martes, 24 de enero de 2023

POEMAS DE JAIME TORRES BODET


Canción de las voces serenas

 

Se nos ha ido la tarde

en cantar una canción,

en perseguir una nube

y en deshojar una flor.

 

Se nos ha ido la noche

en decir una oración,

en hablar con una estrella

y en morir con una flor.

 

Y se nos irá la aurora

en volver a esa canción,

en perseguir otra nube

y en deshojar otra flor.

 

Y se nos irá la vida

sin sentir otro rumor

que el del agua de las horas

que se lleva el corazón...

 

 

Carta

 

Amada, en las palabras que te escribo

quisiera que encontraras el color

de este pálido cielo pensativo

que estoy mirando, al recordar tu amor.

 

Que sintieras que ya julio se acerca

-el oro está naciendo de la mies-,

y escucharas zumbar]a mosca terca

que oigo volar en el calor del mes...

 

Y pensaras: "¡Qué año tan ardiente!",

"¡Cuánto sol en las bardas!"... y, quizás,

que un suspiro cerrara blandamente

tus ojos... nada más... ¿Para que más?

 

 

Civilización

 

Un hombre muere en mí siempre que un hombre

muere en cualquier lugar, asesinado

por el miedo y la prisa de otros hombres.

 

Un hombre como yo; durante meses

en las entrañas de una madre oculto;

nacido, como yo,

entre esperanzas y entre lágrimas,

y -como yo- feliz de haber sufrido,

triste de haber gozado,

hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.

 

Un hombre que anheló ser más que un hombre

y que, de pronto, un día comprendió

el valor que tendría la existencia

si todos cuantos viven

fuesen, en realidad, hombres enhiestos,

capaces de legar sin amargura

lo que todos dejamos

a los próximos hombres:

El amor, las mujeres, los crepúsculos,

la luna, el mar, el sol, las sementeras,

el frío de la piña rebanada

sobre el plato de laca de un otoño,

el alba de unos ojos,

el litoral de una sonrisa

y, en todo lo que viene y lo que pasa,

el ansia de encontrar

la dimensión de una verdad completa.

 

Un hombre muere en mí siempre que en Asia,

o en la margen de un río

de África o de América,

o en el jardín de una ciudad de Europa,

una bala de hombre mata a un hombre.

 

Y su muerte deshace

todo lo que pensé haber levantado

en mí sobre sillares permanentes:

La confianza en mis héroes,

mi afición a callar bajo los pinos,

el orgullo que tuve de ser hombre

al oír -en Platón- morir a Sócrates,

y hasta el sabor del agua, y hasta el claro

júbilo de saber

que dos y dos son cuatro...

 

Porque de nuevo todo es puesto en duda,

todo se interroga de nuevo

y deja mil preguntas sin respuesta

en la hora en que el hombre

penetra -a mano armada-

en la vida indefensa de otros hombres.

Súbitamente arteras,

las raíces del ser nos estrangulan.

 

Y nada está seguro de sí mismo

-ni en la semilla en germen,

ni en la aurora la alondra,

ni en la roca el diamante,

ni en la compacta oscuridad la estrella,

¡cuando hay hombres que amasan

el pan de su victoria

con el polvo sangriento de otros hombres!

 

 

Confianza

 

Esta noche tu amor me penetra

como llanto de lluvia en negrura,

o, más bien, ese ritmo sin letra

que de un verso olvidado perdura;

 

y me torna profundo y sencillo

como el oro del sol tamizado

que renueva, en hipnótico brillo,

el barniz de algún cuadro apagado.

 

 

Final

 

Vuelves de andar a solas por la orilla de un río.

Estás llena de música, como un árbol al viento.

Has dejado correr tu pensamiento

viendo en el agua el paso de una nube de estío...

 

Traes tejido al alma el olor de una rosa.

En lo blando del césped te prolonga tu huella...

Has vivido ¡has vivido!... Y vas, como la estrella,

a perderte en el mar de un alba silenciosa.

 

 

Fuga

 

                                               ¡Huyes, pero es de ti!

                                                               J. R. Jiménez

 

Huías... pero era en mí

y de ti quien huías.

 

¿Cómo? ¿Adónde? ¿Para qué?

