lunes, 23 de enero de 2023

POEMAS DE RENE CHAR EL LÚCIDO ETERNO

 


Leónides

    ¿Eres tú mi mujer? ¿Mi mujer hecha para llegar al encuentro del presente? La hipnosis del fénix ambiciona tu juventud. La piedra de las horas lo vistió con su hiedra.

 

     ¿Eres tú mi mujer? El año del viento donde guerrea una vieja nube hace nacer la rosa, la rosa de la violencia.

 

      Mi mujer hecha para llegar al encuentro del presente.

 

     El combate se va dejándonos un corazón de abeja sobre nuestras tierras, la sombra despierta, el pan ingenuo. La velada avanza lentamente hacia la inmunidad de la Fiesta.

 

     Mi mujer hecha para llegar al encuentro del presente.

 

 

El rostro nupcial

 

Ahora desaparece mi cortejo, de pie en la distancia;

La dulzura del número acaba de destruirse.

Adiós a ustedes, mis aliados, mis violentos, mis

    indicios.

Todo se los lleva, tristeza obsequiosa.

Amo.

 

El agua es pesada a un día del venero.

La parcela bermeja franquea sus lentas ramas a tu

    frente, dimensión tranquilizada.

Y yo semejante a ti,

Con la paja florecida al borde del cielo gritando tu

    nombre,

Destruyo los vestigios,

Herido, sano de claridad.

 

Cinturón de vapor, multitud suavizada, divididores

    del temor, toquen mi renacimiento.

Pared de mi duración, renuncio a la ayuda de mi

    amplitud venial;

Yo lleno de árboles el expediente de mi morada;

    entorpezco el primor de las supervivencias.

Quemándome de soledad rural,

Evoco el nado en la sombra de su Presencia.

 

El cuerpo desierto, hostil a mezclarse, ayer, se había

    vuelto hablante negro.

Ocaso, no te maravilles, cae tu maza de congojas, agrio

    sueño.

El escote disminuye los huesos de tu exilio, de tu

    esgrima;

Tú vuelves fresco el servilismo que se devora la espalda;

Rocío de la noche, detén esa carreta lúgubre

De voz vidriosa, de partidas lapidadas.

Pronto sustraído al flujo de las lesiones inventivas

(El pico del águila lanza alto la sangre abierta)

Sobre un destino presente yo llevé mis franquezas

Hacia el azur multiválvula, * la disidencia granítica.

¡Oh bóveda de efusión sobre la corona de su vientre,

¡Murmullo de dote negra!

¡Oh movimiento agotado de su dicción!

Natividad, guía a los insumisos, que descubran su base,

La almendra creíble del mañana nuevo.

La noche ha cerrado su llaga de corsario donde viajaban

    los cohetes vagos entre el miedo sostenido de los

       perros.

En el pasado las huellas de duelo sobre tu rostro.

 

Vidrio inextinguible: mi aliento ya aflorando la amistad

    de tu herida,

Armaba tu realeza desapercibida.

Labios de neblina descendió nuestro placer de umbral

    de duna, de techo de acero.

La consciencia aumentaba el atavío estremecedora de

    tu permanencia;

La sencillez fiel se extendió a todas partes.

 

Franquicia de la divisa matinal, muerta-estación de la

    estrella precoz,

Yo corro hasta el final de mi cúpula, coliseo sepultado.

Basta de besar las crines núbiles de los cereales:

La cardadora, la obstinada, nuestros confines la

    someten.

Basta de maldecir la bahía de los simulacros nupciales:

Toco el fondo de un retorno compacto.

 

Riachuelos, soplo de los muertos cavernosos,

Ustedes que siguen el cielo árido,

Mezclen sus pasos a las tormentas de quien supo sanar

    de la deserción,

Dando contra sus estudios salubres.

En el seno del techo el pan sofoca para llevar corazón

    y luz.

Toma, Mente mía, la flor de mi mano penetrable,

Siente el despertar de la obscura plantación.

 

Yo no veré tus costados, esas parvadas de hambre,

    secarse, llenarse de zarzas;

Yo no veré la langosta sucederte en tu invernadero;

Yo no veré a los paseantes inquietar el día que nace;

Yo no veré la raza de nuestra libertad servilmente

    bastarse.

