lunes, 24 de febrero de 2020

POEMAS DE KENNETH PATCHEN


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(13 de diciembre de 1911, Niles, Ohio - 8 de enero de 1972, Palo Alto, California, Estados Unidos)

Debemos ser cautos


Porque a ti y a mí nos baña el silencio:
Aquí donde está todo el campo
En calma; dormido en la dulzura
De esta estrella vespertina, cintilando
En la muñeca de la noche. Las luces del pueblo
Como bardos antiguos en oración, vienen
Hacia nosotros sobre los campos de maíz
Y ovejas mansas. Nos gustaría ser
De aquí, donde el sueño no es como el urbano,
Donde el sueño es completo y ligero
Como el contorno de una hoja en el vaso de té;
Mas el conocimiento en nuestros corazones
Ha pintado ojos infames dentro de
La cabeza: no hay de otra: vemos
Todas las cosas lamentables y los días
En esta tierra humilde, mezclando
El ruido de los taxis y la desesperación
Con todos los paisajes, aquí, y en todas partes.

Aceptemos la locura


Aceptemos la locura abiertamente, hombres
De mi generación. Sigamos
Los pasos de esta edad destrozada:
Mirémosla cruzar la tierra opaca del Tiempo
Hacia la casa cerrada de la eternidad
Con el ruido que la muerte tiene,
Con el rostro de las cosas muertas y que no se diga:

Que queríamos más; buscamos para encontrar
Una puerta abierta, una hazaña absoluta del amor
Que transformara la aciaga oscuridad del día;
pero
Encontramos infierno y niebla
Sobre la tierra, y en nosotros mismos
Un pantano descompuesto de tumbas descomunales.

Les dejamos el placer



Les dejamos el placer en la tierra:
Hierba quemada en el sol; cuerpos
De agua, preciosos al paso de los años,
Sin alas para nosotros;
Las inmensas maravillas estelares; los muebles
Del Espacio hechos astillas en el corazón;
La imagen cínica del humo que se eleva
Desde los hogares que nunca tuvimos.

Les dejamos los mares en las playas abrasadas;
El hierro retorcido en las enredaderas
De nuestras tumbas: el estruendo ensordecedor
Del silencio sobre todas las cosas.
Apártense del cuerpo rebelde: aquí,
La verdad desnuda de la hierba;
El rostro del espíritu nublado
Por la ceguera. Basta.
Los dejamos.

Mi religión es amarte



Ya que el tiempo endurecerá nuestros cuerpos
En un solo sueño, el hambre satisfecha, roto el corazón
Como una botella abandonada por los ladrones

Amada, ya que se encuentran tan tarde nuestros labios,
inclinados
Nuestros rostros muy juntos, los ojos cerrados

Allá afuera
detrás de la ventana donde se agitan las ramas
en el suave viento, donde los pájaros sacuden
las súbitas alas
Dentro de ese aire lisiado, amor, nos estamos muriendo

Observemos cómo llega ese sueño, y crucemos nuestros
dedos
A través del aliento que sale de nosotros

Viviendo, podemos amar aunque la muerte ande cerca
Es su canción desesperada la que no debemos escuchar

Es que tenemos que permanecer unidos, sin morir ahora
que estamos abrazados

El amor visto como una búsqueda de lo perdido



Tú, la mujer; yo, el hombre; éste, el mundo:
Y cada uno la obra de los demás.

He allí el paso silencioso en la nieve; el forastero;
El pájaro lisiado; la monja; la bailarina; el ala de Jesús
Sobre los peregrinos de la villa; y he allí
Bellos brazos a nuestro alrededor y alrededor de todo
lo que sabemos.

Ve cómo las estrellas deambulan por el cielo en sus
varitas
De antigua luz: con qué simplicidad ese azul
Conduce a la eternidad a la cueva de Dios, allí donde el
César
Y Sócrates, como pinturas primitivas en los muros
Miran, con ojos estupefactos, este mundo donde tú y yo
vivimos.

Tú, lo que se busca; yo, el buscador; ésta, la búsqueda:
Y cada uno la misión, de los demás.

Pues la inmensidad no es sino el caballo de tiro que saca
A la carreta del atolladero; y vamos hacia la razón.
Pero el genio es una inmensa pequeñez, unas gotas
Del corazón que amparan lo mismo a la liebre que al
cazador.

¡Cuán suavemente, amor, como en el sueño de una rosa,
El viento se desliza sobre la tensa pradera de la noche!
Ve cómo los grandes ojos de madera de los bosques
Observan la arquitectura de nuestra inocencia.

Tú, la ciudad; yo, el forastero; éste, el camino:
Y cada uno la obra de los demás.
Y no es que el hombre tenga que esforzarse más, ni cesar la
compasión; sino que
Ha de vivir más libremente; que en todas sus ciudades ondee
limpia una bandera…
Hemos estado demasiado tiempo solos, amor, y se ha hecho
terriblemente tarde
Para los pies traspasados en el agua, y no debemos morir en
este instante.
¿Te has preguntado por qué todas las ventanas del cielo
estaban rotas?
¿Has visto acaso a los desposeídos en la tumba abierta de la
mano de Dios?
¿O es que quieres poner de acuerdo a la alondra con la
música fatua de la guerra?