Por todo lo que es vial,

ascensor, tragaluz, puerto

para fugarse del hombre

en el hombre: por la voz,

por el pulso, por el sueño,

por los vértigos del cuerpo...

 

Por todo lo que la vida

ha puesto de catarata

-en el alma y en el alba-

huías... Pero era en mí.

 

 

Invitación al viaje

 

Con las manos juntas,

en la tarde clara,

vámonos al bosque

de la sien de plata.

 

Bajo los pinares,

junto a la cañada,

hay un agua limpia

que hace limpia el alma.

 

Bajaremos juntos,

juntos a mirarla

y a mirarnos juntos

en sus ondas rápidas...

 

Bajo el cielo de oro

hay en la montaña

una encina negra

que hace negra el alma:

 

Subiremos juntos

a tocar sus ramas

y oler el perfume

de sus mieles ásperas...

 

Otoño nos cita

con un son de flautas:

vamos a buscarlo

por la tarde clara.

 

 

La doble

 

                                                   Era de noche tan rubia

                                                       como de día morena.

 

Cambiaba, a cada momento

de color y de tristeza,

y en jugar a los reflejos

se le iba la existencia,

como al niño que, en el mar,

quiere pescar una estrella

y no la puede tocar

porque su mano la quiebra.

 

De noche, cuando cantaba,

olía su cabellera

a luz, como un despertar

de pájaros en la selva;

y si cantaba en el sol

se hacía su voz tan lenta,

tan íntima, tan opaca,

que apenas iluminaba

el sitio que, entre la hierba,

alumbra al amanecer

el brillo de una luciérnaga.

 

¡Era de noche tan rubia

y de día tan morena!

 

Suspiraba sin razón

en lo mejor de las fiestas,

y puesta frente a la dicha,

se equivocaba de puerta.

 

No se atrevía a escoger

entre el oro de la mies

y el oro de la hoja seca,

y -tal vez por eso- no

supe jamás entenderla,

 

porque de noche era rubia

y de mañana morena...

 

 

Mujer

 

¿Qué palabras dormidas

en páginas de líricos compendios

-o al contrario, veloces,

azules, verdes, blancas, recorriendo

los tubos de qué eléctricos letreros-

debo resucitar para expresarte,

cielo de un corazón que a nadie aloja,

anuncio incomprensible,

mujer: ¿adivinanza sin secreto?

 

 

Música

 

Amanecía tu voz

tan perezosa, tan blanda,

como si el día anterior

hubiera

llovido sobre tu alma...

 

Era, primero, un temblor

confuso del corazón,

una duda de poner

sobre los hielos del agua

el pie

desnudo de la palabra

 

Después,

iba quedando la flor

de la emoción, enredada

a los hilos de la voz

con esos garfios de escarcha

que el sol

desfleca en cintillos de agua.

 

Y se apagaba y se iba

poniendo blanca,

hasta dejar traslucir,

como la luna del alba,

la luz

tenue de la madrugada.

 

Y se apagaba y se iba,

¡ay!, haciendo tan delgada.

 

 

Palimpsesto

 

A través de las frases

que dices, adivino las que callas

como, bajo los versos

de un pergamino antiguo -mal borradas

por la mano del monje

que para un jefe gótico miniara

en su blancura el trance de un martirio-

aparecen de pronto,

a contraluz de un sueño,

las líneas de un colérico epigrama.

 

 

Paz

 

No nos diremos nada. Cerraremos las puertas.

Deshojaremos rosas sobre el lecho vacío

y besaré, en el hueco de tus manos abiertas,

la dulzura del mundo, que se va, como un río...

 

 

Retrato

 

Tu amor es todo de ausencia.

    Llegan a mi alma

-como el aroma de un jardín oculto-

    tus palabras, vagas.

 

No sabes durar. Tu esencia

    como el agua pasa.

Como el agua el alma del cielo que miras

es, sólo, tu alma.

 

Para otros fuera como arcilla dócil,

    como yedra blanda.

Yo no logré verte quieta un solo instante

en la misma rama...

 

 

Ruptura

 

Nos hemos bruscamente desprendido

y nos hemos quedado

con las manos vacías, como si una guirnalda

se nos hubiera ido de las manos;

con los ojos al suelo,

como viendo un cristal hecho pedazos:

el cristal de la copa en que bebimos

un vino tierno y pálido...