 

Quimeras, hemos subido al altiplano.

El sílex tiembla bajo los sarmientos del espacio;

La palabra, cansada de derrotar, bebía en el

    embarcadero angélico.

Ninguna salvaje sobrevivencia:

El horizonte de los caminos hasta donde nace el rocío,

El íntimo desenlace de lo irreparable.

 

He aquí la arena muerta, he aquí el cuerpo salvado:

La Mujer respira, el Hombre está de pie.

 

Hojas de hipnos

 

1

    En la medida de lo posible, enseña a ser eficaz, para el objetivo por alcanzar, pero no más allá. Más allá es humo. Donde hay humo hay cambio.

 

5

    No pertenecemos a nadie sino al punto luminoso de esta lámpara desconocida por nosotros, inaccesible a nosotros que mantiene despierta la valentía y el silencio.

 

12

    Lo que me ha traído al mundo y lo que de él me expulsará, no interviene sino en los momentos en que soy demasiado débil para resistírmele. Anciana cuando yo nací. Joven desconocida cuando moriré.

    La única y la misma Pasante.

 

15

    Los niños se aburren el domingo. Passereau propone una semana de veinticuatro días para descuartizar el domingo. O una hora de domingo que se agregue a cada día, de preferencia, la hora de las comidas, porque ya no hay pan seco.

    Pero que ya no le hablen del domingo.

 

28

    Hay un tipo de hombre siempre adelante de sus excrementos.

 

31

    Escribo brevemente. No puedo siquiera ausentarme mucho tiempo. Extenderse llevaría a la obsesión. La adoración de los pastores ya no es útil al planeta.

 

34

    Cásate y no te cases con tu casa.

 

35

    Ustedes serán una parte del sabor del fruto.

 

44

    Amigos, la nieve espera la nieve para un trabajo simple y puro, en el límite del aire y de la tierra.

 

46

    El acto es virgen, incluso repetido.

 

81

    La aquiescencia ilumina el rostro. El rechazo lo embellece.

 

117

    Claude me dice: “Las mujeres son las reinas del absurdo. Entre más se compromete un hombre con ellas, más complican ellas este compromiso. Desde el día en que me volví ʻpartisanoʼ, no he vuelto a ser desdichado ni a estar decepcionado...

    Ya habrá tiempo para enseñarle a Claude que uno no esculpe su vida sin cortarse.

 

131

    A todas las comidas comunes, invitábamos a la libertad a sentarse con nosotros. El lugar continúa vacío pero el cubierto continúa puesto.

 

184

    Curar el pan. Sentar a la mesa el vino.

 

224

    Hace tiempo, en el momento de ir a la cama, la idea de una muerte temporal durante el sueño me tranquilizaba; hoy en día, me duermo para vivir algunas horas.

 

 

 

 

Los encajes de Montmirail
[Fragmentos]

 

 

 

    Parece ser el cielo el que tiene la última palabra. Pero la pronuncia en voz tan baja que nadie lo oye nunca.

 

    Sólo tenemos un recurso con la muerte: hacer arte antes que ella.

 

 

 

Contravenir

 

 

    Obedezcan ustedes a sus cerdos que existen. Yo me someto a mis dioses que no existen.

 

    Seguiremos siendo inclementes.

 

 

 

Hambre roja

 

 

Estabas loca.

 

¡Hace tanto tiempo!

 

Te moriste, un dedo frente a la boca,

En un movimiento noble,

Para cortar de tajo la efusión;

En el sol frío de un verde reparto.

 

Eras tan bella que nadie se dio cuenta de tu muerte.

Más tarde, de noche, te pusiste en camino conmigo.

 

Desnudez sin desconfianza,

Senos podridos por tu corazón.

 

A sus anchas en este mundo ocurrente,

Un hombre que te había estrechado en sus brazos,

Vino a la mesa.

 

Sé bien, tú no eres.

 

Juramento

 

 

    En las calles de la ciudad está mi amor. Poco importa a dónde va en el tiempo dividido. Ya no es mi amor, cualquiera puede hablarle. Ya no se acuerda; ¿Quién pues la amará?

