza.

VÍSPERA


Al caos me asomo...
El caos y yo
por no ser uno
no somos dos.
Vida de nadie,
de nada... —No:
entre dos vidas
viviendo en dos,
víspera única
de doble hoy.
Muere en la máscara
quien la miró,
yo —por dos vidas—
me muero en dos...
Tomado de:

Jitanjáfora

Filiflama alabe cundre
ala olalúnea alífera
alveola jitanjáfora
liris salumba salífera

Olivia oleo olorife
alalai cánfora sandra
milingítara girófora
zumbra ulalindre calandra.

El niño y la luna

Para Jorgito Mañach y Baños que, de niño, le gustaba jugar con la luna

La luna y el niño juegan
un juego que nadie ve;
se ven sin mirarse, hablan
lengua de pura mudez.
¿Qué se dicen, qué se callan,
quién cuenta una, dos y tres,
y quién tres y dos y uno
y vuelve a empezar después?
¿Quién se quedó en el espejo,
luna, para todo ver?
Está el niño alegre y solo;
la luna tiende a sus pies
nieve de la madrugada,
azul del amanecer;
en las dos caras del mundo
—la que oye y la que ve—
se parte en dos el silencio,
la luz se vuelve al revés,
y sin manos, van las manos
a buscar quién sabe qué,
y en el minuto de nadie
pasa lo que nunca fue...

El niño está solo y juega
un juego que nadie ve.

Donde la mano encendida
¿Dónde la mano encendida
bajo el sin luz de la luz?
Red de espera, y sin espera
extendida a nueva ausencia:
pestaña del aire quieto
apreisionada entre filos,
reverso de una mirada
libre de toda presencia.
¡De qué ausencia consentida,
sin huella, mano presente
ilesa de consumirse!
Tomado de:





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