He allí el paso silencioso en la nieve; el forastero;
El reyezuelo lisiado; la monja; la bailarina; el ala de Jesús
Sobre los peregrinos de la villa; y he allí
Muchos brazos desesperados a nuestro alrededor y
alrededor de todo lo que sabemos.

Niebla



La bella hija gris de la lluvia ha perdido a su amante.
Él, cuya boca conociera; él, que fue bueno con ella.

Yo la he escuchado hablar de él cuando las luces del río
Gritaban: "¡Cristo, qué soledad! ¡Cristo, qué frío!"

He oído el llanto golpeado de su soledad llamándolo
Cuando el mástil del barco no apunta a ninguna estrella.

Muchos hombres han creído que eran él;
Sintiendo los brazos de ella fríos, mientras llevaban a la
muerte en los suyos—

El rostro de mujer en el marco de la nada;
Mientras la maquinaria del sueño hacía girar su primera
rueda;

Y durmieron mientras los ángeles caían en el sonido
Coloreado de las aguas. Niño y cuna que canta, lo mismo.

Oh dama dolorosa cuyo amante es el muelle
En ese cielo donde todos yacemos, expectantes, abrazados
mientras oscurece.

El soldado y la estrella



El rifle apunta:
Hace lo que los rifles hacen.

La estrella es muy bonita:
Haciendo lo que las estrellas hacen.

Diles, oh Soñador, que algunos fueron
Asesinados al principio de la matanza

Diles, oh Soñador, que la lluvia y la nieve
Están cayendo sobre esas pobres cabezas sin jinete

Diles, oh Soñador, que hay unas manos miserables
flotando en el agua…
Manos heladas que habrán de alcanzarlos en sus cálidos
lechos.

La zorra



Porque la nieve es profunda
Sin mancha y blanca en el aire blanco

Porque cojea un poco-sangra
Por los disparos

Porque los cazadores tienen rifles
Y los perros tienen sombras de verdugos

Porque quisiera tomarla en mis brazos
Y atender su herida

Porque no puede morirse
Con el pequeño en el vientre

No sé qué decir de un soldado moribundo
Porque en la muerte no hay proporciones.


La cierva y la serpiente



La cierva es mansa y bella, como Dios la hizo
Miro sus ojos y pienso en las maravillas que tenemos

Sacerdotes extraños entran a la catedral de los bosques
Y siete Marías les lavan las manos para conquistarla

Con las patas alzadas — con los oídos aguzados
Guardando equilibrio en la punta como una hoja

Pero la serpiente ataca — en un arco violeta
De velocidad asesina — belleza letal

Como agua de las montañas que un ciervo bebe
Quieto, por siempre, mientras el veneno actúa

Mientras cuento los brazos de tu Cruz y pienso
En cuántos Cristos podrían estar allí, llorando.

El lobo del invierno


El lobo del invierno
Devora caminos y pueblos
En su hambre de hielo.

El lobo del invierno
Mete la pata en la olla rancia de la ciudad
Agitando la sopa de putas y suicidas.

Oh el lobo del invierno
Rompe los huesos del pobre
En su caverna congelada.

El lobo del invierno…
El torvo, el frío, el blanco
El bello lobo del invierno
Que se alimenta de nuestro mundo.
Tomado de:

LA MUERTE LOS ALEGRARÁ


Una niña recibió un juguete nuevo,
No era necesario darle cuerda y nunca se echaría a perder
Como ocurrirá con incluso lo mejor de todo

Y jugó todo el día con el juguete
Persiguiéndolo feliz sobre los adoquines del cielo
Hasta que rodó hacia los pies del mismísimo Dios

Quien dijo: “Ahora tienes que devolverlo”
Y señaló con el dedo a dos soldados que miraban
Esperanzados

“Tienes que comprender, es un juguete muy popular”.
Y se los lanzó a aquellos
Cuyos ojos miraban hacia arriba con sinceridad al acariciarlo.

EN MEMORIA DE KATHLEEN


Qué lamentable es su sueño.
Ahora que se ha detenido su aliento.
Nada que hay que falle esta noche,
Pájaro u hombre,
Tan querido como ella;
Ningún lugar donde pueda ir
Sin mí. Nada más que mi llamada.
Nada más que el frío grito de la nieve.
Qué solitaria parece
Yo, que no tengo un paraíso,
Indefenso y sin tierras,
Debo intentar soñar
Con las siete
Estrellas perdidas y cómo pusieron sus manos
Sobre sus ojos para que por siempre sepa
Nada hay peor que frío grito de la nieve
Tomado de:



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