 

    Busca a su semejante en el deseo de las miradas. El espacio que recorre es mi fidelidad. Dibuja la esperanza y ligera la despide. Es preponderante sin comprometerse.

 

    Yo vivo en el fondo de él como una chatarra feliz. Sin que él lo sepa, mi soledad es su tesoro. En el gran meridiano donde se inscribe su impulso, mi libertad lo ahonda.

 

    En las calles de la ciudad está mi amor. Poco importa a dónde va en el tiempo dividido. Ya no es mi amor, cualquiera puede hablarle. Ya no se acuerda; ¿Quién pues la amó y lo ilumina de lejos para que no caiga?

 

 

Cepa

 

 

 

    El despertar al cambio, la conquista, la promesa, la represión. La aventura fue de punta a punta dolorosa, masa iluminada lunarmente. ¡Cómo vivir después de eso!

 

    Al escalofrío de la corteza terrestre, hombres y mujeres exangües sucedían.

 

    Los esclavos tienen necesidad de esclavos para exhibir la autoridad de los tiranos.

 

 

París sin salida

 

 

Calle de Sèvres

Una puerta de garaje antes de la tienda Le Tournis,

Mediodía, y el verano

Sobre el asfalto suspende todos los impulsos.

Una joven mujer,

La línea de sombra de su falda desnuda

Es cómplice de su cuerpo encantador,

Persigue un sueño despierto,

Sentada en la piedra misma del umbral.

Yo la llamo

Lectora de las doce adormideras blancas,

Meridiana,

Aunque todavía tenga los ojos muy abiertos

Y los dedos simétricos

Mientras hojea su libro ausente,

Permanece, la pierdo.

 

Sin tardanza, en la siguiente calle

Sílaba de eco, amante precipitada.

 

 

Canción de los pisos

 

  

 

Es de día con la reina.

Es de noche junto al rey.

Ya canta la reina.

Apenas duerme el rey.

 

Las sombras que lo encadenan,

Una a una, las ve él.

La mirada de la reina

En ellas no se detiene.

 

El destino que las lleva,

Y que hace temblar al rey,

No turba un punto a la reina.

Allá abajo brilla el mar,

Y, al ritmo de sus venas,

Aquella que fue a quemar,

Ola de mismas arenas.

Oh las jornadas serenas,

¡ustedes no son del rey!

 

El recuerdo de un roble

Sobre su frente de preocupación

Pone clara mancha noble.

Fue en otra vida

Donde despertó la reina

Contra el corazón del rey.

 

Ah, cierra tu palacio

O sube por sus pisos

Tímido soberano.

Comprenderás por qué

Sobre una roca salvaje

 

La reina apoya su seno.

 

Entenderás por qué

Y te consolarás.

 

 

Los inventores

 

 

 

Llegaron, los habitantes del bosque de la otra ladera,

    los desconocidos para nosotros, los rebeldes a

       nuestras costumbres.

Llegaron y eran muchos.

Su grupo apareció en la línea que divide los cedros

Del campo de la vieja cosecha ahora irrigado y verde.

La larga caminata los había agitado.

Sus gorras ajustadas sobre sus ojos y sus pies bruñidos

    se posaban en el baldío.

Nos vieron y se detuvieron.

Aparentemente no esperaban encontrarnos ahí,

Sobre tierras fáciles y surcos bien cerrados,

Completamente despreocupados de una audiencia.

Levantamos la frente y los animamos.

 

El más elocuente se acercó, después otro igualmente

    desarraigado y lento.

Venimos, dijeron, a prevenirlos de la llegada

    inminente del huracán, su implacable adversario.

Tal como ustedes, nosotros tampoco lo conocemos

Más que por las relaciones y las confidencias de los

    ancestros.

¿Pero por qué estamos incomprensiblemente felices

    frente a ustedes y repentinamente como niños?

 

Les dijimos gracias y los despedimos.

Pero antes bebieron, y sus manos temblaban, y sus

    ojos reían en las comisuras.

Hombres de árboles y de golpes, capaces de hacer

    frente a cualquier terror, pero inaptos a conducir

       el agua, a alinear las construcciones, a cubrirlas

         de colores agradables,

Ignoran el jardín del invierno y la economía de la

    alegría.

