martes, 11 de febrero de 2020

POEMAS DE LUDOVICO SILVA

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(16 de febrero de 1937, Caracas - 8 de diciembre de 1988, Caracas, Venezuela)

Poema que todos pueden leer

Ellos creen que he muerto. Nunca se han desvivido.
Para tener recuerdos hay que saber de olvido.

Ignoran cuanto dicen, no saben lo que quiero.
El día que yo pacte conmigo mismo, muero.

Veo ríos que van hacia su mar, tranquilos;
veo arañas que urden, en soledad, sus hilos.

Veo paisajes crueles. Mares que se levantan
y enormes animales que todo lo quebrantan;

tumbas que se estremecen y expulsan siglos, dioses
que modulan, cantando, viejas y extrañas voces.

Voces del tiempo de la vida y de la muerte!
Qué tristeza, Dios mío, que yo no pueda verte!

He preferido el canto de los mares divinos
donde vivientes hablan misterios eleusinos.

El mar, donde los muertos flotan. Allí florecen
todos los sembradíos que en la tierra perecen.

Yo no he muerto, yo vivo –y esa es mi diferencia–
de estructura y verdades, y nunca de apariencias.

Si alguien dice que he muerto, que se muera leyendo
estas cosas extrañas que estoy escribiendo.

El sexo de los ángeles

Mis ángeles son ángeles con sexo.
Yo, nada teológico, pero erecto y divino
veo una mujer ángel en mis sueños.

Tiene espíritu y carne
y tiembla cuando la toco,
vuela en torno mío
como una mariposa de cristal
y se detiene en lo alto de mi torre
de mármol.

Como invitándome a escalarla.

Mi angelesa me cuenta, por las noches,
después de la tormenta del amor,
cosas acerca de la soledad de dios.
Dios está helado
en su propia memoria,
recordando a Lucifer
el ángel de la luz que lo alumbraba
cuando estaba prisionero
del tedio de la eternidad.

Mi angelesa me sigue a todas partes.

Como una mujer fiel.
Yo amo su sexo puro y hermoso
como el tiempo.
Tomado de:

Adios


Desde antes de nacer, sé que mi vida
es un puñado hambriento de materia
que de las aguas viene iluminado
y por el tiempo va hacia el agua eterna.

Yo sé que tú no has muerto,
sé que te puedo amar en cada hierba,
en las plantas que crecen, en los troncos,
en las calladas y constantes piedras
y en el álamo aquel que te buscaba
como si fuera un brazo de la tierra.

En los ciervos que huyen
y en todo lo que queda.

De las aguas salimos, amor mío
para empapar de amor toda la tierra.
Tomado de:
·                     Un Dragón
Un dragón no es un
dragón hasta que un
poeta no lo decide.
Yo decido que hay un
dragón que no vomita
fuego, sino piedras.
Y que mira a un rostro de mujer.
Extrañamente, como si
quisiera cantar con ella
el coro de la luna.
Sus escamas de piedra
pesan sobre el mundo.
¡Oh dragón unicornio
de mis alucinaciones nocturnas!
recordando a Lucifer
el ángel de la luz que lo alumbraba
cuando estaba prisionero
del tedio de la eternidad.
Mi angelesa me sigue a todas partes.
Como una mujer fiel.
Yo amo su sexo puro y hermoso
como el tiempo.
Tomado de:



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