miércoles, 11 de enero de 2023

POEMAS DE MARÍA TERESA LEÓN


Sonetos

I

Afuera está el otoño, las hojas han caído,

y el viento al cristal tira grandes gotas de agua;

y tú lees las cartas de mustios, sobre viejos

y en una sola hora pasa entera tu vida.

   Cuando pierdes tu tiempo en dulces pequeñeces,

quisieras que tu puerta nadie la golpeara,

pues es más deseable, cuando graniza afuera,

dormir cortos instantes soñando junto al fuego.

   Así es como mis ojos pensativos contemplan,

sentado en mi sillón, un viejo cuento de hadas;

en torno mío llegan oleadas de bruma.

   De pronto, oigo pasar el fru-frú de un vestido,

unos pasos ligeros tocan el suelo apenas...

Y manos finas, frescas se posan en mis ojos.

 

II

   Los años han pasado y otros más pasarán

desde la hora sagrada en que nos encontramos.

Yo pienso sin cesar en cuánto nos quisimos,

maravilla de ojos grandes y manos frescas.

   ¡Oh, regresa de nuevo! Inspírame palabras,

que otra vez tu mirada descienda sobre mí,

que bajo su reflejo me devuelva la vida

y arranques nuevos cantos de mi lira otra vez.

   Tú ni siquiera sabes que tu sola presencia

mi corazón confuso profundamente calma,

como la silenciosa aparición de un astro.

   Y cuando yo te veo riente como un niño,

en mí se extingue entonces el dolor de vivir,

mi pupila se incendia y se alegra mi alma.

 

III

   Cuando hasta la voz misma del pensamiento calla,

vuelve a mí la canción de un afecto muy dulce,

y entonces yo te llamo. ¿Es que oyes mi llamada?

¿De las brumas que habitas, conseguirás librarte?

   ¿La intensidad nocturna la volverán serena

tus grandes ojos claros portadores de paz?

Ven desde las tinieblas de los tiempos a mí,

para que pueda verte regresar como un sueño.

   Desciende suavemente... más cerca, sí, más cerca,

inclínate de nuevo sonriente en mi rostro,

muéstrame en un suspiro cómo es todo tu amor,

   tócame tú los párpados con tus pestañas suaves,

hazme sentir de nuevo el temblor de tus brazos,

tú por siempre perdida, eternamente amada.

 

Adiós

Ya nunca te veré más,

queda en paz, que Dios te guarde,

que yo evitaré en mi ruta

      encontrarte.

   Haz desde hoy lo que quieras,

desde hoy ya nada me importa;

la más dulce entre las dulces

      me deja.

   Que ya no tengo costumbre,

como antes me sucedía,

de emborracharme de luces

      de estrellas.

   Cuando, galán tantas veces,

yo miraba entre las ramas,

esperaba para verte

      en los vidrios.

   ¡Oh, qué feliz me sentía

cuando salíamos juntos,

bajo el encanto tranquilo

      de la luna!;

   cuando en secreto pedía

que la noche se parase,

para poderte guardar

      por mujer.

   En su vuelo yo alcanzaba

la dulzura de tu voz,

voz de la que apenas queda

      un recuerdo.

   Porque si escucho de nuevo

aquellas cosas pasadas,

me parecen un lejano

      cuento viejo.

   Y si la luna ilumina

los mismos bosques y prados,

me parece que los siglos

      transcurrieron.

   Los ojos del primer día

ya no te contemplarán...

Porque estás lejos de mí,

      ¡adiós!

 

¿Qué es el amor?

¿Qué es el amor? Un continuo,

   largo y profundo dolor.

Las lágrimas no le bastan

   y siempre pide más llanto.

A una señal fugitiva

   tu alma a la suya se une

para que nunca la olvides

   mientras te dure la vida.

Mas si ella está esperándote

   en los rincones de sombra,

si te da amor por amor

   cual tu corazón desea;

entonces desaparecen

   cielo y tierra, y tú palpitas;

todo está en una palabra

   que apenas es susurrada.

Te obsesiona noche y día

   un paso dado al descuido,

una mano que se estrecha,

   un batir de sus pupilas.

Él te persigue radiante

   como el sol sigue a la luna,

a veces, durante el día,

   durante la noche, siempre.

Pues fue escrito que tu vida

   por ella pasión desborde,

ya que ella te ha entrelazado

   como las lianas del agua.

sonriendo de nuevo.

   Gemirá apasionado

el canto del mar áspero...

y me volveré tierra

   en mi honda soledad.

 

Yo quisiera dormirme...

(Variante)

 

Yo quisiera dormirme,

   perdido en la noche.

Condúceme en silencio

   al borde del mar.

No quiero ataúd rico,

   luces ni oriflamas,

trénzame solo un lecho

   de jóvenes ramos.

Que el sueño me sea dulce

   y el bosque cercano,

que brille un cielo limpio

   en las hondas aguas.

Que del dolor brotando

   suban a la orilla,

que a las rocas se abracen

   sus brazos de olas.

Se levantan y caen

   murmurando siempre,

mientras sobre los pinos

   resbala la luna.

Que nadie junto a mí

   llore en mi almohada,

que la muerte haga hablar

   las hojas resecas.

Que el todopoderoso

   en el viento pase,

que en mí el sagrado tilo

   sacuda su flor.

Y como no andaré

   nunca más errante,

caerán sobre mí

   los tiernos recuerdos

que no sabrán que miro

   la inquietud del mundo

mientras que las lianas

   mi soledad cubren.

 

Anterior

¿Por qué no vienes?

Ves, las golondrinas vienen,

el nogal pierde sus hojas,

la bruma cubre las viñas,

¿por qué no vienes, no vienes?

   ¡Oh, retorna hasta mis brazos,

que estoy sediento de verte,

y de apoyar mi cabeza

sobre tu seno, tu seno!

   ¿Te acuerdas como hace tiempo,

cuando por valles y alcores

te levantaba del talle

tantas veces, tantas veces?

   Hay mujeres en el mundo

de ojos que despiden chispas...

¡Pero por nobles que sean,

como tú no hay nadie, nadie!

   Porque tú das a mi alma

toda una vida serena,

más hermosa que un lucero,

¡dulce amada, dulce amada!

   El otoño ya ha llegado,

los campos están desiertos

y las sendas llenas de hojas...

¿Por qué no vienes, no vienes?

Tomado de:

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poesias-seleccion-1051825/html/71b67eab-28dd-4155-aab9-6d6da1b33f66_2.html

 

 

Cantar de la luna vacía

 

¡Calla, mi bien! No grites, no llores,

 

no tengas miedo de la noche oscura,

 

no te agarres a mí con los temblores

 

del que ha visto un león en la espesura

 

y le asustan los ojos brilladores.

 

 

 

Y a soñar con los ángeles de oro

 

¡duerme, duerme, mi niño!

 

Teniendo el corazón hecho ternura

 

en las estrofas pasa más dulzura

 

¡canción de cuna que rimó el cariño!

 

 

 

La voz ya no resuena

 

calmando los temores

 

del hijo ¡esa es su pena!

 

que al cielo sus amores

 

Dios se llevó esta nochebuena.

Ya no calma en la noche tenebrosa

 

del hijito el pavor

 

que del rosal florecido, la rosa,

 

se llevó el segador.

 

La guadaña implacable que siega

 

lo mismo el bien que el mal

 

no ha visto que al cortar el capullo

 

agostaba el rosal.

Tomado de:

https://elmirondesoria.es/soria/capital/expoesia-presenta-cantar-de-la-luna-vacia-de-teresa-leon

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