 

Cierto, pudimos haberlos convencido y conquistado,

Pues la angustia del huracán es emotiva.

Sí, el huracán iba a venir pronto;

¿Pero valía la pena que hablásemos de él y que

    molestásemos el porvenir?

Ahí en donde estamos nosotros, no hay ningún temor

    urgente.

 

 

De 1943

 

 

Has gozado bastante de nuestras almas,

¡Oh viejo sueño de la putrefacción!

 

Desde entonces,

Luna tras día,

Viento tras noche,

Ligeros o fuertes,

Te esperaremos.

 

 

* El verso en lengua francesa se lee: Vers l’azur multivalve, la granitique dissidence. En la entrada para “azur” del diccionario de la Real Academia Española se designa lo “dicho de un color heráldico: Que en pintura se representa con el azul oscuro, y en el grabado, por medio de líneas horizontales muy espesas”. Debido a que la traducción de l’azur es “arriba”, en relación con el término “multiválvula” el verso puede también ser interpretado como se anota enseguida: “Hacia arriba multiválvula, la granítica disidencia”, probablemente en relación con el órgano cardiaco. (N. del E)

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/328-177-rene-char?showall=1

 

 

RESTOS MORTALES Y MOZART

Al alba, una sola vez, la vieja despoblada nube rosa sobrevolará los ojos en lo sucesivo distantes, con toda la majestad de su lentitud libre; luego vendrá el frío, el ocupante inmenso, luego el tiempo que no tiene lugar.

 

Sobre la longitud de sus dos labios, en tierra común, de repente el allegro – desafío de este desecho sagrado- traspasa y refluye hacia los vivos, hacia la totalidad de hombres y mujeres que guardan luto por la patria interior y, errabundos para no ser semejantes, a través de Mozart, a probarse en secreto.

 

-Bienamada, cuando sueñas en voz alta y por ventura pronuncias mi nombre, tierno vencedor de nuestros pavores conjugados, de mi descrédito solitario, clara es la travesía de la noche.

 

De La biblioteca está en llamas y otros poemas

 

PARA UN PROMETEO SAXÍFRAGO

Tocando la mano eólica de Hölderlin

 

A Denise Naville

 

La realidad sin la energía dislocadora de la poesía, ¿en qué queda?

Dios había vivido demasiado poderosamente entre nosotros. Ya no lográbamos levantarnos y partir. Las estrellas, que fueron soberanas en su mirada, están muertas en nuestros ojos.

Las preguntas de los ángeles son las que han provocado la irrupción de los demonios. Nos clavaron al peñasco para golpearnos y para amarnos. De nuevo.

La única lucha acontece en las tinieblas. La victoria solamente se da en sus orillas.

Noble semilla, guerra y merced de mi prójimo, ante la sorda aurora te guardo con mi mendrugo, esperando ese día previsto de alta lluvia, de limo verde, que vendrá para los ardientes y para los obstinados.

 

Del libro Por encima del viento

 

LA GUADAÑA ALZADA

Cuando el boyero de los muertos con el bastón golpee,

Dedicad al verano mi color ya disperso.

Con mis puños morados asombrad a un niño.

Poned en sus mejillas mi lámpara y espigas.

 

Manantial que tiemblas en tu estrecho reducto,

Prodigarás mi ganancia a la sed de los campos.

Desde el húmedo helecho a la febril mimosa,

Entre el recién llegado y el que partió hace mucho,

El gesto de amar te dirá inclinándose:

“No hay lugar fuera de éste, en todas partes cunde la desgracia”.

 

De Por encima del viento

 

EN CAMINO

A Georges Blin

Esos incesantes y fosforescentes regueros de la muerte en uno mismo que leemos en los ojos de quienes nos aman, sin desear ocultárselos.

 

¿Es menester distinguir entre una muerte repelente y una muerte preparada por la mano de los genios? ¿Entre una muerte con rostro de bestia y una muerte con rostro de muerto?

 

Sólo podemos vivir en lo entreabierto, exactamente en la hermética línea divisoria de la sombra y la luz. Pero somos arrojados irresistiblemente hacia adelante. Todo nuestro ser presta ayuda y vértigo a este impulso.