 

Como si nos hubiéramos perdido,

nuestros brazos

se buscan en la sombra... Si embargo,

ya no nos encontramos.

 

En la alcoba profunda

podríamos andar meses y años, en pos uno del otro,

sin hallarnos

 

 

Sitio

 

Penetro al fin en ti,

mujer desmantelada.

que -al terminar el sitio-

ya sólo custodiaban

monótonos tambores

y trémulas estatuas.

 

Penetro en ti, por fin.

Y, entre la luz delgada

que filtran, por momentos,

estrellas y palabras,

encuentro a cada paso

que doy sobre los fríos

peldaños que conducen

al centro de tu alma

-un cuerpo junto a otro-

cien horas derrotadas.

 

Me inclino... Una por una

las reconozco, a tientas.

Contra una jaula exacta

en ésta, oscuramente,

un ruiseñor estuvo

rompiéndose las alas.

En ésa... No sé ya

lo que en esa existencia

moría o principiaba:

esquivas formas truncas,

presencias instantáneas,

deseos incompletos,

dichas decapitadas...

 

 

Soledad

 

Si das un paso más te quedas sola...

En el umbral de un tiempo

que no es el tuyo aún y no es ya el mío.

sobre el primer peldaño

de una escalera rápida que nadie

podrá jamás decir si baja o sube.

En el principio de una primavera

que, para tu patético hemisferio,

nunca resultará

sino el reverso casto de un otoño...

 

Porque la frágil hora

en que tu pie se apoya en un espejo,

si das un paso más te quedas sola.

 

 

Tiempo

 

La noche se rompía en nuestras manos.

Nos sitiaba el invierno.

 

Y tú estabas allí, desde la almena

de unos ojos adversos,

 

engañándome, irguiéndote, llamándolo.

Sin palabras. Sin gestos.

 

En tu mirada, un río de diamante

me arrojaba, sin cólera, del tiempo.

 

 

Túnel

 

Una antorcha enemiga

alumbra, mientras duermes, el profundo

túnel que de mi amor a tu alma lleva.

Con invisibles puños

¿qué guardia la sustenta?

Quiero avanzar... Y me detiene un muro.

Pretendo entonces

retroceder y siento que una puerta

se cierra tras de mí siempre que dudo...

 

En pleno sol me quedo

-trémulo, terco, ciego- imaginando

no más el golpe brusco

con que, al cortar tu sueño,

me arrojará a la noche, sin antorchas,

otro invisible centinela mudo.

Tomado de:

http://amediavoz.com/torresbodet.htm

 

 

Arte poética

 

Agosto endulza, inteligencia,

el grano en que el racimo al esbozarse piensa

y en gotas de ámbar lúcido condensa

el frenesí del cielo meridiano.

 

Lo que de la mirada hasta la mano

tarda la sed en consumar su ofensa

te deja recibir, uva indefensa,

el último derroche del verano.

 

Ay, pero entre los dedos transparentes

con que la asiduidad de la caricia

para una sabia copa te resume

 

¿de qué azúcar sincero te arrepientes,

tú, que la lentitud vuelves delicia,

arte el sabor y crítica el perfume?

 

(1949: 8-9)

Tomado de:

https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25462011000100008

 

 

Nunca

Nunca me cansará mi oficio de hombre.

Hombre he sido y seré mientras exista.

Hombre no más: proyecto entre proyectos,

boca sedienta al cántaro adherida,

pies inseguros sobre el polvo ardiente,

espíritu y materia vulnerables

a todos los oprobios y las dichas…

 

Nunca me sentiré rey destronado

ni ángel abolido mientras viva,

sino aprendiz de hombre eternamente,

hombre con los que van por las colinas

hacia el jardín que siempre los repudia

hobre con los que buscan entre escombros

la verdad necesaria y prohibida,

hombre entre los que labran con sus manos

lo que jamás hereda un alma digna,

¡porque de todo cuanto el hombre ha hecho

la sola herencia digna de los hombres

es el derecho de inventar su vida!

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/nunca-jaime-torres-bodet/

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