 

La poesía es a la vez palabra y provocación silenciosa, desesperada de nuestro ser-exigente del advenimiento de una realidad que no tenga rival. Imputrescible, aquélla. No imperecedera; pues que arrostra los peligros de todos. Pero la única que visiblemente triunfa sobre la muerte material. Tal es la Belleza, la Belleza de altura, aparecida ya en los primeros tiempos de nuestro corazón, tan pronto irrisoriamente consciente como luminosamente avisado.

 

Lo que me hincha la simpatía, aquello que amo, al punto me causa casi tanto sufrimiento como aquello de lo que me aparto, resistiendo, en el misterio de mi corazón; preparativos velados por una lágrima.

 

Es la poesía quien traza la única firma al pie de la vida blanca. Y siempre entre nuestro corazón estallado y la cascada aparecida.

 

Para la aurora, la desgracia es el día que va a llegar; para el crepúsculo, la noche que engulle. Antaño fue posible encontrar gentes de aurora. Aquí estamos, acaso, en esta hora de caída. ¿Pero por qué moñudos como alondras?

 

Del libro Marcha

ANTONIN ARTAUD

No tengo la voz para elogiarte, gran hermano.

Si me agachara sobre tu cuerpo que la luz va a dispersar,

Tu risa me repelaría.

El corazón entre nosotros, durante lo que llamamos impropiamente

una bella tormenta,

Cae varias veces,

Mata, excava y quema,

Y renace más tarde en la suavidad del hongo.

No necesitas una pared de palabras para elevar tu verdad,

Ni volutas del mar para ungir tu profundidad,

Ni esta mano febril que nos rodea la muñeca,

Y ligeramente nos lleva a abatir un bosque

Del cual nuestras entrañas son el hacha.

Basta. Regresa al volcán.

 

Y nosotros,

Que lloremos, que asumamos tu relevo o preguntemos:

“¿Quién es Artaud?”, a esa espiga de dinamita de la cual ningún

grano se desprende,

Para nosotros, nada ha cambiado,

Nada, menos esa quimera muy viva del infierno que se

despide de nuestra angustia.

 

Traducción De Emilie Robert

De Retorno río arriba

LA LIBERTAD

Vino por esta línea blanca que puede significar la salida del alba

o la palmatoria del crepúsculo.

Pasó los arenales maquinales; pasó las cimas destripadas.

Fin de la renunciación de rostro cobarde, la santidad de la mentira, el alcohol del verdugo.

Su verbo no fue un ciego ariete sino la tela donde se inscribió mi aliento.

Detrás de la ausencia, con pasos que no la extraviaron, cisne sobre la herida, vino por esta línea blanca.

 

Alta fuente

Siempre hacia a ti

Mas sin decírtelo

Hasta tu boca

amada.

Pero el instante que se va

Me nombra

Cualesquiera sean los rasgos

que yo adopte.

 

Favorita del aire, la calandria

No deja caer a tierra su canto,

Y por los trigos pasa el viento.

 

Acerco a la rosa

La punta de mi llama.

¡No ha gemido la espina!

Solo mi propio polvo

Puede gastarme.

 

De: «Cantos de la Balandrane»

Traducción de Jorge Riechmann

LA LUJURIA

El águila ve cómo se borran gradualmente las huellas de la memoria helada

La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye

A través de cada una de las regiones

Donde uno mata donde a uno lo matan libremente

Presa insensible

 

Proyectada indistintamente

Más acá del deseo y más allá de la muerte

 

El soñador embalsamado en su camisa de fuerza

Rodeado de utensilios efímeros

Figuras que se desvanecen apenas formadas

Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina

La desaparición progresiva de las partes lamidas

La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas

Los sudores y malestares que anuncian el fuego central

Y finalmente el universo con todo su pecho atlético

Necrópolis fluvial

Después del diluvio de los rabdomantes

 

Ese fanático de las nubes

Tiene el poder sobrenatural

De desplazar a considerables distancias

Los paisajes habituales

De romper la armonía acumulada

De tomar irreconocibles los lugares fúnebres

Al día siguiente de los homicidios provechosos

Sin que la conciencia originaria

Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.

 

De: «El Martillo sin dueño»

Traducción de Aldo Pellegrini

TENEMOS

Nuestra palabra, en archipiélago, os ofrece -tras el dolor y el desastre- fresas que trae de las landas de la muerte, así como sus dedos calientes por haberlas buscado.

Tiranías sin delta, nunca iluminadas por el medio día, para vosotras somos el día envejecido; pero ignoráis que también somos el ojo voraz -aunque velado- del origen.

Crear un poema es tomar posesión de un más allá nucpcial que se encuentra muy dentro de esta vida, muy ligado a ella, y sin embargo próximo a las urnas de la muerte.

Es necesario establecerse en el exterior de uno mismo, a la orilla de las lágrimas y en la órbita del hambre, si queremos que se produzca algo fuera de lo común, destinado únicamente a nosotros.

Si la angustia que nos vacía abandonase su gruta helada, si la amante detuviese la lluvia de hormigas en nuestro corazón, volvería a comenzar el Canto.

Es el caos de una avalancha, dos piedras unidas en un salto pudieron amarse, desnudas en el espacio. Al agua de nieve que las acogió le sorprendió su espuma ardiente.

Seguramente el hombre fue la más loca promesa de las tinieblas: por eso somos tenebrosos, envidiosos y locos bajo el poderoso sol.

Ha comenzado la agonía de una tierra que era bella, ante la mirada de sus volatineras hermanas y en presencia de sus hijos insensatos.

*

Tenemos en nosotros inmensas extensiones que nunca llegaremos a recorrer, pero que son útiles para la aspereza de nuestros climas, y propicias tanto a nuestro despertar como a nuestra perdición.

¿Cómo arrojar a las tinieblas nuestro corazón anterior y su derecho de retorno?

La poesía es el fruto maduro que apretamos en la mano, con alborozo, en el instante mismo en que se nos muestra- tan incierto su porvenir- sobre el tallo cubierto de escarcha, en el cáliz de la flor.

Poesía, única ascensión de los hombres, a la que el sol de los muertos no puede ensombrecer en el infinito perfecto y burlesco.

*

Pues que un misterio más fuerte que la condena otorgaba inocencia a su corazón, plantaron un árbol en el Tiempo, se quedaron dormidos a su pie, y el Tiempo se llenó de afecto.

 

Del libro Marcha

EL INOFENSIVO

Lloro cuando el sol se pone porque te sustrae a mi vista y porque soy incapaz de llevarme bien con sus rivales nocturnos. Aunque esté bajo y ahora sin fiebre, imposible obrar contra su ocaso, suspender su eshoje, arranar todavía algún deseo a su fulgor moribundo. Al partir te diluye en su oscuridad igual que el limo del lecho se deslíe en el agua del torrente más allá de los escombros de las riberas destruidas. Dureza y blandura, de nervio tan diferente, causan entonces efectos similares. Dejo de recibir el himno de tu palabra; de repente ya no apareces íntegra a mi lado; lo que aprieta mi mano no es el huso nervioso de tu muñeca sino la rama hueca de un arbolillo cualquiera muerto y ya aserrado. Ya no se pone nombre a nada, sino al escalofrío. Es de noche. Los artificios que se encienden me sorprenden ciego.

No he llorado de verdad más que una sola vez. Al desaparecer, el sol había cercenado tu rostro. Tu cabeza había rodado a la zanja del cielo y yo ya no creía en el mañana.

¿Cuál es el hombre de la mañana, y cuál el de las tinieblas?

 

MARTHE

Marthe de quien estas paredes no pueden apoderarse, fuente donde se refleja mi monarquía solitaria, cómo podría olvidarte nunca si no tengo necesidad de recordarte: eres el presente que se acumula. Nos uniremos sin tener que abordarnos, que prevernos, igual que dos adormideras forman en el amor una anémona gigante.

No entraré en tu corazón para limitar su memoria. No retendré tu boca para impedirle entreabrirse al azul del aire y la sed de partir. Quiero ser para ti la libertad y el viento de la vida que atraviesa el umbral de siempre antes de que la noche se vuelva inencontrable.

Tomado de:

https://poesiamaspoesia.com/113-poesia-mas-poesia-rene-char/

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